Unir fuerzas, construir futuros soberanos

Por Redacción Marcha

En el actual contexto de crisis climática y civilizatoria donde parece que ya nada se puede hacer para evitar el colapso, los feminismos continúan encontrándose, uniendo fuerzas y proyectando el futuro. Porque un futuro igualitario, justo y en armonía con nuestra casa común es posible y, para ello, los ecofeminismos tienen mucho para decir.

En el marco del primer encuentro “Radicalizar la democracia: Estrategias feministas frente a las nuevas derechas” que se realizó en la facultad de Cs. Sociales de la Universidad de Buenos Aires, activistas y colectivas feministas anti-extractivistas se reunieron para pensar de manera colectiva en las experiencias y alternativas que supieron construir para defender la vida.

Para imaginar nuevos futuros donde entremos todes, necesariamente, hay que transformar el sistema agroalimentario así como el energético. Dos modelos diseñados para reproducir las lógicas extractivistas sobre los territorios, prácticas que se instalaron en el Sur Global a través de la explotación de los bienes comunes desde la conquista.

La valorización global de los minerales, semillas y alimentos entendidos como commodities, modificó la organización y la disposición del sistema agroalimentario y del modelo energético en relación a su mercantilización capitalista y no como un derecho de los pueblos. Por ese motivo, concluyeron los feminismos eco-territoriales, no es posible radicalizar la democracia sin proyectos políticos que apuesten a la soberanía alimentaria y energética de los pueblos del sur.

Entre lo rural y lo urbano: Cocinar democracia, entramar soberanía alimentaria.

Durante mucho tiempo, tanto el diseño de las políticas públicas como la narrativa sostenida por las empresas de comunicación oponen al campo de la ciudad y, por ende, los presentan como dos mundos sin posibilidad de articulación. Sin embargo, en un esfuerzo de organización popular, los movimientos sociales lograron construir estrategias y circuitos de producción que no sólo unen a los dos territorios sino que también demuestran su interdependencia: sin las organizaciones campesinas y los movimientos de la economía popular no hay alimentos sanos para los pueblos.

En un taller coordinado por Patricia Lizarraga de la Oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo diferentes referentas organizaciones populares y campesinas analizaron el actual contexto. Participaron Mayra Araoz (UST, MNCI Somos Tierra), Sofía Sanchez (MCC, MNCI Somos Tierra), Maricela Escalante (La Poderosa), Gladys Miguez (FPDS Mecopo – UTEP) y Gloria Mamaní (MNCI CLOC LVC). Un espacio para encontrar a los feminismos populares del campo y la ciudad, como sostuvo Lizarraga, “son las mujeres tanto las productoras del campo como las cocineras de la ciudad, las que hacen un cuestionamiento a la alimentación, quienes cocinan alimentos sanos y generan un llamado a la acción para modificar el sistema alimentario”.

La situación actual de crisis económica y, por ende, alimentaria modificó gran parte de las prioridades sostenidas por las organizaciones sociales y comunitarias. Las cocineras de los comedores populares que integran la organización territorial “La Poderosa”, por ejemplo, durante los últimos años se encontraban exigiendo el reconocimiento de una ley que otorgue derechos por su rol clave en el sostenimiento de la vida de las barriadas populares, sin embargo hoy su exigencia se centra en el pedido de la entrega de alimentos básicos al gobierno nacional. De esta manera, pensar en alimentación sana y digna se convierte en un desafío más complejo en este contexto.

“Estamos luchando a diario, tenemos que pensar qué se cocina todos los días porque es muy difícil mantener la olla sin los alimentos”, denunció Maricela Escalante, cocinera de La Poderosa. Para Escalante, la situación además de crítica es desgastante: “La venimos luchando un montón de horas al día, horas que no son reconocidas y el gobierno no nos ve, no nos reconoce”. Desde su mirada, el gobierno de Javier Milei precarizó aún más su vida, “hoy ya no salimos a luchar por nuestra ley, hoy salimos a luchar para que el gobierno reconozca que hay una emergencia alimentaria”, manifestó.

La emergencia alimentaria no se evidencia en los centros urbanos, en las zonas rurales, tras el vaciamiento de las políticas públicas, también imposibilita la circulación de alimentos sanos. Gloria Mamaní es integrante del Movimiento Nacional Campesino e Indígena que integra La Vía Campesina, para ella sólo a través de la organización y la unión de las mujeres campesinas y cocineras se podrá frenar el hambre en el país. “Las mujeres somos las que estamos articulando para que estos alimentos sanos lleguen a los barrios y para que no haya tanta hambre en nuestro país”, garantizó.

Para Mamaní, si bien es un triunfo que la alimentación sana y la agroecología hayan sido apropiadas por gran parte de la población que accede a los mercados agroecológicos, esta práctica tienen un doble filo: “Ahora que está de moda la agroecología es muy costoso hacer llegar nuestros alimentos a otros territorios porque nos piden habilitaciones y certificaciones que no tenemos”, afirmó. Sin embargo, explica la lideresa, “la producción campesina e indígena hace décadas produce alimentos de manera agroecológica y sin agrotóxicos”.

