Discurso en el homenaje organizado a Klaus Meschkat con motivo de sus 80 años de vida
Por José María Rojas*
Es un honor participar del reconocimiento que hoy le hacemos por su trabajo intelectual a Klaus Meschkat quien durante cinco décadas ha estado vinculado al acontecer histórico de América Latina. Sea este el motivo para referirme a algunos rasgos centrales de la obra de Orlando Fals Borda (1925-2008), reconocido fundador de la sociología científica en Colombia y Latinoamérica. Paralelamente traeré recuerdos del largo itinerario de Klaus por la región.
I. LA INVESTIGACIÓN EMPÍRICA
Orlando Fals Borda realizó toda su formación académica, desde el Bachelor hasta el doctorado, en los Estados Unidos de América. Fue entonces en los marcos conceptual y metodológico de la sociología Norteamericana que realizó su primer gran trabajo de investigación empírica en la vereda de Saucío entre 1949 y 1953 con el título de Campesinos de los Andes. Su estudio fue publicado en inglés en 1955 y en español en 1961, siendo decano de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional. Este trabajo se inscribe en el área de la Sociología Rural, muy desarrollada en Norteamérica y Orlando tuvo como orientador a T. Lynn Smith, uno de sus mejores exponentes y autor de una monografía sobre Tabio, otro vecindario de los Andes colombianos.
El trabajo de campo de esta investigación empírica lo realizó Orlando dentro de los más rigurosos cánones de la etnografía, disciplina afín a la sociología rural. En marzo de 1950 se había instalado en la casa de una familia campesina de Saucío, gracias a que algunos campesinos de la vereda trabajaban en la construcción de la vecina represa del Sisga y a que Orlando había conseguido un empleo con la compañía constructora. Diario de campo, entrevistas, encuestas y acopio de toda clase de documentos, incluidas cartas y fotografías de quienes llegaran a ser sus amigos, registran información de los más diversos aspectos de la vida socioeconómica y sociocultural campesina.
El autor hace explícito que su investigación no tuvo por objeto someter a prueba una determinada teoría y, como es usual en estos casos, hizo un uso bastante libre de los conceptos. Es algo que se constata en la estructuración del texto, en el cual la segunda parte, la más extensa, que tiene diez capítulos, lleva el título de “la organización social” y la tercera, mucho más corta pero definitiva en la caracterización de los campesinos andinos, está enmarcada por los conceptos de “Cultura y Personalidad”.
Es precisamente aquí que dice el autor: “el capítulo titulado La formación del campesinado fue ampliamente examinado con los agricultores, quienes en general estuvieron de acuerdo acerca de la exactitud de la descripción” [1].
Utilizar los conceptos de las ciencias sociales para describir la realidad profunda de los campesinos andinos, a quienes se consulta sobre la validez misma de la descripción me parece premonitorio de lo que veinte años después va a ser el eje de sus innovaciones metodológicas y la concepción de una ciencia propia, latinoamericana, que inicialmente denominó ciencia popular. En esta tarea no solo redefinió conceptos, sino que también se los inventó. Y hubo conceptos a los que volvió de modo reiterativo como el ethos, o de modo intermitente como los de la transición y la antiélite.
Interpretando el comportamiento reservado, pasivo y resignado de los campesinos de Saucío, utilizó el concepto de ethos, no como un conjunto de variables-pautas, propio de la sociología norteamericana, sino como una Weltanschauung que recoge la experiencia de sus antepasados, los indígenas, quienes fueron vencidos en la guerra de conquista y tuvieron que acomodarse a las instituciones políticas y religiosas impuestas por los españoles. Siglos de dominación y explotación están detrás de esa Weltanschauung, de tal modo que, dice Orlando, “el temor a equivocarse los hace tímidos para actuar y lentos para tomar decisiones.
El temor de desagradar a sus superiores los obliga a utilizar, aún contra su voluntad, diminutivos y frases hipócritas” (1961, p. 263). Evitar los castigos y conservar aspectos de su cultura estuvieron juntos en los antepasados indígenas de los campesinos saucitas. De este modo, teorías especulativas y contradictorias entre si como la teoría de la melancolía de la raza indígena y la teoría de la malicia indígena quedaron sin piso con este trabajo de investigación empírica e histórica que realizó Orlando con los campesinos de Saucío.
Quisiera mencionar otras dos consecuencias de este modelo de investigación empírico-histórico que Orlando Fals Borda puso en práctica casi de manera inmediata. La primera fue ampliar el universo de estudio al conjunto del campesinado boyacense, del cual forma parte el campesinado de Saucío. Entonces pudo constatar en la larga duración el proceso de constitución y posterior disolución de los resguardos indígenas, la formación de las haciendas colonial y republicana y la formación del campesinado en la región. En sendos artículos publicados en revistas norteamericanas de historia dio a conocer la obra del cronista fray Pedro de Aguado y presentó, con amplia sustentación documental, el proceso de repartición de las tierras de resguardos de indios desde el siglo XVIII, algo que los historiadores colombianos no habían hecho.
