“La huelga feminista interpela al movimiento obrero en argentina”

Entrevista a Clarisa Gambera

A pocos días de un nuevo 8 de marzo, entrevistamos a Clarisa Gambera, Directora del Departamento de Género de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) Nacional. Conversamos acerca del carácter que asume en Argentina la irrupción del sindicalismo feminista en el marco del auge de los feminismos, del rol de los paros de mujeres y la herramienta de huelga frente a la crisis de cuidados.

Signado por la creciente fragmentación del campo popular en un año electoral en Argentina, el sindicalismo feminista apuesta nuevamente por la construcción de unidad como única salida para hacer frente a la profunda crisis socioeconómica y al avance de las derechas. 

Fragmento de la entrevista realizada por Florencia Puente.
Entrevista completa disponible para descargar al final del documento.
Fotos por Lucía Fernández Ares.

 

Desde tu perspectiva, ¿De qué tradiciones se nutre el feminismo sindical y qué desafíos principales tiene? 

Nosotras somos una generación que se va formando al calor de los Encuentros Nacionales de Mujeres (1). Si bien en los sindicatos hubo siempre reivindicaciones y agenda de equidad de géneros, siempre fue muy marginal y no se auto percibía feminista. Y no podíamos decir que éramos feministas en el sindicato porque era una palabra que no pertenecía a ese campo de acción. 

Hoy, ya habiendo pasado la “marea verde sindical”, esa fuerza que nos impregna con el primer paro de mujeres de 2016 y después, pensamos la huelga como una herramienta que nos permite confluir fuertemente en el movimiento feminista. Ahora sí abiertamente, nos construimos como compañeras feministas en los sindicatos. Esa construcción en los Encuentros Nacionales de Mujeres, lo primero que hizo fue sacarnos de la cajita chiquita que teníamos cada una, de nuestro gremio: por ejemplo, en el espacio de las mujeres, la secretaría de igualdad de oportunidades. Y nos puso en contacto con una inmensidad de organizaciones de mujeres y feminismos de otras tradiciones. Y que ese conocernos, ese tejernos en red nos fue, primero, abriendo la mirada, interseccionando la mirada, y después relacionando, construyendo una forma de poder que es esa que ahora ya tenemos con mucha más agilidad. Esa red de un montón de compañeras que entendemos que en soledad y dentro de nuestras organizaciones estamos muy debilitadas, pero que cuando logramos establecer esa alianza estratégica que yo creo que irrumpió fuertemente con Ni Una Menos. Y después en un hito muy significativo, que es el primer paro de mujeres, fue agarrar la huelga como una herramienta típica del movimiento obrero, de los trabajadores y las trabajadoras, pero para hablar de violencia. Eso fue una novedad.

 

¿Qué balance pueden hacer desde los espacios de feminismo sindical de las huelgas feministas? 

La posibilidad de la huelga feminista es muy potente porque enriqueció al movimiento sindical en su conjunto. Otro hito importante es lo que nos aportó la economía feminista, porque durante mucho tiempo al movimiento sindical feminista nos costaba hablar el mismo idioma que el resto en el sindicato. Entonces, cuando nos traen esto de “Igual salario por igual tarea”, “Hay una brecha histórica en la Argentina entre el salario de los varones y las mujeres”, cuando nos abren a mirar que tiene que ver con el cuidado esta brecha, nosotras pudimos empezar a hablar de cosas que nos pasaban a nosotras, pero hablando de salario. Y pudimos empezar a gestar una agenda de corte bien sindical: licencias, que es el idioma que conoce todo el mundo, ¿no? pero pensando en una reivindicación feminista. Eso nos dio como una herramienta, así como las compañeras que trajeron la idea del endeudamiento de las economías domésticas nos permitieron bajar a tierra la deuda, con las que había en nuestra experiencia cotidiana. 

