El viernes 30 de junio por la mañana ATE Rosario abrió sus puertas para ser sede de la primera jornada del III Encuentro de Feminismo Sindical, del que participaron casi 80 trabajadoras de más de 40 organizaciones de todo el país. Con el objetivo de construir propuestas contra el ajuste y la represión, compartieron un espacio de capacitaciones, reflexiones, intercambio, debates y el fortalecimiento de una mirada común, aún en la diversidad.

Compartimos las palabras y reflexiones de algunas de sus protagonistas:

Gabriela, trabajadora sexual, activista, militante de AMMAR. “La lucha se va a ganar en las calles”, dice Gabriela en la segunda jornada del III Encuentro de Feminismo Sindical que se realizó en Rosario el 30 de junio y el 1 de julio.

Dolores Guldris del Sindicato De Choferes de Camiones de Santa Fe. Dolores es conductora de transporte de mercancías peligrosas y éste fue su primer Encuentro de Feminismo Sindical. Asegura que ahora espera que se puedan construir más leyes igualitarias e inclusivas.

Carina Savone, subsecretaria de género de SOEAR. Carina fue parte de la organización de este III Encuentro de Feminismo Sindical y resalta que en el intercambio se pueden escuchar distintos puntos de vista e incorporarlos a las propias luchas. También invita a seguir sumando sindicatos y feministas a estos espacios.

 

Clarisa Gambera y Lorena Almirón. Sobre el final del III Encuentro de Feminismo Sindical Clarisa Gambera y Lorena Almirón reflexionan sobre este espacio de construcción y debate, y comparten su mirada sobre lo que será una estrategia a futuro.

Nota y fotos: Flavia Medici

El viernes 30 de junio por la mañana ATE Rosario abrió sus puertas para ser sede de la primera jornada del III Encuentro de Feminismo Sindical, del que participaron casi 80 trabajadoras de más de 40 organizaciones de todo el país. Con el objetivo de construir propuestas contra el ajuste y la represión, compartieron un espacio de capacitaciones, reflexiones, intercambio, debates y el fortalecimiento de una mirada común, aún en la diversidad.

Dos mujeres se suben a la silla y se ayudan con una cinta para colgar la bandera de su sindicato en la pared y esta imagen se repite a medida que van llegando más compañeras. Una forma de decir presente y de darle más calidez al lugar. Unas atan el nudo de las pecheras de otras. Alguien se toma un café que ayuda a dejar atrás los kilómetros que distancian su rutina de esta promesa de construcción política diferente. Sacan fotos, sonríen, se abrazan, se reencuentran.

Florencia Puente, (Coordinadora de Proyectos de la Fundación Rosa Luxemburgo, Oficina Cono Sur), acomoda el micrófono, corre el mate y da la bienvenida invitando a “pensar una caracterización política en relación a nuestra posición como sindicalistas y como feministas… estrategias políticas para contraponer y contrarrestar las políticas de la derecha” y para “encontrar formas desde el mundo del trabajo que acompañen estos procesos”.

Lorena Almirón es la Secretaria General de ATE Rosario. Está en el centro de la mesa y se pone de pie para hablar. «El sindicato tiene que ser feminista. Hay que romper las estructuras patriarcales históricas del sindicato»- dice Lorena, y los aplausos se acompañan con arenga. Agrega que es importante darle continuidad y que “lo transversal de todo este encuentro es lograr la intersindicalidad”. Una palabra: “intersindicalidad”, que parece hacerse cuerpo en espacios feministas.

Carina Savone es la tercera en hablar en la apertura. Ella es subsecretaria de género del Sindicato de Aceiterxs de Rosario (SOEAR) y subraya cuán importante es conocer los logros de otros sindicatos, y darse cuenta que pueden ser nuevos desafíos propios. Carina habla claro, dice que siempre se puede hacer más para que haya igualdad de derechos… y como una chispa que se convierte en fuego afirma sin prejuicios: “¡y ahora, lo quiero todo, lo que nos proponemos, lo logramos!”.

La mesa con publicaciones invita a cargar la bolsa de próximas lecturas. En el pasillo una dirigenta de Buenos Aires le pide el contacto a otra de Entre Ríos. Una compañera termina de llenar el termo justo antes de que empiece la primera actividad de formación y vuelve a sentarse en la tercera fila.

Mariana Campos, Julia Campos y Jimena Frankel del Observatorio del Derecho Social (CTA-A) guían la capacitación. Mariana chequea que se vea bien la imagen que proyecta y marca la cancha. Comparte las conclusiones a las que llegaron luego de entrevistar a compañeras de distintos sectores y sindicatos. El obstáculo principal para participar de las organizaciones es la “doble jornada”, ya que entre el tiempo de trabajo remunerado y el de cuidado, no queda margen. «Lo interesante -afirma- es visibilizar la cantidad de estrategias y herramientas que día a día hacen las trabajadoras para sortear esos obstáculos y al socializarlos quizás sirvan a otra compañera”.

Julia Campos rompe el hielo con una dinámica para demostrar que hay que conocer aquello que queremos modificar. Así justifica por qué va a explicar el funcionamiento del modo de producción capitalista, la forma en la que nos organizamos para satisfacer las necesidades.“La competencia y el desgaste: personal, familiar y organizativo es base de este modelo y la única herramienta que tenemos para contrarrestar esto es la organización sindical porque nos obliga a no trabajar por menos de lo que se acordó colectivamente”.

Sin pausa toma la posta Jimena Frankel y en su exposición remarca la idea de que las condiciones en las que se vende la fuerza de trabajo a cambio de salario no son iguales para todos los trabajadores y las trabajadoras. La distinción por género es un elemento, pero también“hay que tener en cuenta los distintos marcadores sociales que el sistema imprime diciendo quién va a tener más posibilidades de acceder a un empleo”, y destaca así que la mirada interseccional es fundamental dentro del feminismo sindical.

Luego de un momento de preguntas, intercambio y aportes, la foto grupal es en la calle. Cada una con sus historias, ideas e inquietudes, en una misma imagen que las muestra juntas y fuertes gritando: “Jujuy, escucha, ¡tu lucha es nuestra lucha!”. De punta a punta la bandera dice “Basta de represión en Jujuy. Abajo la reforma!» Parece un GPS del marco de este 3er Encuentro de Feminismo Sindical. Se prenden bengalas, los autos esperan y acompañan el canto con bocinas. Un abrazo, una vez más.

La segunda parte de formación viene con gráficos y una lectura crítica de los datos estadísticos para comprenderlos y poder tener herramientas de análisis. Frankel argumenta por qué es necesario avanzar en la regulación de las tareas de cuidado, Julia Campos expone sobre el funcionamiento del mercado de la fuerza de trabajo para concluir que “hay terreno para disputar”.

La tarde sigue en plenario con balance político. Las palabras de Patricia Taritolay, de ATE Jujuy dan pie al intercambio, y se fogonea la necesidad de conocer más sobre la lucha, la política represiva institucional y la organización ante la reforma constitucional provincial. La conversación gira en torno a la articulación tanto intersindical como con las comunidades, la soberanía y el modelo extractivista de la región. Y las formas de resistencia, claro. Durante más de dos horas se comparten reflexiones, construcciones y miradas de las realidades locales con perspectiva nacional.

Cada momento de corte, es una excusa para seguir una charla imprevista. El mismo espacio que alojó intensos intercambios se convierte en una sala de teatro. Luces, telas, música y un cuerpo en movimiento con la expresión precisa son la vida misma en la obra “Las Juanas, una herejía cósmica” que presenta a 8 mujeres atravesadas por distintos momentos de la historia. Arte que conmueve, sorprende, acaricia y cierra la primera jornada.
La consigna para el sábado a la mañana está planteada: por un lado, pensar cómo organizarse tanto en el sector formal como informal para la negociación colectiva. Y por otro lado, continuar con aquello que viene creciendo hace un tiempo: el debate en torno a los cuidados, cuál es el estado de situación actual, la regulación ideal y cómo organizar las demandas en una agenda común.
Un sol potente en pleno invierno acompaña el recorrido por la ciudad hasta llegar a la sede del SOEAR. Una vez más la ronda, el mate, el comentario que alienta y la adrenalina del encuentro.

