Por Verónica Gago, Florencia Puente, Alex Wischnewski | 30 de Septiembre de 2020
Introducción al libro «Rosa Luxemburgo y el arte de la política», de la socióloga y filósofa marxista Frigga Haug. Una clave de lectura que permite articular la vida y la obra de la revolucionaria polaca, donde el axioma lo personal es político se hace método. Se trata de destilar, una vez más, cómo conjuga investigación y elaboración colectiva; educación popular y agitación; reproducción de la vida y revolución.
“Siento que dentro de mí está madurando una forma completamente nueva y original que prescinde de las usuales fórmulas y pautas, y las violenta… pero ¿cómo, qué, dónde? Aún no lo sé, pero te digo que siento con absoluta certidumbre que algo hay aquí, que algo nacerá”
Rosa Luxemburgo, carta a Leo Jogiches, 4 de mayo de 1899.
Publicar, aquí y ahora, este importante libro sobre Rosa Luxemburgo escrito por la teórica alemana Frigga Haug, investigadora del Institut für Kritische Theorie y editora del diccionario histórico-crítico del marxismo feminista, es un gesto para con este momento histórico de las luchas feministas. Publicado originalmente en 2007, tenemos la posibilidad única de leerlo ahora al calor de la marea transfronteriza del movimiento. Rosa Luxemburgo ha señalado continuamente que un movimiento no es predecible ni puede ser simplemente proclamado desde arriba, pero que –una vez que estalló– debe ser desarrollado. Porque sólo en el movimiento mismo, “las masas” buscan y realizan su propia formación, necesaria para la transformación socialista. Pero, ¿las ideas de hace cien años todavía son útiles hoy?
Aunque el título de este libro es afirmativo –“Rosa Luxemburgo y el arte de la política”–, en sus páginas se expresa la naturaleza interrogativa y dilemática que envuelve. Esto se debe a que el arte de la política es indisociable de una actualidad: es decir, de la definición de un presente desde el que situamos la pregunta de la política, de un análisis muy preciso que acompañe también las derivas cotidianas. No hay recetario para la política, ni contornos inmutables de su práctica. Podríamos traducir entonces que el arte de la política, tal como lo propone Frigga leyendo a Rosa, es la posibilidad de intervenir en y desde el tiempo que nos toca vivir.
Este libro se concentra entonces en comprender ese arte como una necesidad vital que anima los textos, los discursos y la militancia de Luxemburgo y que consiste en convertir el querer en acción práctica. O dicho de otro modo: en lograr que el deseo nos mueva, porque conecta la realidad actual y contradictoria con una utopía. Nosotras lo leemos así: ¿qué es este arte de la intervención por medio de discursos y de prácticas en este tiempo y desde este lugar al calor de las claves que leemos en Rosa Luxemburgo?
Al reinventar ese arte luxemburguista desde el feminismo, Frigga da una pista de actualización, a la que apostamos al hacer accesible su trabajo en América Latina, en un momento en que la composición heterogénea de feminismos se revela como el movimiento político con mayor fuerza, creatividad y radicalidad. Rosa –y Frigga leyendo a Rosa– exige potenciar esta dinámica, y reforzar la autocrítica como condición de ese despliegue. Por eso, aquí y ahora, se trata de conectar este texto con el flujo de urgencias colectivas que nutre a las militancias, a su experimentación sensible y a sus maneras de agitación política en los diversos espacios en los que el movimiento feminista se desarrolla cada día.
En estas páginas se tratan tanto cuestiones biográficas de Luxemburgo como sus análisis teóricos e intervenciones políticas (artículos periodísticos, discursos en conferencias del partido y congresos sindicales), pero se lo hace sin dividirlos (como si por un lado estuvieran unos datos de color que ilustran lo verdaderamente serio, que sucede por otro lado). Más bien, la autora pone en marcha una clave de lectura sobre la obra de Rosa, donde la famosa consigna lo personal es político se hace método:
poner de relieve su procedimiento; aprender de Rosa Luxemburgo el modo en que ella estudia los acontecimientos mundiales, en que informa sobre ellos; con qué métodos descompone los sucesos, cómo vincula las teorías con los pensamientos habituales en la población y, de ese modo, estimula a pensar por sí mismo de manera crítica.
Se trata, en fin, de destilar cómo conjuga investigación y elaboración colectiva, educación popular y agitación.
