«Necesitamos superar el racismo del Estado brasilero y esa es una lucha de todxs»

Entrevista a Jozileia Kaingang

Por Vanesa Dourado y Tatiana Velehorski

Jozileia Kaingang es Jefa de Gabinete del Ministerio de Pueblos Indígenas de Brasil y vino a la Argentina a participar, en nombre del Gobierno, de la Mesa de la Presidencia y de los Países Partes del Acuerdo en el marco de la Segunda reunión de la Conferencia de las Partes (COP2) del Acuerdo de Escazú realizado en Buenos Aires del 19 al 21 de abril. La COP2 se realizó con el objetivo de elegir a lxs primerxs integrantes del Comité de Apoyo a la Aplicación y el Cumplimiento y avanzar en la implementación del Acuerdo en la Región.

El Acuerdo de Escazú es un Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, fue adoptado en Costa Rica (Escazú) en el año 2018 y entró en vigor en 2021. Este acuerdo es el primer tratado internacional a nivel mundial que incluye una cláusula sobre la protección de los defensorxs de los derechos humanos. Hasta el momento, el Acuerdo ha sido firmado por 24 países de América Latina y el Caribe y cuenta con quince Estados Partes: Antigua y Barbuda, Argentina, Belice, Bolivia, Chile, Ecuador, Granada, Guyana, México, Nicaragua, Panamá, San Vicente y las Granadinas, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía y Uruguay. En el caso de Brasil aún no lo ha ratificado, pero hay iniciativas desde el Ministerio de Pueblos Indígenas para cambiar esta situación. 

Según el informe de Global Witness, una organización no gubernamental internacional, en una década (2012 a 2021) 1733 personas defensoras de la tierra y el medio ambiente fueron asesinadas en el mundo, de las cuales 342 eran de Brasil. En el 2021, México fue el país con mayor número de asesinatos (54%), seguido por Colombia (33) y Brasil (26) que registró un aumento con respecto al 2020. Tal como señala el informe “Alrededor de un tercio de los asesinatos fueron contra personas indígenas o afrodescendientes, y más del 85% de los asesinatos ocurrieron en la Amazonia brasileña”. Conversamos con Kaingang sobre este y muchos temas más.

 

¿Cuáles fueron tus impresiones sobre la COP? ¿Se llegó a algún tipo de acuerdo? ¿Cuál es tu mirada respecto a ese proceso?

JK: Muchas gracias por promover este diálogo. Nosotrxs en Brasil todavía no somos parte de la COP, el Acuerdo todavía no ha sido ratificado. Tanto el Ministerio de Pueblos Indígenas, como el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Derechos Humanos han llevado a cabo un diálogo y un esfuerzo para que nos convirtamos en Estado Parte y hemos estado dialogando con el Itamaraty, la cancillería brasileña. El próximo paso es la aprobación en el Congreso. Nuestra posición es que el Acuerdo sea ratificado. 

El Acuerdo en sí es muy importante para nosotrxs por varios aspectos, entre ellos, por la información calificada y que debe llegar a todxs. Así, los pueblos indígenas pueden tener acceso a la información que de otra forma no nos llega y que queda muy en la esfera de los gobiernos y de los debates entre los Estados. Nos interesa saber qué dicen del medio ambiente, qué dicen de nosotrxs y qué dicen de los defensores y defensoras de los derechos humanos relacionados con el medio ambiente. 

Esta segunda COP es importante para nosotros, los pueblos indígenas, y para el Ministerio de Pueblos Indígenas porque se están discutiendo los acuerdos y todo está en proceso de creación. Entiendo que ya había una discusión muy fuerte en otros espacios y que se condensó para que pudiéramos tener una Conferencia de las Partes que, aunque sea regional, es muy importante. 

Además, tratar con los defensores y defensoras de los derechos humanos relacionados con el tema ambiental para los pueblos indígenas es fundamental porque estamos en los territorios, que son los más protegidos del planeta. Los pueblos indígenas defendemos y protegemos el 82% de la biodiversidad del planeta y estos no son datos nuestros, son datos de la ONU. Cuando hablamos de un Acuerdo que trae un debate tan importante a los más amenazados -ya que los pueblos indígenas defendemos los derechos humanos y nuestros territorios- lo consideramos como una oportunidad. 