Me parece que ahí hubo dos aportes, que hicieron posible que las reivindicaciones concretas de las mujeres y diversidades en relación que nuestra experiencia vital de cada día se pudiera traducir en el lenguaje del sindicato. Entonces son aportes muy enriquecedores, ya que visibilizan que con nuestras demandas estamos debatiendo salario: cuando debatimos tiempo debatimos salario; cuando debatimos licencias, cuando debatimos jardines, lugares de trabajo para garantizar el cuidado, estamos debatiendo salarios.

Y después todo el proceso de pensar la violencia. Los femicidios fueron lo que irrumpe masivamente, el Ni Una Menos y la primera huelga de mujeres por un femicidio generó asambleas en los espacios de trabajo alrededor de esta temática. Asambleas que a nosotras nos desbordaron en términos de estructura sindical. Se juntaban asambleas de mujeres, más allá del gremio, también las que no estaban afiliadas a ningún gremio, por el hecho de ser mujeres conmovidas, por ejemplo, con el asesinato de Lucía Pérez. Y eso fue muy rico para hablar de violencia ya que, por supuesto, arrancás con los femicidios y luego hablas de violencias en plural y empezás a ver la violencia laboral, violencia política. 

 

Y en el ida y vuelta ¿qué te parece que los feminismos populares toman de la experiencia sindical?

Mira, hablando de tradiciones de las que se nutre y de procesos organizativos, me parece que el otro es el de las piqueteras, el 2001, y las asambleas, y cómo ese proceso de tener que salir de casa porque se acabó el laburo, porque hay que construir una olla comunitaria colectiva fue generando politización. Ahí hay otro hervidero o sembradío de semillas feministas para que las compañeras arranquen poniéndose al hombro el cuidado de la organización comunitaria, por una cuestión de subsistencia, pero que empiecen a construir la pregunta sobre ¿qué lugares ocupamos?, ¿por qué ocupamos estos lugares? 

Yo integro la Central de Trabajadorxs CTA autónoma; la CTA es una central de nuevo tipo, que arranca pudiendo decir que la clase trabajadora no depende de tu patrón, de que seas un asalariado de tal rama, sino que, quien vive de su trabajo, o de su no trabajo y tiene que generárselo, inventárselo, como pasó en Argentina, es parte de la clase trabajadora. Nosotros somos una central que alojamos desocupados en su momento. Ese proceso que me parece que fue muy potente: central de nuevo tipo, que abre, después va tomando caminos. La central continúa siendo un camino posible, pero claro, esos desocupados se fueron construyendo experiencias organizativas de construcción de trabajo. Y hoy más claramente se autodefinen trabajadores y trabajadoras. Esas compañeras que son trabajadoras, claro, son trabajadoras en otras condiciones —sin salario concreto, sin derechos laborales conquistados. Nosotrxs y la clase trabajadora en general no puede ya dejar de ver primero, que somos una clase en extinción, lxs asalariadxs formales. Con lo cual, si vos querés transformar la realidad política de Argentina, no organizar un sector que es mayoritario en términos de clase es no viable. El proceso de la intersindical debatió y alojó a las compañeras de la economía popular. Y fue un salto cualitativo. Y eso fue a partir de esta idea de que trabajadoras somos todas, que es una de nuestras consignas organizadoras. Entonces, no solo trabajadoras somos todas en relación al trabajo doméstico, de cuidados y no remunerados, sino trabajadoras somos todas independientemente de la rama o de ser quienes estamos generando nuestro propio trabajo. 

 

¿Qué prioridades políticas tendrán los feminismos sindicales en este año de profundización de la crisis socioeconómica y contexto electoral de Argentina?

Este es un año de elecciones, es un año en el que, dada la crisis económica y el proceso de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, hay un alto escepticismo y desilusión en relación con lo que esperábamos que sucediera en el marco de este gobierno. Nosotras somos parte de un campo popular que logró construir unidades de acción en el marco de mucha fragmentación y atomización, el primer paro a Macri se lo hicimos las mujeres en unidad de acción. Y siempre nos enorgullecemos de decir que les mostramos un poco el camino a los compañeros, para decirles hay que juntarse porque vienen por nosotros, por nosotras, por nosotres.