Casi como una conversación que continúa, Mariana repasa los principios que se desarrollaron en encuentros anteriores para pensar la regulación sobre cuidados, y se pone en común el estado de situación del proyecto de Ley “Cuidar en Igualdad”. Se señala su falta de integralidad, su enfoque limitado a la ampliación de licencias, y a las infancias como sujetos de cuidado. Quiénes cuidan y a quiénes cuidan, aparecen nuevamente como ejes organizadores de la discusión. Por otro lado se comparte la reglamentación del artículo 179 de la Ley de Contrato de Trabajo sobre salas materno parentales y se evalúan los rasgos positivos y aquellos sobre los que hay que prestar especial atención. ¿Qué pasa con los establecimientos que tienen menos de 100 trabajadoras y trabajadores? Es necesario universalizar los derechos que se conquisten y no permitir que se fragmenten y que dejen afuera el sector informal. Sobre el reconocimiento de las trabajadoras de comedores comunitarios, ¿qué sucede si se constituye a las organizaciones como empleadoras? Preguntas, conceptos e información que se detalla, se debate, se pone en juego y se indaga en plenario para pensar en conjunto un plan de acción colectivo desde el feminismo sindical.

Con el mediodía apurando las palabras, las compañeras van saliendo hacia la terminal donde los colectivos tomarán distintas rutas y cada una volverá a su lugar y podrá replicar esta experiencia y contagiar estas ganas de transformarlo todo. Entre bolsos, abrigos y banderas; los abrazos y los “hasta luego”. Saben que, más allá del próximo Encuentro de Feminismo Sindical, la próxima foto conjunta será en la calle.

Entrevista a Patricia Taritolay (ATE Jujuy) por Flavia Medici el 1 julio de 2023
Fotos: Flavia Medici 

 

El 30 de junio y 1 de julio se hizo en la ciudad de Rosario el III Encuentro de Feministas Sindicalistas. Con la participación de cerca de 80 compañeras de distintos sectores y sindicatos, se debatió en plenario sobre coyuntura política y económica para construir una mirada común y estrategias conjuntas. En ese marco, y dado el contexto de lucha del pueblo jujeño por aumento de salarios y en contra de la reforma constitucional, tomó la palabra Patricia Taritolay, referente del área de salud de ATE Jujuy, de género a nivel provincial y representante de salud laboral por la CTA. Patricia hizo énfasis en la unidad que se dio entre distintos sectores cuando el pueblo de Jujuy salió a exigir que se dé marcha atrás con la reforma y la respuesta institucional fue una violenta represión. 

Luego de su relato se pusieron en común distintas perspectivas y análisis para organizar la resistencia con perspectiva nacional. Entre las exposiciones las compañeras remarcaron que es importante ver el cuadro completo, comprender que no se trata de un conflicto enmarcado solamente en lo salarial, sino que es una problemática integral que implica hablar también del modelo extractivista en general y en particular del litio. 

En la búsqueda de herramientas de autodefensa ante el escenario de criminalización de la protesta, aseguraron que el modelo de solidaridad de Jujuy puede marcar un norte en cuanto a las luchas que se nos vengan. En este sentido, destacaron el lugar que ocupa el feminismo para construir espacios intersindicales que perduren y enfrenten la fragmentación del campo popular que se pretende imponer. También destacaron el rol que ocupan los pueblos originarios abrazando las luchas, defendiendo la soberanía sobre el territorio y poniendo el cuerpo.

Al día siguiente el Encuentro siguió en la sede de SOEAR. Mientras las compañeras iban llegando, Patricia buscó un lugar de la vereda donde diera el sol de la mañana, y en una calle solitaria, con los ladridos de los perros de fondo, acomodó su pechera y volvió a relatar, con voz clara y tranquila, lo que se viene gestando desde el norte del país. 

¿Cómo se llegó a esta situación, cómo fue el proceso que desembocó en las movilizaciones en Jujuy?

Patricia Taritolay: El pueblo jujeño es respetuoso y pacífico, pero cuando hay cosas que no nos gustan, no nos agradan, salimos a la calle, luchamos. Y eso es lo que pasó. Esto no surgió de un día para otro, como sindicato venimos de paritarias impuestas, no hay una negociación donde vos puedas exigir, sino que ellos vienen con una cifra determinada y te dicen: “esto es lo que hay”. Tenemos salarios bajos y las condiciones de trabajo no están presentes.

A esta situación se le suma la reforma de la constitución que implica un retroceso en materia de derechos.  ¿Cómo se da esa organización transversal entre distintos sectores, sindicatos, comunidades y organizaciones?

Patricia Taritolay: Lo que pasa es que acá se mezclaron varias cuestiones. Una cosa es la paritaria, los sueldos. Los y las docentes nos dan el marco, luego de la negociación de  docentes continúan los trabajadores y trabajadoras estatales, salud, educación, municipio… otros sectores, docentes logran un piso y nos da el margen para seguir peleando. 

El tema de la unión, la intersindicalidad, todo esto se dio porque el compañero o la trabajadora está cansada de vivir situaciones de desigualdad y que no te alcance la plata porque tenemos una inflación impresionante, donde tenés que privarte de muchas cuestiones, donde muchos trabajadores y trabajadoras, específicamente docentes, tienen que buscarse otros trabajos… la verdad es que es muy triste, encima que está desprestigiado el rol docente, el gobierno pretende hacerlos quedar mal, decir que no trabajan, que son vagos… Después vino el tema de la reforma, se juntó todo. Esta reforma se tendría que haber tratado en conjunto y tenía plazos en los que tenían que hacer reuniones, consensuar, dialogar, y esa “reforma parcial”, como dice el gobernador, se aprobó un martes 20 a las 4 de la mañana, así que imaginate la decepción de toda la comunidad, porque hablo del pueblo, cuando hablo del pueblo hablo de las comunidades originarias, de trabajadores, de la sociedad en  general, que la verdad no compartimos esa modalidad, nos sentimos…¿viste cuando sentís que te faltan el respeto, no te dicen las cosas? Y te perjudica tu tarea, tu función, porque en la reforma se ven cosas como el rol del sindicato, te prohíben hacer un paro o una movilización cuando vos estás luchando por derechos y representas a trabajadores, ¿me entendes? Entonces, ahí nosotros salimos a responderle al gobierno con manifestaciones, con paro. ATE Jujuy hizo ya 3 semanas de paro sin asistencia a los lugares de trabajo y bueno, por toda la misma situación y la presión de todos los sectores. 

Dentro de la reforma está el tema de las tierras de pueblos originarios donde el descontento es que no le creen, porque se ha expropiado muchas tierras de comunidades ancestrales, beneficiando a los poderosos y no se respetan los derechos de las comunidades.

¿Cómo es el día a día de  la lucha frente a la represión y la persecución?

Patricia Taritolay: Después del 20 de junio intervinieron organismos de derechos humanos y otros, para frenar toda esta cuestión. Yo estuve en la movilización con mis compañeros y compañeras en la calle. Nosotras marchamos, veníamos con nuestros carteles e imaginate que en un momento aparezca gente que tira balas desde los edificios, los policías con hondas, gases lacrimógenos. Así que imaginate lo que fue para nosotros estar ahí, la violencia que vivimos, porque no solo había trabajadores, había niños, ancianos, embarazadas, fue una represión total. Fue terrible lo que pasó. Dentro de lo bueno que pasa en la lucha es que el pueblo jujeño es bien solidario, nos empezamos a unir todos los sectores para salir, para apoyar y también para hacer presión. Nosotras integramos la multisectorial de mujeres y disidencias, también estuvimos marchando solidarizándonos con la compañera Miriam Morales de CTA-A, que le prendieron fuego el auto. Salimos las mujeres que integramos sindicatos para repudiar esa situación y a acompañarla por las amenazas que está sufriendo, que responsabiliza directamente al gobierno provincial. 

¿Cómo sigue?

Patricia Taritolay: Sé que hay sindicatos que levantaron la medida, que aceptaron la propuesta del gobierno. ADEP no aceptó, sigue con movilización y paro. Desde ATE acompañamos la medida, hicimos una contrapropuesta, porque lo que ofertó el gobierno nos parecía insuficiente y la aceptaron. Tenemos otras demandas que vamos a seguir peleando y vamos a seguir estando.