Hemos estado siguiendo otras COP, como la del clima y la de biodiversidad. Son COPs que ya tienen mucho acumulado. La COP de Escazú está en construcción y queremos ser parte del proceso. Si el gobierno no ratifica, seguiremos participando en las discusiones, porque necesitamos que los defensores tengan algún espacio no gubernamental y con otros gobiernos que estén pensando en protegerlos seriamente. Hoy, incluso en el Ministerio de Derechos Humanos brasileño, el programa de protección de los defensores no nos da la seguridad que necesitamos.

 

Desde el nuevo Ministerio de Pueblos Indígenas, apuestan a una nueva institucionalidad y de democratización donde no quede todo en la esfera institucional sino que haya un ida y vuelta con el territorio.

JK: En este momento estamos viviendo una “retomada”. Decimos esto porque estamos recuperando los territorios que nos fueron arrebatados. Organizamos campamentos, resistimos hasta que termina el proceso judicial o hasta que el tribunal nos envía la orden de desalojo. Es un proceso duro, pero ya tenemos una resistencia y una relación entre nosotrxs muy fuerte. 

Me gusta utilizar la palabra “retomada”. Porque es un proceso de retomar la ciudadanía, retomar la solidaridad, retomar nuestros derechos, nuestros consejos, retomar la ciencia brasileña que resistió durante estos cuatro años para sobrevivir. Y nosotros, los pueblos indígenas, hemos sido parte de este movimiento de la ciencia. Estamos viviendo un proceso de retomar lo que significa ser brasileño, de la sociedad brasileña como algo amplio, como algo que realmente entiende qué parte de la sociedad construye efectivamente la vida cotidiana. En relación a este gobierno -que es un gobierno democrático- aunque tengamos un alineamiento político con el Estado, pensamos que este es un momento para tejer y dialogar con diversos sectores, incluso con aquellos que no están de acuerdo con los pueblos indígenas. Entendemos que necesitamos establecer alianzas. 

El hecho de que el presidente Lula invitara a los pueblos indígenas a formar parte del equipo de transición y a pensar en el Ministerio de los Pueblos Indígenas fue, en nuestra opinión, un gran paso. Nunca antes en la historia habíamos participado en el gobierno ni habíamos sido consultados sobre algo realmente importante para todxs nosotrxs y relacionado con nuestros territorios, como la gestión territorial o la demarcación de las tierras indígenas. Otros programas fueron creados en el pasado, durante los gobiernos Lula y Dilma, y fueron importantes, como la Asignación de Permanencia, las cuotas en las universidades, el Programa de Asignación Familiar, pero nunca algo pensado específicamente para nosotros. Es muy importante construir el Ministerio de los Pueblos Indígenas dentro de un gobierno democrático, que tiene como prioridad eliminar la pobreza y el hambre. 

Somos vistos como una parte miserable de la población. Hay muchos casos de personas que no tienen territorio, y si uno no tiene territorio no tiene madre, no tiene comida. Si uno tiene territorio, tiene madre. Se trata de saber que hay un lugar al que volver. Los pueblos que no tienen territorio están en el umbral de la pobreza extrema. 

Pero también gran parte de nuestros pueblos tienen territorios que muchas veces son considerados improductivos, tierras que no tienen impacto económico en el Estado, en la economía del gobierno federal. Hoy tenemos la posibilidad, a través del Ministerio de Pueblos Indígenas, de mostrar que nuestros territorios tienen un impacto importante. Puede que no sea monetizado en este momento, aunque sabemos que muchas veces somos la vitrina para la discusión sobre REDD+(1) en el país.

Nuestro territorio no produce cereales a gran escala, produce alimentos, produce vida, produce biodiversidad, es una perspectiva diferente de lo que ve la mayor parte de la sociedad económica. Nos preocupamos realmente por el futuro, no sólo por el futuro de las poblaciones indígenas. Cuando protegemos el territorio, no lo hacemos sólo por nosotros, lo hacemos por toda la sociedad. Proteger la Amazonia, el Cerrado, la Pampa o la Caatinga es proteger a toda la sociedad. 

Cuando pensamos en el Ministerio de los Pueblos Indígenas, no estamos pensando en la posibilidad de institucionalizar la causa y la lucha de los pueblos indígenas. Seguimos luchando desde afuera, seguimos con nuestras organizaciones indígenas orientando al Estado ya que no todo el Estado estará de acuerdo con lo que nosotros queremos para el Ministerio de los Pueblos Indígenas. Sabemos que hay un manejo de fuerzas, de propuestas y de convencimiento, y todos los Estados-Nación son así. Pero también sabemos de la importancia de estar dentro de un Estado donde podamos plantear nuestras necesidades y señalar caminos para llegar a las poblaciones indígenas con programas eficaces. El Estado brasileño, y todos los Estados, deben tener un compromiso social, un compromiso con su población, un compromiso con el buen vivir, un compromiso con la vida. 

