“Desarmar el binarismo entre lo institucional y lo movimental”

Javiera Manzi e Irune Martínez, integrantes de la Coordinadora 8M de Chile hablan sobre la participación de las feministas en el reciente proceso constituyente. 

Conoce el perfil de Instagram «Semillas de Resistencia» aquí.

Ilustración: Emitxin

¿De qué manera deciden participar en la Asamblea Constituyente como organización? 

Lo que caracteriza la coordinadora es que hemos, deliberadamente, buscado desarmar este binarismo entre lo institucional y lo movimental. O, aquella idea de que hay una política institucional y una política autonómica. Y, eso, para mí, una clave muy importante ahí es la pregunta por la posibilidad instituyente, que viene a ser la posibilidad de transformar las condiciones de esa política institucional. Y, nosotras vimos esa vía, justamente, en el proceso constituyente. Viniendo de un proceso de movilización de masas, de una articulación que había construido un programa colectivo. Y los encuentros plurinacionales de la mujer y disidencias que luchas, que habían producido todo un relato compartido. 

Vimos, también, en el marco de una revuelta popular y en el marco de lo que abre esta posibilidad constituyente una tarea y una posibilidad que nos llamamos también a hacernos parte. Y esto fue una discusión muy larga en la Coordinadora, porque nosotras fuimos muy críticas, lo seguimos siendo, de los términos en los que se forjó el acuerdo por la paz y la nueva constitución. Que son los términos en los que se resuelve esta salida institucional a la revuelta, de parte de algunos partidos oficialistas y de oposición. 

Y tomó un buen tiempo que nosotras viéramos, junto con impugnar esa política de un acuerdo por arriba, también asumir una tarea política de disputar ese proceso. Y eso lo hicimos en sucesivas asambleas que fuimos deliberando y discutiendo hasta llegar a una resolución, que fue la de decir, bueno, vamos a levantar un proceso tomando una táctica a la que llamamos una simultaneidad táctica. 

¿Qué significaba esto? Significaba que íbamos a desplegarnos en tres vías, una por la vía constitucional, llamábamos, que era levantar candidaturas constituyentes, en listas del movimiento social, por fuera de los partidos políticos y que íbamos a librar ese proceso organizándonos con feminista a lo largo de todo el país, para llegar a la convención constitucional. En segundo lugar, íbamos a librar un proceso constituyente por fuera de la institucionalidad, que significaba generar espacios de deliberación constituyente, popular, que estuviesen por fuera de lo institucional. Y, en tercer lugar, que iba a haber una centralidad en nuestra lucha respecto a la impunidad y a la liberación de las y los presos políticos de la revuelta. 

Y que esta simultaneidad táctica suponía qué compañera que podían decidir asumir cualquiera de estos espacios de despliegue. Porque había compañeras que no querían participar o sumarse tan directamente en el proceso institucional, pero otras que sí, pero en general todas compartíamos la centralidad de llevar, de alguna manera, estas tres tareas. 

Yo diría que eso fue muy relevante para nosotras, ese momento, porque supuso un ejercicio bastante de imaginación política ante un disenso interno, vamos o no vamos, y si vamos vamos juntas y cómo lo hacemos para que esto no termine cooptando toda nuestra actividad en torno a lo institucional. 

Y eso sigue siendo una tensión interna y una pregunta muy grande cuando, por supuesto, que hay un desgaste muy fuerte en lo que supone llevar un proceso, por ejemplo, de campaña electoral, etcétera, sin dejar de sostener otras tareas y otras actividades de levantar movilización, de levantar… Otras formas de activación. 

Entonces, creo que eso fue un ejercicio que nos permitió, además, una revisión bastante profunda respecto a cómo hacíamos política juntas. 

Lo que también pudimos hacer, que me parece muy importante, es que logramos sistematizar todo lo que habíamos construido hasta ese momento y llevarlo hacia un proceso constituyente. ¿Qué quiero decir? Nosotras hemos levantado siempre la idea de que el feminismo construye un programa, y ese es un programa contra la precarización de la vida que habla de todo. Ese programa fue nuestra hoja de ruta para qué es lo que íbamos a ir a disputar a la convención. Entonces no teníamos que crear nada de cero, acumulábamos y construíamos en torno a lo que ya habíamos hecho en todos estos años. Y decidimos juntas en votaciones, o sea, reunidas, a quiénes íbamos a llevar de candidatas, en qué territorios lo íbamos a hacer, cómo nos vamos a articular. Decidimos, por ejemplo, llevar listas que articularan con otros movimientos sociales, pero que íbamos a producir una articulación programática. Por ejemplo, definimos que no íbamos a hacer lista con nadie que tuviese antecedentes de agresión, ni tampoco de deudas de pensión alimenticia, ni tampoco de acoso laboral, ni de denuncias de ningún tipo de estas características. Y eso fue muy relevante porque no solamente nos decidimos a llevar a cabo este proceso, sino también lideramos, de alguna manera, las condiciones en las que se desplegó, no solo para nosotras, sino para otros movimientos. 