En el plenario de feministas sindicalistas apareció fuerte el tema del extractivismo como elemento a tener en cuenta en la modalidad de resolución de conflictos por parte del gobierno

Patricia Taritolay: El tema del litio es muy importante, hay otras problemáticas, el gobierno tiene varios negocios en relación al litio, agua… son recursos naturales que necesitamos, todo el pueblo, y hay un total descontento a que utilicen los recursos naturales de la provincia siempre en beneficio de los poderosos y empobreciendo a la provincia.

Cuando termina la segunda jornada del III Encuentro de Feminismo Sindical, Patricia se despide y arenga con todo su cuerpo la consigna:  “Compañeras: ¡Arriba los salarios, abajo la reforma!”

 

*Por Juliana Díaz Lozano

¿Por qué la lucha de las trabajadoras del hogar remuneradas no suele confluir con las luchas feministas amplias? ¿Por qué las acciones y debates conjuntos generalmente están centrados en fechas específicas o ejes puntuales de demanda? En este artículo buscamos comprender de qué están hechas las tensiones y disyuntivas entre estos movimientos, a pesar de que en ambos casos el acento primordial está puesto en la organización de los cuidados y los derechos para todas. Nos enfocamos fundamentalmente en América Latina, pero también, en aquellas experiencias de trabajadoras del hogar nacidas allí, que debido a las cadenas globales de cuidados viven en el norte global, y por consiguiente adicionan a su situación laboral, la condición migratoria y racializada. Además de buscar entender las tensiones, vamos a recuperar algunas experiencias de articulación entre la lucha de las trabajadoras domésticas y los feminismos, en distintos países y desde las voces de sus protagonistas, para pensar en qué casos y con qué aprendizajes se ha logrado unificar las luchas.

En América Latina y el Caribe, entre 11,5 y 18,6 millones de personas se dedican al trabajo del hogar remunerado, de las cuales el 93% son mujeres. Este trabajo supone en promedio entre el 10,5% y 14,3% del empleo de las mujeres en la región, lo que significa que una parte importante de la población activa, especialmente feminizada, lo hace en condiciones precarias y sin acceso a la protección social. Al mismo tiempo, en cuanto al peso de las personas migrantes dentro del sector de trabajo del hogar, las estimaciones de la OIT señalan que un 17,2% de las personas ocupadas como trabajadoras domésticas son migrantes, siendo un 73,4% de ellas mujeres (ONU-OIT-CEPAL, 2020).

Estas cifras dan cuenta de la importancia cuantitativa del sector dentro del empleo femenino, feminizado y racializado. Si bien, entonces, la relevancia numérica del sector es indudable, esto no se ha traducido en mejoras sustantivas en la adquisición masiva de derechos. Aunque el Convenio 189 de la OIT ha sido un logro en términos del reconocimiento global de derechos para el sector, -jornadas laborales razonables, condiciones de empleo y coberturas sociales básicas-, no todos los países lo han ratificado, y aún en los casos en los que lo han hecho, no siempre eso ha redundado en mejoras concretas para las trabajadoras. En la práctica, en el mundo, el 90 por ciento de las trabajadoras no tiene prestaciones de seguridad social, el 50 por ciento no llega al salario mínimo, y otro 50 por ciento se encuentra sin protección contra la extensión de la jornada laboral. En América Latina las trabajadoras domésticas remuneradas perciben ingresos inferiores a las mujeres ocupadas en otras categorías laborales (Torres, 2023).

Por otra parte, y más allá del subregistro que padece la actividad, la OIT reconoce que el aporte de este trabajo al producto bruto de los países de América Latina ronda entre el 15% al 24%. La importancia del sector para la economía y para el sostén social, no redunda, sin embargo, en la visibilización de estas trabajadoras en la sociedad, lo que las perjudica a la hora de dar sus luchas. Esto también se verifica dentro de los sindicatos y otros movimientos sociales más amplios, donde padecen una segregación de sus demandas y sus capacidades políticas (Martínez Prado, 2014). Esto se conjuga con la particular naturaleza de este trabajo que ocurre en ámbitos privados y aislados, con diversos empleadores, con regímenes muy variantes y escasa disposición para tiempos propios de las trabajadoras, ya sea para la educación, para ocuparse de la salud y la de sus familiares y para organizarse colectivamente.

Además de tener una posición lateral dentro de los sindicatos y movimientos sociales y populares en muchos países latinoamericanos, algo similar ocurre con el movimiento de mujeres y feminista, incluso en los llamados feminismos anticapitalistas. Si bien durante los años ´70 estas perspectivas dentro de los feminismos pusieron en escena la importancia de los trabajos del hogar remunerados (Pérez, 2015), estos han perdido centralidad en las preocupaciones actuales feministas. En lo que va del siglo, la economía feminista, junto con otras disciplinas y bajo el impulso de los aprendizajes de la lucha cotidiana, logró posicionar conocimientos y demandas en relación a los cuidados, fundamentar la necesidad de las huelgas internacionales de los 8M, redefinir la propia noción de trabajos, ampliándola. Al mismo tiempo, se desplazó la división entre trabajo reproductivo y productivo, cuestionando la noción neoclásica de que la producción de mercancías movía el mundo y posicionando que las labores que sostienen la reproducción social son poco reconocidas, permanentes, no están pagas y están mal repartidas. Se demostró que la gestión, la desigual distribución clasista, racista y patriarcal de los cuidados sostiene otras desigualdades estructurales (Pérez Orozco, 2014).

A pesar de este énfasis que ponen los feminismos sobre los cuidados no reconocidos que sostienen el mundo, solo en notables excepciones (algunas nombraremos más adelante) posicionan con la misma centralidad las demandas de las trabajadoras del hogar asalariadas dentro de las demandas generales feministas. Además, salvo en fechas o casos puntuales, las organizaciones feministas y las de trabajadoras del hogar funcionan como dos sujetos separados, que enfocan el tema cuidados desde ópticas diferentes y fragmentadas. Esta distancia refuerza, a su vez, la debilidad del sector de asalariadas del hogar dentro de las organizaciones sindicales y en general perjudica las posibilidades de imponer demandas hacia el estado y empleadorxs.

Ahora bien, ¿a qué se debe este desencuentro bastante generalizado? Según la investigadora Martínez Prado (2014), una de las dificultades en la articulación entre feministas y trabajadoras domésticas deviene de la ambigua relación que el feminismo ha tenido con la “valoración” del trabajo del hogar. Esto se debe, según la autora a la contradicción no resuelta entre la valoración del trabajo del hogar en general, y la búsqueda de su abolición. Para Martínez Prado, la disyuntiva para las feministas es la siguiente: si se acompaña a las trabajadoras del hogar en la lucha por mejores condiciones laborales, dejando intactas las relaciones de género sobre las que descansa la asignación de este trabajo a las mujeres, no se cuestiona la dominación masculina que dispone la distribución de dicho trabajo entre mujeres. Pero, por otra parte, si se ataca al trabajo del hogar por las relaciones de opresión que origina, se termina atacando la fuente laboral femenina más importante de Latinoamérica. Y agregamos aquí, también como consecuencia, puede debilitarse la lucha por múltiples derechos de los miles de mujeres migrantes fuera del continente. Muchas de ellas, tienen como destino obligado el trabajo del hogar y desde allí se posicionan en el país de destino para sobrevivir y luchar por otros derechos como la regularización y el acceso a salud y educación.

A su vez, desde algunos sectores de los feminismos, se afirma que el trabajo del hogar remunerado es el que garantiza privilegios de unas mujeres -quienes pueden pagar los cuidados-, sobre otras, las que cuidan y al decir de Nancy Fraser (en Gimeno, 2019) no tienen quién las cuide. Este dilema es inseparable de la imbricación de las relaciones de género con las de clase y raza (Falquet, 2022). Efectivamente las que cuidan son en su mayoría mujeres y feminidades racializadas, pobres, del sur global. Y, en gran medida, aunque con diferencias en cada lugar, son los hogares con mejores condiciones las que se benefician de los cuidados mal pagos. En este marco, algunas autoras sostienen que el trabajo del hogar remunerado, lejos de liberar a las mujeres empleadoras de sus quehaceres, resuelve los cuidados abandonados por los varones en las familias y comunidades (ídem, 2019). En cualquier caso, este trabajo desvalorizado y mal pago, permite la compatibilización de tareas en la familia, y permite también a mujeres empleadoras disponer de tiempo fuera de las casas para trabajar, autocuidarse, y por qué no, organizarse social y políticamente. Según Beatriz Gimeno, el feminismo liberal del norte, tradicionalmente defendía que, desde el punto de vista feminista, “poder contratar a alguien para que realice el trabajo del hogar permite a muchas mujeres liberarse de la doble jornada que les impide competir con los hombres en el ámbito público; planteaba entonces que para las mujeres que están en el ámbito público poder tener asistenta es casi una necesidad”. En cambio, afirma, en los últimos años, en España, al menos, casi todas las corrientes feministas opinan que lo que hay que hacer con el trabajo del hogar remunerado es revalorizarlo social y económicamente (Gimeno, 2013).

