Retos ante la crisis civilizatoria después de los progresismos

Para estar en capacidad de reflexionar, debatir y actuar en relación a los retos que tienen hoy la izquierda, las organizaciones y movimientos de la sociedad, es indispensable comenzar por realizar una caracterización, aunque sea somera, de las sociedades en las cuales vivimos, de los problemas que confrontamos, del tiempo que nos ha tocado vivir
Por Edgardo Lander, medico international

Estamos, como humanidad, ante la crisis terminal del patrón civilizatorio prometeico de la modernidad. Se trata de una crisis multiforme, multidimensional, de un patrón civilizatorio que en términos sintéticos puede ser caracterizado como antropocéntrico, patriarcal, colonial, clasista, racista y cuyos patrones hegemónicos de conocimiento, su ciencia y su tecnología, lejos de ofrecer respuestas de salida a esta crisis civilizatoria, lo que hacen es contribuir a profundizarla. Estas diversas dimensiones del patrón civilizatorio hegemónico no son de modo alguno independientes una de otra. Por el contrario, se retroalimentan y refuerzan entre sí.

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Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva, en 2006

Los dogmas antropocéntricos y patriarcales del progreso y del desarrollo, las fantasías sobre la posibilidad de un crecimiento sin fin en un planeta limitado, están socavando aceleradamente las condiciones que hacen posible la reproducción de la vida en el planeta Tierra. Este patrón del desarrollo y el progreso ha encontrado su límite. A pesar de que una elevada proporción de la población no tiene acceso a las condiciones básicas de la vida (alimentación, agua potable, vivienda, etc.), la humanidad ya ha sobrepasado los límites de la capacidad de carga de la Tierra. Sin un freno a corto plazo de este patrón de crecimiento desbordado y una reorientación hacia el decrecimiento, la armonía con el resto de la vida y una radical redistribución del acceso a los bienes comunes del planeta, no está garantizada la continuidad de la vida humana a mediano plazo.
Cada una de las principales dimensiones de esta crisis ha venido siendo profundizada en las últimas décadas por la globalización neoliberal, décadas durante las cuales han avanzado a pasos agigantados los procesos de mercantilización, apropiación y sometimiento tanto de las dinámicas naturales de reproducción de la vida, como de las prácticas culturales y modos de conocer de los diferentes pueblos del mundo para someterlos a las exigencias de la acumulación del capital.
La crisis ambiental, que incluye entre otras cosas los procesos de deforestación y desertificación, la contaminación de aguas y tierras, la pérdida acelerada de la diversidad biológica, tiene su expresión más visible en el cambio climático. El carácter antropogénico de la elevación de la temperatura de la superficie terrestre está hoy más allá de toda duda. Cada nuevo informe científico sobre la velocidad del derretimiento de los casquetes polares y sobre la elevación del nivel de los mares es más inquietante que el anterior. En este invierno se han constatado las temperaturas más elevadas jamás registradas en el Ártico. Dado el carácter no lineal de estos procesos y sus complejas interacciones resulta difícil prever dónde estarían los puntos de inflexión a partir de los cuales podrán precipitarse transformaciones catastróficas de carácter irreversible.
No se trata solo de proyecciones más o menos alarmantes sobre lo que podría pasar en unas cuantas décadas o en el próximo siglo, sino igualmente de dinámicas que han pasado a formar parte de la experiencia de centenares de millones de personas en todo el planeta que padecen las consecuencias de las sequías y desertificación que destruyen sus modos de vida, y eventos climáticos extremos como el huracán María, que ha alterado en forma profunda y quizás irreversible a Puerto Rico. Tanto la responsabilidad por la devastación ambiental del planeta, como la distribución de sus consecuencias más negativas están distribuidas en forma extraordinariamente desigual. Las poblaciones campesinas y urbanas del Sur Global, las que por sus patrones de producción y consumo tienen menor responsabilidad en esta sistemática lógica de destrucción de la vida, son las principales afectadas. Se trata igualmente de quienes tienen menos recursos para defenderse ante estas cambiantes condiciones.
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Foto: Ricardo Stuckert

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