La Plata: un Encuentro bisagra para un feminismo antirracista

Los debates en torno al cambio del nombre del último 34º Encuentro de La Plata pusieron en primer plano algunas resistencias al interior del movimiento feminista. Ya conocemos los argumentos de odio que se resisten a incorporar otras identidades de género. ¿Pero en qué se basa la negativa a reconocer la diversidad étnica? ¿Qué se debatió en talleres y mesas sobre la plurinacionalidad? Una genealogía posible para un feminismo sin fronteras.

Por Luciana Mignoli / Foto: Nadia Petrizzo (tomado de www.marcha.org.ar)

Encuentro Nacional de Mujeres. Así se llamó este evento político único en su tipo durante 34 años. Pero en La Plata, algo se movió como nunca antes. Los debates por el cambio de nombre pusieron en primer plano el cisexismo y el racismo que aún perviven en algunos sectores de los feminismos.

Quienes habitamos los Encuentros sabemos que no fue uno más. Un huracán de discusiones nos atravezó el cuerpo dejando agotamiento, certezas y algunas dudas. Los argumentos lesbo y transodiantes ya son conocidos al interior del movimiento. ¿Pero cuáles son las razones que se esgrimen desde algunos sectores para no reconocer la plurinacionalidad? ¿Qué es lo que subyace en la negativa de reconocer la diversidad étnica? ¿Cuáles son los procesos antirracistas que vienen circulando en talleres, mesas y marchas?

Genealogía Plurinacional

Las mujeres indígenas –al igual que lesbianas y otras identidades- participan desde el Primer “Encuentro Nacional de Mujeres” en 1986. Recién hace algunos años comenzó incorporarse la temática “pueblos originarios” a la grilla de talleres. Un espacio que, a diferencia de otros, no se divide en comisiones y se desarrolla de manera asamblearia. En los últimos cuatro encuentros, Rosario (2016), Resistencia (2017), Trelew (2018) y La Plata (2019), la asistencia a ese taller rondó siempre las mil personas.

A ese taller emblemático, este año se sumaron otros dos: “Recuperación de la identidad indígena originaria” y “Denuncia del Genocidio actual en Territorios Indígenas Originarios”. También se iba a realizar el de “Mujeres por la libre Determinación de los Pueblos”, que se incorporó con mucha fuerza en Trelew y fue propuesto y coordinado por el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Pero al igual que otra veintena de talleres, no llegó al listado oficial: la Campaña Somos Plurinacional denunció por censura a la Comisión Organizadora.

Ese movimiento indígena finalmente no participó del Encuentro ya que -desde el 9 de octubre y junto a otras mujeres originarias autoconvocadas- sostuvo durante once días una ocupación pacífica en el Ministerio del Interior de la Nación con sede en CABA, para exigir respuestas a diversos reclamos y necesidades.

Pero el “el tema indígena” no sólo se viene ampliando en la concurrencia y la cantidad de talleres, sino también en la incorporación del eje étnico en la descripción de muchos otros talleres. Si se recorren las descripciones, podemos encontrar referencias a las identidades originarias en talleres amplios como el de “Encuentros Nacionales de Mujeres”, “Mujeres, disidencias y feminismos” e “Historia de movimientos de mujeres y activismos”. Pero también en otros más específicos como el de ecofeminismos, activismos lésbicos, relación con el cuerpo, activismo gordx, VIH, sistema penitenciario y prostitución, entre otros. Los debates por la plurinacionalidad van permeando todo el Encuentro.

Sin fronteras

“Somos feministas originarias, somos feministas negras, somos feministas afros, somos feministas migrantes, somos feministas piqueteras, somos feministas laburantes, somos feministas lesbianas, trans, travestis, bisexuales, no binaries y todas las aquellas no nombradas estamos acá”.

Así de corrido y a los gritos, con esa voz que suena a tripas y huele a territorio, la activista indígena Lolita Chávez Ixcaquic, del pueblo quiché de Guatemala, tomó la palabra en el acto del cierre en el último Encuentro. Un año atrás, en la apertura de Trelew, levantaba estoica una cartel que decía “Por un Encuentro plurinacional. Por el derecho a decidir, aborto legal”.

Luchadoras por los derechos humanos de diversos países vienen habitando hace años este Encuentro. Se puede mencionar por ejemplo a Piedad Córdoba -destacada figura en los procesos de paz en Colombia- que participó del Encuentro de Neuquén (2008) y a Berta Cáceres -líder indígena feminista de Honduras- que estuvo en Bariloche (2011), años antes de ser asesinada en Honduras por su defensa del medioambiente.

En los últimos años se constituyó la “Mesa de Feministas de Abya Yala”, que en La Plata encabezó una asamblea multitudinaria en la plaza San Martín para acercar esas voces de los territorios.