En esta línea, Edith Espínola advierte que hay que plantear el tema de los privilegios, porque tal y como está planteada la división del trabajo actualmente “ser cuidado o cuidada es un privilegio”. Espíndola es integrante de la Asociación Servicio Doméstico Activo –SEDOAC de España, y asegura que “Como feministas hay que hacer esta reflexión y cuestionar las consecuencias que esos privilegios tienen sobre otras mujeres (…) a veces, el feminismo trabaja para romper el techo de cristal, pero somos nosotras las que recogemos los cristales rotos y nos cortamos. Si yo tengo privilegios, tengo que revisarlo y ayudar a quien no los tiene. Hay mucho trabajo que hacer y tenemos que extender la mano” (Ameco Press, 2020).

Según este análisis, el trabajo de cuidados así distribuido entre las mujeres según clivajes de clase y raza, puede liberar de su carga a algunas mujeres con algunos privilegios, o al menos, permitir la armonización familiar, mientras que se descargan las tareas sobre mujeres pobres con dobles y triples jornadas laborales. Esto implica para las trabajadoras del hogar, la jornada del trabajo asalariado, aquella que realizan en sus propios hogares y el trabajo que implica la organización sindical y/o comunitaria para mejorar sus condiciones de vida. Y esta división del trabajo intragénero podría condicionar las posiciones de una parte de los feminismos en relación con el trabajo del hogar asalariado.

Si bien esta disyuntiva aparece planteada desde testimonios y escritos recientes de numerosas autoras y activistas, todos fueron producidos en un contexto previo a los procesos de huelgas feministas comenzadas a nivel global en 2017. Aunque no encontramos reflexiones sobre esta tensión posteriores a estos grandes sismas feministas, podemos hipotetizar que las huelgas como procesos de articulación de organizaciones feministas y de trabajadoras pueda haber acercado posiciones entre los feminismos y las trabajadoras del hogar en relación con la ampliación de la idea de trabajos y la preocupación por la sostenibilidad de la vida. Justamente, en los últimos años, pueden reconocerse algunas experiencias de articulación no sólo de luchas concretas, sino también de elaboraciones conceptuales. En forma recurrente, la huelga feminista global surge como referencia clave de esta articulación.

Por ejemplo, en muchos países, los procesos de convocatoria a huelgas feministas para el 8 de marzo con el eje central de visibilizar y parar los múltiples trabajos de cuidados, ha tenido el protagonismo de las organizaciones y sindicatos de Trabajadoras del Hogar. En Chile, por ejemplo, los llamados a huelga feminista en el año 2019 incluyeron como protagonistas a las trabajadoras del hogar, quienes, como parte de un comité de trabajadoras y sindicalistas dentro de la Coordinadora Feminista 8M, generaron formas creativas de manifestarse, colgando delantales en la puerta de su lugar de trabajo cuando no podían parar (AAVV, 2021). En Argentina, en diversas provincias, las trabajadoras del hogar han formado parte de espacios multisectoriales para organizar la huelga, independientemente de la posibilidad práctica de no ir a trabajar ese día y movilizar masivamente. Algo similar ha ocurrido con algunas propuestas feministas para la reorganización social de los cuidados, donde el trabajo del hogar y cuidados remunerado aparece junto al no remunerado como espacios interrelacionados económica y socialmente. Justamente, en juntar las luchas reivindicativas con lo político parece estar un camino fructífero para la unidad.

La configuración de espacios multisectoriales convocando a la huelga permite volcar reivindicaciones a corto plazo, pero también encontrar horizontes comunes que unen en la proyección de la sociedad deseada. Esto se suma a la construcción de interlocutores/adversarios comunes: los recortes del estado, los poderosos, los varones y el patriarcado. A su vez, el proceso de masificación de los feminismos del que la huelga es parte, rompe fronteras identitarias, en el avance de las luchas se horadan las fronteras entre ser trabajadora, ser feminista y ser migrante, y las relaciones sociales se muestran como son, imbricadas.

Rafaela Pimentel, referenta de Territorio Doméstico, una organización madrileña de trabajadoras del hogar en su mayoría migrantes latinoamericanas, da cuenta de esta imbricación, no hay frontera entre ser trabajadora doméstica, migrante, racializada y feminista. Para Rafaela, la lucha del sector por derechos no puede desvincularse del proyecto de una reorganización general de los cuidados. En sus palabras:

“No solamente luchamos por los derechos laborales de las trabajadoras de hogar, sino que queremos una reorganización social de los cuidados. Queremos un sistema comunitario del cuidado. No queremos que a este sistema lo sigamos sosteniendo las trabajadoras de hogar pobres, migrantes y específicamente las mujeres, que somos las que estamos haciendo el cuidado de manera remunerada o gratuita en las casas” (Capire, 2022).

Además de ser parte activa en la organización de las huelgas feministas en Madrid, las trabajadoras del hogar lograron, según la referenta, instalar la lucha por la ratificación del convenio 189 de la OIT en España como parte de las demandas centrales feministas y de sectores migrantes latinoamericanos, lo que según ella permitió alcanzar el logro a mediados de 2022. En esta experiencia, las propias trabajadoras del hogar se definen como referentas feministas, y ese rol también es asignado por el resto de las activistas feministas, que las eligen como voceras en diversas luchas, no sólo en las del sector del hogar. En este caso específico, se enuncia la articulación de demandas de corto plazo vinculadas a derechos y de largo plazo como cambiar la organización y distribución capitalista, patriarcal y racista de los cuidados como estrategia para unificar al sujeto de lucha. En otras experiencias como la ya citada, del Comité de Trabajadoras y Sindicalistas 8 de Marzo en Chile, que agrupa trabajadoras del hogar y feministas, y la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras, también aparece el esfuerzo de hilar demandas a corto y largo plazo[1], cuestionando la distribución de los cuidados. En este material producido entre diferentes organizaciones de trabajadoras del hogar latinoamericanas puede apreciarse el llamado a la huelga para el 8 de marzo de 2023. Esta politización de las luchas por derechos y su articulación con un horizonte de organización de cuidados anticapitalista y feminista se muestra imprescindible para romper la fragmentación.

Recapitulando, ¿por qué es clave desde los feminismos abordar el trabajo del hogar remunerado? Por una parte, porque constituye uno de los empleos mayoritarios para las mujeres y feminidades en el mundo y el más importante en Latinoamérica. Por otra parte, porque luchar por los derechos de las trabajadoras del hogar nos permite cuestionar la desvalorización del trabajo del hogar y de cuidados y visibilizar su aporte económico a las sociedades. Al mismo tiempo, desde los feminismos es importante cuestionar la distribución racista y patriarcal de los cuidados ya sea remunerados o no remunerados, y pensar estrategias para su socialización y reorganización no sólo por género, sino su injusta distribución en el globo. En un marco donde las propuestas en torno al sector se emparentan con el sistema de Vouchers y otras formas de subsidio a empleadorxs, que poco tienen que ver con la mejora en las condiciones de vida de las trabajadoras, una mirada feminista es imprescindible para que no sea el mercado quien defina quiénes pueden cuidar y quiénes recibir cuidados y bajo qué condiciones. Propuestas como la de la Municipalización del trabajo del hogar remunerado, o la exigencia de sistemas integrales de cuidados feministas, pueden ser claves para unir la lucha por derechos con la organización de ciudades con la vida en el centro.