Y en ese esquema se construyó un proceso de frente electoral, un espacio amplio que pudiera, primero, unirse por el espanto, y segundo unirse por una inteligencia de supervivencia básica: vienen por nosotrxs. Hay que poder sacar a la derecha de la Argentina. Ese frente electoral es complejo porque tiene dentro muchas vertientes, corrientes. Creemos que fue muy positivo porque sí frenó un proceso que venía a instalar una derecha para que se quedara. Y lo frenó con la resistencia popular y lo frenó también en la calle, con los feminismos, con la resistencia a la reforma previsional. Acá hay un movimiento obrero muy fuerte y hay conquistas que no va a ser fácil desinstalar, vamos a estar en la calle dando batalla con relación a eso.

La crisis económica que se instaló es enorme. Y ahora ¿qué pasa? Ahora, de hecho, estamos construyendo nuevamente el 8 de marzo. La estamos construyendo las compañeras que somos parte del Frente de Todos, también con el bloque intersindical, y nosotras vamos a defender que la derecha no avance. Queremos defender una experiencia frentista de campo popular. Creemos que tienen que tener más peso las reivindicaciones históricas. Este es un gobierno peronista, tiene que redistribuir la riqueza. Nosotros necesitamos que el salario, que los ingresos sean una disputa, la economía en Argentina crece y los salarios decrecen; o sea, de la porción de la torta cada vez tenemos menos quienes somos trabajadores en Argentina, ¿quiénes se están enriqueciendo, qué sectores son los que se enriquecen?

En un momento de mucha crisis en términos de extractivismo, la sensación es que, o ponemos un freno o se llevan todo, si algo de eso no sucede va a ser muy complejo. Dentro del campo popular que está pensando en esta idea frentista para frenar a la derecha existen las corrientes que defienden la soberanía, la distribución del ingreso. Nosotros queremos fortalecer ahí. La realidad es que, como siempre, el desencanto social es muy bien aprovechado por la derecha. Entonces, como en el resto de los países de la región, y acá en particular, crece una idea de escepticismo, de desvirtuar la política como herramienta, que cierra siempre por derecha. Entonces el panorama es preocupante en ese sentido. 

 

¿Crees que los feminismos pueden hoy nuevamente impulsar un proceso de unidad y articulación de fuerzas populares en Argentina?

En las primeras reuniones para construir el 8 de marzo aparece el balance y la preocupación por la merma en la participación por el desencanto. Aparece también la memoria viva, fresca, de lo que significó el movimiento feminista en términos de revitalizar la política. Y empiezan a aparecer voces críticas a cómo nos fuimos encerrando, a lo largo de estos años. También, con algo que tendremos que ir debatiendo y entendiendo un poquito ahora: ¿qué le pasa al feminismo cuando se institucionaliza? 

Pero también apareció que volvemos a poder estar en unidad, y mirá que estamos bastante peleadas, es un momento de mucha crisis y mucha tensión de miradas. No hay duda de que tenemos que estar en unidad. Nos está llevando un montón más de reuniones que antes, pero ninguna se baja de que la unidad de las compañeras es por donde hay que ir. 

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(1)  El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), hoy encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias, es un encuentro que se realiza anualmente en Argentina desde 1986 convocando a cientos de miles de mujeres y diversidades. Estos encuentros se caracterizan por ser autónomos, auto-convocados, democráticos, pluralistas, autogestionados, federales y horizontales. Se llevan a cabo en distintas ciudades del país cada año. Se trata de una experiencia inédita en el mundo en el que mujeres se reúnen durante tres días para formarse, intercambiar ideas, participar de talleres y debatir.

 

Entrevista completa disponible para descargar aquí.

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