Como resultado de la investigación escribió el libro El hombre y la tierra en Boyacá. Bases sociológicas e históricas para un reforma agraria. Y aquí viene la segunda consecuencia que quisiera mencionar: no se investiga la realidad social para probar teorías sino para contribuir a resolver los grandes problemas de desigualdad e injusticia que pesan sobre los oprimidos. Más tarde, cuando fue cuestionada su intencionalidad política por la construcción física e intelectual de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, se retiró de la academia y volvió a investigar, esta vez con los campesinos costeños, sus coterráneos. Y de nuevo, volvió a hacer un uso bastante libre de los conceptos, solo que ya no se trataba de los conceptos de la sociología norteamericana sino de los conceptos marxistas, o como es usual decir, los conceptos del materialismo histórico.
II. EL CAMBIO SOCIAL COMO TRANSICIÓN
En su investigación sobre Saucío Orlando había encontrado que los campesinos del altiplano andino no se habían detenido en el tiempo ni estaban fosilizados, sino que desde sus antepasados indígenas estaban en un proceso de transición. Desde la perspectiva de la sociología rural el cambio podía inducirse y acelerarse porque se lo consideraba como cambio técnico, de tal modo que el problema estaba en la adopción de nuevas técnicas de producción agropecuaria por parte de los campesinos. El mismo Orlando había llevado semillas de cereales y hortalizas de los campesinos de Saucío para hacerles análisis fitosanitarios en la Universidad de Minnesota, pero del conjunto de su trabajo de investigación había llegado a la conclusión de que el problema era el de la tenencia de la tierra y que el cambio tenía que ser el de una Reforma Agraria.
Desde luego una Reforma Agraria solamente podía concebirse a escala nacional y como vastas zonas del país estaban inmersas en un conflicto partidista armado, conocido como la violencia, y el gobierno era un gobierno militar (el primero y el único que tuvo Colombia durante el siglo pasado), el joven investigador tenía que esperar.
No fue larga la espera puesto que en 1957 cayó la dictadura del general Rojas Pinilla y en 1958 se dio inicio a un pacto de sucesión presidencial y de reparto del gobierno entre los dos partidos históricos del conflicto (Liberal y Conservador), pacto aprobado en un plebiscito para un período de 16 años y conocido como el Frente Nacional. Si se tiene en cuenta que los estudiantes universitarios participaron decididamente en la caída del dictador y que iniciando el año de 1959 los guerrilleros cubanos llegaron al poder, la universidad pública, en particular la Universidad Nacional, se convirtió rápidamente en el espacio privilegiado, no solo del debate sino de la organización del cambio en Colombia.
Vinculado al Ministerio de Agricultura en 1958 en calidad de Director General, Orlando desplegó múltiples iniciativas tendientes a aclimatar las condiciones para una Reforma Agraria en el ámbito de una realidad campesina atravesada todavía por los estertores de la violencia armada partidista. Fue así que concibió un programa nacional, de intervención diríamos hoy, conocido como la organización de Juntas de Acción Comunal a escala de la comunidad veredal o vecindario.
El propósito de estas organizaciones de base que todavía existen en Colombia fue el de hacer a los campesinos los protagonistas de las acciones de gobierno y, de paso, superar el conflicto y aclimatar la paz y la reconciliación entre los enemigos políticos. La primera Junta de Acción Comunal que se organizó en Colombia fue, precisamente, la de los campesinos de Saucío. Debió ser esta, sin lugar a dudas, una gran satisfacción personal.
Pero fue por la academia que enrumbó su trabajo intelectual durante los diez años siguientes. Invitado por Luis Ospina Vásquez, decano de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional, tuvo a su cargo una cátedra de sociología y muy pronto estaría al frente de un Departamento de Sociología, adscrito a dicha Facultad. Casi de inmediato el Departamento se transformaría en la Facultad de Sociología que a partir de 1959 ofreció un plan de estudios con el cual se dio inicio a la profesionalización de la disciplina en Colombia.
Orlando hizo de esta institución el centro de convergencia de los mejores estudiosos de las ciencias sociales de ese momento histórico en Colombia, especialmente de historiadores y antropólogos y de los primeros sociólogos graduados en el exterior. Fue allí que nos enseñó, a los de nuestra generación, lo que mejor sabía hacer: la investigación empírica. Fueron numerosas las publicaciones, libros y monografías resultados de trabajos de investigación, que se editaron en la serie Monografías Sociológicas de la Facultad. Algunas de ellas, como los libros sobre la violencia en Colombia, tuvieron gran impacto político nacional y se convirtieron en clásicos. Los golpes militares de 1964 en Brasil y de 1966 en Argentina hicieron en parte posible que el programa de postgrado de la Facultad, concebido precisamente como Programa Latinoamericano de Estudios del Desarrollo, PLEDES, pudiera contar con excelentes profesores.
Fue gracias a la enorme capacidad de iniciativa de Orlando que a mitad de la década de los sesenta la Facultad había llegado a ser tal vez el Centro más avanzado de la actividad intelectual y la investigación social en Colombia. Al protagonismo político de uno de sus profesores, el sacerdote Camilo Torres, quien adhirió al ELN y murió a los pocos meses de haberse incorporado a esta guerrilla, se agregaba un hecho estructural: la dependencia (para utilizar un concepto que la Sociología Latinoamericana comenzaba a elaborar) en este caso de los recursos aportados por dos fundaciones norteamericanas, la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller. Los profesores visitantes, el nuevo edificio, y buena parte de las investigaciones y publicaciones eran financiadas por estas instituciones del imperio.