Por último, un feminismo anticapitalista y antirracista solo es posible si incorpora en un lugar central la lucha de todas las trabajadoras, y entre ellas de las más precarias. Luchar juntas puede fortalecer también a las trabajadoras del hogar en sus posiciones dentro de sindicatos y movimientos mixtos, al tiempo que se construyen feminismos de izquierda donde todas y todes sean protagonistas. Afortunadamente, en los últimos años, al calor de la huelga, el movimiento ha construido aciertos importantes para este acercamiento. Por un lado, la construcción de espacios multisectoriales, donde el diálogo y la formación política permite construir sujetxs de lucha integrales. En segundo lugar, y como consecuencia de esta articulación, se pueden generar miradas estratégicas, que articulen las demandas concretas por derechos laborales con la necesaria reorganización de los cuidados en clave feminista. Y en todos los niveles, desde lo local a lo global, se impone la necesidad de construir proyectos para la revalorización, socialización, y redistribución de los cuidados. Para que estos lleguen a quienes los necesitan, pero poniendo en un lugar central la transformación de las vidas de las trabajadoras que los garantizan.

 

Referencias bibliográficas:

AAVV (2021) La huelga general feminista Va! Historias de un proceso en curso, Buenos Aires: Tiempo robado editoras.

https://www.rosalux.de/en/beyond_c189

Ameco Press, redacción (2020) “Es importante visibilizar desde una perspectiva feminista el trabajo que realizan las trabajadoras del hogar. Disponible en https://amecopress.net/Es-importante-visibilizar-desde-una-perspectiva-feminista-el-trabajo-que-realizan-las-empleadas-de-hogar

Capire (2022) https://capiremov.org/es/entrevista-es/rafaela-pimentel-las-trabajadoras-de-hogar-estamos-articuladas-en-una-de-las-luchas-mas-potentes-en-espana/

Falquet, Jules (2022) Imbricación. Más allá de la interseccionalidad. Mujeres, raza y clase en los movimientos sociales. Buenos Aires: Madreselva.

Gimeno, Beatriz (2019) “¿Es compatible ser feminista y tener empleada doméstica?” en Diario Femenino. Disponible en https://diariofemenino.com.ar/df/es-compatible-ser-feminista-y-tener-empleada-domestica/

John, Maya (2023) “Beyond Private Power of Employers and Precarity. Why municipalizing paid domestic work will benefit everyone”. Policy Paper. Disponible en https://www.rosalux.de/en/publication/id/49798/beyond-private-power-of-employers-and-precarity?fbclid=IwAR1wJ63RrXrKGidRCbgwlu4RaOcxGPkS__5mFvO3Xk7Hr5_xhmMFiF5I4i0 y en español: https://rosalux-ba.org/2023/03/29/propuesta-para-organizacion-del-trabajo-del-hogar-remunerado/

Martínez Prado (2014) Discursos Feministas sobre las Trabajadoras del Hogar. (Des) Articulaciones Políticas. publicada en Latin American Policy, Issue 5, n° 2, Pp.303-318. URL: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/lamp.12042/abstract

ONU-OIT-CEPAL (2020) Trabajadoras remuneradas del hogar en América Latina y el Caribe frente a la crisis del Covid-19, disponible en https://oig.cepal.org/sites/default/files/trabajadoras_remuneradas_del_hogar_v11.06.20_1.pdf

Pérez, Inés (2015) “Un ´régimen especial´ para el servicio doméstico. Tensiones entre lo laboral y lo familiar en la regulación del servicio doméstico en la Argentina, 1926-1956”, en El trabajo doméstico: entre regulaciones formales e informales. Miradas desde la historia y la sociología. Buenos Aires: Cuadernos del Ides. Disponible en https://static.ides.org.ar/archivo/www/2012/03/Cuadernos-del-IDES-N%C2%BA-30-Octubre-2015.pdf

Pérez Orozco, Amaia (2014) Subversión feminista de la economía. Madrid: Traficantes de sueños.

Torres, Aylin (2023) “Bordes, movilidades y ciudadanías. Notas sobre trabajo de cuidados y migraciones en América Latina”, en Torres Santana, Martínez y Muggenthaler (comp.) Y aquí estamos. Migraciones populares, trabajo y economías. Quito: Fundación Rosa Luxemburgo.

[1] Estas experiencias nombradas, junto a otras de Paraguay, Argentina, Alemania confluyen en un proyecto actualmente en curso para el fortalecimiento del sector en vínculo con los activismos feministas, desarrollado por el Programa de Feminismos Internacionalistas de la Fundación Rosa Luxemburgo.

Imagen: Red de Trabajadoras Domésticas Remuneradas de Honduras.

Este 8M volvimos a construir una huelga multisectorial, multitudinaria y feminista. Marchamos con nuestras organizaciones y nuestras compañeras demostrando una vez más que somos muchas, que damos pelea.

A continuación compartimos algunos testimonios que explicitan la importancia de articular la lucha sectorial con la movilización y organización general. Pueden también encontrarlos en nuestro canal de YouTube.

#huelga y movilización internacional transfeminista

#feminismo sindical

Realización de los videos: Flavia Medici y Maru Waldhüter

Clarisa Gambera, directora del departamento de Géneros y diversidades de ATE Nacional, Secretaria de géneros y diversidades de CTAA

Leonor Cruz, Secretaria de géneros y diversidades de CTAA Nacional, referente de FENAT Nacional

María Belén Mariani. ATE. Área de prevención del delito

 

Soledad Casals, secretaria de Género de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina.

Yamile Socolovsky, Secretaria de géneros y diversidades de CTAT Nacional

Entrevista a Clarisa Gambera

A pocos días de un nuevo 8 de marzo, entrevistamos a Clarisa Gambera, Directora del Departamento de Género de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) Nacional. Conversamos acerca del carácter que asume en Argentina la irrupción del sindicalismo feminista en el marco del auge de los feminismos, del rol de los paros de mujeres y la herramienta de huelga frente a la crisis de cuidados.

Signado por la creciente fragmentación del campo popular en un año electoral en Argentina, el sindicalismo feminista apuesta nuevamente por la construcción de unidad como única salida para hacer frente a la profunda crisis socioeconómica y al avance de las derechas. 

Fragmento de la entrevista realizada por Florencia Puente.
Entrevista completa disponible para descargar al final del documento.
Fotos por Lucía Fernández Ares.

 

Desde tu perspectiva, ¿De qué tradiciones se nutre el feminismo sindical y qué desafíos principales tiene? 

Nosotras somos una generación que se va formando al calor de los Encuentros Nacionales de Mujeres (1). Si bien en los sindicatos hubo siempre reivindicaciones y agenda de equidad de géneros, siempre fue muy marginal y no se auto percibía feminista. Y no podíamos decir que éramos feministas en el sindicato porque era una palabra que no pertenecía a ese campo de acción. 

Hoy, ya habiendo pasado la “marea verde sindical”, esa fuerza que nos impregna con el primer paro de mujeres de 2016 y después, pensamos la huelga como una herramienta que nos permite confluir fuertemente en el movimiento feminista. Ahora sí abiertamente, nos construimos como compañeras feministas en los sindicatos. Esa construcción en los Encuentros Nacionales de Mujeres, lo primero que hizo fue sacarnos de la cajita chiquita que teníamos cada una, de nuestro gremio: por ejemplo, en el espacio de las mujeres, la secretaría de igualdad de oportunidades. Y nos puso en contacto con una inmensidad de organizaciones de mujeres y feminismos de otras tradiciones. Y que ese conocernos, ese tejernos en red nos fue, primero, abriendo la mirada, interseccionando la mirada, y después relacionando, construyendo una forma de poder que es esa que ahora ya tenemos con mucha más agilidad. Esa red de un montón de compañeras que entendemos que en soledad y dentro de nuestras organizaciones estamos muy debilitadas, pero que cuando logramos establecer esa alianza estratégica que yo creo que irrumpió fuertemente con Ni Una Menos. Y después en un hito muy significativo, que es el primer paro de mujeres, fue agarrar la huelga como una herramienta típica del movimiento obrero, de los trabajadores y las trabajadoras, pero para hablar de violencia. Eso fue una novedad.

 

¿Qué balance pueden hacer desde los espacios de feminismo sindical de las huelgas feministas? 

