“Hasta la victoria siempre” fue la frase con que Cristina Fernández cerró ayer el acto que había sido iniciado por Dilma Rousseff en San Pablo, ante un auditorio donde los jóvenes y las mujeres fueron mayoría.
Por Daniel Pignotti, Página 12
“Dilma querida, tenemos responsabilidades frente a la historia, y una de ellos es que los partidos nacionales, populares y democráticos latinoamericanos sean capaces de construir una relación de fuerzas favorable, y para esto no basta con los partidos, es necesario construir frentes sociales con los que son agredidos” por el rebrote conservador.
Al referirse al golpe institucional contra Rousseff, la ex presidenta sostuvo que “los intentos destituyentes” en Brasil y también en Argentina, tienen por objetivo “provocar crisis para que no podamos terminar los gobiernos (como escarmiento) para que nadie intente aplicar políticas (externas) autónomas y de inclusión social”.
“Hoy recibí a dirigentes estudiantiles que ocupan decenas de universidades y escuelas secundarias”, contó Cristina y fue nuevamente saludada por una barra de la Universidad de San Pablo. “No sólo hay que resistir, hay que organizarse con estrategias claras para modificar la relación de fuerzas”, señaló. “Vivimos toda la vida militando (y en los últimos tiempos) miles y miles de jóvenes se incorporaron a la política” mencionó Cristina, y valoró la importancia del activismo juvenil para remontar esta fase adversa en la región. En Brasil, tras la caída de Rousseff en mayo, surgió un levantamiento estudiantil que junto a los movimientos sociales asumieron la línea de frente ante la administración de Michel Temer y su rabiosa policía militarizada.
“Somos de la gloriosa juventud peronista”, cantaban en portuñol, más portugués que español, un grupo de la Juventud del PT coordinados por Alexandre Pupo, estudiante de Sociología. “Bajamos las consignas por internet, y las practicamos para este acto, vemos cosas interesantes en la militancia argentina”, contó.
En la exposición de Cristina se cruzaron los datos de su gestión con los números del gobierno de Mauricio Macri, y todo ese “paisaje” fue situado en la perspectiva regional: “Hoy hace exactamente un año terminaba nuestro gobierno. Ese 9 de diciembre la Argentina registraba un índice del 5,9 por ciento de desocupación, el más bajo de las últimas décadas”, y desde entonces ya trepó a “casi dos dígitos, el neoliberalismo necesita desocupación de dos dígitos para que la gente no pelee”.
En ese repaso, CFK comparó lo prometido y lo hecho por su sucesor, que incumplió sus promesas de “no devaluar” y no implementar un “tarifazo”. Dijo que “gracias al blindaje mediático” Macri pudo convencer al electorado de que era posible aplicar un modelo neoliberal sin consecuencias sociales. “El neoliberalismo es una enfermedad que se contagia por muchas vías, una es la cultural, otra es la mediática”.
Al retomar la dimensión regional, la ex presidenta mencionó la paradoja sudamericana, donde se reestrenan los ajustes ortodoxos precisamente cuando los países ricos comienzan a revisarlos ante las consecuencias que acarrean. En ese punto del discurso de la invitada argentina, la economista Dilma Rousseff hizo un gesto de aprobación.
“Modelos como el nazismo ya no se aceptan después de la caída de Muro de Berlín (sin embargo) en toda América Latina pasa por una tentativa de vuelta del neoliberalismo y por surgimiento de medidas de excepción, no hay duda que corremos riesgos (…) el riesgo es el de un golpe dentro del golpe” que separe a Temer para dar paso a un gobernante más implacable.
Antes de participar en el acto junto a Dilma, la ex presidenta argentina fue recibida por Luiz Inácio Lula da Silva, en las oficinas de su instituto, en el centro paulista. Lula conversó con su inveterado ronquido, todavía más aguardentoso después del discurso pronunciado un par de horas antes con los vecinos de Heliópolis, una de las favelas más conocidas de San Pablo.
Allí habló del “odio a la divergencia política” demostrado por el gobierno post democrático surgido el 12 de mayo, con la separación de Dilma del cargo, y formalizado el 31 de agosto con la conclusión del impeachment. “En mi opinión, el odio contra el PT, contra Lula, contra Dilma es por lo que nosotros hicimos en estos 12 años de gobierno ¿se acuerdan de que cuando nosotros creamos la Bolsa Familia ellos la llamaban Bolsa Limosna?”.
