Por Luciana Peker
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Ya no se trata de casarse para toda la vida con una sola propuesta electoral, sino de construir nuevos romances para romper con la representación tradicional, para transformar y multiplicar el poder.
En un mundo en colapso las mujeres construyen propuestas: juntarse en aquelarre feminista, ir de cañas, multiplicar los mandatos colectivos y diversos, alternar lxs oradores en las asambleas, idear mandatos rotativos, exigirse menos, hacer palanca para establecer una agenda de género, convertir a las protestas sociales en alternativas electorales, ser quilomberas en resistencia.
En muchos lugares, la salida de la primera fase del efecto pandémico trajo una revuelta de la derecha extrema, desenfadada, que toma la incorrección política como una bandera que les permite legitimar el racismo, el machismo y el liberalismo sin tapujos. Las diferencias estructurales entre países periféricos y centrales no sólo subsisten, sino que se profundizan. La desigualdad subió y las diferencias de género, identidad, pobreza y raza se acrecientan.
El efecto de la pandemia es decepcionante y, por lo tanto, genera decepción. La depresión masiva se vuelve depresión política. El problema es que mostrar un horizonte más apocalíptico no enciende la organización, la furia o la rebelión, sino el escapismo, la indiferencia o la negación.
Pero no todo son malas noticias. Por otra parte, surgen algunos movimientos y liderazgos de izquierda o revueltas populares que logran encausarse en un camino electoral exitoso. Como en Chile o, -todavía con resultado incierto-, en Brasil o Colombia. Pero no se trata de tomar el calor de la política solo por la fiebre electoral. El desafío es generar nuevas formas de estructuras institucionales más allá de la ciclotimia del éxito o el fracaso electoral para armar proyectos de participación política a largo plazo. Proyectos que no sean para toda la vida, pero tampoco para un match de Tinder en donde un proyecto innovador logra llegar a la legislatura y la euforia de la noche electoral se deshace con el día a día.
No es casualidad que en estos procesos estén presentes lxs feministas y mujeres negras. Aunque, en muchos casos, el feminismo se burocratizó en la institucionalización o quedó deglutido por el machismo de izquierda y de derechas, sigue siendo un movimiento innovador no solo en su agenda, sino en su construcción. Hay experiencias de América Latina que podrían revitalizar formas de organización más alegres, innovadoras y resistentes en el “primer mundo”. Y hay formas en Europa de impulsar la llegada de las mujeres o de revisar qué fracasó para que los cargos públicos sean apenas un mal paso que las expulsó.
Es cierto, las diferencias estructurales entre América Latina y Europa no solo permanecen, sino que se profundizan. Igual que se profundizan las diferencias entre las mujeres blancas de clases acomodadas y las negras, trans, lesbianas, indígenas, migrantes y empobrecidas. Las desigualdades no se pueden soslayar, pero tampoco pueden impedir impulsar aprendizajes mutuos.
En un mundo no solo globalizado, sino cruzado por las migraciones y por las cepas que se dispersan de Asia a América y de África a Europa en menos de una semana, las soluciones no se pueden trasladar como el café en cadena. Pero, ellas, sí pueden aplicarse como una vacuna para la anti política o la atomización de los sueños de la política en modo motor de cambio (justo ahora que ya nos quedamos sin energía) y debemos ver cómo renovamos el aire.
Los mandatos colectivos
Del mismo Brasil que ha producido un Bolsonarismo como proyecto autoritario y violento, surge un formato político innovador y posible de inspirar muchos moldes parecidos (o diferentes) en diversos lugares del mundo: los mandatos colectivos, en los cuales varias personas comparten una bancada aunque solamente una persona del grupo está electa legalmente. La idea de colectividad, que va en contra de la vieja política individualista, trae un sentido de participación política y diversidad en espacios que siguen siendo mayoritariamente blancos, misóginos y sexistas. Algunos se definen como “mandatos quilombos” en referencia a las comunidades que la población negra esclavizada construyó durante el período colonial en Brasil como espacios de resistencia, protección y sociabilidad para las personas que huían de la condición de esclavos. La población quilombola es la descendiente de estos espacios.
No se trata sólo de oponerse a la desigualdad, sino también de cómo oponerse. No alcanza con el QUÉ, sino que es importante el CÓMO. No es sólo proponer otras políticas, sino construir otra forma de hacer política.
“Los mandatos colectivos emergen como una alternativa democrática de representación y participación política que se escapa del viejo sistema político donde el poder se concentra en manos de una sola persona, generalmente, de una posición económica alta y privilegiada”, contraponen las Mandata Juntas, un grupo de co-diputadas estatales, la primera mandata colectiva feminista, antirracista, de Pernambuco, Brasil.
