Entrevista con Jule Goikoetxea, parte del equipo organizador, sobre los debates pendientes en la Conferencia Internacional de Marxismo-Feminismo, por Alex Wischnewski
Fundado en una referencia tanto crítica como solidaria a los enfoques marxistas tradicionales, el marxismo-feminismo en sí mismo constituye ahora un punto de referencia independiente para un número y una pluralidad de voces cada vez mayores. Por lo tanto, los debates actuales giran tanto en torno a un análisis de los desarrollos sociales como en torno a los desafíos y reformulaciones de enfoques más tradicionales, principalmente del Norte Global. Los días 11 y 13 de noviembre, académicas y activistas se reunen para la IV Conferencia internacional marxista-feminista organizada en el País Vasco. El formato en línea facilita el esfuerzo por incluir más voces, teorías y propuestas del Sur Global y de las naciones sin Estado del Norte Global.
Alex Wischnewski: Los debates feministas a menudo han enfatizado que la pandemia no representó una ruptura real con las relaciones existentes, sino que solo exacerbó la distribución diferencial de recursos y el acceso desigual a los cuidados a lo largo de los diversos ejes de opresión. ¿Qué piensas sobre eso? ¿A qué nuevos desafíos deben responder los enfoques marxista-feministas para ser útiles para intervenciones prácticas en el contexto actual?
Jule Goikoetxea: En tanto que las propuestas provenientes del marxismo feminista son variadas e híbridas, los retos y contradicciones difieren de unas propuestas a otras. Por nombrar una que se ha comentado durante la pandemia: el Estado. Se han multiplicado las voces en la izquierda y en el feminismo que piden más y mejores estructuras públicas. Esto no necesariamente está en contradicción con lo que ha hecho la izquierda en el siglo XX, pero sí con cómo se ha entendido y teorizado el Estado desde las teorías de izquierdas, incluidas muchas versiones marxistas, donde el Estado aparece como un enemigo de clase en formato de Sujeto unificado o Cosa, no entendido como un conjunto de relaciones, estrategias y estructuras. En cambio, son las estructuras públicas las que han salvado a muchas trabajadoras de la muerte, de la expropiación y de la absoluta indigencia, y a otras las expropia y precariza. Es decir, el Estado puede matar, reprimir, tortura y marginar a miles de personas o puede curar a miles de personas de cáncer, aunque no tengan dinero. Por eso es más complejo de lo que pretenden muchos análisis de izquierdas marxistas, en concreto los que se basan en la estadofóbia liberal y androcéntrica, y que reifican, alienan y esencializan al Estado. Nosotras siempre decimos que el Estado no es ni bueno ni malo porque no tiene corazón. Nos encontramos con que unas de las reivindicaciones más potentes en Latinoamérica es en torno al derecho al aborto libre y gratuito, es decir, al aborto público, es decir, garantizado por las estructuras públicas, ergo, por el Estado. Lo mismo nos pasa con el tema del cuidado, la salud y la educación: que la mayoría de la izquierda, sea marxista, socialista o feminista, quiere que sea pública, lo cual requiere un Estado. Por eso creo que es muy importante hoy en día pensar el Estado desde una perspectiva no androcéntrica y materialista y desde una perspectiva decolonial y antirracista, que no reproduzca el discurso eurocéntrico y supremacista de que el Estado lo inventó el capital o los burgueses. No, perdonen, el Estado es previo al capital y al burgués, y las estructuras publicas administrativas preceden al Estado europeo en cientos de años, en Asia, para empezar. Así que de nuevo, vemos como al pensar una de las estructuras más importantes de nuestra era (ya sea para dominar, ya sea para emancipar) sigue siendo pensada desde marcos androcéntricos sin atender a que el Estado en la segunda mitad del siglo XX se ha “encargado”, en ciertos países, de hacer ese trabajo que las mujeres hacían (y siguen haciendo en muchos sitios) gratuitamente, como es el cuidado de la población; que mediante las guarderías públicas, la sanidad pública, las residencias públicas, ha disminuido dicho trabajo no remunerado que hacen las mujeres y que esencial en su dominación material. Hay una visión simplista, unidimensional y lineal sobre el Estado, y un relato colonialista bastante extendido en la izquierda, en tanto que hay formas de estructuración publica que no pasan necesariamente por el concepto de institución liberal, o por el concepto de espacio público y ámbito privado que ciertas ideologías ilustradas o modernas atribuyen per se al Estado.
