Por qué el movimiento municipalista tiene que ser internacionalista
Quienes reflexionan sobre las grandes cuestiones de la política mundial rara vez las sitúan en el ámbito municipal. Esto es un error, porque los problemas y retos mundiales se reflejan en la vida cotidiana de las ciudades. Por ejemplo, la especulación transnacional con el suelo urbano y la propiedad inmobiliaria, la amenaza a la sostenibilidad económica y ecológica por parte de las empresas multinacionales o el aumento de refugiados debido al hambre, la guerra o la catástrofe climática. El municipalismo -como política urbana de izquierdas y rebelde- está, por tanto, estrechamente vinculado a una perspectiva internacionalista: sólo un movimiento fuerte y en red transnacional puede aportar respuestas en este ámbito.
Ciudades sin Miedo es una red internacional de activistas, organizaciones, concejales y alcaldes que trabajan por la radicalización de la democracia, la feminización de la política y la transición hacia una economía que cuide de las personas y el medio ambiente.
En octubre de 2022, la red -con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo- se reunió en Rosario, la ciudad más peligrosa de Argentina. El avance del narcotráfico ha llevado a que Rosario multiplique por cuatro la media nacional de homicidios. Al mismo tiempo, la ciudad está constantemente cubierta por nubes de humo que dificultan la respiración. Ese es el resultado de incendios no autorizados e incontrolados provocados para aumentar los beneficios de la agricultura o la especulación del suelo. Un lugar, pues, en el que parece difícil imaginar un futuro diferente.
Sobre eso preguntamos a Rocío Novello, coordinadora de la sección internacionalista de Ciudad Futura, un partido-movimiento de Rosario que acogió el encuentro de la red Ciudades sin Miedo.
Rocío, ¿ustedes no tienen miedo?
Hoy estamos frente a un momento histórico excepcional, donde el aumento de la desigualdad y de la exclusión, la pérdida de derechos, las disputas geopolíticas, el cambio climático y la constante depredación del ambiente generan mucho temor. Y claro, si uno mira todo ese escenario y lo ve y vive de forma individual, obviamente es abrumador el miedo. La clave está en entender que se pueda abordarlo de forma colectiva, ahí está la transición. Por eso es la red de ciudades, la alianza, que es “sin miedo”. Juntas decidimos enfrentar al avance de la extrema derecha, de la xenofobia y el racismo.
Por eso, Barcelona En Comú impulsó una red internacional en el 2017 en el marco de un proceso caracterizado por la irrupción de los “municipios del cambio” en el contexto europeo, principalmente. Desde entonces, se organizaron eventos regionales, de manera descentralizada, y de forma virtual, en pandemia. El 2022 nos presentó la posibilidad de volver a encontrarnos de forma presencial y esta vez, asumiendo nuevos desafíos para la región latinoamericana.
¿A qué desafíos te referís?
En 2017, nos encontramos tres experiencias latinoamericanas en Barcelona: Valparaíso de la mano de su alcalde Jorge Sharp, Belo Horizonte de la mano de las compañeras de MUITAS del PSOL y Rosario a través del partido de movimiento Ciudad Futura. A partir de ese momento, entendimos que nuestro desafío estaba en poder conectar los movimientos sociales y las experiencias políticas de nuevo tipo de nuestra región con los debates municipalistas en Europa, para multiplicar la esperanza, pero también como estrategia para enfrentar los límites con los que se encontraron los proyectos progresistas en América Latina de principios de siglo desde una lógica fuertemente centrada en el Estado-nación y en la redistribución del ingreso. Aunque el aumento del poder adquisitivo significó una inclusión de sectores anteriormente excluidos, se trató de una inclusión fuertemente mercantilizada y por lo tanto no terminó cambiar el sistema político. Necesitamos recuperar las democracias, desde las ciudades, y redistribuyendo el poder.
Latinoamérica es el continente más desigual del planeta – pero también es territorio de resistencia, de lucha y de solidaridad en la construcción de modos de vida comunitarios, cooperativos, autogestivos y alternativos. Es acá donde más hace falta combatir el miedo y cultivar la esperanza, y desde donde decidimos instaurar un nuevo grito por un mundo más justo.
Por eso en 2022 nos propusimos el desafío de que Rosario se convirtiera, durante tres días, en un gran laboratorio a cielo abierto que aloje experiencias de todo el mundo que vienen buscando soluciones reales y concretas a los grandes problemas de nuestro tiempo. Una guía para la acción, para darnos fuerza, para articular todas las prácticas desde abajo en un proyecto global de futuro. Salimos a buscar a organizaciones, movimientos y partidos que estén trabajando para transformar sus territorios e invitarlos a dar el debate. La respuesta que recibimos superó todas las expectativas: más de 1000 asistentes viajaron desde 17 países diferentes. Incluso desde Berlín recibimos un saludo por video de Katalin Gennburg.
¿Cuáles fueron los ejes centrales de los debates?
Dos grandes debates abrieron el encuentro. Primero, la necesidad de animarse a construir otra política para poder construir otro mundo, otro horizonte común, mientras materializamos aquí y ahora la sociedad que queremos. Una política donde el protagonismo de los movimientos sociales, ambientalistas y feministas, de lxs pobres, de las mujeres, de las juventudes y de lxs campesinos esté en el centro de la discusión política. Necesitamos una política que esté pensada por y para la gente común.