La posibilidad de la huelga feminista es muy potente porque enriqueció al movimiento sindical en su conjunto. Otro hito importante es lo que nos aportó la economía feminista, porque durante mucho tiempo al movimiento sindical feminista nos costaba hablar el mismo idioma que el resto en el sindicato. Entonces, cuando nos traen esto de “Igual salario por igual tarea”, “Hay una brecha histórica en la Argentina entre el salario de los varones y las mujeres”, cuando nos abren a mirar que tiene que ver con el cuidado esta brecha, nosotras pudimos empezar a hablar de cosas que nos pasaban a nosotras, pero hablando de salario. Y pudimos empezar a gestar una agenda de corte bien sindical: licencias, que es el idioma que conoce todo el mundo, ¿no? pero pensando en una reivindicación feminista. Eso nos dio como una herramienta, así como las compañeras que trajeron la idea del endeudamiento de las economías domésticas nos permitieron bajar a tierra la deuda, con las que había en nuestra experiencia cotidiana. 

Me parece que ahí hubo dos aportes, que hicieron posible que las reivindicaciones concretas de las mujeres y diversidades en relación que nuestra experiencia vital de cada día se pudiera traducir en el lenguaje del sindicato. Entonces son aportes muy enriquecedores, ya que visibilizan que con nuestras demandas estamos debatiendo salario: cuando debatimos tiempo debatimos salario; cuando debatimos licencias, cuando debatimos jardines, lugares de trabajo para garantizar el cuidado, estamos debatiendo salarios.

Y después todo el proceso de pensar la violencia. Los femicidios fueron lo que irrumpe masivamente, el Ni Una Menos y la primera huelga de mujeres por un femicidio generó asambleas en los espacios de trabajo alrededor de esta temática. Asambleas que a nosotras nos desbordaron en términos de estructura sindical. Se juntaban asambleas de mujeres, más allá del gremio, también las que no estaban afiliadas a ningún gremio, por el hecho de ser mujeres conmovidas, por ejemplo, con el asesinato de Lucía Pérez. Y eso fue muy rico para hablar de violencia ya que, por supuesto, arrancás con los femicidios y luego hablas de violencias en plural y empezás a ver la violencia laboral, violencia política. 

 

Y en el ida y vuelta ¿qué te parece que los feminismos populares toman de la experiencia sindical?

Mira, hablando de tradiciones de las que se nutre y de procesos organizativos, me parece que el otro es el de las piqueteras, el 2001, y las asambleas, y cómo ese proceso de tener que salir de casa porque se acabó el laburo, porque hay que construir una olla comunitaria colectiva fue generando politización. Ahí hay otro hervidero o sembradío de semillas feministas para que las compañeras arranquen poniéndose al hombro el cuidado de la organización comunitaria, por una cuestión de subsistencia, pero que empiecen a construir la pregunta sobre ¿qué lugares ocupamos?, ¿por qué ocupamos estos lugares? 

Yo integro la Central de Trabajadorxs CTA autónoma; la CTA es una central de nuevo tipo, que arranca pudiendo decir que la clase trabajadora no depende de tu patrón, de que seas un asalariado de tal rama, sino que, quien vive de su trabajo, o de su no trabajo y tiene que generárselo, inventárselo, como pasó en Argentina, es parte de la clase trabajadora. Nosotros somos una central que alojamos desocupados en su momento. Ese proceso que me parece que fue muy potente: central de nuevo tipo, que abre, después va tomando caminos. La central continúa siendo un camino posible, pero claro, esos desocupados se fueron construyendo experiencias organizativas de construcción de trabajo. Y hoy más claramente se autodefinen trabajadores y trabajadoras. Esas compañeras que son trabajadoras, claro, son trabajadoras en otras condiciones —sin salario concreto, sin derechos laborales conquistados. Nosotrxs y la clase trabajadora en general no puede ya dejar de ver primero, que somos una clase en extinción, lxs asalariadxs formales. Con lo cual, si vos querés transformar la realidad política de Argentina, no organizar un sector que es mayoritario en términos de clase es no viable. El proceso de la intersindical debatió y alojó a las compañeras de la economía popular. Y fue un salto cualitativo. Y eso fue a partir de esta idea de que trabajadoras somos todas, que es una de nuestras consignas organizadoras. Entonces, no solo trabajadoras somos todas en relación al trabajo doméstico, de cuidados y no remunerados, sino trabajadoras somos todas independientemente de la rama o de ser quienes estamos generando nuestro propio trabajo. 

 

¿Qué prioridades políticas tendrán los feminismos sindicales en este año de profundización de la crisis socioeconómica y contexto electoral de Argentina?

Este es un año de elecciones, es un año en el que, dada la crisis económica y el proceso de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, hay un alto escepticismo y desilusión en relación con lo que esperábamos que sucediera en el marco de este gobierno. Nosotras somos parte de un campo popular que logró construir unidades de acción en el marco de mucha fragmentación y atomización, el primer paro a Macri se lo hicimos las mujeres en unidad de acción. Y siempre nos enorgullecemos de decir que les mostramos un poco el camino a los compañeros, para decirles hay que juntarse porque vienen por nosotros, por nosotras, por nosotres.

Y en ese esquema se construyó un proceso de frente electoral, un espacio amplio que pudiera, primero, unirse por el espanto, y segundo unirse por una inteligencia de supervivencia básica: vienen por nosotrxs. Hay que poder sacar a la derecha de la Argentina. Ese frente electoral es complejo porque tiene dentro muchas vertientes, corrientes. Creemos que fue muy positivo porque sí frenó un proceso que venía a instalar una derecha para que se quedara. Y lo frenó con la resistencia popular y lo frenó también en la calle, con los feminismos, con la resistencia a la reforma previsional. Acá hay un movimiento obrero muy fuerte y hay conquistas que no va a ser fácil desinstalar, vamos a estar en la calle dando batalla con relación a eso.

La crisis económica que se instaló es enorme. Y ahora ¿qué pasa? Ahora, de hecho, estamos construyendo nuevamente el 8 de marzo. La estamos construyendo las compañeras que somos parte del Frente de Todos, también con el bloque intersindical, y nosotras vamos a defender que la derecha no avance. Queremos defender una experiencia frentista de campo popular. Creemos que tienen que tener más peso las reivindicaciones históricas. Este es un gobierno peronista, tiene que redistribuir la riqueza. Nosotros necesitamos que el salario, que los ingresos sean una disputa, la economía en Argentina crece y los salarios decrecen; o sea, de la porción de la torta cada vez tenemos menos quienes somos trabajadores en Argentina, ¿quiénes se están enriqueciendo, qué sectores son los que se enriquecen?

En un momento de mucha crisis en términos de extractivismo, la sensación es que, o ponemos un freno o se llevan todo, si algo de eso no sucede va a ser muy complejo. Dentro del campo popular que está pensando en esta idea frentista para frenar a la derecha existen las corrientes que defienden la soberanía, la distribución del ingreso. Nosotros queremos fortalecer ahí. La realidad es que, como siempre, el desencanto social es muy bien aprovechado por la derecha. Entonces, como en el resto de los países de la región, y acá en particular, crece una idea de escepticismo, de desvirtuar la política como herramienta, que cierra siempre por derecha. Entonces el panorama es preocupante en ese sentido. 

 

¿Crees que los feminismos pueden hoy nuevamente impulsar un proceso de unidad y articulación de fuerzas populares en Argentina?

En las primeras reuniones para construir el 8 de marzo aparece el balance y la preocupación por la merma en la participación por el desencanto. Aparece también la memoria viva, fresca, de lo que significó el movimiento feminista en términos de revitalizar la política. Y empiezan a aparecer voces críticas a cómo nos fuimos encerrando, a lo largo de estos años. También, con algo que tendremos que ir debatiendo y entendiendo un poquito ahora: ¿qué le pasa al feminismo cuando se institucionaliza? 

Pero también apareció que volvemos a poder estar en unidad, y mirá que estamos bastante peleadas, es un momento de mucha crisis y mucha tensión de miradas. No hay duda de que tenemos que estar en unidad. Nos está llevando un montón más de reuniones que antes, pero ninguna se baja de que la unidad de las compañeras es por donde hay que ir. 