“Un encuentro de mujeres y disidencias que no sea plurinacional es una contradicción”, sostuvo Sofía Lanchimba, quien organizó el comité de ecuatorianxs en el exterior para realizar “plantones” frente a las Embajadas en todo el mundo. “En mi territorio, Ecuador, quienes están dando la pelea por la defensa de los territorios, de la vida, contra el capitalismo salvaje y el extractivismo, son los pueblos indígenas. Y son las mujeres quienes están al frente, reproduciendo la vida, la tierra. ¿Cómo haces sino tu defensa frente al capitalismo, el patriarcado y el estado colonial?”, interrogó.

“Este encuentro debe ser plurinacional para poder marcar agenda en América Latina”, consideró por su parte Bernarda Pesoa, indígena qom y parte de la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Paraguay. “Hemos venido a pedir que sea plurinacional porque la vida de los montes, de la selva, del planeta, la mantienen los pueblos originarios, en el campo y en los territorios. Por eso participamos de este espacio internacional y sin fronteras”.

Rosario – 2017 – Foto: Luciana Mignoli

Mujerismo

“Las travestis son hombres”. “Las lesbianas son mujeres”. La resistencia a incorporar en el título del Encuentro a otras identidades al lado de la palabra “mujer” es parte de una violencia sistémica que pone a lesbianas, travestis, trans, bisexuales y no binaries  en un lugar de inferioridad, subordinación y opresión.

Algunos sectores salen a decir que esas identidades “están invitadas”, cristalizando así la hegemonía de poder de las “anfitrionas mujeres”. Pero otros no sólo intentan excluirlas de un nombre sino que lo que pretenden es negarlas como sujetos políticos de los feminismos. “No es correcto que las mujeres terminemos diluidas en el cambio de nombre” dicen y llaman a “defender la hegemonía de la mujeres en los Encuentros frente a los sectores que la pretenden diluir, argumentando que las ´mujeres cis´ ostentamos privilegios con respecto a las otras identidades”.

¿Las mujeres deben “hegemonizar”? ¿Las mujeres cis no tenemos privilegios en relación a las compañeras travestis, en la expectativa de vida por ejemplo? Son tan claros como violentos los fundamentos de quienes sostienen que debe seguir siendo encuentros “de Mujeres”. ¿Pero qué pasa con la idea de “nacional”?

Argentinidad

“En este Encuentro participan mujeres argentinas y también las mujeres de pueblos originarios y países hermanos que viven en la Argentina”, sostienen algunas.

Pero al desglosar este argumento pareciera que “mujeres argentinas” y “mujeres de pueblos originarios” son categorías excluyentes que no se entrecruzan. La nacionalidad es una construcción que se sobreimpone a otras que no pueden ejercerse libremente. Y ahí está la violencia.

Además de la llamativa resistencia a hablar de “migrantes”, la falta de mención de activistas de otros países y la ausencia absoluta de nombrar identidades negras y afros, subyace un discurso peligrosamente homogeinizador y nacionalista: “Quienes pretenden imponer la palabra-trampa Plurinacional en el nombre del Encuentro” avanzan en “ideas de contenido antinacional y segregacionista”, acusan.

Tenemos una amplia historicidad para alertar las lógicas fascistas que esconden las ideas nacionalistas, que enarbolan la bandera argentina junto al pañuelo celeste de “salvemos las dos vidas”; y que en toda América Latina salen a pedir “mano dura” y apoyan gobiernos de derecha.

¿Por qué lo plurinacional sería “antinacional”? ¿Qué sería entonces lo “nacional”? ¿Y qué es eso de “diluir”? ¿Acaso existen identidades “puras”? Argumentos esencialistas y nacionalistas que robustecieron el genocidio indígena en cual se fundó este Estado Nación, que aún hoy sigue negando que sometió a la población originaria a campos de concentración, violaciones sistemáticas, reparto forzado, trabajo semiesclavo, separación familiar, expulsión de territorios, cambio de nombres, imposición de la religión católica y eliminación física.

En ese sentido, Claudia Korol, integrante de la Mesa de Feministas de Abya Yala, recordó que la demanda por la plurinacionalidad “se puso sobre la mesa en Chaco y en Trelew. Y ahí aparecieron muy fuertes todas las resistencias de corrientes que reivindican el nacionalismo, que es parte de las lógicas fascistas finalmente. No digo que ellas sean fascistas pero sí que los nacionalismos han abonado a los fascismos como también lo abonan los discursos de odio hacia las disidencias. Y este debate es un proceso de descolonización que se resisten a transitar”.

Tras el crecimiento exponencial de los discursos racistas que sobrevinieron a la desaparición forzada y muerte de Santiago Maldonado y al fusilamiento de Rafael Nahuel, en la apertura del anterior Encuentro en Trelew se recalcó: “los talleres serán el espacio para que el debate sobre la Plurinacionalidad, que ya se viene dando, se traduzca  en distintas voces, argumentos y razones.  Si hoy cala en miles es porque expresa la necesidad de resistir el avance y recrudecimiento de las violencias sobre los territorios ancestrales y los cuerpos racializados”.

