Recrear la Política, Sembrar Comunidad: documento de síntesis

El sábado 29 de noviembre de 2024 nos convocamos en un espacio de intercambio y reflexión sobre los desafíos actuales y la potencia transformadora de las mujeres y disidencias en un contexto de avanzada de las derechas. La actividad se organizó en torno a tres grandes ejes que sintetizamos en este documento.

En la primera mesa “Nuestra experiencia para la disputa: “La política y lo común en el presente: territorios, comunidades y estatalidad” reflexionamos sobre el lugar de las luchas territoriales, el lugar que le damos al Estado, y el lugar de lo común.

Vivimos en un momento de crisis política, económica, ambiental y civilizatoria. En este contexto vemos una crisis de todo el sistema político y sobre todo de representación. Pensamos en la política como herramienta para transformar la realidad, pero la política está muy devaluada. Esto nos obliga a pensar todo de nuevo.

Desde los territorios, “arrancamos sin la política, arrancamos olvidados, no tenemos democracia”. Así es difícil discutir y construir la política entre sectores que están descreídos. Con la militancia y las experiencias territoriales empezamos a cambiar algo, pensar desde otras lógicas los espacios que habitamos: el barrio, la ciudad, el campo, etc.

En este presente, las políticas del gobierno nacional de Milei se dirigen contra los sectores de la economía social y popular, en particular contra la agricultura familiar, el movimiento indígena, los feminismos y las diversidades. En ese marco, creemos que estamos desarticulados y nos cuesta construir un programa común. En ese sentido, nuestras experiencias dejan valiosos aportes para esa construcción.

En primer lugar, nuestras experiencias tienen un recorrido histórico y de lucha, se asientan en trabajos concretos sostenidos en el tiempo (cooperativas, comedores, asambleas barriales, etc.). Ese origen prefigura nuestra práctica política.

En ese sentido, pensamos la disputa de la estatalidad como “una cuestión transitoria”, el Estado como herramienta. “Queremos que las cosas sucedan y pensamos cómo hacer donde un Estado a veces no quiere que sucedan”. Queremos recrearnos en una política de posibilidades, que sea empática, que construya algo posible. Esto tiene que ver con construir la gobernanza de los territorios (la salud, la educación, la alimentación, la vivienda, la urbanización, etc.) desde lo comunitario.

A su vez, reconocemos esa disputa desde una lógica crítica y alternativa: construir órganos más colegiados, transformar con los aprendizajes del feminismo el modo de acceso a la toma de decisiones, no “desapegarnos” del territorio, “no perder la territorialidad”, “no vamos a representar a nadie, sino expresar lo que sucede en los territorios”. Por otro lado, es importante cuidar nuestra autonomía económica y política. También, seguir apostando a espacios que nos permitan hacer que las cosas “sucedan, perduren y se multipliquen”. Para ello, necesitamos liderazgos de otro tipo.

Como desafíos sostenemos: cómo construir un programa común para “poner la política encima”, con soluciones concretas, “donde podamos pensar desde el campo y la ciudad” y donde “la democracia se exprese de otra manera”.

En la segunda mesa “Abordar y pensar la disputa: “Nosotras y el poder: Hacia una política de la vida y los cuidados”, caracterizamos que este modelo económico nos despoja de comunidad mientras el gobierno de Milei nos toma como enemigas a los feminismos y los barrios populares. Frente a estos ataques, resistimos el desarme de nuestras bases comunitarias, «venimos de abajo hacia arriba, de la periferia al centro» y vamos generando una nueva forma de política y de poder. En este escenario, nos preguntamos ¿cómo es ese poder en nuestras construcciones territoriales?

Entendemos el poder como «lo Otro, lo que nos domina, lo lejano». Frente a ello, buscamos «recuperar la palabra». Construimos poder desde nuestras voces, cuestionando el lenguaje del poder patriarcal que «parece bonito» pero no nos incluye. Queremos un poder que incluya a «las negras, las que hablamos mal, las pobres, las mayorías». La realidad parece dividida entre el “poder de arriba” y nosotras “haciendo poder en el territorio”, pero no queremos quedarnos ahí. Queremos construir poder desde una política antipatriarcal y comunitaria, un poder que “no te calle, no te oculte», sino que se construya desde «la base de las mujeres y las disidencias» como una “nueva forma de ser, de hablar y de escuchar”.

Pertenecemos a colectivos territoriales conformados mayoritariamente por mujeres. En ese sentido, la construcción de poder desde nuestras organizaciones plantea desafíos profundos que implican, en primer lugar, reconocer nuestro propio poder y discutir cómo se distribuye el poder entre varones y mujeres. En el camino hemos aprendido a “repartir el poder para decidir qué decir, cuándo y cómo”.

