Una consigna común para despertar conciencias

La lucha contra las violencias por razones de género en Alemania

Por Marta Dillon

Si al principio fueron los ecos de la marea feminista que agitaba territorios lejanos para la ciudad de Leipzig los que empezaron a empujar la idea de que era necesario poner en la agenda pública la violencia por razones de género, terminó siendo un femicidio muy cercano lo que movilizó las voluntades para que keinemehr se convirtiera en una consigna común y en un plan de acción para hacer visible lo que, evidentemente, no se puede ocultar.

La traducción literal de keinemehr es Ni Una Más, el modo en que el idioma alemán permitió apropiarse de la consigna Ni Una Menos. En Berlín como en Leipzig, grupos con ese nombre venían organizándose para, en principio, recuperar datos sobre femicidios de los registros policiales desde el año 2011, ya que recién desde esa fecha se comienzan a separar los homicidios según la relación entre la víctima y el delincuente. Pero cuando Myriam fue asesinada, en un parque público y frente a su hijo en 2020, keinemehr dejó de ser la traducción de otra experiencia para convertirse en pintada y grito común en Leipzig, una ciudad industrial al este de Alemania de 600 mil habitantes.

“Somos un grupo, pero queremos convertirnos en un movimiento”, dice Merle Dyroff, feminista y una de les aproximadamente 40 mil estudiantes universitaries de Leipzig. “Desde 2017 venimos conectándonos con el movimiento que comenzó en Argentina y también con feministas de México donde la lucha contra la violencia contra las mujeres es fuerte. Nosotras no sabíamos nada sobre la palabra femicidio o feminicidio, no estaba en el lenguaje y tampoco la problematizábamos. Pero a partir de la recopilación de datos de pronto te das cuenta de que cada tres días una mujer es asesinada en Alemania a manos de una pareja o ex pareja. Y todos los días un hombre intenta matar a su mujer. Esos son los números que tenemos.”

La imagen de la marea, capaz de agitar cuerpos que casi no se tocan, como la luna agita las aguas de los océanos, es prácticamente literal en el recorrido de Merle Dyroff. “Yo estuve en Italia en 2017 y tomé contacto con compañeras de Non Una di Meno, que a la vez estaban conectadas con Argentina y el movimiento Ni Una Menos. Me impresionó la organización de las italianas, la calidad del trabajo juntas para elaborar propuestas y la construcción de un movimiento. Porque aquí en Alemania la violencia por razones de género no era un tema, como si aquí no la hubiera. Lo que notaba en mi país es que hay mucha segregación en el movimiento feminista. La primera pregunta era cómo saldar las disputas entre nosotras o al menos cómo trabajar juntas a pesar de esas disputas, entender que no somos enemigas y que sí hay enemigos como las fuerzas conservadoras y los femicidas. Parecía simple en Italia”.

Merle tomó contacto con keinemehr en Berlín, “sentí que eran muy poquitas, pero a la vez estaba la iniciativa de juntar más gente y también de contactar a las trabajadoras de refugios, por ejemplo. Aquí en Leipzig tenemos tres refugios. Keinemehr asume la tarea de recopilar información y de conectar a distintas actoras. Entonces pensamos en empezar algo así en nuestra ciudad, construir una voluntad común para poder actuar, convertirnos en sujeto. Hay muy poca conciencia del problema y esa es nuestra meta, crear conciencia y empezar la lucha para convertirnos en movimiento. Y lo cierto es que el movimiento y el tema de la violencia en sí está creciendo.”

Una interpelación directa

El femicidio de Myriam fue como un golpe en la cara para Merle y el grupo que empezaba a juntarse. Y no sólo porque la mujer fue golpeada en público y con su hijito de testigo, también porque el perpetrador era un hombre de izquierda que frecuentaba los centros de ayuda para migrantes y colaboraba en tareas comunitarias como el reparto de comida. Aun cuando se sabe que la violencia machista no es ejecutada por tipos distintos de los propios compañeros de trabajo, de estudio, de militancia, esa evidencia de lo siniestro, de lo que no se había podido evitar aun teniéndolo tan cerca fue shockeante para Merle y su grupo. Entonces, la intención de formar un grupo y ligarse a través del nombre con el movimiento internacional se transformó en reuniones, en escritos colectivos enviados a la prensa para evitar la culpabilización sobre la víctima y el morbo con el que fue tratado el femicidio en los medios. Merle lo evalúa esa declaración pública como un triunfo. No sólo porque los diarios locales se vieron en la obligación de hacer lugar al requerimiento sino porque también empezaron a usar la palabra “femicidio” que nunca antes habían usado.

“Para nosotras fue importante aportar una voz colectiva y que los medios se retracten de su tratamiento. Pero lo mejor fue accionar. Se organizó una manifestación en la que participamos más de cien personas, que es un número importante para esta ciudad. Y construimos un memorial en el mismo lugar en que Myriam fue asesinada, donde escribimos también una declaración colectiva. El lugar ya había sido intervenido con velas y flores y en algunas paredes aledañas hubo pintadas con la leyenda keinemehr y no las habíamos hecho nosotras. Esto nos da la pauta de lo importante que es conectarnos a través de una consigna común, incluso internacionalmente”, dice Merle.