Indígenas urbanas

“Existo, soy quechua. Y hace unos pocos años que estoy retornando a mi raíz gracias a mis las hermanas indígenas que me están descolonizando y deconstruyendo culturalmente. No nombrar este Encuentro Plurinacional es negar la existencia de diversas naciones e identidades sexuales, es demostrar lo peor de la expresión eurocentrista, colonialista, racista y biologicista”.

Lo que expresa Laki Pérez, reportera gráfica, es quizás uno de los mayores cimbronazos que tuvo este Encuentro: muchas personas empezaron a indagar sus raíces originarias y otras tantas se animaron a reconocerse públicamente indígenas.

En ese sentido, la comunicadora lesbiana, quechua tonocoté y piquetera Elisabet Caminos -Asiriñan su nombre indígena- se refirió a la dificultad de transitar la identidad indígena en la urbanidad: “Tenemos mucho que caminar. Somos un montonazo y totalmente invisibles. En las grandes ciudades, en el conurbano. Quechua, aymara, qom, mocoví, es tremenda la cantidad. Pero la plurinacional generó una suerte de paraguas para poder confluir con hermanas con distintas miradas políticas para animarnos a transitar nuestras identidades originarias en cualquier lugar”.

Al respecto de la presencia indígena urbana, la información sistematizada por Sebastián Valverde y equipo en el cuadernillo «¡Qué va a ser indígena si es mi vecino!» publicado por el Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA es contundente: uno de cada cuatro integrantes de pueblos originarios reside en la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, mientras que a nivel nacional siete de cada diez viven en ciudades.

No obstante, sigue siendo un desafío garantizar la presencia de mujeres y otras identidades indígenas en estos espacios. “Así como existe un cupo laboral trans-travesti, deberíamos tener un cupo indígena en todas las organizaciones que viajan al Encuentro”. La idea circuló en el Taller de Genocido Indígena, en el que Carolina Coliman de Junín de los Andes se quebró ni bien comenzaba a hablar. “Disculpen, nunca hablé en público por eso me emociono”, confesó y narró luego su historia de migración forzada de la comunidad mapuche Linares a la ciudad. “Unos europeos me becaron para que fuera a un colegio religioso. Por un lado genial porque pude estudiar, pero por otro perdí mucho. Perdí mi idioma. Yo vine al Encuentro gracias a La Poderosa. No puse nada de plata. Pero no todas pueden venir”.

La coordinadora del taller, perteneciente a la Comisión Organizadora, no estuvo de acuerdo: “el espacio está abierto a todas, si quieren venir las indígenas, que vengan”, desconociendo absolutamente la realidad de las que viven en los territorios y las múltiples opresiones por ser originarias. Pero el respaldo de quienes asistieron al taller fue unánime: “queremos que sea plurinacional y queremos empezar a pensar un cupo indígena para que las hermanas indígenas puedan venir”.

Lolita Chávez – Trelew 2018 – Foto: Luciana Mignoli

San Luis 2020: plurinacional y disidente

Lo que pasó en el Encuentro puede ser leído de dos maneras, que se complementan: por un lado, la Comisión Organizadora no proclamó el cambio de nombre de forma oficial y lo sigue mencionando como Encuentro Nacional de Mujeres en sus comunicaciones y redes. Pero por otro, una abrumadora mayoría se pronunció a favor del cambio de nombre en los talleres, fue el grito que se escuchó en la marcha contra los travesticidios y transfemicidios y en la marcha de cierre el domingo, y en el acto de cierre del último día.

Si la tierra es de quien la trabaja, los Encuentros son de quienes los habitamos. Basta con caminar un poco para darse cuenta que no es un Encuentro ni “nacional” ni de “mujeres”. Todas las identidades, todas las naciones, todos los colores, conviven con sus especificidades, sus tensiones, sus potencias, sus acuerdos y desacuerdos.

No sabemos cuánto falta, pero el patriarcado y el racismo tienen que caer juntos. Los feminismos salieron hace mucho del closet y algunos –por suerte- están empezando a salir de su propio colonialismo.

¿Se puede ser feminista y racista? “No, en absoluto –respondió tajante Liliana Daunes, comunicadora y activista lesbiana-. El feminismo está contra todas las opresiones. Y el racismo es una opresión absolutamente reconocible”.

No atender la necesidad de reparación simbólica de un cambio de nombre después de siglos de invisibilización y disciplinamiento de los pueblos originarios, la población negra y otras identidades racializadas implica participar en la reproducción de violencias, silencios y olvidos. Habrá que seguir caminando hacia nuevos encuentros con todas y cada una de las identidades que el patriarcado y el racismo se empecinan con esconder. San Luis nos espera en 2020 y allá iremos mujeres, lebianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries y rotundamente plurinacionales.

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