Por Elisangela Soldatelli y Florencia Puente
Boaventura de Sousa Santos es Doctor en Sociología del Derecho y profesor en la Universidad de Coímbra, Portugal. Teórico y práctico de la “ecología de saberes”, estuvo en Argentina invitado por la Fundación Rosa Luxemburgo y participó de los talleres de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales en Córdoba y Buenos Aires. En exclusiva, habló sobre la importancia de esta experiencia rumbo a la urgente refundación de las izquierdas en todo el mundo.
Mientras sonaban en forma de canción versos “pensando a la humanidad desde y para los territorios”, Boa, como es conocido afectuosamente, accedió a esta entrevista en la que reflexionó sobre la importancia de las articulaciones políticas para los cambios transformadores y emancipatorios, de la crítica para la refundación y reinvención de las izquierdas ante la emergencia de las “derechas revanchistas” y de la necesidad de crear otras figuras políticas que aúnen las experiencias de los partidos políticos y los movimientos sociales en el contexto argentino, latinoamericano y mundial.
¿Cuál es la situación actual de las izquierdas en Europa, y qué diálogos pueden o tienen que existir entre éstas y las de América Latina?
Mi trabajo en estos últimos diez años ha sido en ese ámbito, por un lado hacer una crítica de las izquierdas europeas para refundarlas, reinventarlas, y por otro lado aprovechar todas las energías que surgieron en este continente (América Latina).
Las izquierdas europeas, en plural, la gran mayoría pero sobre todo las socialdemócratas, se vendieron totalmente al capitalismo, a la llamada tercera vía del partido laborista inglés. En Alemania por ejemplo, es un desastre porque los socialdemócratas en el poder no hacen ninguna distinción en términos de una política novedosa para Europa, al contrario, los son más agresivos en relación a los países del sur de Europa que Angela Merkel.
“Algunos partidos progresistas se olvidaron de una renovación política”
Pero hay una renovación. Muchos de los jóvenes que estaban con la política socialdemócrata pasaron algún tiempo en América Latina con los gobiernos progresistas de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil y aprendieron mucho en este continente. No solo en mantener la idea de socialismo (del siglo XXI) sino también en desarrollar formas de democracia participativa.
Y eso fue lo que pasó a ser utilizado por algunos jóvenes que estaban inconformes con los socialdemócratas y que formaron en España el partido Podemos, Syriza en Grecia y el Bloque Izquierda en Portugal, partidos que están buscando reinventar la izquierda a partir de alianzas de conocimientos, que algunos han sido originados en América Latina. Esta articulación, que incluye formas de democracia participativa, consejos de ciudadanos, es una renovación que surgió a manera de alianzas, de un inter-conocimiento con las realidades europeas.
Europa no tiene nada que enseñar al mundo y tampoco puede aprender debido al prejuicio colonialista que tiene, pero algunos jóvenes, los indignados, han intentado aprender con la experiencia latinoamericana. El problema es que la experiencia latinoamericana se olvidó de lo que nos enseñó: algunos partidos progresistas se olvidaron de una renovación política, esta idea de una reforma política profunda.
El único que lo intentó fue Hugo Chávez pero de una manera carismática, y ya sabemos que todo poder carismático depende del líder y cuando el líder se va el poder queda vacío. En Venezuela cuando la institucionalidad era débil y los movimientos sociales eran muy débiles, toda la movilización de la izquierda vino desde arriba y no desde abajo, al contrario de lo que pasó en Brasil y Argentina.
Estamos en una fase de reflujo en América Latina; mientras que en Europa algunas novedades, por ejemplo que en Portugal tenemos un gobierno de izquierda, a partir de que el partido socialdemócrata se ha aliado con los comunistas y con el bloque de izquierda. Hay otro factor, y es el temor a la derecha revanchista, y por eso, ante la emergencia de una extrema derecha, la izquierda se está uniendo. Por eso tenemos este gobierno en Portugal, por el temor a cuatro años de una derecha revanchista que quería destruir todo lo que habíamos conquistado en los últimos cuarenta años.