AW: Sin embargo, el Estado no es el mismo en todas partes. Para la teórica colombiana Ochy Curiel, quien también intervendrá en la conferencia, el Estado es una cuestión puramente colonial. Por lo tanto, promueve la construcción de comunidades autónomas y autoorganizadas. ¿De qué forma los enfoques decoloniales, como este, desafían los debates sobre el feminismo marxista en Europa?
JG: Claro, en Latinoamérica se impone el Estado Europeo colonial, pero la estructuración publica no es un invento europeo. Lo comunitario está muy bien, pero la comunidad no puede curar a cientos de cáncer, entre otras cosas porque hay comunidades pobres y otras ricas. Por eso hay muchas feministas, no solo, pero también dentro de los diferentes corrientes del feminismo decolonial que no están de acuerdo entre sí con este tema. Las divisiones no son tan simples. Sí, las propuestas decoloniales retan las propuestas clásicas marxistas feministas de muchas maneras, pero la mayoría de las participantes es tan marxista como decolonial o tan estructuralista o postestructuralista, materialista y transfeminista como decolonial y marxista. Por tanto, hay que diferenciar el marxismo feminista ilustrado o clásico del marco que incluye nuevas perspectivas decoloniales dentro de una economía política marxista, tal y como hacen las postcoloniales, las ecofeministas, las transfeministas materialistas, etc. Una de las críticas decoloniales a ese marxismo feminista clásico es que es eurocéntrico, racista, colonialista y patriarcal, o sea, ilustrado, ya que dicho marco considera uno: que el marco o análisis ilustrado tiene validez universal, cuando todo el mundo sabe que el Universal es un hombre blanco tendente a heterosexual. Dos: la idea de que con el fin del capitalismo el resto de dominaciones desaparecerán pertenece a una metafísica monoteísta muy propia también del infantilismo blanco y europeo. Es importante entender que esto es una crítica compartida por una gran parte del feminismo comunitario y materialista, no solo decolonial.
AW: Este debate sobre el Estado ya muestra enfoques diferentes, en parte conflictivos. ¿Qué papel juegan las 13 Tesis sobre el marxismo-feminismo de Frigga Haug, que ella ha propuesto como base común? Para decirlo de manera provocativa: ¿es necesario o incluso posible unificar de alguna manera un marxismo-feminismo homogéneo?
JG: Las 13 tesis del marxismo feminista que Haug propuso y que se trabajaron en las diversas conferencias son una guía para ordenar pensamientos y articular nuevas luchas. No son un manifiesto definitivo ni una propuesta dogmática, son tesis que están ahí para ser repensadas, reformuladas, usadas, ensuciadas y desarrolladas infinitamente, si se quiere. Son heurísticas, una técnica para pensar en colectivo. Por eso es importante discutirlas en nuestro encuentro, para ver cómo, tras los últimos acontecimientos y en plena cuarta ola feminista, pensamos juntas los ejes prioritarios que puedan articular una lucha conjunta por la emancipación de todas.
Jule Goikoetxea es filósofa política y escritora. Profesora de la Universidad del País Vasco e investigadora de la Universidad de Oxford. Sus últimos libros son Privatizar la Democracia, Estallidos y Democracia patriarcal.
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La conferencia se retransmitirá a través de la plataforma ZOOM y Facebook. Todes pueden seguir la conferencia. No es obligatorio registrarse. Toda la información sobre la conferencia está disponible en el sitio web www.marxfemconference.com y los medios sociales.