Y, luego, con eso, significó que a lo largo de todo el país logramos participar de la construcción de listas independientes del movimiento social; conformamos una plataforma, que es la plataforma feminista constituyente, de la que participan compañeras muy diversas, que levantaron candidaturas feministas por afuera de los partidos. De este amplio y muy diverso grupo entran varias compañeras a la convención y… Que nos permitía decir, bueno, entramos juntas, entra una y entramos todas. 

Y, ya adentro, ha sido como un ejercicio también de cómo se sostiene esto que llamamos un gabinete, nosotras decimos equipa constituyente, que, en lo más concreto, también ha sido un ejercicio bastante de aprender mucho de cómo trasladar esto de aprendizajes previos, o estos modos de hacer juntas que teníamos en el proceso de una coordinadora callejera a un espacio institucional. Sin ceder del todo lo que nosotras somos. Por ejemplo, rebelarnos a la idea de que somos asesoras, nosotras no somos asesoras, somos compañeras, y eso es muy relevante para nosotras, esa diferencia. Somos compañeras políticas que estamos en este proceso, que una de nuestras voceras es la convencional, pero que todas participamos continuamente de la deliberación, de la discusión política. Sin desconocer que también tenemos distintas como… Como una división de roles que, quizás, Irene puede explicar más, que ha sido bastante interesante entre compañeras que, no sé, que pueden aportar con un conocimiento técnico pero que profundamente político, en la concreta tarea de escribir las normas.

Nuestras abogadas han tenido un saber técnico muy relevante, pero a la vez dispuesto en esta clave muy política. Otras compañeras son las que se encargan de la articulación política, o de la dimensión comunicacional, de redes sociales, de prensa, de las gráficas. Y otra compañera que hace algo que es muy relevante como lugar, que, no es solo que toma las tareas administrativas, pero también nosotras decimos, como, de sostener la vida adentro. También repartimos hasta esas tareas. Entonces, bueno, eso ha sido todo un proceso de trabajo que hoy día, yo diría, que la Alondra tiene uno de los hijos más grandes de toda la convención. Eso es muy interesante también. Pero es porque nos hemos decidido a repartirnos entre muchas las tareas, y yo creo que eso ha tenido la capacidad de que hemos logrado experimentar este proceso de a tantas que significa que vamos a salir muchas fortalecidas y con un aprendizaje político que se socializó también. Y eso creo que es muy significativo, porque también nos permite que no quede solamente entre algunas pocas las que vivieron este proceso.

 

¿Qué tensiones aparecen con esta participación al interior del movimiento?

Es una discusión muy abierta aún, porque el proceso constituyente, de alguna manera, trajo algo muy novedoso en relación a esto que nosotras nombramos como una tradición de una izquierda identitaria, sectaria y testimonial, y que la tensionó, y que el feminismo y su potencia, y este arrojo a desbordar todo, a disputar todo, a no ceder y no delegar en nadie nuestra voz, así lo dijimos, no vamos a delegar en otros nuestra tarea histórica. Entra en esta tensión. Y, no es casual, que muchas de las personas que en un minuto se mostraron muy contrarias a participar del proceso, a ingresar a la convención o a tomar parte en este debate, hoy, muchos meses después, sí, hoy día, participan, de distintas maneras. Entonces, yo creo, que no estamos ajenas a eso que está sucediendo no solo dentro de la coordinadora sino por fuera de ella también. Entonces principalmente, yo creo que hay una cuestión que yo creo que también nos remite a algo así como a un trauma histórico pero tal vez sí, un poco, que es la idea de que los términos en los que se procesó la transición pactada en Chile, se asienta sobre una política de total impunidad; en la que la lucha por los derechos humanos, los derechos contra la impunidad, la lucha por la liberación de las y los presos políticos, la lucha contra, en el fondo, esto que aparecía como una democracia, por arriba, que buscó instalarse sobre muchas políticas de olvido y de impunidad. Aparecía como una suerte de re edición de eso. Y era muy complejo porque empieza a escindirse la disputa institucional respecto de la lucha contra la impunidad, o la lucha contra la prisión política. Entonces nuestra tarea es cómo evitar que eso se siga separando.

Este texto fue elaborado en base a entrevista realizada en mayo de 2022 por la Fundación Rosa Luxemburgo.

Compartir