¿Cree que las izquierdas tienen que desarrollar un balance crítico de la relación entre Estado y movimientos sociales?
Vamos a tener que repensar mucho la política de izquierda y vamos a tener que hacerlo cuanto antes. No es fácil, en algunos países los partidos de izquierda crearon un sectarismo interno que liquida la disidencia, es muy fácil que quien tenga una posición un poco crítica sea silenciado y echado. Hubo mucho sectarismo en los partidos de izquierda que estuvieron en el gobierno o que todavía están.
Hay que repensar toda la lógica de partidos porque sino no hay futuro, los partidos no pueden de ninguna manera tener el monopolio de la representación, hay que encontrar otras formas y esas vienen de la democracia participativa, de los ciudadanos, de los movimientos sociales que tienen que tener una palabra fuerte en la renovación política, o sea, tendremos que crear otras figuras políticas que llamamos partidos-movimientos.
«No se luchó por una reforma fiscal»
Por otro lado, estos gobiernos, casi todos, se rindieron a un modelo de desarrollo que acompañaron con una incidencia histórica que pareció muy buena y que al final fue también desastrosa, que fue el hecho de que los precios internacionales coincidió con estos gobiernos y es por eso que la primera vez pudieron tener plata sin cambiar la estructura de poder, las jerarquías sociales, la estructura de clases, el Estado; podían hacer alguna redistribución social –en algunos casos muy significativa como en Brasil donde más de 45 millones de personas salieron de la pobreza-, pero el costo social fue muy grande.
Fue un sistema social no sostenible porque estaba basado en los precios internacionales y que no se luchó por una reforma fiscal que haga tributar a los ricos. Los ricos siguieron no pagando impuestos y ahora vemos que su plata está en los paraísos fiscales. Si toda esa plata estuviera en impuestos tendríamos salud y educación para todos.
Esta izquierda va a tener que refundarse, la base en que estuvo en esta década no es sostenible, la crisis interna, en algunos casos con corrupción, exige una renovación. En algunos países otros partidos nuevos van a surgir, en otros no es posible y serán los partidos existentes los que se van a refundar. Pero algo dramático tiene que ocurrir porque no pienso que se pueda dar de otra manera, a menos que la derecha revanchista sea tan revanchista que gobierne de forma tan desastrosa que los gobiernos de izquierda puedan volver rápidamente sin reconstruirse, y ahí podemos tener un período de estabilidad a corto plazo en el continente.
¿Fue pertinente hablar de “gobiernos populistas” en durante el período de gobiernos con discursos progresistas en América Latina?
Los conceptos acabaron por ser parte del debate. Los gobiernos progresistas ya son una mala palabra, incluso para compañeros de izquierda con quienes tenemos algunas divergencias, y el populismo en Argentina es patrimonio de intelectuales pero nunca fue aceptado mucho, ni fuera ni en Argentina mismo de que la razón populista era una buena hipótesis. A mí me gusta hablar de lo popular, claro, nacional y popular, siempre que haya un gobierno que toma una posición por los de abajo y que tiene algún respeto por la soberanía y por eso hay una mezcla entre clases medias y los de abajo y por eso se puede hablar de nacional y popular como se habló también en Bolivia.
Hablar de populismo se transformó en una manera de estigmatizar o demonizar a la izquierda y la derecha aprovecha; cuando se dice que la derecha es populista es un elogio para ellos, no les molesta ser populistas, ahora cuando dices que la izquierda es populista quiere decir que no es creíble.
Todo lo que luchamos, todos los intentos de mejorar la vida de la gente, de defender derechos es considerado populista, por eso defender derechos se volvió en contra, para los que teorizaron sobre la idea de populismo nunca fue un significante vacío, sino uno vaciado porque el interés es vaciarlo; por eso prefiero el significante nacional-popular al populismo.
Fotos: Sergio Segura