El documental «La secta de los torturadores. Diplomáticos alemanes y los crímenes de Colonia Dignidad” reveló que dicha secta había recibido dinero de pensionados alemanes. DW habló con el politólogo Jan Stehle*.
Por José Ospina-Valencia, Deutsche Welle
DW: Gracias a su demanda jurídica, usted tiene ahora acceso a archivos que documentan las actividades de Colonia Dignidad, pero también el accionar de los diplomáticos alemanes en el Chile de la época y su relación con dicha secta y la dictadura de Pinochet…
Jan Stehle: El ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, desclasificó parte de los documentos que debían permanecer 30 años en secreto, reduciendo a 20 años ese veto.
¿Era la embajada alemana en Chile un fortín protector de Colonia Dignidad?
No se puede generalizar. Cierto es que desde los primeros años de su fundación, en 1961, hubo reportes de maltratos y los funcionarios no hicieron nada para evitarlos.
¿Por qué los diplomáticos enviados desde Bonn no pararon los abusos cometidos por sus connacionales en Chile, ni siquiera los graves crímenes bajo la dictadura de Pinochet?
Durante los 45 años de existencia de Colonia Dignidad los diplomáticos alemanes asumieron diferentes posturas, de acuerdo a las circunstancias históricas. Durante la dictadura de Pinochet había informaciones de la cooperación entre Colonia Dignidad y la DINA, el servicio secreto de la Policía chilena. La Embajada no solo no hizo lo suficiente para parar las violaciones de Derechos Humanos, sino que hubo diplomáticos que defendían la existencia de Colonia Dignidad, como lo muestra el documental «La secta de los torturadores”. La Embajada sabía que Colonia Dignidad se había convertido en parte del sistema represivo de la dictadura.
¿Se puede concluir que la pasividad u omisión de los diplomáticos alemanes facilitaron los crímenes en Colonia Dignidad durante más de cuatro décadas?
Así es.
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¿Aclara esa indulgencia el escandaloso hecho de que la secta resultó siendo cofinanciada con el dinero de unos 50 pensionados alemanes allí recluídos?
Los documentos de identidad de los habitantes rasos estaban en manos de la dirección de Colonia Dignidad. Emisarios de Paul Schäfer formalizaban directamente con el consulado las visas y certificados de vida, para poder así recibir en sus manos el dinero de las pensiones de los habitantes encerrados en la Colonia Dignidad.
Esa financiación fue posible hasta el año 1987 porque la Embajada alemana en Chile nunca se preocupó por comprobar si los ciudadanos con derecho a esas pensiones recibían el dinero ni tampoco si seguían vivos. En lugar de obligar a los pensionistas a presentarse en persona, al menos una vez al año, como lo establece la ley, la Embajada solventaba el trámite con un procedimiento colectivo que pasaba por alto los controles. Documentos revelan que se trata de varios millones de marcos alemanes.
¿Cómo se explica que durante tanto tiempo diplomáticos alemanes permitieran incluso la cofinanciación de la secta criminal del religioso protestante Paul Schäfer?
Hay que tener en cuenta que en esos tiempos se vivía en medio de la Guerra Fría y había políticos alemanes que preferían una dictadura militar de ultraderecha en Chile a un gobierno socialista. De acuerdo a eso, se enviaban diplomáticos más proclives a esa línea.
¿Qué otras revelaciones se pueden esperar del inmenso archivo que hay por auscultar?
Está, por ejemplo, el caso del traficante de armas Gerhard Mertins, que era también empleado del BND, el Servicio alemán de Inteligencia, y comerciaba con armas con la ayuda de las estructuras de Colonia Dignidad. Más informaciones reposan en los archivos del BND y para que estas sean entregadas al público se necesita presión política.
La «secta de los torturadores” es el capítulo más vergonzante de la política exterior de la Alemania Federal. ¿Por qué es tan difícil su esclarecimiento?
Gracias a la postura autocrítica del ministro Steinmeier estamos avanzando en su estudio y análisis. Pero se requiere mucho más: existen más de 500 volúmenes de documentos con miles de hojas que necesitan ser analizados para obtener una visión completa. También la cancillería alemana tendría que abrir sus archivos. Es más, la Justicia alemana favoreció la tragedia humana de Colonia Dignidad permitiendo además que sindicados y condenados no enfrentaran en Alemania ninguna pena, a pesar que los crímenes fueron declarados de lesa humanidad.
Y ¿en dónde han quedado las víctimas?
Urge, por parte de ambos Gobiernos, la reparación financiera, tanto de las víctimas chilenas como las alemanas, que fueron allí martirizadas, despojadas y esclavizadas. Berlín y Santiago deberían hacer del lugar un sitio de memoria y no de folclor.
Alemania y Chile siempre se han tirado la pelota de las responsabilidades. ¿Qué debe pasar ahora?
El Gobierno de Chile debería ahora corresponder al impulso dado por Steinmeier. La desunión e inculpaciones mutuas entre ambos países les permitieron a los criminales salvarse de cumplir condenas. Ha llegado el momento de cooperar, de lograr un acuerdo bilateral, destinar dinero para financiar la investigación de historiadores y politólogos, para indemnizar a las víctimas, para honrar a los muertos. Además de allanar las vías jurídicas para agilizar los procesos en Alemania y para que toda una serie de criminales alemanes requeridos por la Justicia chilena puedan ser extraditados.
*El politólogo Jan Stehle, del Centro de Investigación y Documentación Chile Latinoamérica (FDCL), con sede en Berlín, escribe su doctorado sobre Política Exterior de Alemania y los Derechos Humanos en el caso de Colonia Dignidad