«A Lula y a Dilma los vi muy bien, muy fuertes»…
… respondió Cristina Fernández de Kirchner cuando este diario le preguntó sobre los encuentros que mantuvo ayer con ambos en São Paulo. No era fácil escucharla entre los muchos militantes que buscaban una selfie con la ex presidenta argentina, de vestido blanco. CFK acababa de concluir su exposición, mientras se dirigía al automóvil que a aguardaba con la puerta abierta. Ingresó al vehículo y desde allí explicó por qué es necesario impulsar el acercamiento con las fuerzas populares brasileñas. “Es cada vez más importante desarrollar nuestra capacidad de articulación, es necesario juntarnos y replantearnos lo que significa este avance del neoliberalismo, y ver como construimos una nueva mayoría donde todos los sectores afectados, que van a ser cada vez más”.
Cristina estableció un paralelo entre la actual coyuntura de Brasil y Argentina. “Nosotros pasamos de una Argentina del consumo, de la inclusión, a una Argentina de la parálisis, de no inclusión, que comienza a quedar afuera, comercios cerrados (…) además también debemos saber que si a Brasil le va mal, por la articulación que tiene con nuestro aparato productivo, a nosotros no nos va ir mejor”.
Al despedirse abordó la situación brasileña a 7 meses del golpe. “En realidad creo que se necesita reconstruir la relación de fuerzas frente a un gobierno (de Michel Temer) que yo diría que es ilegal, porque no se respetó la constitución, e ilegítimo, sin ningún grado de representación política. Yo creo que el sistema de representación política brasileña es lo que está en crisis y se agravó con la destitución de su presidenta legítima”.
El próximo lunes Temer cumplirá 7 meses en su carácter de “intruso” (así lo suele llamar Dilma) instalado en la oficina del tercer piso del Palacio del Planalto y residiendo en la Alvorada, el magnifico predio modernista diseñado por Oscar Niemeyer cuando concibió a Brasilia como una ciudad de grandes espacios públicos y republicanos. Utopía incumplida ya que desde su fundación, en 1960, durante 26 años hubo presidentes no votados, entre generales y civiles elegidos por colegios electorales.
En ese predio de columnas estilizadas como cuellos de garzas CFK y Dilma se reunieron el 17 julio de 2015, luego de una cumbre del Mercosur en la que por primera vez se comparó a los procesos destituyentes latinoamericanos iniciados en Honduras en 2009 y Paraguay en 2012, además de los conatos golpistas en Bolivia y Ecuador, con el Plan Cóndor que coordinó el asesinato de quienes resistían, con y sin las armas, a las dictaduras sudamericanas. Precisamente esta semana se cumplieron 40 años de la aún no esclarecida muerte del presidente Joao Goulart en Argentina. No se sabe que o quien mató a “Jango” Goulart , de lo que hay certezas es que estaba en la mira del Cóndor.
Aquel caluroso viernes de julio de 2015 las entonces presidentas conversaron por más de dos horas al final de las cuales no hubo la esperada conferencia de prensa. Una señal de la preocupación ante la avanzada destituyente, que aquel día se agravó con el portazo de Eduardo Cunha, el jefe de Diputados que anunciaba su ruptura con el gobierno, oficializando su plan golpista en sociedad con Temer.
Probablemente Cristina y Dilma conversaron sobre el golpe en ciernes. Pero tal vez no hayan imaginado el vértigo con que se desencadenaron los acontecimientos, ni el prematuro desgaste de los protagonistas de la conjura, Michel Temer y Eduardo Cunha. El primero convertido prácticamente en un gobernante clandestino, detestado por la población, y el segundo preso ante las evidencias de su participación en las estafas a costillas de Petrobras.
Ayer, mientras Cristina desembarcaba en San Pablo, Temer realizaba su primera visita a la región nordeste, la más pobre del país, rodeado de un cerco de seguridad para evitar el abucheo del público. Es tan impopular, que tampoco se arriesga a participar en actos en la región sur, la más rica y blanca del país. Fue por ello que en el velorio de los jugadores de Chapecoense, en el sureño estado de Santa Catarina, ingresó sin ser anunciado por el locutor y no pronunció el discurso que cabía a un jefe de estado en una ceremonia de ese tipo. El aval orgánico aval de las empresas periodísticas a Temer impidió su baja popularidad, ni la debilidad de un régimen sietemesino del que se alejaron algunos aliados por sospechar que no durará muchos meses más.
Fotos: Gerhard Dilger, Verena Glass