Historias de militancia trans y negra en Brasil

 ¿Cómo es ser una mujer trans y negra en el Brasil de Bolsonaro? ¿Cómo se puede sobrevivir siendo, además de activista, política? Patricia Borges es un ejemplo de mujer trans disruptiva y feminista que no pide permiso.

Por Luciana Peker

Patricia nació en 1990. A los 5 años murió su mamá Alessandra Aparecida Nogueira Borges. A los 6 años su papá le puso una pistola en la cabeza. Le dijo que tenía que ser masculino. No fue lo que no quería ser. A los 11 años su padre fue preso por hurto y ella pudo sacar a Patricia. A los 13 años él salió en libertad y le quitó la suya. La echó a la rua.  

– Tuve que hacer cosas que no quería para obtener cosas que necesitaba, cuenta. 

Su cuerpo es político. Su belleza impactante resalta de lejos, magnetiza de cerca. Necesita estar a la defensiva de ataques. La armadura es parte del dolor que queda por un cuerpo que lleva la marca de los golpes como tatuajes que no se eligen ni se olvidan. 

—El único camino que muchas tienen, infelizmente, es la prostitución y vender el cuerpo. No era lo que yo quería, pero para existir tenía que hacerlo, explica.

Su cuello con un collar negro la hace atractiva y el blanco espiritualiza sus odas a las entidades bahianas, el carnaval le da brillo y la militancia consignas en las remeras que porta en un cuerpo que es suyo y, a la vez, una polvera donde se miran desde el espejito los derechos colectivos.

-Mi cuerpo es activismo, define.

Un tiro, tres facadas, varias cortadas, demasiadas heridas y un fierrazo recibido mientras repartía volantes de Erika Hilton, la diputada de San Pablo para la que trabaja como asesora. “Sufrí una agresión con un fierro durante la campaña. Dos personas me agredieron en una avenida paulista mientras distribuíamos panfletos. Todavía hay gente que no acepta que las personas trans ocupen espacios de poder”, denuncia.

La bancada evangélica no deja pasar ningún proyecto que contenga la palabra “género” en la Legislatura de San Pablo. Ella reclama: “Queremos dejar de estar perseguidas en la Cámara Municipal en la que nos acusan de “ideología de género”, que es un término que no existe, pero que lo usan los sectores evangélicos radicalizados, para decir que perseguimos a las familias”.

Ella no persigue a las familias, pero sí sufrió la persecución paterna. No pide permiso. Lo único que le queda es avanzar. 

 

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