Como en el medio estudiantil lo que estaba a la orden del día era la revolución y el modelo exitoso era la revolución cubana, contra la cual, por lo demás, se descargaba todo el garrote del imperialismo norteamericano, los imperativos de la revolución obligaban a combatirlo donde quiera que este estuviese camuflado. Fue así como Orlando Fals Borda fue acusado de ser agente del imperialismo yanqui, como ya lo había sido Gino Germani, otro fundador de la Sociología Científica Latinoamericana, quien tuvo que salir de la Universidad de Buenos Aires en 1963.
Habiendo publicado en marzo de 1967 su libro La Subversión en Colombia, a comienzos de 1968 sale para Ginebra luego de haber renunciado al cargo de Profesor en la Universidad Nacional de Colombia. Y desde Ginebra, vinculado al UNRISD ─el Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social─ inició de inmediato un proyecto para investigar empíricamente en Ecuador, Colombia y Venezuela, a un tipo de organizaciones sociales que históricamente han agenciado, en sectores populares, acciones de reforma socioeconómica, específicamente las cooperativas.
Si se tiene en cuenta que el gobierno de los Estados Unidos y la OEA promovían las Reformas Agrarias en los países latinoamericanos con el objeto de evitar que los campesinos pudieran ser protagonistas de revoluciones como la de Cuba, estudiar las cooperativas promovidas por los institutos de reforma agraria y por instituciones gremiales y la Iglesia católica, resultaba fundamental para quien siempre apeló a la investigación de la realidad social y no a las doctrinas, si se trataba de explicar los aciertos y los desaciertos de la acción.
Dicho de otro modo, el investigador necesitaba convencerse del fracaso de la Reforma antes de asumir los imperativos de la Revolución. Como resultado de este trabajo escribió el libro El Reformismo por dentro en América Latina [2] en el cual pone de relieve el papel funcional de las cooperativas para la captación de los líderes discrepantes y para ajustar la dominación de los poderes tradicionales sobre las comunidades campesinas, indígenas y obreras. En otro libro, presenta el pensamiento político cooperativo como un modelo de colonialismo intelectual en América Latina [3].
Participé en el trabajo de campo de esta investigación porque en febrero de 1968, sin haber terminado los estudios de postgrado en el PLEDES, me incorporé como profesor de Sociología a la Universidad de Antioquia en Medellín por recomendación de Orlando, a quien le habían solicitado dos candidatos para cubrir sendos cargos de profesores en la reformada Facultad de Ciencias y Humanidades de dicha Universidad. Y a finales de ese año de 1968 conocí a Klaus Meschkat, quien fue a Medellín invitado por Luis Escobar, sobrino del Rector de la Universidad y recién llegado de Berlín donde había sido alumno de Klaus.
III. LA TRANSICIÓN EN MEDELLÍN
La revolución estudiantil de mayo del 68 en Europa y los Estados Unidos tuvo el efecto de repotenciar los ánimos del movimiento estudiantil, bastante decaídos por la muerte de Camilo Torres en Febrero de 1966 y del Che Guevara en Octubre de 1967. ¿Qué estaba pasando con la revolución latinoamericana? No teníamos respuestas. De algún modo Orlando Fals Borda había procurado saldar cuentas para el caso colombiano con su libro La Subversión en Colombia.
Haciendo homenaje a su colega y amigo Camilo Torres había despojado de negatividad el término subversivo y había conceptualizado la subversión como el cambio del orden social. El subversivo, sujeto de la subversión, es portador de una utopía, de tal modo que la utopía es el instrumento intelectual con el que se subvierte el orden establecido. El orden vigente se convierte entonces en la tradición y como resultado del conflicto entre subversión y tradición se opera lo que denominó descomposición dialéctica del orden social, que da por resultado una topía. Estos conceptos los toma del libro La Revolución del poeta anarquista alemán Gustav Landauer [4] . Son conceptos que denomina teléticos, porque son portadores de una finalidad.
Por otra parte, no hace del subversivo un sujeto trascendental, porque los portadores de una utopía son generalmente una antiélite que se enfrenta a la élite del poder y aunque se produzca una revolución violenta, no necesariamente se cambia el orden social. Con estos conceptos pasa revista a la historia de Colombia desde la llegada de los españoles hasta la subversión socialista de finales de los años veinte, que todavía no ha podido cambiar el orden social burgués dominante. Siguiendo lo que ya es usual en sus investigaciones empírico-históricas, extiende el universo de análisis, en este caso al conjunto de América Latina y en ese mismo año de 1968 publica su meritorio trabajo Las Revoluciones Inconclusas en América Latina. Sin duda, la muerte del Che motivó la escritura de este trabajo.
En Medellín, la ciudad de la eterna primavera, como elogiosamente se la nombra, la primavera europea podría decirse que desató una euforia por el estudio del marxismo. El aforismo de Lenin: sin teoría revolucionaria no hay revolución, presupone la existencia de esa teoría. ¿Dónde? En la obra de Marx y las de sus auténticos intérpretes, comenzando por Federico Engels. La desconfianza por la interpretación de los manuales, los soviéticos en especial, se propagó a la velocidad de la luz. Al abrirse paso la libre interpretación ocurrió lo de Lutero con la biblia. Entraron en crisis las Iglesias y se dio inicio a la proliferación de las Sectas. Proliferaron las agrupaciones maoístas, socialistas y trotskistas. En todos los casos el propósito era el de la construcción del partido auténticamente revolucionario, iluminado por la auténtica teoría revolucionaria.