Esta situación, según Mamaní, se acentúa con el actual gobierno: “Antes teníamos, al menos, a la Secretaría de Agricultura Familiar que funcionaba como nexo entre el campo y la ciudad, ahora no hay nada, tenemos que reconstruir el lazo entre nosotras”. Desde su mirada, la vida en las ciudades tiene un límite, por eso insistió en la importancia de su lucha histórica: “Es importante seguir luchando por la vuelta al campo para que deje de haber tantas villas y barrios populares, con esta práctica se pueden producir más alimentos y recuperar nuestros territorios”.

Eco-feminismo y transiciones eco-sociales

Con el objetivo de radicalizar las construcciones políticas y prácticas de los ecofeminismos en la región, durante la tarde del sábado se realizó el taller de “Ecofeminismo y transiciones eco-sociales». Un espacio para pensar de manera colectiva frente a las paradojas de la transición energética corporativa y las alternativas de defensa territorial que construyen las comunidades organizadas.

La mesa estuvo coordinada por Florencia Puente, coordinadora de proyectos de la Oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo junto a Natalia Morales (PTS, Jujuy), Lourdes Albornoz (Ancestrías del Futuro, Tucumán), Verónica Apaza y Marisol Troya (Red puna, MNCI – Somos tierra, Jujuy), Lorena Riffo (Marabunta, Neuquén) y Francisca Fernandez Droguett (MAT, Chile).

Para hablar de transiciones eco-sociales, necesariamente, tenemos que hablar de la importancia del agua y su defensa en tiempo presente. Como sostienen las comunidades indígenas y campesinas a lo largo y ancho del continente: “Sin agua no hay futuro”. Por ese motivo, el intercambio fue iniciado por la activista Francisca Fernández Droguett, defensora del agua e integrante del “Movimiento por el Agua y los Territorios” que nuclea diversas asambleas socioambientales de Chile. Desde su lucha, Francisca nos invita a pensar en la concepción que tienen los ecofeminismos sobre el agua y la importancia de su defensa.

“Chile las aguas se convierten en parte del mercado y la comercializan en el norte a través de la megaminería, en el centro sur con los agronegocios y el modelo forestal y, en el extremo sur, con los ríos y la salmonera, a través del agua encadenan una serie de actividades extractivista”, señaló Fernandez Droguett. Desde su mirada, el control del agua en manos de privados es una “política de muerte” que ataca directamente a quienes se encuentran en “el ámbito rural y a los pueblos que estamos enfriando la tierra”.

El agua, para Fernández Droguett, no es tan sólo un elemento esencial para la producción campesina: “Pensamos al agua como prioridad para los espíritus, para las cuencas y para que los ríos sigan siendo ríos, este horizonte es el que nos cambió nuestra mirada sobre la vida”. Desde su experiencia, propone pensar y señalar el lugar de los “aguatenientes” así como lo hacemos con quienes comercializan con la privatización de las tierras, señalar su responsabilidad en la sequía que acontece en Chile durante las últimas décadas que, claro está, es responsabilidad del saqueo.

Por su parte, Natalia Morales, diputada provincial por el Partido de los Trabajadores Socialistas de Jujuy, afirmó que el saqueo sobre los bienes comunes se repite en todos los territorios de diferentes maneras y que en su provincia intentan imponer una transición energética corporativa como ejemplo para todo el país. “Esta crisis está sometiendo a todo planeta que se está expresando de distintas maneras y que lo vemos, en las distintas provincias, con él con la sequías, las inundaciones, las olas de calor e incluso las epidemias”, manifestó Morales para quién la crisis climática está íntimamente relacionada con la crisis del capitalismo.

Tras la aprobación de la reforma constitucional impuesta durante 2023 por el Gobernador Gerardo Morales, la diputada aseguró que Jujuy se convirtió en “el laboratorio de las políticas saqueo, extractivismo y criminalización”. Pero también, sostuvo que la respuesta popular impulsada por el Tercer Malón de la Paz configuró un otro laboratorio de las resistencias que hoy sirve de ejemplo a nivel nacional e internacional: “El levantamiento que se dió en la provincia de Jujuy fue muy pertinente porque abrió nuevas formas de organización al calor de la lucha”.

Para hablar de otros futuros posibles, la experiencia de la Red Trasandina de Mujeres Diaguitas “Ancestrías del Futuro”, nos invitan a rezar e imaginar ese otro mundo que anhelamos: “No es un sueño, no es imposible, ese mundo existe solamente lo tenemos que recordar”, manifestó Lourdes Albornoz, integrante de la red. Desde su experiencia, pensar en el futuro “tiene que ver con dejar de darle 10 mil vueltas al mismo término y continuar dialogando entre nosotras, para construir ese nuevo mundo tenemos que empezar a tener acción”, instó.

Las comunidades indígenas y campesinas del Abya Yala sostienen diferentes maneras de habitar los territorios en armonía con la naturaleza, no sólo la defienden sino que conservan en sus prácticas cotidianas la solución al colapso civilizatorio: “Hay otras formas de vivir, hay formas ancestrales que nos indican el camino, solamente tenemos que recordarlas, nosotras como ancestras estamos haciendo nuestro aporte, uniéndonos y organizándonos para que sigan corriendo los ríos”.

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