#Asamblea Pre Encuentro-Montevideo
Texto: MediaRed
Fotos: Lucía Fernández Ares
En la Plaza de las Pioneras, convocadas por la Fundación Rosa Luxemburgo en octubre de 2025, decenas de mujeres de todo el país pensaron juntas cómo radicalizar la democracia frente al avance de las nuevas derechas. Entre abrazos, diagnósticos y silencios compartidos, Montevideo fue escenario de una asamblea donde la palabra se volvió trinchera.
Montevideo despertaba con un calor matinal que se sentía doble: el del clima uruguayo y, mucho más potente, el que irradiaba el reencuentro con las compañeras. Pasadas las diez, la icónica Plaza de las Pioneras –un nombre que ya es un manifiesto– se fue poblando de siluetas decididas. Mujeres y disidencias que no llegaban livianas, sino portando los colores y las historias de sus colectivos y sindicatos en banderas que esperaban el momento justo para desplegarse.








Cada abrazo al llegar era un pequeño acto de resistencia; un gesto íntimo que tejía el «nosotras» que veníamos a celebrar y a fortalecer. El espacio donde se llevaría a cabo el diálogo se iba transformando con manos que se multiplicaban: preparar la mesa con cosas ricas, ubicar las sillas en la ronda, asegurarse de que todo estuviera dispuesto para la conversación urgente que nos convocaba.
Al ingresar, el ambiente era una declaración. Un banner rojo, imponente, nos daba la bienvenida con la voz atemporal de una de nuestras ancestras, la comunista y feminista alemana, Clara Zetkin: «Cuando los hombres se callan es nuestro deber levantar la voz». Era una certeza que vibraba en el aire: estábamos en el lugar correcto, convocadas por la necesidad histórica de la palabra y la acción.
En remeras, bolsos, termos, pines y cuanto accesorio lo permitiera, mensajes y consignas se repetían. «Ante el avance fascista, lucha feminista»; «Quemamos todo», gritaban las remeras de algunas compañeras. Ya no hay vuelta atrás, la revuelta es inevitable, y eso se sentía en el aire. Cada consigna era una flecha apuntando a la raíz del encuentro: la rabia, la ternura y la convicción de que queremos, necesitamos, cambiarlo todo.
En estos tiempos en que el miedo se cuela por las grietas y el individualismo se disfraza de norma, este pre-encuentro fue un ancla, una apuesta militante por volver al centro de nuestra fuerza: pensar juntas, disentir desde el afecto, crear futuro y, sobre todo, sostenernos.
Así comenzaba una suerte de asamblea abierta impulsada por la Fundación Rosa Luxemburgo Cono Sur bajo el título “Radicalizar la Democracia”. Una invitación a reflexionar, intercambiar y construir colectivamente estrategias feministas frente al avance de las nuevas derechas en la región. Más que una antesala para el encuentro de 2026, lo que sucedió fue un gesto político en sí mismo: una toma de posición, una apuesta por reimaginar la democracia desde abajo, desde nuestros cuerpos colectivos y los territorios que habitamos.




¿Qué nos moviliza a radicalizar la democracia?
Las palabras de bienvenida y la presentación de la Asamblea para organizar el encuentro “Radicalizar la democracia”, que tendrá lugar en Montevideo, del 9 al 11 de abril de 2026, estuvieron a cargo de Florencia Puente, integrante de la Fundación Rosa Luxemburgo, quien expresó con potencia que transitamos un momento crucial en el que el movimiento feminista puede demostrar su capacidad de unidad y de síntesis. “Es imperativo que hagamos un balance exhaustivo y profundo de nuestras estrategias y logros. Estamos acá para cuestionarlo y pensarlo todo”, añadió.
Puente se refirió a la experiencia de previa de Radicalizar la Democracia de octubre de 2025 en Chile como “un punto de análisis fundamental”, marcado por los intensos debates en la Convención Constitucional y la tremenda derrota que significó su rechazo. En este contexto, propuso preguntarnos qué acumulamos de ese proceso y qué nos impulsa a las compañeras feministas y los espacios políticos feministas a pensar en la necesidad de radicalizar la democracia.
Montevideo despertó con un calor de esos que hacen transpirar hasta los pensamientos. Pero no era solo el sol. Desde temprano, las mujeres fueron llegando a la Plaza de las Pioneras con una energía que no se mide en grados: la del reencuentro, la de la urgencia, la de saberse parte de algo que no se puede detener. Algunas traían banderas sindicales, otras termos y mates, tortas fritas, pancartas. Los abrazos duraban más de lo habitual: eran gestos de alivio, de confirmación mutua. No estamos solas.
Un banner rojo colgaba al ingreso con una frase de Clara Zetkin: “Cuando los hombres se callan, es nuestro deber levantar la voz.” La consigna parecía haber sido escrita para ese día. Era un recordatorio, pero también una advertencia. Adentro, la asamblea organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo comenzaba a tomar forma. El lema: Radicalizar la democracia.
“Tenemos que repensarlo todo”, dijo Florencia Puente en la apertura. No hubo escenario ni micrófonos con pedestal: solo una ronda de sillas, mate en mano, y una disposición a hablar sin edades ni jerarquías. Lo primero que se impuso fue la palabra, la voluntad de nombrar lo que duele.