***

(1)  El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), hoy encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias, es un encuentro que se realiza anualmente en Argentina desde 1986 convocando a cientos de miles de mujeres y diversidades. Estos encuentros se caracterizan por ser autónomos, auto-convocados, democráticos, pluralistas, autogestionados, federales y horizontales. Se llevan a cabo en distintas ciudades del país cada año. Se trata de una experiencia inédita en el mundo en el que mujeres se reúnen durante tres días para formarse, intercambiar ideas, participar de talleres y debatir.

 

Entrevista completa disponible para descargar aquí.

Carina Savone es una excepción a la regla. Es la primera y única mujer mecánica en Cargill, la megaempresa transnacional del polo agroexportador de Rosario. También es pionera en el sindicato, donde se convirtió en la primera mujer en integrar la comisión directiva de Aceiteros de Rosario. “Soy la primera mujer en ser parte de la Directiva en 70 años de historia que tiene el sindicato” me dice orgullosa y contenta. Para lograr todo esto, enfrentó una carrera de obstáculos que pocas logran sortear.

Archivo Prensa S.O.E.A.R (2022)

Archivo Prensa S.O.E.A.R (2022)

Carina es técnica electromecánica en motores navales. Siempre trabajo de mecánica, y desde hace ya 10 años está en Cargill. Es subsecretaria de género del Sindicato Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (SOEAR), cargo que se creó este año, con la nueva comisión directiva que asumió en 2021. Desde que arrancaron, empezaron a trabajar en asesoramiento y formación. Se están produciendo algunos cambios, pero ambas sabemos que queda mucho trabajo por hacer, muchos derechos por conquistar. Carina está entusiasmada y no está sola.

Los obstáculos que enfrentó a lo largo de su formación y desarrollo en el trabajo fueron varios. Su papá no quería que estudie en “la técnica”, y aun cuando lo logró y consiguió trabajo, por ser mujer la bajaron de categoría y le dijeron muchas veces que estaba a prueba. Sufrió el maltrato sistemático de un gerente misógino y miles comentarios machistas que permanentemente la subestimaban. Pero Carina no desistió, y por eso su historia merece ser contada.

Carina y su compañera Laura fueron las únicas mujeres de la Federación de Aceiteros que viajaron al Encuentro Plurinacional de Mujeres Lesbianas, Trans, Travestis, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries que se realizó 8, 9 y 10 de octubre en Territorio Huarpe, Comechingón y Ranquel. La ciudad de San Luis estaba ordenada, todo parecía estar en su lugar, como si supiera de la emoción contendida que recibiría en esos días. Nos encontramos en el taller sindical, y aprovechamos un intervalo para conversar. De fondo escuchábamos las discusiones y el bullicio que generaban tantas activistas debatiendo con intensidad. Un ambiente oportuno para esta entrevista.

Marcha Día de la no violencia hacia las mujeres, Rosario 25/11/22. Archivo personal de Carina Savone

 El principio

¿Cómo decidiste ser técnica mecánica?

Es una larga historia, yo tengo una hermana melliza, y cuando terminamos la primaria nos metieron en la misma escuela, como éramos mellizas teníamos que hacer todo igual. La escuela era comercial, y a mí no me gustaba. Siempre tenía que estar rindiendo contabilidad. Aguante hasta tercer año y le dije a mi mamá, basta, no me gusta esto. Para cambiarme a la técnica tenía que rendir 27 equivalencias. Y lo hice… pero en esa época mis viejos se habían separado y mi papá se opuso a que yo me cambie de escuela y haga la técnica. Pelearon mucho por este tema. Mi viejo es mecánico, pero no quería que estudie lo mismo. Decía que me iban a acosar y que ese no era un trabajo para mí. En parte tenía razón, pero me estaba coartando lo que yo quería hacer.

Y ahora que estás en el sindicato, ¿qué dice él?

Ahora que estoy en el sindicato reniega peor –ríe, y río con ella.

Carina le sigue teniendo paciencia a su padre. Le explica con tranquilidad que su sindicato es distinto, que esta comisión le está dando el lugar a las mujeres, lugar “que merecemos”, remarca en el relato.

Su primer de trabajo de mecánica fue en Coto y para postularse tuvo que viajar a Buenos Aires, aunque el puesto de trabajo era en la sucursal de Rosario. Como era la primera vez que viajaba a esta ciudad, le pidió a una prima que la acompañe. En el aula para rendir el examen había 40 varones y ninguna mujer; estaba intimidada, ella tenía 20 años. Pidió al supervisor si podía entrar su prima, que no sabía nada de mecánica, y a regañadientes accedió. Le fue bien en la prueba, pero la tomaron como “auxiliar de mecánico” a diferencia del resto de los varones que entraron directamente como mecánicos. De hecho, crearon esa categoría, que no existía antes que una mujer se le ocurriera dar el examen. Obviamente el salario era menor. Carina era una “prueba piloto”, le aclaró el auditor, con ella iban a evaluar si seguían tomando mujeres… o no. Después de 4 años la subieron de categoría y a los 8 años la despidieron. Llegó a encargada de mecánica.

Después trabajó en la fábrica de helados La Montevideana. Cuando se presentó en la cola para el puesto de mecánicos un señor le preguntó si no estaba equivocada de fila, y el ingeniero que la entrevistó le aclaró que no sabía si iban a tomar mujeres. Finalmente entró. Trabajó 4 años, pero siguió buscando otras oportunidades para mejorar su sueldo y sus condiciones de trabajo. Por eso se presentó en Cargill, fue la primera mecánica en entrar. Pero aclara: “el gerente sacó rédito, porque sumó una mujer para innovar y eso le sirvió a él, pero bueno, a mí también”. Después de 10 años, sigue siendo la única mecánica, aunque ingresaron algunas mujeres más como operadoras de máquinas y algunas ingenieras a la parte de planificación.

“Esas pavadas”, todo el tiempo

A lo largo de los años, recibió muchos comentarios discriminatorios: “trajeron a una para lavar las piezas”, “¿ésta qué sabe hacer?”, “¿por qué no se va a la casa?” y “esas pavadas”, como ella le dice. En Coto, cuando hizo el curso de refrigeración, un tipo pretendió hacerse el chistoso y le aclaró que “corte y confección es el taller de al lado”. Pero Carina no aflojó. Con el tiempo, los compañeros de trabajo fueron entendiendo que ella puede hacer el mismo trabajo y que sabe hacerlo, aunque alguno se asombre.

Más allá de las “pavadas de siempre”, atravesó una situación grave en 2002. Un gerente misógino la maltrataba y le daba trabajos que no le correspondían. Una situación de acoso laboral. Esta vez tuvo que hacer la denuncia en la empresa y el Sindicato de Comercio no se involucró. Finalmente, el conflicto se resolvió por intervención de la empresa: vino un superior de Buenos Aires a ponerle “los puntos al gerente de la sucursal y no me jodió más” dice Carina.

La experiencia le sirvió para entender la importancia de la perspectiva de feminista en estos temas, pero también del rol del sindicato.

Carina está casada y tiene una hija, pero su pareja no es obstáculo en su trabajo ni en su militancia. “Él viene de una familia de 4 hermanos, y la madre los tenía cortitos a todos, era súper feminista. Mi marido cocina mejor que yo, las tareas en la casa son compartidas y los cuidados de la nena también”, cuenta. Él trabaja en el turno noche y ella de día, así pueden alternarse con el cuidado de la hija.

 

El camino sindical

Cuando entró a Cargill, Carina tenía poca expectativa en el sindicato por la mala experiencia vivida, pero apenas entró se afilió. Al principio, cuenta Carina, “había paros; yo acataba, pero participaba poco, pensaba que todos los sindicatos eran iguales. En 2018 ocurre la época de los despidos y vi que el sindicato era muy activo”. Empezó a acompañar a una compañera que era la esposa de un despedido, allí vio un sindicato presente: “Hacían peñas, juntaban dinero, recaudaban, pusieron colectivos, y hacían paro”. Así empezó a entusiasmarse, al ver que ese sindicato realmente defendía a lxs trabajadorxs.

Empezó a estar más activa, ir a las actividades, hablar con los delegados, interiorizarse de los temas que los afectaban. Hasta que le propusieron ser delegada. Al principio dijo que no podía, que no tenía tiempo. Pensaba que iba hacer con la hija, cómo haría si surgía algo a la madrugada. “¿Con quién la iba a dejar?”, se preguntaba. Varias veces dijo que no.