El Ministerio es el lugar para pensar políticas públicas que nos hagan bien, ya sea con la demarcación de nuestras tierras, la salud o la educación. Y aquí tenemos que pensar en un universo. Porque cuando pensamos en la demarcación de tierras, es necesario pensar en todo lo que envuelve la demarcación territorial, desde la gestión del territorio, hasta pensar en la educación en el territorio. 

Es necesario pensar en las escuelas que hoy están en nuestras tierras, y aunque la escuela es un agente del Estado y que en un momento muy importante de la historia fue un agente villano que entró en nuestros territorios, hoy nos hemos apropiado de la escuela y ella se ha convertido en un agente de nuestros pueblos. Tenemos que pensar cómo vamos a gestionar esta escuela, pensando en una escuela indígena de calidad y en una salud efectiva, considerando nuestros saberes. 

En salud también tenemos un choque muy grande, que es el conocimiento biomédico que prevalece por encima de cualquier otro conocimiento, y así es entendido por gran parte de la ciencia. Estamos dando una gran lucha para que se reconozca el conocimiento de los pueblos indígenas, el conocimiento de nuestra ciencia, de nuestro manejo forestal, de las medicinas tradicionales. El Ministerio ha estado discutiendo la política de salud. Saber que la salud está siendo implementada por el Ministerio de Salud con una secretaría especial de salud indígena es muy importante para nosotros.

 

Debido a que hay una gran preocupación a nivel regional y global por la Amazonía frente al avance del agronegocio y de la minería, ¿cuáles son las acciones que desde el Ministerio están pensando o que ya se están promoviendo para proteger la Amazonía frente a ese modelo de maldesarrollo profundizado durante el gobierno de Bolsonaro? 

JK: Hay dos puntos muy importantes a tratar: el avance del agronegocio en la Amazonía y el avance de las empresas. Hoy no podemos hablar de la Amazonía sin hablar de las grandes empresas, y no podemos hablar de las grandes empresas sin hablar del gobierno de Dilma Rousseff que implantó una hidroeléctrica que generó un gran enfrentamiento con los pueblos indígenas, comunidades tradicionales y ambientalistas en Belo Monte. Esta hidroeléctrica está a punto de renovar su contrato de operación. Aunque Belo Monte es una realidad que ya no podemos cambiar, estamos muy preocupadxs porque las poblaciones indígenas no han logrado dialogar para contener los impactos negativos. Entonces ahora tenemos que pensar qué podemos hacer para revertir mínimamente esos impactos que nos afectan diariamente. Los pueblos indígenas que están en la región donde se construyó Belo Monte han dialogado con el Ministerio de los Pueblos Indígenas para manifestar su preocupación con la firma del nuevo contrato. Es necesario que haya un diálogo basado en el Convenio 69 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) para que se proporcione información adecuada, que haya tiempo para debatir y discutir, que no haya presiones y que Norte Energia no ejerza presión financiera para que se tome una decisión equivocada. 

Hablar de grandes empresas en la Amazonía es una advertencia, no queremos otra gran empresa que la afecte como lo hizo Belo Monte. Por desgracia, mucha gente nos dice que los pueblos indígenas son un obstáculo para el progreso nacional. En realidad, esto sucede porque las personas no son conscientes de lo que dicen, no saben el impacto que un gran emprendimiento como este tiene no sólo en la vida de las personas, sino para las generaciones futuras. Hay varios estudios sobre Belo Monte, algunos de ellos indican que no se podrá sostener durante muchos años porque la selva amazónica tiene una gran acumulación de vegetación en los cuerpos de agua. Me preocupa hasta qué punto los impactos han modificado la vida de todos los humanos y no humanos, y cómo todavía no se ha podido entender lo que significa tener un proyecto como Belo Monte cerca de comunidades indígenas. No es sólo el proyecto en sí, es la realidad de las personas que vivirán en los alrededores, las personas que construirán el proyecto, las personas que trabajarán en el proyecto que no conocen a los pueblos indígenas y no respetan nuestra forma de vida y que no respetan el bosque.