En este sentido, la forma en que Frigga extrae y presenta este modo de trabajo de Rosa es parte también de su decisión política. Porque el libro no ofrece sencillamente una caja de herramientas para intervenir sobre la realidad, sino más bien nos invita a descubrir sus modos de formación y de acción. De esta manera, vemos cómo aplaza las preguntas más remanidas para poner en movimiento una propuesta teórico-política que, a partir del pensamiento de Rosa, interviene en nuestra imaginación de futuro.
Creemos que estas –pedagogía feminista y agitación– son dos claves poderosas del movimiento transfeminista contemporáneo. La forma colectiva de nombrar lo que se desea como horizonte, la acumulación de consignas que son contraseñas de acción y la elaboración común de diagnósticos desde las luchas concretas son características que, al calor de la huelga, se han afirmado como política de masas. ¿Cómo no encontrar ecos entre la huelga de masas que obsesiona a Luxemburgo y un feminismo que hace de la masividad y de la huelga dos de sus componentes clave?
Desde este cúmulo de experiencias que se han impulsado desde el sur del mundo, que implica el sur geográfico pero también los territorios migrantes de las metrópolis norteñas, la lectura de Luxemburgo es hoy apropiación y conversación. Bajo esa modalidad entendemos a quien ha sido pionera en la teorización del expansionismo imperial capitalista, revelando la materialidad colonial que anexa y explota tierras, recursos comunes, fuerza de trabajo y poder de consumo para intensificar la dependencia colonial. Es desde los “cuerpos-territorios” que se declaran en rebeldía que el mapa geopolítico que la revolucionaria judía polaca trazó hace un siglo vuelve a ser útil.
Pedagogía feminista y agitación son dos claves poderosas del movimiento transfeminista contemporáneo
En este momento de crisis ecológica, habitacional, alimentaria, política, económica –de crisis global en todo su sentido, podríamos decir–, hay una agenda feminista, anti-colonial y anti-patriarcal que las luchas vienen produciendo desde abajo frente a las violencias que quedan hoy más evidenciadas que nunca. El vínculo entre el endeudamiento externo y el endeudamiento doméstico, así como la relación orgánica entre las violencias económicas y las violencias machistas; las formas de trabajo invisibilizadas y al mismo tiempo superexplotadas que pueblan los hogares y las ciudades; las tramas de reproducción de la vida que enfrentan las avanzadas neoextractivistas; las formas de politización de los cuidados y el reclamo de servicios públicos gratuitos; el reconocimiento salarial de las tareas domésticas y los derechos migrantes son todas demandas que expresan un programa político feminista contra la precariedad de la vida impuesta como mandato de muerte sobre ciertas poblaciones.
Aquí la Realpolitik revolucionaria que propone Frigga como concepto llave a explorar en Luxemburgo toma todo su sentido. En esas dos palabras reúne un núcleo de reflexiones sobre la acción política que logra ubicar, en simultáneo, reclamos a la política parlamentaria y una perspectiva revolucionaria. Mixtura, de modo estratégico, demandas que solo emergen porque existe la fuerza revolucionaria de ciertas prácticas que abren el espacio de su posibilidad (porque –otra vez– hacer política deviene parte de la formación para la transformación radical).
La lectura de Frigga es situada a la hora de detectar una actualidad feminista en Rosa Luxemburgo. No se trata de llegar a un “veredicto” (era o no era lo suficientemente feminista), sino de poner en juego el propio (de nuevo, personal y colectivo) recorrido teórico y biográfico de Frigga desde los años 70, pasando por la importante declinación de las tesis luxemburguistas sobre la destrucción de las economías de reproducción por parte de las feministas alemanas Maria Mies, Claudia von Werlhof y Veronika Bennholdt-Thomsen en los años 80 que confluirán, a su vez, con las teorizaciones de la feminista italiana Silvia Federici.
Se trata, ahora, de volver a colocar estas reflexiones en posibles nuevas genealogías, manipularlas como herramientas para las experiencias proletarias actuales, usarlas en alianzas aún por venir. En fin, como dice Frigga, es cuestión de poner las palabras de Rosa “en movimiento” y saber que su fuerza expresiva se nutre del estudio y de las relaciones con sus amigas y compañeras, de las dudas y las polémicas, de las asambleas y de la complicidad de lxs amantes, elementos decisivos para la confianza a la hora de imaginar mundos que aún no existen. Ahí encontramos nosotras, en este aquí y ahora, una invitación a conversar entre compañeras, a escuchar unas historias y saberes que se van transmitiendo, de generación en generación, en las que se narra ese arte de la política que sostiene, ahora y siempre, el deseo de cambiarlo todo.