En la euforia de la lectura y las exégesis se fundaron editoriales y se publicaron revistas y periódicos con una sorprendente regularidad. No cabe duda que había un gran público de lectores y esos lectores eran fundamentalmente estudiantes universitarios. La editorial La Oveja Negra, que fue la editorial pionera, se inició con la publicación de La Crítica de la Economía Política de Marx, de la cual llegó a hacer tres o cuatro ediciones.
Otras obras de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao y Althusser también publicó la editorial, no tanto por su independencia ideológica sino por cambios de editores y propietarios a medida que se ampliaba el negocio de los libros, hasta que finalmente quedó en poder de Gabriel García Márquez y solamente siguió publicando obras literarias. Otras editoriales, porque fueron muchas, ampliaron sustantivamente la gama de publicaciones y se dieron a conocer obras de marxistas del mundo entero que no eran conocidos, incluidos los autores colombianos. Se vivió un estado febril por los descubrimientos bibliográficos y con ello se abrió paso la marxología y su sujeto empírico: el erudito. Los debates públicos en asambleas estudiantiles y de profesores fueron el escenario, para utilizar un concepto muy caro de la sociología contemporánea, el escenario en el cual se podía presenciar una encarnizada e interminable competencia entre eruditos.
Todos estos eventos se llevaron a cabo en medio de paros académicos, porque los profesores también nos declarábamos en paro. Recuerdo que el poeta Elkin Restrepo en la euforia de estos paros concibió la consigna: Por una Universidad sin Clases. Adelante!!! Recuerdo también que uno de los grandes temas que estaba en el trasfondo de los debates sobre el carácter de la revolución, si debía ser democráticoburguesa, de nueva democracia o socialista de una vez era el de la transición del feudalismo al capitalismo, ya que muchos eruditos, especialmente maoístas, habían llegado a la conclusión que Colombia, como otros países de América Latina, era semifeudal. En este contexto del debate recuerdo que los libros de André Gunder Frank fueron ampliamente difundidos y editados en Medellín. Lo usual era que no se pagaban derechos de autor. Era esta una constante del boom editorial. Hubo incluso una casa editora clandestina cuyo sello editorial fue Morgan y Drake.
No tanto como las editoriales, las revistas también fueron numerosas. Lo suficiente como para que un amigo maoísta, el fundador de la editorial La Pulga, editara una revista que tituló Revista de Revistas. A propósito de La Pulga, recuerdo que hubo otras editoriales que tomaron el nombre de especies animales, normalmente considerados peligrosos, como El Tigre de Papel, El Abejón Mono, El Alacrán y El Zancudo. A propósito de revistas, con un grupo de profesores de sociología de la Universidad de Antioquia, entre ellos Alfredo Molano, fui cofundador de la revista Uno en Dos.
¿Por qué este nombre? Porque en mandarín Mao dijo que esta era la fórmula de la dialéctica, ya que contiene lo esencial: la contradicción. Uno siempre se divide en dos. Hubo sin embargo un amigo muy querido, Álvaro Camacho, quien tuvo la osadía de burlarse del nombre de nuestra revista. Decía que debíamos cambiarle el nombre de Uno en Dos por el de Tres en Uno. Tres en Uno es la marca de un aceite lubricante muy popular en Colombia. Su argumento teórico era que la síntesis también forma parte de la dialéctica y que por lo tanto la fórmula de Mao era falsa. No son dos, sino tres!
Todo esto para decirles que Klaus publicó un excelente artículo en nuestra revista, en el número cuatro del mes de marzo de 1975. El primer número de la revista que pretendía ser trimestral salió en enero de 1972. Las crisis políticas la paralizaron varias veces. El artículo de Klaus es una valiosa reflexión sobre la experiencia del gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile.
Toma distancia de lo que fue normal en la literatura marxista después del golpe militar de Pinochet en 1973: hacer juicios de responsabilidad histórica sobre los fracasos políticos y no aprender de la historia. El autor demuestra que la Unidad Popular no contenía rigurosamente la unidad social de la clase obrera porque esta clase era desigual y estratificada, lo que hacía difícil, incluso, su unidad gremial.
Pero, qué hizo Klaus en Medellín, antes de salir en 1972 rumbo a Chile? Hoy, con el lenguaje de la sociología, diríamos que fue un actor. En rigor, un actor muy solicitado. No recuerdo cuándo exactamente, pero Klaus ya estaba vinculado como profesor a nuestro departamento, cuando alguno de los colegas mostró una gran foto, tal vez de una revista, en la cual Klaus estaba sentado al lado de Herbert Marcuse y Rudi Dutschke, presidiendo lo que debió ser un gran acto político-académico. La foto era la confirmación de que teníamos un As bajo la manga. ¿Por qué?