Si bien algunas no participamos en elecciones, quienes sí lo hacemos pensamos que es posible ejercer un poder no patriarcal. Identificamos la necesidad de construir una política de la cercanía, “entramada a los cuidados, a cuidar el territorio”. Además, intentamos aplicar formas participativas en la toma de decisiones. Entendemos que el desafío de poder construir poder popular tiene que ver con “construir lo común” y también acercarnos “a lo diferente, sin subestimar al que no está empatizando”. Si “el mundo patriarcal en el que vivimos es la forma de vincularse”, nos hemos propuesto construir un poder que sea “no patriarcal” y vinculado a la comunidad, y avanzar hacia una “feminización de la política” que priorice el cuidado, la empatía y lo colectivo.

Al mismo tiempo, es imprescindible cuestionarnos quiénes están incluidas en estos procesos y quiénes no. Aunque celebramos avances como la mayor presencia de mujeres en el Estado, también observamos ausencias significativas: campesinas, productoras hortícolas, mujeres indígenas y colectivos de la diversidad. Por eso, tenemos que salir a construir poder desde una perspectiva amplia, que articule lo político, lo diverso y lo comunitario.

En la última mesa “Nuestra agenda para la disputa: Desafíos militantes: construir esperanza en tiempos de crueldad” nos preguntamos por el lugar de la imaginación política, cómo sostener nuestras luchas y qué significa este tiempo que estamos viviendo. 

La coyuntura actual exige “apostar a la discusión política” para “desarmar lugares comunes” que dificultan la acción. Entre ellos, la idea de que Milei es parte de una nueva ola de derecha alimenta el derrotismo, o que su llegada al poder refleja una sociedad derechizada y un consenso social absoluto con sus políticas. En realidad, nos encontramos en un momento de polarización, pero no hay un acuerdo irrestricto con su propuesta. Es fundamental construir alternativas desde abajo, superando la sensación de “orfandad política” y la desconfianza generalizada hacia la política tradicional.

Además, en este contexto cruel, es el momento de “replegarnos” y “volcarnos” en la sociedad, «construir esperanza» como una acción concreta y planificada, no como algo abstracto. Esto implica repensar la construcción de poder, inventando “nuevos instrumentos y protagonismos”. En esa búsqueda algunas encontramos en el municipalismo “un método y una estrategia”, que prioriza gobernar desde la cercanía. Esta política exige prefigurar (“hacer mientras tanto”) las decisiones sobre salud, seguridad y otros aspectos fundamentales.

Por otro lado, desde organizaciones de la universidad, pensamos una política «que pudiera conjugar los saberes al servicio de la comunidad». El gobierno nacional actual ha acelerado el proceso de desfinanciamiento y desprestigio hacia la universidad. Con la convicción de que «la universidad es y fue de los trabajadores», este momento exige «creatividad política para reinventar consignas».

Acordamos que la agenda política actual gira en torno a recrear la política desde una perspectiva que priorice las prácticas de cuidado, el buen vivir, la pluralidad de trayectorias, el potencial de alianzas como la de campo-ciudad, la urgencia de articular una política integral de cuidados, alimentación y salud. La discusión está en ¿cómo lo hacemos? Una primera pista está en la memoria, “reconocernos de dónde venimos”. En ese sentido, “el cómo es la memoria donde reside la esperanza”. Una segunda idea es que “necesitamos audacia” para “recrear la militancia” y desde allí encontrar la forma de resistir y combatir a “un modelo cruel y violento”. Como tercer punto, necesitamos “imaginación e inteligencia política” para “crear lo nuevo”. “Necesitamos mucha más pluralidad”. Es clave «dejar de pensar en la unidad como algo homogéneo». También, es tiempo de pensar cómo “innovar metodológicamente”. La metodología tiene que responder a las necesidades de nuestro pueblo.

En una sociedad atravesada por una «crisis de la subjetividad» y el deterioro de los lazos sociales, se necesita “una pedagogía de la escucha activa” para rediscutir y renovar programas y agendas. En un sentido similar, decimos que es necesario “salir a convocar y abrazar”. Tenemos que tender puentes con quienes estén dispuestas a defender “un modelo de la vida”, donde esté lo básico: salud, educación, etc.

En relación a esto, destacamos la necesidad de construir agendas que reflejen las realidades y prioridades locales, como en su momento desde la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) se pudo construir una agenda de “Tierra, Techo y Trabajo”. Eso nos permitió hacernos protagonistas y construir nuevos liderazgos. El panorama actual es incierto. Los reclamos de los sectores más vulnerables suelen quedar aislados, eso tiene que ordenar cuáles son nuestras prioridades.

Es importante “escribir la realidad que queremos transformar” pero preguntarles a las compañeras que conocen esa realidad, “hay que darles voz, no hay que interpretarlas”.

Para finalizar, creemos que «es nuestro tiempo de tomar la política con nuestras manos. A organizar la lucha, la palabra y construir la organización que necesitamos”.