Recolonización en marcha

¿Por qué el ultraderechista Jair Bolsonaro debería ser un socio estratégico para una Europa democrática?

La resistencia contra el acuerdo Mercosur-Unión Europea apenas acaba de arrancar.

Por Gerhard Dilger

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No es una casualidad que justo hace poco se haya anunciado un mal llamado acuerdo de libre comercio -supuestamente histórico- entre el Mercosur y la Unión Europea: los gobiernos europeos, liderados por Ángela Merkel, han explorado sin piedad las debilidades políticas de Argentina y Brasil para promover aún más la recolonización de América del Sur.

Si el acuerdo, que aún pasará por un largo proceso de modificaciones hasta ratificarse, entrara en vigor tras más de veinte años de negociaciones, sería fundamentalmente un triunfo de las corporaciones transnacionales. Los derechos humanos y la protección del medio ambiente seguirán siendo accesorios meramente retóricos.

En la división internacional del trabajo, América Latina ha desempeñado el papel de proveedor de materias primas desde el siglo XVI. Ahora, después de los intentos de emancipación del siglo XX y de principios del siglo XXI, la respuesta imperial es encerrar más que nunca a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en este papel. En América del Sur, la reducción gradual de las barreras arancelarias beneficiaría a los sectores de agronegocios e importación, mientras que lxs pequeñxs agricultorxs, lxs indígenas y lxs trabajadorxs pagarán la factura con una mayor destrucción de su hábitat y el deterioro de sus derechos.

Inclusive la liberalización más lenta del sector automotriz en Argentina y Brasil es para proteger los intereses de las corporaciones europeas en estos países, que primero quieren recuperar las inversiones realizadas en este rubro de los últimos años. Además, la facilitación del comercio intra-multinacionales promovería la reducción de salarios y recortes de empleos. En el futuro, por ejemplo, las piezas de automóviles se traerían del otro lado del mundo en lugar de producirse localmente.

La Comisión Europea festejó que las empresas europeas ahorrarían hasta cuatro mil millones de euros al año. Además de la expansión del comercio mundial, ecológicamente absurda, lxs neoliberales europexs insisten en una protección de patentes más estricta, lo que podría perjudicar el suministro de medicamentos genéricos asequibles para la población del Mercosur. También se crearían «nuevas oportunidades de negocios» en el sector de servicios, como telecomunicaciones y tecnologías de información.

Las compras públicas, que a menudo se utilizan para empoderar a los productores locales, estarían diseñadas para contemplar con mayor prioridad los intereses europeos. Y si bien de ser necesario, los inversores seguirán demandando a los países del Sur ante los tribunales de arbitraje, las transnacionales seguirán sin sanción por su corresponsabilidad en violaciones de derechos humanos y de la naturaleza.

Jair Bolsonaro y Mauricio Macri están ávidos por el reconocimiento de Occidente. Esta constelación ha hecho posible el acuerdo preparado por lxs neoliberales en ambos lados del Atlántico y proclamado ahora. Pero su implementación está lejos de estar terminada. ¿Por qué los detalles del acuerdo UE-Mercosur -en realidad es un borrador- sólo se dan a conocer poco a poco? La activista histórica de Attac, Susan George, prefiere el término «tratados vampiro» ya que una vez que los detalles salen a la luz del día, aumentan -y mucho- las posibilidades reales de impedirlos democráticamente.

La resistencia proviene de activistas sudamericanxs, empresarios textiles en Paraguay, sindicalistas en Uruguay o el candidato peronista Alberto Fernández, quien se enfrenta a Macri en las elecciones presidenciales argentinas en octubre: desde su perspectiva, el carácter neocolonial del acuerdo anunciado es evidente. Pero también hay una cantidad considerable de protestas en Francia o en Irlanda, donde siempre se ha reconocido el peligro de nuevas importaciones de productos agrícolas de monocultivo para la agricultura local.

¿Por qué el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien hace todo para destruir los ecosistemas sensibles como la Amazonía o el Cerrado brasileño, en tiempo récord, debería ser un socio estratégico para una Europa democrática? Eso sigue siendo el secreto de la canciller Merkel y el su ministro de Relaciones Exteriores, el socialdemócrata Heiko Maas. Muchas organizaciones no gubernamentales y grandes agencias de cooperación de las iglesias alemanas han presentado argumentos en contra del acuerdo. Los grandes sindicatos todavía faltan en esta alianza – pero la resistencia apenas acaba de arrancar.

Foto: Gerhard Dilger

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