Ya he mencionado que el furor por la lectura de las obras de Marx y de los autores marxistas había dado lugar a la aparición del erudito. Nosotros, jóvenes profesores, estábamos sentando las bases del plan de estudios de Sociología y considerábamos que el marxismo debía de ser una de esas bases. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cuáles eran los problemas sociales, cuáles las temáticas y cuáles los conceptos que se deberían abordar en uno o varios cursos y, por quién o quiénes? Nos atormentaba aquella dicotomía entre ciencia burguesa y ciencia proletaria, según la cual la burguesa es la Sociología y la proletaria es el marxismo.
Algunos nos preguntábamos si no sería también posible una Sociología Marxista. Alguien mencionó que había una Escuela de Frankfurt y que Marcuse era uno de ellos. Luego la foto constituía una revelación. Era posible que nosotros también tuviéramos nuestro erudito sin necesidad de inscribirnos en una determinada línea política alimentada por una determinada interpretación del marxismo. Defendíamos la libertad de cátedra pero rechazábamos hacer de la cátedra una tribuna de agitación ideológica.
Entre tanto, había tomado un auge inusitado la lectura de El Capital, obra que se convirtió en la prueba de fuego para ser titular de un marxismo erudito. La publicación de libros Para leer el Capital, especialmente de autores franceses, hizo todavía más complicado lo que de por sí resultaba bastante difícil: comprender el libro. Muy pronto se discutió acerca de las diferencias de sentido en las ediciones en lenguas distintas al alemán. Entonces se impuso la norma según la cual la lectura del libro tendría que hacerse en grupo. Fue así que proliferaron los grupos o círculos de lectura de El Capital en Medellín.
Fue así que pensamos que nuestro joven profesor alemán, nuestro As bajo la manga, nos permitiría tomar la delantera en una partida donde había muchos y calificados competidores. Pero fuimos demasiado lentos en la organización del círculo y Klaus fue cooptado (para usar un término sociológico de Orlando Fals Borda) nada menos que por el grupo de élite dirigido por Estanislao Zuleta, el intelectual más prestigioso en los medios académicos y estudiantiles que ha tenido Colombia desde entonces.
Recuerdo que surgió como una emanación de los círculos de lectura la idea de que el capital (no el libro sino el objeto de estudio) era como un Moloch que todo lo devoraba y transformaba en plusvalía. ¿Y qué hacía la Universidad? Calificar fuerza de trabajo para alimentar al monstruo! Esto era lo que estábamos haciendo! Desde algunos círculos iba tomando fuerza la idea de destruir la Universidad, idea formulada, creo que por un filósofo francés. De algún modo los continuos paros estudiantiles y profesorales la iban destruyendo poco a poco. Recuerdo que en Sociología mantuvimos algo así como un paro de principios: nos negamos a dictar algunos cursos que nos habían sido reasignados por el rector y que, por tanto, no provenían de la decisión colectiva y planificada de nuestro departamento. ¿El resultado? En diciembre de 1972 el rector clausuró el Plan de Estudios de Sociología y nos expulsó de la Universidad. Meses atrás Klaus había tomado rumbo al sur.
Hoy podría decirse que Klaus huyó del reinante teoricismo especulativo de Medellín y se dirigió a Chile donde el gobierno de la Unidad Popular, sin el tránsito de una revolución violenta para la toma del poder, iniciaba la primera experiencia de la construcción del socialismo en América Latina. Experiencia frustrada, como todos sabemos, por la sangrienta dictadura militar de Pinochet.
A raíz del golpe, Klaus Meschkat, profesor de la Universidad de Concepción, fue detenido y recuperado luego por el gobierno socialdemócrata de la Baja Sajonia. Y desde entonces, como profesor de la Universidad de Hannover, ha seguido el curso histórico de la mayor parte de los países de América Latina, no solamente como un lector, ni solamente como un activista, sino como un investigador social crítico. Klaus escribió un texto largo, un libro de más de trescientas páginas, editado por la Universidad de Hannover: Marxismus in Kolumbien. No ha sido traducido al español y, por tanto, no lo hemos podido leer. ¿Qué lo llevó a escribir este libro? ¿Tal vez tenga algo que ver lo que he recordado sobre Medellín?
IV. CIENCIA Y COMPROMISO
Estando en Ginebra, Orlando Fals Borda dio forma a su libro Ciencia Propia y Colonialismo Intelectual. Podría decirse que este libro es un manifiesto dirigido a los estudiantes latinoamericanos. El punto de partida es la crisis que afecta al conjunto de los países de la América Latina. Se trata de una crisis que, dice el autor: “no sería resuelta sino cuando se lograran las transformaciones fundamentales exigidas, así en el plano interno con una subversión total, como en el plano externo con un rompimiento de los actuales vínculos de dominación y explotación” (1970, p.43). Considera que a la Sociología le corresponde revelar los mecanismos políticos de la crisis y que al hacerlo, la misma Sociología entra en crisis. En estas circunstancias se requiere que el intelectual ponga “su pensamiento o su arte al servicio de una causa” (1970, p.66). Desde luego la causa no puede ser simplemente una abstracción teórica sino un grupo social real o grupo de referencia, como ya lo había definido con los conceptos de la sociología norteamericana. Los campesinos volverían a ser su grupo de referencia. Y como era usual en él, se inventó los términos de compromiso-acción para identificar un tipo de práctica que no era propiamente la práctica político-ideológica del militante de partido sino la práctica liberadora de una ciencia que estaba por construir.