El surgimiento de los mandatos colectivos se produjo a partir de las protestas de junio del 2013, con manifestaciones que mostraron la insatisfacción con la política de Brasil; la crisis de la representación y la poca diversidad de género, raza, color y territorios periféricos entre los diputados/as de las cámaras legislativas municipales, estatales y federales. La mandata Juntas nació en la campaña electoral de 2018 en donde cinco mujeres con un horizonte en común se agruparon para hacer de la política un puente hacia las demandas de la gente. El objetivo es construir proyectos más transparentes, incluyentes, populares y antirracistas.
El mandato colectivo no es una plataforma política, sino una forma de construir –y garantizar- que se lleve adelante una plataforma política desde las legislaturas locales o nacionales. Es importante que se realicen asambleas con movimientos sociales como parte fundamental del motor para que los mandatos colectivos estén en marcha. En la experiencia brasileña (que puede inspirar sin repetir el formato y con otras agendas, necesidades y demandas) son especialmente escuchadas las mujeres, los gays, las lesbianas, las personas trans, lxs negrxs, lxs vendedores ambulantes, lxs sin techo, las personas en situación de calle y las personas privadas de libertad. Las propuestas de la campaña electoral se eligen en asambleas y la ejecución de los cargos electivos se ejerce colectivamente. Es importante que la plataforma sea legitimada por los grupos de lucha (feministas, movimiento negro, sin techo, sin tierra, comerciantes informales, LGBTQ+, estudiantes, etc.) que conocen a fondo los temas que militan. El objetivo es fortalecer la participación popular en la gestión. No se trata solo de que haya más personas que ocupen el cargo, sino que los cargos no sean unipersonales. El cambio de reglas de juego se basa en que lleguen a los cargos institucionales personas que vienen de barrios, deseos, familias, clases, colores, identidades y necesidades que eran expulsadas de la formalidad política y que buscan formas de inclusión a través de las herramientas disponibles en democracia para abrir la puerta –y no cerrarla- a muchas otras personas.
Hacer palanca
Además de fortalecer la democracia, los procesos colectivos también suponen un alivio para los individuos y, de este modo, refuerzan su sostenibilidad. De eso nos cuenta la experiencia de AKAFEM, un aquelarre feminista surgido en España.
“AKAFEM nació cuando terminó nuestro mandato [en gobiernos de varias ciudades en partidos municipalistas o partidos de cambio] y fuimos expulsadas. Nos encontramos reflexionando entre compañeras en pequeños comités. Queríamos devolver al feminismo esa reflexión porque es el movimiento que nos eligió como representantes. Además, para promover la continuidad del feminismo como herramienta en el municipalismo”, explica la ex concejala Rocío Fraga Sáenz. En este sentido el grupo realizó una investigación sobre los aprendizajes de estos mandatos. “El dato más importante es que de las 54 mujeres, 22 se fueron de las instituciones y de las organizaciones porque las expulsaron, porque se auto-expulsaron o porque las organizaciones se disolvieron”, subraya.
La expulsión se produjo por una multiplicidad de factores. Pero ella resalta uno que puede revisarse en la singularidad personal y en los mandatos, presiones o deberes. “Hay un exceso de exigencia en la militancia”, diagnostica.
¿Pueden servir las herramientas de Brasil? “Es verdad que los contextos entre España y Brasil, son muy diferentes, pero la situación no tiene tanto que ver con un gobierno concreto sino con una vuelta a tiempos violentos para los países que vivimos dictaduras y donde hay un nuevo auge de las extremas derechas en democracia”, analiza la ex concejala Rocío Fraga Sáenz, de AKAFEM.
Es importante ver que los puentes entre Europa y América Latina -sin aplanar las condiciones, dificultades y diferencias- son mucho más practicables de lo que nos quieren hacer creer. Podemos aprender mutuamente, podemos repetir experiencias, recalcular rutas que no funcionaron y potenciar estrategias que re enamoren con la política. Podemos salir de la resignación con la energía de quienes, por primera vez en la historia, podemos protagonizar el futuro.
Entre las estrategias de empoderamiento, pensadas por AKAFEM, proponen medidas de cuidado para quienes están expuestas en primera línea; buscar elementos de cohesión ante las diferencias en las posturas de los movimientos feministas; construir argumentos para sacar las políticas feministas de las interpretaciones centradas en la individualidad: “esto lo quieres porque te va venir bien a ti” y proliferación de actividades políticas con menos exigencia de presencialidad. También se impulsa fomentar la rotación en los liderazgos, como garantía de aprendizaje de la militancia y de mantenimiento de la frescura en la organización. Los mandatos rotativos se suman a los mandatos colectivos como formas conjuntas de dinamizar la política. El otro punto en común con la nueva estrategia latinoamericana es fomentar que las bases tengan incidencia real en la toma de decisiones.