Ese primer memorial fue destruido. Merle Dyroff no sabe por quienes, aunque puede suponer que son movimientos de la derecha. “Yo crecí en Bavaria, al sur del país, una zona muy conservadora donde tampoco hay tradición de feminismos, no tenemos vínculos con personas que hayan militado antes en el feminismo. Aquí en Leipzig es distinto porque la tradición socialista sí los incluía y se puede dar un diálogo intergeneracional. En las marchas que hicimos no hubo enfrentamientos con hombres de derecha, sin embargo ¿quiénes más podrían ser? De cualquier modo, lo reconstruimos”.

 

Memorial de keinemehr: «Conmemoramos a Myriam Z., que fue asesinada por su ex pareja en el bosque de Leipzig el 08.04.2020. Eso se llama femicidio». Foto: keinemehr Leipzig

 

Desde keinemehr Leipzig también acompañaron algunas jornadas del juicio contra el agresor, aunque la familia de Myriam rechazaba el discurso feminista. “Aquí no tenemos abogadas que puedan acompañar la causa, pero en otros lugares, como en Berlín, sí hay grupos que están cuestionando la manera en que se juzga a los agresores. Porque en la Justicia se les suele bajar la pena considerando que actuaron bajo emoción violenta, negando la estructura social de este tipo de hechos. Por otra parte, hay bastante racismo cuando se aborda la problemática en poblaciones migrantes. Se sigue hablando de crímenes de honor y estos crímenes, aunque siguen figurando en nuestro Código Penal, se los atribuyen solo a los musulmanes, lo que es problemático porque queda la impronta de que la violencia por razones de género no es asunto de personas blancas. Por eso para nosotres es fundamental hacer vínculos con los grupos de activistas migrantes que de hecho marcharon con nosotres en Leipzig”.

Aborto: ni del todo legal, ni del todo libre

“En Alemania no es legal abortar, pero tampoco es ilegal”, dice Merle Dyroff para poner sobre la mesa otro de los temas de la agenda feminista de keinemehr. ¿Y de qué se trata este trabalenguas? “Sigue existiendo un párrafo en el Código Penal que condena el aborto, un párrafo de los años ’30, pero a la vez hay un agregado que dice que no se puede penar a quien se realice un aborto. Por lo tanto, es ilegal pero no te pueden penar”.

–¿Es sencillo para cualquiera, con esta contradicción, realizarse un aborto?

–Bueno, es posible acceder, aunque hay que pagar. Además, cuando decidís practicarte un aborto, aun antes de ver a un médico o médica, hay que pasar por una consulta previa con el servicio social de donde te atiendas y contestar algunas preguntas sobre las razones de ese aborto y si estás segura o no. Pasados dos días de esa consulta y si no cambiaste de opinión, te dan un papel para que puedas pedir la cita médica y más tarde comprar las pastillas.

–¿Son costosos los medicamentos para abortar?

–Y sí, son caros. Entre 300 y 500 euros según dónde vivas. Muchas mujeres viajan desde Europa del Este para practicarse abortos aquí por las restricciones que tienen en sus países, especialmente en Polonia. Para esas mujeres se suele hacer colectas desde grupos feministas porque hay que sumar al costo de las pastillas también el viaje y termina siendo mucho dinero.

–¿Los médicos o médicas pueden hacer estas prácticas en cualquier institución, no hay objetores de conciencia?

–No, no lo hacen en todos lados y el problema más grave es que no podés saber quiénes sí y quienes no practican abortos hasta no llegar a la consulta porque les profesionales no pueden anunciarlo. Hemos tenido una médica criminalizada por poner en un aviso, entre las prácticas que realiza, que también atendía interrupciones voluntarias del embarazo. Con lo cual se cumple con la contradicción legal también en la práctica. Tanto por la consulta previa que puede ser culpabilizante o no según donde toca como por la desinformación.

–Garantizar el acceso al aborto puede ser un buen punto de encuentro entre grupos feministas, para activar juntes.

–Sí, el problema que tenemos, y creo que no es sólo en Leipzig es que el movimiento feminista está atravesado por muchas diferencias irreconciliables: entre quienes no consideran a las personas trans como parte del movimiento y quienes sí las consideramos, por ejemplo. Pero también tenemos un feminismo bastante blanco y homogéneo dentro de las universidades al que le cuesta entender las asociaciones necesarias con otros movimientos. Y por otro lado, también, una falta de percepción de que la violencia por razones de género no ha terminado para nadie. Es posible que acá no tengamos la percepción del miedo al volver a la noche tarde a casa, como lo describían las mexicanas, pero todavía tenemos más cargas de tareas de cuidado no remuneradas que no se perciben como un problema tampoco. Cuando quisimos sumarnos a la huelga feminista del 8 de marzo hubo un largo silencio cuando quisimos enumerar las razones por las cuales parar. Nuestra tarea principal ahora, además de recopilar datos, es generar conciencia entre nosotres. Porque los problemas están y también la voluntad de construir un movimiento.

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