Se trata de reinventar la democracia desde donde la democracia nació, desde la ciudad. Es desde lo próximo, lo cercano, lo real y lo concreto, desde donde podemos construir una nueva forma de hacer las cosas, un nuevo modo de gobernar. Porque la manera en que todo esto se viene haciendo es la que nos trajo hasta esta crisis múltiple.
El otro gran eje se centró en la necesidad de pensar el momento actual de América Latina en el contexto de crisis del horizonte neoliberal. Pero también sobre los escenarios abiertos y las alternativas posibles: el rol de los municipalismos y las experiencias de nuevo tipo en la reinvención de las formas de lucha, en la construcción de la unidad política de un continente y un mundo donde quepan muchos mundos. En este sentido, el movimiento feminista y disidente en Sudamérica es, sin dudas, uno de los ejemplos más transformadores de nuestro tiempo. De manera similar, podemos pensar en las formas de organización y sindicalización de lxs trabajadores excluidxs. Discutimos qué tiene la experiencia política latinoamericana plebeya para compartirle al mundo.
Esos son temas bastante amplios.
Claro, pero también nos propusimos discutir nuestras agendas cotidianas, cruzar miradas y compartir experiencias en territorio. De hecho, los talleres constituyen el corazón de cada encuentro de ciudades sin miedo. Entre los ejes de los talleres sobresalieron los procesos de urbanización – es decir la conexión de los barrios informales, que hoy no tienen conexión con las infraestructuras -urbanas e integración de sectores populares; lxs activistas de Medellín (Colombia), Monterrey (México) y Argentina -con la creación del Registro Nacional de Barrios Populares impulsada por los movimientos sociales- pudieron aprender directamente unxs de otrxs. Charlamos sobre el eje de seguridad vinculado a las luchas contra las violencias y el narcotráfico, y escuchamos de la lucha por justicia de las compañeras de Marielle Franco en el Brasil de Bolsonaro. Y nos dimos el debate sobre cómo construir una democracia protagónica, con sociedades en movimiento e Innovación Política (dentro de las instituciones). En Rosario transformamos el concejo municipal de Rosario con la creación de la Comisión de Feminismos y Disidencias, inspirada en el trabajo de Barcelona.
Además, se desarrollaron tres asambleas de la militancia, espacios abiertos a la ciudadanía en su conjunto, para que todxs puedan tomar la palabra y, que nos permitieron, no solo debatir y compartir experiencias, sino también, marcar el rumbo de lo que sigue, construir una hoja de ruta. Cada una se centró en una lucha crucial de nuestra región: por ciudades feministas y diversas, por la justicia ambiental y por la defensa de los Derechos Humanos.
Hablando de la hoja de ruta: ¿Cuál es la perspectiva hacia el futuro?
El producto final del Encuentro era la Carta Rosario “4-3-3” – en la ciudad de Lionel Messi, también hay que incluir el fútbol, jaja. Esta carta incluye cuatro principios que orientan el sentido del movimiento, tres objetivos que marcan los resultados deseados y tres misiones con acciones concretas.
Los cuatro principios son: primero, la democratización de la democracia, lo que significa activar la participación, el empoderamiento y la apropiación de infraestructuras para ampliar y consolidar la organización popular hacia ciudades más igualitarias y sostenibles. Segundo, la feminización de la política, es decir, el desarrollo de maneras feministas de hacer política y superar las inercias patriarcales en el trabajo interno de las organizaciones. Tercero, el desarrollo de la gestión colectiva de los bienes comunes -como el espacio público, el transporte, la alimentación, la vivienda, los servicios recreativos- y de modelos de transición hacia una economía plural. Y cuarto, seguir profundizando la internacionalización del municipalismo.
En este marco acordamos tres objetivos: Expandir y fortalecer el movimiento municipalista en todo el mundo, construir y desarrollar poder en las personas, comunidades y barrios y desarrollar un ecosistema de políticas e instrumentos municipalistas. Hago hincapié en el último, porque en la actualidad existe un conjunto de experiencias, prácticas, políticas, acciones a lo largo y ancho del mundo; pero que se presentan aisladas, focalizadas a veces, cuyos efectos acumulativos de las miles de victorias pequeñas (o no tanto) no logran coordinarse ni generar musculatura global. Si ampliamos la mirada podemos ver que la creación de farmacias populares en Chile o las escuelas de gestión social en los barrios periféricos de Rosario, junto con el referéndum para la expropiación de grandes inmobiliarias en Berlín o la lucha contra las plataformas de alquiler temporario en Barcelona, nos están hablando de una comunidad de prácticas que está mirando al futuro. Esto es lo que necesitamos potenciar.
Los aprendizajes colectivos y las experiencias movilizadoras necesitan sistematizarse y ponerse al servicio de la inteligencia colectiva del movimiento municipalista. Queremos integrar y coordinar esfuerzos, sin abandonar la riqueza de la diversidad y la heterogeneidad de los procesos, conocer en detalle las herramientas y modalidades de intervención tanto como las estrategias para su adecuada gestión.
Para lograr estos objetivos pensamos tres misiones que trabajamos en grupos de trabajo que asumen la tarea, y la impulsan hacia adelante. Se trata de una Escuela Municipalista y sistema de intercambios pedagógicos y concurrencias de prácticas, una Plataforma municipalista colaborativa de herramientas y dispositivos de gestión estatal y social y una estrategia de comunicación colectiva.
La prioridad para este 2023 está centrada en poner en marcha estas tres misiones. Estamos convencidxs que poder caminar colectivamente estas misiones nos va a permitir crecer y consolidar la red para que el año que viene el futuro encuentro nos encuentre con una agenda de trabajo común más fuerte.