El 27 de octubre, el pueblo uruguayo elegirá un nuevo presidente y renovará el poder legislativo, que incluye 99 diputados y 30 senadores, además de un/a vicepresidente/a.
En 2019, una coalición de derecha liderada por el histórico y conservador Partido Nacional puso fin a una racha de 3 gobiernos progresistas, implementando un gobierno privatizador que benefició a quienes más tienen.
En una conversación con el politólogo Gabriel Delacoste, Profesor de la Universidad de la República, analizamos el actual gobierno uruguayo como un espacio de neoliberalismo moderado y ultraderecha, destacando el impacto de la corrupción en la oposición y las propuestas del Frente Amplio para estas elecciones.
Entrevista, cámara, edición: Pablo Kunich
Diseño gráfico: Fernando Fonseca
Edición entrevista: Lucía F. Ares
PK: ¿Cómo describirías al actual gobierno de Uruguay en términos de su composición y orientación política?
GD: El gobierno actual es un gobierno de coalición de cinco partidos, de los cuales los principales son los partidos tradicionales de Uruguay: Blanco y Colorado y Cabildo Abierto, que es un partido nuevo de ultraderecha. Los otros partidos son muy chiquitos. Uno de ellos no existe más. No son muy relevantes.
La orientación del gobierno así a grandes rasgos es neoliberal, de los neoliberales, digamos viejos, ¿no? O sea, no son estos neoliberales raros llamados libertarios, del tipo Milei. Es un neoliberalismo, digamos, del establishment. Partido Nacional es un partido muy enraizado en la vieja clase terrateniente uruguaya.
Los cuadros, los cuadros técnicos, la gente que armó los programas de este gobierno, gente como Pablo da Silveira o bueno, alguna gente que estuvo en el gabinete a principio del gobierno, Ernesto Talvi, Pablo Bartol, son gente que viene del riñón más, el núcleo más central del neoliberalismo orgánico e internacional en Uruguay, ¿no? Y bueno, después está esta minoría de ultraderecha que es una ultraderecha nacionalista antiliberal, que a lo largo del gobierno intentó marcar un perfil diferente y que no lo logró, y que eso hace que ahora la derecha, el oficialismo, llega a las elecciones con un predominio muy claro de estas posturas liberales.
Obviamente en relación a la ultraderecha podemos decir que son de centro derecha, pero que es una derecha dura que bueno, que tuvo episodios de persecución, que tuvo aspiraciones privatizadoras que fueron parcialmente enlentecidas, que bueno que también tuvo episodios de represión. En fin, es un gobierno que si uno mira el panorama internacional es de una derecha, como las derechas a las que estamos acostumbrados antes de la ola de ultraderecha de 2016, digamos, pero que de todos modos, comparado con lo que hubo los 15 años anteriores en Uruguay, es un notable cambio hacia la derecha.
PK: ¿Cuáles fueron las principales políticas que se lograron imponer?
GD: La joya de la corona principal, la arquitectura del impulso reformista de este gobierno es una ley que se llamó la Ley de Urgente Consideración, la “LUC”, que se aprobó el primer año de gobierno y que es una ley ómnibus.
En ese sentido sí es parecida a la lógica con la que empezó a gobernar Milei, que básicamente toca todo tipo de temas y que si uno lo tuviera que resumir, diría que pone una regla fiscal, que fija jurídicamente una dinámica de ajuste fiscal hacia adelante. Después tiene todo un apartado llamado de seguridad, pero que básicamente lo que hace es aumentar penas e introducir delitos como, bueno, que si vos discutís con la policía puedes estar cometiendo un delito, cosas de este tipo que afectan a la libertad de expresión.
Después hay como todo un capítulo educativo que avanzó, digamos, en reducir la voz de los docentes en el sistema educativo. Incluso ahí hubo un montón de episodios de persecución bien complicados. Después tenés como una política hacia el debilitamiento de las empresas públicas. En Uruguay hay, al contrario de otros países, empresas públicas muy fuertes.
Este gobierno no fue directo a la privatización, pero sí, por ejemplo, eliminó como todo un proyecto que tenía Antel de producir plataformas propias de contenidos nacionales, forzó a las empresas nacionales de comunicaciones a ceder su infraestructura a empresas privadas.
Son todas cosas que por eso lo caracterizo como reformista. No fue el plan Motosierra, pero tuvo un rumbo estratégico muy claro hacia reformas pro mercado, hacia mayor represión, hacia mayor desempoderamiento de los actores sociales, de los sindicatos, el derecho a la protesta, que bueno, que si uno lo mira en la totalidad, hubo un avance importante de políticas neoliberales y también de, digamos, disputas culturales neoliberales.
Es un gobierno que se ha propuesto dar una discusión pública fuerte también, hablando mucho de libertad y trabajando muy fuerte para deslegitimar a los actores sociales que bueno, que obviamente podían resistir, discutir o ofrecer alternativas.
PK: ¿Cómo está llegando la izquierda a estas elecciones?