Otro gran debate que necesitamos tener sobre la Selva Amazónica, y que los parientes indígenas que vienen al Ministerio a hablar con la ministra o las secretarías se llevan como reivindicación, es el agronegocio. El agronegocio ha hecho avanzar la frontera agrícola. En el pasado se decía que la frontera agrícola del agronegocio era Mato Grosso, pero hace mucho tiempo que pasó ese límite. Los bolsones de selva que existen hoy en Mato Grosso son tierras indígenas, ni los parques ni las reservas biológicas están tan protegidos como los lugares donde tenemos territorios indígenas. Es así porque sabemos cómo manejar el bosque, cómo cuidarlo, porque no es sólo el bosque, son los animales y la cantidad y calidad de las plantas. Esta es una gran discusión que tenemos en Brasil. Tener una base de datos que pueda registrar todas estas plantas y productos farmacéuticos que producen los pueblos indígenas sólo será posible si tenemos bosque. 

La frontera agrícola, la producción de soja, arroz y caña de azúcar están invadiendo lentamente nuestros territorios. Los madereros también invaden la selva para robar madera, y todo esto dentro del bioma amazónico. Cuando hay invasores en las tierras es posible ver cuánto se modifica el medio ambiente, sobre todo por las grandes plantaciones y la tala de árboles. Esto es muy visible donde no hay tierras indígenas. Es necesario reflexionar mucho sobre lo insostenible que es este modelo de producción. Hay muchos modelos de producción sostenible, no es necesario tener un gran territorio para producir alimentos o criar animales. Hoy en día, gran parte de los bosques se abren quitando árboles y quemándolos para criar ganado. Este uso incorrecto del suelo repercute directamente en el bosque, el clima y la vida de las personas, y esto no es producción para alimentar a quienes tienen hambre. Toda esta producción está destinada a la exportación, es para alimentar un mercado que no puede ver la realidad de lo que se vive. 

En 2019, la APIB (Asociación de Pueblos Indígenas de Brasil) estuvo en Europa para mostrar a las empresas y a los gobiernos que la carne que comen y el arroz que consumen vienen de tierras manchadas con la sangre de los pueblos indígenas, sean los Munduruku, los Guaraní-Kaiowá y tantos otros. Sin mencionar el problema del garimpo en tierras Yanomami. No podemos pensar en la selva amazónica como un bioma, sino como un agente, como un no-humano presente y potente.

 

Vos mencionaste el tema del garimpo. ¿Qué significa esa práctica?

 

JK: El garimpo es una forma de minería a pequeña escala. Se trata de personas que invaden la selva para extraer ilegalmente metales preciosos, normalmente utilizando una gran cantidad de mercurio y contaminando nuestra tierra. Cuando hablamos de minería en la Amazonia, en el estado de Roraima, es posible ver cómo la gente no valora su propia vida. En los lugares donde hay garimpo es posible ver que la práctica es llevada a cabo por gente muy joven. Son personas que no encuentran otra posibilidad y ni siquiera pueden imaginar otra realidad de vida que les permita elegir otro lugar. Son jóvenes que no han tenido acceso a la escuela, el garimpo es lo único que conocen. 

Muchos garimpeiros violan a nuestras mujeres, violentan a nuestros niños y matan a indígenas. Como mujer indígena, entiendo que estas personas necesitan otra oportunidad para volver a aprender a vivir, para entender que la vida no es sólo el garimpo, que la vida no puede reducirse a hacer sangrar a la madre tierra porque eso es lo que hacen. Los garimpeiros no perciben que la acción del garimpo no sólo los mata a ellos, porque pierden su juventud y la posibilidad de aprender tantas otras cosas que la vida ofrece, pero también a nuestra única casa.

Hoy el Estado brasileño está actuando para desalojar a los garimpeiros, de forma consensual en algunos casos, pero también a través de la destrucción de maquinaria y la detención de los organizadores de los garimpos, junto con la Policía Federal, el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Defensa con el uso de la Fuerza Nacional. El combate a la minería ilegal es importante, pero necesita ser ágil y serio. 

Es importante que el Ministerio de Pueblos Indígenas sea un lugar que pueda reunir a los demás ministerios, liderar acciones concretas para que podamos reestructurar no sólo a los Yanomami, que han sido brutalmente afectados por la minería ilegal, sino también la Amazonía. Estamos trabajando junto con otros ministerios para hacer frente a la violencia, al tráfico de animales, a la pesca ilegal y al narcotráfico en tierras indígenas. 

En muchos de estos territorios hay pueblos indígenas aislados y recién contactados. Es necesario garantizar que los defensores y defensoras de los derechos humanos -como Bruno Pereira o Don Phillips, asesinados por defender la causa indígena- sean protegidos, y evitar que otros casos como estos ocurran. En el Ministerio hemos recibido constantes denuncias de amenazas a los pueblos indígenas por parte de quienes quieren continuar con sus prácticas ilegales. 

