El referéndum nos dejó una ley rechazada por casi el 49% de los votos válidos porque implica un claro retroceso en el ejercicio de los derechos humanos, porque debilita el carácter público de la educación, por lo tanto precariza las infancias y las adolescencias; porque quita espacios de representación a los y las trabajadores, porque limita la libre expresión y el acceso a la información, porque crea delitos aumentando la criminalización, da más potestades a la policía. Una ley discrecional, que jerarquiza el derecho a la propiedad sobre el derecho a la vida, y la vida digna.
Este resultado nos deja también instalado el desafío de profundizar el trabajo en la protección de las adolescencias, en denunciar la acentuación de la injusticia. Nos dejó una vez más en contacto con una red de colectivos sociales de diferentes puntos del país, como Rivera, Rocha, Lavalleja, Paysandú, Maldonado, Colonia y otros. Nos mostró la potencia de las memorias de resistencia del movimiento social organizado capaz de sostener redes de contención a las consecuencias de la pandemia y la negligencia estatal – ésa que en 2020 afirmaba que las víctimas por violencia basada en género eran “un daño colateral” de las medidas adoptadas por el gobierno-.
Este resultado nos interpela a seguir construyendo puentes de diálogo para pensar cómo convivir con quienes no se nos parecen. Los resultados del referéndum y su proceso nos reafirman que cambiar el mundo sigue siendo una necesidad colectiva.
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Realizado por la Casa Bertolt Brecht.