GD: Del lado de las encuestas lo que se ve es un Frente Amplio muy alto. Que si las encuestas no se equivocan, que se pueden equivocar. Y en Uruguay ha pasado que todas las encuestas se equivocan en la misma dirección. Entonces todo esto necesita de su prudencia. Pero sí, más o menos da la cosa como van las encuestas. El Frente Amplio debería estar muy cerca de la mayoría parlamentaria, bueno que eso implica casi la seguridad de ganar las elecciones.
Lo que también es cierto es que al mismo tiempo el gobierno es verdad que el presidente en particular tiene un nivel de aprobación alto. Y pasan las dos cosas al mismo tiempo. Tenemos un presidente con una aprobación alta y una oposición con buenas chances de ganar las elecciones. Es un escenario relativamente empatado en eso. Y que bueno, también yo creo que se explica por muchas cosas eso.
O sea, tenemos una situación económica donde si bien hubo pérdida salarial, donde si bien no tenés una población que esté cómoda, que esté prosperando, si tenés estabilidad; estabilidad, la inflación es relativamente baja, los salarios están planchados, pero no está bajando el poder de compra. Entonces creo que cuando la gente mira el mundo, especialmente mira Argentina, dice bueno, “no estamos bien, pero tampoco estamos mal”. Entonces el clima es de mucha prudencia. Siento eso. Yo siento que no hay un, que yo resumiría diciendo “el horno no está para bollos”. Me parece que es un poco la sensación.
El gobierno tuvo enormes problemas de corrupción. Digo problemas. Fue corrupto. Es corrupto. Y eso se filtró mucho más. O sea, salió a la prensa y a la justicia mucho más de lo que suele suceder en Uruguay. Y entonces el gobierno, desde 2022 para acá, básicamente la discusión pública fue la corrupción del gobierno, un caso tras el otro. Pasaron muchas cosas que ahora hasta me costaría acordármelas todas. Y eso le golpeó muy fuerte al Gobierno. Y yo creo que esa en el fondo es la explicación principal de que el favorito sea el Frente Amplio.
Porque tampoco el Frente Amplio tuvo así una iniciativa y una transformación que vos digas desde la derrota del 2019 hasta ahora hizo una propuesta de transformación. No la hizo, sí fue prolijo; o sea, tuvo su relevo de autoridades, procesó la derrota, hizo, yo creo que tuvo un acierto estratégico, no solo el Frente Amplio, sino el conjunto de la oposición con el plebiscito de la LUC, que fue, o sea, contra la principal ley de gobierno en Uruguay. Es posible hacer iniciativas populares. Entonces tomó esa herramienta y forzó un plebiscito que si bien se perdió por muy, muy poquito, mostró bien al principio del Gobierno que la oposición era prácticamente la mitad y ahí eso le permitió a la izquierda plantarse con mucha seguridad para discutir el Gobierno teniendo atrás la mitad de la población o pudiendo decir que lo tenía.
Y bueno, con esa inercia después de eso aparecen todos los casos de corrupción y con esa inercia el Frente Amplio llega como tranquilito, en buena posición para la elección. Claro, la dirigencia del Frente Amplio o bueno, o digamos la conducción del Frente Amplio, porque dirigencia hay de muchas orientaciones, la conducción del Frente Amplio tomó decisiones estratégicas que implican que en la campaña electoral y en la previa de la campaña electoral, el Frente Amplio eligió presentarse de una forma muy, muy moderada, con propuestas poco claras. Y como buscando una enorme amplitud electoral. El partido de “Catch all”, una campaña de bajo riesgo.
Y si uno lee el programa del Frente Amplio, uno se encuentra con eso en el sentido que lo que uno ve es que es un programa como de un reformismo neo desarrollista que habla de desarrollo sustentable, de políticas transversales, de colaboración interinstitucional, de que bueno, eso puede no significar nada o puede significar un camino de reforma del Estado, de avance relativo de derechos y de alguna política de bienestar, pero que en el programa también hay algunas cosas que son interesantes de izquierda. Es un programa que habla de políticas universales, de redistribución, de planificación. No es lo central del programa, pero está.
Pero cuando uno ve, cuando el programa se va traduciendo en planes más concretos, en medidas más concretas, en discurso de los candidatos, lo que vemos es que eso se va licuando y que si ves los documentos como más precisos, donde Yamandú Orsi y Carolina Cosse, que son los candidatos del Frente Amplio, dicen lo que van a hacer. Ahí ya no hay políticas universales, no hay redistribución, no hay avance en lo público, no hay planificación. Y bueno, y eso hace pensar que va a ser un gobierno del Frente Amplio si gana, que no es seguro, pero lo más probable es que sea muy tímido, muy prudente, que no va a buscar conflicto ni pareciera que va a tener grandes políticas de transformación.
Obviamente, una cosa es la campaña, otra cosa es el gobierno. Veremos si el Frente saca mayorías, y si no saca mayorías, veremos también qué pasa en la sociedad. Porque no necesariamente, una vez que hay un cambio de gobierno, la dinámica de la relación de fuerzas se reduce solamente a lo que elige la conducción del propio gobierno.