El país que duele
La Coordinadora Popular y Solidaria “Ollas y vida digna” tomó la palabra sin rodeos: “Más de 400.000 personas sufren inseguridad alimentaria en Uruguay. El 18% de los hogares con niñas y niños pasa hambre. En un país productor de alimentos, eso es una vergüenza nacional.” Las cifras se clavaron en el aire. Nadie tomó nota: todas las sabían, todas las vivían. La precariedad no era un tema de estudio, sino de cuerpo.
Lilián Celiberti, de Cotidiano Mujer, retomó desde otro ángulo: “El neoliberalismo no cayó del cielo: fue adoptado por los gobiernos que se decían democráticos. No se confrontó al poder militar, ni al poder económico.” Su tono era sereno, pero sus palabras tenían filo. Habló del aislamiento colectivo como herramienta de control, de la urgencia de volver a encontrarse en asamblea. Lo dijo sin énfasis, pero con el peso de quien ha visto pasar la historia y sigue de pie.
De Rocha llegó una historia mínima y descomunal: un grupo de mujeres que resiste la instalación de un puerto espacial privado, a tres kilómetros de una escuela rural. “Nos dicen locas”, contó una de ellas, “pero defendemos la vida.” El aplauso fue largo. El eco de la palabra “vida” pareció retumbar más fuerte que los helicópteros del progreso.
Las que sostienen
La mañana siguió con testimonios que dibujaban el mapa de un país desigual: salarios bajos, brechas salariales del 25%, recarga de cuidados, salud mental en crisis. Carolina Spillman, del PIT-CNT, lo resumió en una frase: “La pobreza tiene rostro de mujer e infancia.” La escuchaban maestras, trabajadoras domésticas, jóvenes militantes. Algunas asentían con la cabeza, otras tomaban nota, como si escribir fuera también una forma de sostener.
María, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza Privada, habló del aumento del suicidio adolescente. Su voz se quebró: “Somos nosotras las que terminamos sosteniendo esa falta. Abrazamos a los hijos de otras cuando el Estado no llega.” Nadie aplaudió enseguida. Fue uno de esos silencios que no cortan, sino que unen.
Las que incomodan
Cuando hablaron las compañeras trans, el aire cambió de densidad. Azul Vanni, de Unión Trans, fue directa: “El feminismo no puede existir sin interseccionalidad. Si no hay lugar para nosotras, todo lo demás es decorado.” La frase provocó un murmullo tenso, pero nadie miró hacia otro lado. Otra compañera agregó: “Para muchas, el destino sigue siendo la esquina.” Fue un golpe seco, una verdad incómoda. Pero allí nadie vino a cuidar apariencias: la asamblea era, ante todo, un espacio para decir lo indecible.
Tania Ramírez, de Mizangas, cerró esa ronda con una lección ancestral. Habló del sankofa, el principio africano que enseña a volver al origen para avanzar. “Hoy enfrentamos la política de la Bala, la Biblia y el Buey. Un monstruo antifeminista y racista que avanza sobre nuestras democracias incompletas. Se nos hace más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo racial.” La frase cayó como una piedra en el agua. El eco de la palabra “incompletas” quedó flotando sobre la plaza.
Las que imaginan
El sol del mediodía fue mutando en luz anaranjada. En la ronda, alguien mencionó la necesidad de una renta básica universal. Otra habló del uno por ciento más rico que sigue sin pagar lo que debe. Victoria Verrastro, de MediaRed, lo resumió así: “Pasamos de la agenda del reconocimiento a la de la redistribución. Radicalizar la democracia es repartir la riqueza.”
Había cansancio, sí, pero también una vitalidad que desbordaba. Las palabras se mezclaban con risas, anécdotas, abrazos. Nadie pretendía resolverlo todo. El objetivo era otro: volver a escucharse, recomponer la trama. Porque lo que el sistema fragmenta, el feminismo insiste en reunir.
Cuando Florencia Puente volvió a hablar al cierre, ya el cielo se teñía de naranja. “Nos volveremos a ver en abril de 2026”, dijo, “para seguir radicalizando la democracia. Con más voces, más territorios, más vida.” Nadie se levantó enseguida. Una mujer dejó una flor roja en el centro de la ronda. Otra la fotografió. El viento movió los manteles. La plaza, por un instante, pareció respirar.
Hacia el “Radicalizar la democracia: Uruguay 2026”
Luego de un ameno almuerzo colectivo, cargado de risas, conversaciones cruzadas, reencuentros y también algunos grupos que seguían comentando apasionadamente los temas que habían surgido en la primera parte de la jornada, llegó el momento de acomodar el cuerpo y pensar ideas y propuestas para el “radicalizar” de Montevideo, en abril de 2026. Para cerrar este tramo de la jornada, Puente realizó una síntesis en la que destacó los aportes realizados, y subrayó la importancia de definir los objetivos del encuentro “en funciones de las prioridades que ustedes vayan teniendo” como movimiento feminista en Uruguay. Con respecto a la convocatoria, aseguró que el desafío es ampliarla lo más posible: “Queremos que vengan muchas más compañeras, incluso aquellas que no están organizadas, que quieran venir a discutir”. En esa línea enfatizó en la necesidad de buscar la forma de “contener y abrazar a una compañera que no está acá, o que está en otra”.
El encuentro está en marcha, entre el 9 y el 11 de abril de 2026 volveremos a reunirnos en Montevideo, con compañerxs que se están organizando para llegar desde diferentes territorios de América Latina. Cuando las banderas vuelvan a desplegarse en la Plaza de las Pioneras, ya no será solo un encuentro. Será la confirmación de una certeza que hemos construido de manera transfronteriza: que los feminismos llegaron para transformarlo todo.