La función del feminismo no es ser complaciente ni destructivas con la institucionalidad, sino que el feminismo debe hacer palanca para marcar una agenda feminista. Para eso, hay que coordinar esfuerzos entre quienes ocupan cargos públicos y quienes pertenecen al movimiento e instalar nuevos debates.
Violencia política contra la transformación social
Sin embargo, el exceso de exigencia no es lo único que expulsa a las mujeres progresistas de las instituciones, por lo menos en Brasil. “¿Si no podemos asegurar la vida de las mujeres para qué vamos a entrar a la política?”, pregunta Anielle Franco, en una conversación organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo sobre “Perspectivas feministas y antirracistas hacia las instituciones”. No se puede avanzar si no se garantiza la vida y se combate la violencia política.
“¿Quién quiere ser candidata?”, pregunta Anielle. Dar la vida no es una opción. Para ella también es una interpelación personal. Habla del filo de la muerte después de dar la teta a su bebé de 1 año (Eloah) y de sostener a su otra hija de 5 años. No es ella sola la que se juega cuando juega políticamente y deja de jugar con sus hijxs. Sus padres le dicen que no se meta en política. Temen por ella.
Hasta hace un tiempo parecía que la solución para frenar la violencia contra las mujeres era que se empoderen. Y, para que lleguen al poder, la llave era que sean más fuertes. Ahora, está claro, que el poder no se abría a mujeres con poder, sino que les cobra revancha: si al fin lograron pasar las trabas, se las abre para que se vayan.
“Es urgente que reconozcamos que la violencia política es la herramienta más eficaz para impedir que las mujeres negras, trans, indígenas y quilomberas lleven adelante sus mandatos. Se trata de un proyecto con el claro objetivo de impedir que las demandas que ellas representan se conviertan en políticas institucionales”, resalta Anielle.
Es la hermana de Marielle Franco. La ex concejala, feminista, lesbiana y negra, de la favela de Río de Janeiro, que fue acribillada el 14 de marzo del 2018. “El asesinato de Marielle representa la vulnerabilidad de las mujeres que sufren amenazas, o de su entorno, cuando llegan a lugares de poder”, contextualiza. El femicidio político busca disciplinar el desaliento. Y si no lo consigue por el ejemplo, intenta conseguirlo amedrentando directamente.
El cuerpo de Marielle se libró como una amenaza que estallara en los ojos de las otras, para que la distancia entre la amenaza y el miedo se acorte, se acostumbre, pero se vuelva sombra. La lucha ilumina su memoria y también las luciérnagas políticas que no dejan que el cielo se cierre para las que no estaban destinadas a ser alumbradas. La asesora legislativa Luana Mayer –de la diputada Taliria Peltrone- resalta: “Somos luces que iluminamos la esperanza”.
El Instituto Marielle Franco investigó (en el 2020 y 2021) la violencia política contra las parlamentarias y defensoras de derechos humanos negras cisgénero, transgénero y travestis. “El 96% de las candidatas contó haber sufrido al menos un tipo de violencia. De todas las formas de violencia, la más frecuente fue la virtual, en un 80% de los casos que se expresó en comentarios racistas, machistas y sexistas”.
El diagnóstico es claro: o se frena la violencia política o se frena el avance de las mujeres cis y trans negras. Pero también tiene una luz a contrasombra: las quieren frenar por todo lo que avanzaron.
¿Qué se puede hacer? La ex candidata a concejala por San Pablo (en el 2020) y asesora legislativa Ana Mielke cree que la clave de la defensa es sumar con diversidad y enfatiza: “Lo mejor que podemos hacer es trabajar para que puedan ser elegidas más personas con perfiles no heteronormativos, ni blanconormativos. Porque ser cada vez más es lo que va a hacer que de a poco se naturalice y se visibilice que esos cuerpos llegaron para habitar los espacios políticos”. Todavía falta. En Brasil el 27% de las mujeres se auto-declaran negras (14% de toda la población), pero son solo el 3% de las que ocupan alcaldías, el 5% de las elegidas para asambleas legislativas municipales, el 2% de Congreso Nacional y 1% en la Cámara de Diputados Federal, según datos del 2020.
Hilos de sentido
La relación entre países no solo enriquece, también advierte. Un mundo que mira con lupa microscópica los fenómenos locales pero que pierde de vista los fenómenos globales unidos por hilos de sentido, pero perdidos entre la sobre información y los puntos que resaltan más que los murales que pintan el cuadro entero.
No es cuestión de lamentos, sino de acción, también a nivel internacional. Durante las dictaduras militares la desaparición, tortura y muerte fueron una amenaza y una práctica. Entonces, la solidaridad de las izquierdas europeas también salvó vidas, cuándo exigieron respuestas, cobijaron exilios y permitieron juicios. Hoy se la precisa otra vez.