A su regreso a Colombia fundó, junto con algunas personas que le habían visitado en Ginebra, la Rosca de Investigación y Acción Social. Víctor Daniel Bonilla, uno de los fundadores, me contó que cuando discutían la forma organizativa que debería darse y él propuso el de una Fundación por las ventajas jurídicas que tenía para manejar recursos y evitar interferencias, Orlando se horrorizó (seguramente por los recuerdos que le traía la palabra) y expresó que era una rosca lo que él estaba proponiendo. Entonces todos estuvieron de acuerdo que así se debería llamar la fundación. Y Orlando tuvo que aceptar no solo la fundación sino la rosca que acababa de denunciar.
Una de las primeras publicaciones de la Rosca fue el libro Causa Popular Ciencia Popular (1972), que lleva la firma de los cuatro fundadores. La rosca también realizó trabajo editorial y también fundó una revista, la revista semanal Alternativa, la más importante de la década de los setenta en Colombia, cuyo primer número se publicó el 18 de febrero de 1974. Acompañaron a Orlando en la fundación de la revista Enrique Santos y Gabriel García Márquez.
Ahora bien, lo que quiero destacar de Causa Popular Ciencia Popular es que su presentación como un trabajo colectivo, que constituye según los autores “la culminación de un intenso trabajo de crítica y autocrítica por parte de científicos sociales de diversas disciplinas” [5] , tiene como punto de partida la idea del compromiso-acción que ya Orlando había elaborado en su libro Ciencia Propia y Colonialismo Intelectual. Y por esta vía es que se llega al planteamiento de fondo: se requiere de un método de estudio-acción “que le permita a los científicos sociales responder críticamente a las exigencias históricas sin detrimento de la ciencia, poniendo esta al servicio de los grupos populares” (1972, p.6).
De este modo, la ciencia popular sería una ciencia interdisciplinaria que requiere de un nuevo método de investigación que haga posible el compromiso intelectual del investigador con los intereses y propósitos liberadores de los grupos sociales oprimidos. Debe destacarse que el intelectual es aquí un investigador social y que el tipo de investigación que llevará a cabo con el método del estudio-acción (un concepto sin lugar a dudas inventado por Orlando) será lo que denominaron Investigación Militante. Es lo que hará de inmediato con los campesinos costeños del Valle del Sinú y la depresión momposina.
En el cuarto volumen de la Historia Doble de la Costa que lleva sintomáticamente el título de Retorno a la Tierra, el autor relata los pormenores de su investigación militante. El 6 de Agosto de 1972 se presentó como el investigador de La Rosca ante la oficina regional de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, en Montería. Estaba autorizado por el Comité Ejecutivo Nacional de la ANUC. Sin lugar a dudas, los campesinos para probarlo le preguntaron que si “se le medía” a acompañarlos el día siguiente, 7 de marzo, a la toma de la hacienda La Antioqueña, un latifundio de 7500 hectáreas propiedad del paisa Chepe Posada.
“Me le mido”, respondió el investigador de La Rosca y al día siguiente participó en la “entrada”, que no fue completamente exitosa porque no se pudieron tomar la casa de la hacienda. Esto lo lograrían el 8 de Abril y el 18 de Julio Chepe Posada, quien entre tanto había decidido negociar con el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, INCORA, hizo entrega gratuita de 825 hectáreas para los campesinos. ¿Y qué hicieron aquí? No fue una cooperativa, como era lo usual cuando el INCORA hacía titulación colectiva de la tierra, sino el primer Baluarte de Autogestión Campesina, que denominaron Vicente Adamo en honor al inmigrante anarquista italiano que en los años veinte del siglo pasado estuvo en el Valle del Sinú y organizó a los campesinos en lo que denominó Baluartes Rojos. Construir baluartes en lugar de cooperativas indica que allí estuvo presente la coherencia entre la teoría y la acción del investigador militante. Recordemos su crítica radical del cooperativismo.
Ahora bien, había en este hecho otro significado no menos relevante. En la concepción del método de estudio-acción se contemplaba que el investigador, además de lograr una inserción en el grupo, debía promover la recuperación de la historia del grupo, en particular las luchas sociales y sus protagonistas. Y así, cada recuperación de tierra estuvo acompañada de la recuperación de acontecimientos y personajes ejemplares, con lo cual se fortalecieron los lazos de pertenencia y solidaridad del grupo. Descubrieron incluso que Juana Julia Guzmán la compañera sentimental y de luchas de Vicente Adamo estaba viva y a sus ochenta años volvió a la lucha como una fogosa agitadora. Comenzar la investigación militante con la recuperación de la memoria de un anarquista (escribí en otra oportunidad) “debió resultar un trago demasiado amargo para los autoritarios maoístas, marxistas-leninistas y trotskistas que se disputaban el control político de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos” [6].