Hoy tenemos un programa de protección que es insuficiente, porque este programa saca a lxs defensorxs amenazados del territorio. Esto debilita nuestra lucha. Es necesario crear grupos de trabajo para conocer los diferentes contextos.

 

¿Cómo se manifiesta hoy el racismo en contra de los pueblos indígenas y cuáles son las consecuencias, sobre todo ahora que hay un ministerio manejado por los pueblos indígenas?

JK: El racismo contra los pueblos indígenas ha estado presente desde la llegada del colonizador. Es este lugar donde se coloca a los pueblos indígenas, de inferioridad, de no considerar nuestros conocimientos, nuestra ciencia, de no valorar nuestra lengua, nuestra historia, nuestra cultura. Todo esto es una demostración de que la sociedad que vino aquí y construyó el país despreció totalmente a los pueblos indígenas. Sin embargo, el racismo es un proceso creciente, no sólo ocurrió cuando llegaron los portugueses a Brasil y empezaron a asesinar y esclavizar a los pueblos indígenas. El racismo sigue estando muy fuerte en la sociedad cuando nos damos cuenta de que la mayoría de las veces los no indígenas y el gobierno siguen pensando que somos inferiores y menos inteligentes. Los pueblos indígenas somos realmente diferentes de otros grupos poblacionales, pero esa diferencia puede ser importante y beneficiosa para la sociedad. Enseñamos mucha de la ciencia que se conoce, la cultura alimentaria del pueblo brasileño está muy relacionada con el conocimiento indígena. No hay reconocimiento ni valoración de nuestras contribuciones. Todo aquello que no conocemos lo tendemos a desvalorizar. Por eso la sociedad necesita conocer a los pueblos indígenas y reconocer nuestra historia. 

El racismo estructural que tenemos en nuestro país es aún peor ya que no nos permite ser parte de la construcción de políticas públicas para nuestros pueblos, no reconoce que tenemos derecho a estar en los lugares donde podemos y queremos estar, como en la universidad, por ejemplo. Una de las grandes luchas hoy para la juventud es la llegada a la universidad debido principalmente a que es en sí misma una institución dura y elitista. Cuando llegamos, nos invisibilizan y no hay buena voluntad para atender las demandas y necesidades que tenemos. Pocas universidades discuten metodologías que puedan ser inclusivas. Tampoco hay reconocimiento de nuestras lenguas. 

Es importante destacar que hemos avanzado mucho, el haber tenido la oportunidad de estar en la universidad ha hecho que hoy tengamos abogados, médicos, antropólogos, maestros, enfermeros, administradores y hasta ingenieros indígenas. Esta cantidad de profesionales indígenas que han logrado salir adelante en un ambiente hostil como es la universidad es un gran logro, porque muchos se quedan al principio del camino. Hoy muchos de esos profesionales están en el Ministerio de los Pueblos Indígenas, construyendo políticas públicas que comprenden que nuestros pueblos y nuestros territorios necesitan una mirada diferenciada.

Todo lo que se construyó en Brasil se hizo sobre nuestros territorios, destruyendo nuestras lenguas y nuestras tradiciones por lo que la posibilidad de tener indígenas en espacios institucionales, discutiendo nuestras necesidades, es un gran logro. 

Pero el racismo sigue presente, incluso dentro del Ministerio de Pueblos Indígenas. Hay otras personas, que no son indígenas, que miran al ministerio con dudas sobre si funcionará. Nosotros somos los que estamos construyendo este espacio y hemos hecho un gran esfuerzo para que el ministerio se mantenga en este y en los próximos gobiernos. Queremos construir con el gobierno nuevas posibilidades y una perspectiva que considere indígenas y no indígenas, que considere conocimientos, valores, pero principalmente un gobierno que pueda garantizar la vida de todas las personas. No queremos gente muriendo en las periferias ni indígenas muertos por la ausencia del Estado. Pero tampoco queremos un Estado que imponga lo que se debe hacer, queremos autonomía para hacer lo que queremos en nuestros territorios con gestión cultural y patrimonial dentro de la perspectiva del patrimonio cultural indígena. 

El Estado brasileño es extremadamente racista. Necesitamos superar ese racismo, y esa es una lucha de todxs.

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(1)  Reducción de emisiones derivadas de la deforestación y de la degradación de los bosques.

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