Más adelante le comentaron que se estaba armando una nueva lista, y le propusieron ser parte. A esa altura ya estaba bastante convencida, pero tenía que consensuarlo con su pareja por el cuidado de la hija. Finalmente aceptó. Hoy es la primera mujer ser parte de la comisión directiva en toda la historia del SOEAR. Carina va a algunas reuniones con su hija, lo mismo hacen otros compañeros con sus niñes. La idea, dice, es que “el sindicato este abierto para todos”.

Trabajo de fuerza, poner el cuerpo y cuidarse en equipo

El modelo de la masculinidad hegemónica impone a los varones demostrar fuerza y no cuidarse. Eso se expresa también en el tipo de trabajo que hace Carina. Los hombres hacen más fuerza de la que corresponde y a veces no usan los dispositivos de seguridad. “Después terminan rotos”, cuenta Carina. “Hay compañeros con la cintura rota, discos partidos, lastimados. Luego tienen que cambiar de sector, incluso tenemos compañeros con jubilación anticipada”.

Como trabajadora y como sindicalista ella impulsa mejores condiciones de trabajo y busca convencer a sus compañeros de que se cuiden. “Buscamos trabajar en equipos o dispositivos como para hacer menos fuerza. Esto es bueno, porque me cuido yo y los cuido a ellos también.  Generalmente trabajamos con dispositivos y máquinas que estamos implementando y pidiendo para no rompernos”.

Archivo Prensa S.O.E.A.R

Historias entrelazadas

¿Quiénes te alentaron o apoyaron desde un principio?

Mi abuela siempre fue mi ejemplo. Una mujer sin estudios que siempre trabajó. Trabajaba en el frigorífico Swift. Se separó y crió a mi mamá sola. Con su sueldo se pudo hacer su casita, se compró un terreno, cuidaba a su mamá también. Fue mi inspiración y mi ejemplo, ella siempre me dio fuerza. Siempre me apoyó en todo. Mi mamá también, pero mi abuela me daba una fuerza de otra manera, siempre estuvo re cerca. –relata emocionada.

Carina, su abuela, su mama, tantas mujeres con historias distintas. Carina pudo sortear obstáculos, tuvo la decisión y firmeza para lograrlo; también personas y circunstancias a favor.  Pero es justo recordar que muchas mujeres, no pueden dar la pelea con tanta firmeza como Carina. Otras, aun dando pelea, igualmente no la ganan. La autonomía económica es un pilar fundamental para que las mujeres puedan decidir su propio proyecto de vida y salir de situaciones de violencia y maltrato. Pensar las luchas feministas en el mundo del trabajo resulta fundamental. Sin perspectiva de género, la lucha de clase va por la mitad.

Contacto de Carina Savone: [email protected]

 

 

¿Cómo debería ser una regulación integral de cuidados? ¿A quiénes, cómo y con qué derechos?
Desde el espacio de Feminismo sindical que impulsa la Fundación Rosa Luxemburgo, junto con compañeras de 20 gremios de las diferentes Centrales Sindicales de Argentina, nos reunimos el pasado viernes 4 de noviembre a debatir sobre las potencias y los obstáculos de las diferentes iniciativas que intentaron avanzar en la construcción de propuestas integrales de cuidado. Desde políticas públicas, proyectos de ley, hasta leyes vigentes tales como la regulación uruguaya en esta materia.

Compartimos una síntesis de estos intercambios para seguir aportando la mirada y experiencias de las trabajadoras en torno a las políticas de cuidado.

Participaron:
*María Rosa Martínez – Diputada Nacional
*Lucía Cirmi Obón – Subsecretaria de políticas de igualdad del Ministerio de las Mujeres, géneros y diversidad.
*Patricia Cossini Padilla – Experta, activista en políticas de cuidados – Uruguay.

Sindicatos de casas particulares: demandas en materia de cuidados
Sofía Navarro. Sindicato de casas particulares de Rio Cuarto.
Sonia Kopprio. Sindicato de casas particulares de Rio Negro y Neuquén.
Irina Muñoz. Sindicato de casas particulares de Entre Ríos.

Sindicatos rurales: demandas en materia de cuidado
Ana Cubilla. Federación de Trabajadores Agrarios de la Actividad Primaria Fetaap
Gabriela Reartes. Federación de Trabajadores Agrarios de la Actividad Primaria -Fetaap

 

Fotos: Lucía Fernández Ares
Video: Canal Abierto

Desde el espacio de Feminismo Sindical identificamos una serie de principios fundamentales para incorporar en cualquier proceso legislativo, en la elaboración de una política pública, y en aquellos espacios de negociación colectiva, tanto formal como informal.

Compartimos los 7 puntos en video:

****

1️⃣ “Desnaturalizar el cuidado” significa reconocer el tiempo y el desgaste que implica ¿Cuál es el costo físico, mental y monetario de ese cuidado?  

****

2️⃣ Desmaternalizar el cuidado implica romper con el mandato social que le adjudica única y exclusivamente a las madres el deber y derecho de cuidar

****

3️⃣ Desfeminizar el cuidado implica construir estructuras normativas que rompan con los estereotipos de género donde las mujeres y feminidades son quienes se encargan y acceden al derecho de cuidar a personas que lo requieren. 

****

4️⃣ Desheteronormativizar el cuidado implica reconocer en las regulaciones los distintos tipos de familia que no replican el esquema tradicional de un padre y una madre.

****

5️⃣ Desbiologizar y desfamiliarizar el cuidado implica contemplar diferentes formas de familias que no necesariamente estén atadas por lazos biológicos, así como reconocer las distintas redes que existen alrededor de los cuidados que están por fuera de los lazos familiares. 

****

6️⃣ Desfragmentar el cuidado implica concebir al cuidado de un modo integral, en todos los momentos que requiere una persona a lo largo de su vida. Esto permite avanzar en la definición de quiénes son cuidados y quiénes cuidan, pero también en el tiempo y costos para el autocuidado.

****

7️⃣  Socializar y desmercantilizar el cuidado implica procurar estructuras estatales y comunitarias que se hagan cargo de estas tareas en tiempo y costos. Vacantes para las infancias en instituciones educativas de doble jornada desde los 45 días; espacios de cuidado específicos para personas mayores; espacios deportivos y/o recreativos para el cuidado de niñes y adolescentes; etc. Estas intervenciones deben implicar calidad edilicia y profesional, con salarios y estructura adecuados. 

En el marco del proyecto Feminismo Sindical que impulsa la Fundación Rosa Luxemburgo junto con compañeras pertenecientes a más de 20 gremios de las diferentes Centrales Sindicales de Argentina, venimos debatiendo la gestión de los cuidados y frente a la reciente presentación del proyecto de Ley para la creación de un Sistema Integral de Políticas de Cuidados de Argentina (SINCA) aprovechamos para analizar las propuestas y discutir cómo debería ser una regulación integral en materia de cuidados. En este sentido, buscamos identificar las transformaciones que propone el proyecto y las necesidades de las trabajadoras para promover propuestas hacia el debate que tendrá lugar en el Congreso.

Actualmente, junto con las compañeras del Observatorio del Derecho Social de la CTA-A, estamos organizando una mesa técnica en la que presentaremos los principales ejes que aborda el proyecto con el propósito de trabajar en una sistematización de las críticas y los aportes que pueden hacerse al mismo; además, queremos fomentar la discusión sobre una regulación integral de cuidados que materialice las necesidades que surgen desde los sindicalismos feministas. Estarán acompañándonos en esta propuesta diferentes referentas del feminismo y el mundo del trabajo, y el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA). 

Nuestro objetivo es el de promover un debate político sobre los cuidados desde una mirada del mundo del trabajo, anclado en las perspectivas de las trabajadoras y representantes sindicales, que recupere las necesidades y demandas de los sindicatos en clave feminista. Se presentarán también otras experiencias nacionales, a modo de diálogo transfronterizo y feminista, sobre las posibilidades que brinda la creación de un nuevo marco legal que considere los desafíos actuales de los cuidados y del mundo del trabajo.

Aquí podrán encontrar el primer Documento de síntesis que socializa las propuestas centrales del Proyecto SINCA

Descarga el informe completo aquí.