Dada la considerable extensión geográfica del área de trabajo, el investigador organizó grupos de estudio-acción en Montería, San Onofre y Barranquilla. Formaron parte de estos grupos estudiantes universitarios, profesores de educación secundaria, maestros de escuela, músicos y artistas gráficos populares y, desde luego, líderes campesinos. De este modo, la interdisciplinariedad se extendió a las artes y los oficios. Y fue precisamente esto lo que hizo posible que se pusiera en práctica otra directriz del método de estudio-acción: la devolución sistemática del conocimiento. Lo primero que hicieron fue los relatos de la recuperación de la memoria histórica. Como buena parte de los campesinos eran analfabetas, se hicieron relatos gráficos, relatos musicalizados y cantados y relatos representados o teatralizados por los mismos campesinos.
El primer relato gráfico lleva por título Lomagrande: el baluarte del Sinú y registra la historia del primer baluarte rojo que los campesinos conducidos por Vicente Adamo construyeron en 1918. Luego vendría Tinajones: un pueblo en lucha por la tierra que narra las luchas de los campesinos en las bocas del río Sinú contra el terrateniente José Santos Cabrera. Seguiría El Boche que recupera la memoria del campesino negro Manuel Hernández, hasta entonces considerado un bandido por haber matado el 5 de octubre de 1908 a Alejandro Lacharme, hijo de uno de los fundadores de la Compañía Francesa del Río Sinú en la segunda mitad del siglo XIX y quienes restablecieron en sus dominios la matrícula, una forma de mantener la esclavitud de los negros. Estos y otros relatos fueron dibujados por Ulianov Chalarka, seudónimo de Iván Tejada, un pintor popular de letreros de almacenes y de buses.
Vendrían luego los trabajos escritos, elaborados por los grupos-acción y a partir de estos textos nuestro investigador militante daría forma a textos más conceptualizados y sistemáticos como Capitalismo, Hacienda y Poblamiento en la Costa Atlántica y la Historia de la Cuestión Agraria en Colombia, publicados por La Rosca en 1974 y 1975, respectivamente. En 1977, culminando un dispendioso trabajo de convocatoria y organización que Orlando había iniciado desde el año anterior, se llevó a cabo en Cartagena entre el 18 y el 24 de abril el Simposio Mundial sobre Investigación Activa y Análisis Científico.A este evento, al que concurrieron investigadores sociales de todo el mundo, muchos de ellos de clara inspiración marxista, se le puede considerar como un acontecimiento que legitima universalmente la idea de la construcción de una ciencia comprometida con la transformación de la realidad social. Pero lo más relevante sería reconocer que en la investigación de Orlando Fals Borda con los campesinos de la Costa se había descubierto el método de esa ciencia. Fue después del simposio que el método comenzó a difundirse como el de la IAP, Investigación Acción Participativa.
Lo que entonces no sabíamos era que el investigador militante continuaba visitando a sus amigos campesinos, artesanos y educadores; seguía haciendo entrevistas y recopilando toda clase de documentos de archivo hasta que estuvo en condiciones de escribir los cuatro tomos de la Historia Doble de la Costa, el primero publicado en Noviembre de 1979, cuando su esposa María Cristina Salazar estaba presa, acusada de subversiva. Así como había innovado en el método de investigación, Orlando también innovó en el método de exposición. Los libros contienen dos textos simultáneos: por las páginas impares discurre un texto conceptualizado y por las páginas pares fluye el texto narrativo, literario y, podríamos decir, popular. Fue el texto en el que más se esmeró, si bien el texto conceptualizado tiene el coraje de tomar conceptos del marxismo, como formación social, modo de producción, superestructura, fuerzas productivas, descomposición del campesinado, por ejemplo. Pero la generalidad de estos conceptos le obligan a recurrir a conceptos sociológicos como ethos, subversión, orden, captación de la antiélite y otros que elaboró en el curso de anteriores investigaciones.
Klaus estableció una relación de amistad con Orlando en el curso de la década de los ochenta y recuerdo que siempre le visitó cuando vino o pasó por Bogotá. En esta década se iniciaron en América Latina nuevos procesos de transición, esta vez hacia la democracia. Exceptuando Nicaragua, en todos los casos no fueron revoluciones triunfantes las que dieron al traste con las dictaduras, sino la emergencia de movimientos sociales urbanos y rurales. Dado el fracaso de los partidos, tanto de derecha como de izquierda en el logro del bienestar y la justicia para los pueblos, la desconfianza histórica de los movimientos sociales hacia todos los partidos hizo que las transiciones se constituyeran en pactos burocráticos para la conservación de privilegios y prosperaran teorías sobre el carácter no democrático del pueblo y se exaltara el papel de las capas medias como fundamento de la democracia. No fueron pocos los intelectuales que desencantados del pueblo se convirtieron en apologistas de las políticas neoliberales y en teorizadores de la globalización.
Si en algo fundamental coincidieron Klaus Meschkat y Orlando Fals Borda fue en hacer la crítica radical de estas teorías, en estudiar y apoyar los movimientos sociales y participar en acciones antiglobalización. Los movimientos sociales han antecedido por milenios a los partidos políticos. Si el estado-nación legado por los filósofos liberales del siglo XVIII no ha funcionado con la democracia formal de los partidos, no puede endilgársele a los pueblos la responsabilidad atribuyéndole un carácter antidemocrático.
Orlando se preguntaba cuál progreso ha dejado el capitalismo y cuál equidad cuando en el modelo gubernamental copiado por los políticos burgueses latinoamericanos pesaron mucho más Fouché y Bismarck. Y por el lado de la izquierda, el balance tampoco es positivo. “Cuando se afianzaron las luchas obreras en Europa y se triunfó en Rusia, quedaron olvidadas por la conveniencia del momento las experiencias de la comuna de París y las del poder popular de los primeros soviets, se repudiaron las enseñanzas de Kropotkin sobre la ley de la ayuda mutua y la autonomía comunal, y se sepultaron las advertencias de Rosa Luxemburgo» [7] . Lo dice Orlando, pero se lo he oído decir a Klaus casi en los mismos términos.
No hay en estas críticas un rechazo principista de los partidos políticos. Desde el simposio de 1977, cuando se reconoció por consenso que la tarea principal era la de construir el partido revolucionario que hiciera posible la investigación militante, Orlando participó en varias organizaciones políticas, todas ellas fracasadas. Murió como presidente honorario del Polo Democrático Alternativo, pero hasta el último momento temió por el fracaso de este partido. De Klaus, nada debo mencionar en este recinto.
Elegido constituyente en 1991, participó en la Asamblea Constituyente que le dio a Colombia una nueva constitución, pues la que estaba vigente databa de 1886. Formó parte de la comisión que elaboró la ponencia y propuso el articulado que consagró la autonomía territorial para los pueblos indígenas y negros. Posteriormente fue nombrado presidente de la Comisión de Ordenamiento Territorial que la Constituyente dejó prescrita con el objeto de elaborar una nueva ley de ordenamiento territorial para el estado-nación de Colombia. Trabajó dos años al frente de la Comisión que nombró el Presidente pero el proyecto elaborado se hundió en el Congreso, epicentro del poder político clientelista y expresión de una democracia formal restringida y corrupta, que no se iba a autoliquidar.
Fue entonces que Orlando concibió la idea de luchar por una Segunda República, que definió como República Regional Unitaria, en la cual se afirmarían los ethos culturales regionales y se consolidaría una democracia participativa, articulada por el poder popular de los grupos sociales movilizados. Y todo esto para qué? Para construir un socialismo que denominó raizal por sus raíces históricas que estarían ancladas en los valores fundantes de la solidaridad y reciprocidad de los indígenas, la libertad de los negros, la dignidad de los campesinos-artesanos antiseñoriales y la autonomía de los colonos pioneros internos. En síntesis, de nuevo la utopía, la utopía necesaria luego de los grandes fracasos y descalabros políticos.
Llegando ya al final del camino, pronunció un discurso en Montreal el 7 de septiembre de 2007 con motivo de la recepción del premio Martin Diskin. Estas fueron sus palabras finales:
“Que nuestras múltiples deidades ancestrales nos asistan. Creo que tal es el deseo de muchos científicos sociales comprometidos, como yo, en trabajar y transformar el mundo para bien. Tarea infinita cuanto necesaria. Les esperaré en el desocupado limbo al que probablemente llegue un día de estos, para seguir observando juntos, no sin nostalgia, el Kaziyadu de este todavía hermoso globo azul.”
Kaziyadu significa renacer en lengua huitoto.
Muchas gracias.
Notas
[1] FALS BORDA, Orlando. Campesinos de los Andes. Monografías Sociológicas No. 7, Facultad de Sociología, Universidad Nacional, Bogotá, 1961. p. 316.
[2] FALS BORDA, Orlando. El Reformismo por dentro en América Latina. México, Siglo XXI Editores, 1972.
[3] FALS BORDA, Orlando. Ciencia Propia y colonialismo Intelectual. México, Editorial Nuestro Tiempo, 1970.
[4] LANDAUER, Gustav. La Revolución. Buenos Aires, Editorial Proyección, 1961.
[5] FALS BORDA, Orlando, BONILLA, V., CASTILLO, G., LIBREROS, A. Causa Popular Ciencia Popular. Publicaciones de La Rosca. Bogotá, 1972. p.5.
[6] ROJAS, José María. Semblanza y aportes metodológicos de un investigador social. Centro de Estudios de Opinión. Universidad de Antioquia. Memorias del Simposio Internacional de Investigadores en Ciencias Sociales. Medellín, 2010, p.185.
[7] FALS BORDA, Orlando. El nuevo despertar de los movimientos sociales. Incluido en la edición de Ciencia Propia y Colonialismo Intelectual. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1987. P. 135.
*José María Rojas es sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia y del volumen Antología Orlando Fals Borda que publicó en 2010 la Universidad Nacional de Colombia, y del libro Orlando Fals Borda, fundador de la sociología científica en Colombia, publicado en 2014 por la Universidad de Antioquia. Además, él y Meschkat compilaron el libro Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética, que trata sobre los avatares de la izquierda colombiana por cuenta del estalinismo criollo a fines de los veinte y comienzos de los treinta del siglo pasado, y la forma como este período marca ex tunc la inocuidad de la acción política de la izquierda para producir las transformaciones históricas, así las cosas, la crisis recurrente se explica en la imposibilidad de concretar una revolución social pese a estar dadas las condiciones para tal efecto. Para conocer el pensamiento actual Klaus Meschkat, consúltese su discurso sobre «La relación difícil de las izquierdas con la democracia» (Miguel Eduardo Cárdenas).
Fotos: Gerhard Dilger, Ferdinand Muggenthaler