Alimentación agroecológica y transición justa ecosocial para mitigar la crisis climática
Texto y fotos: Camila Parodi
La oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo estuvo presente en el “VII Congreso de Salud Socioambiental” y el “IV Encuentro Intercontinental Madre Tierra, una sola salud” en la Ciudad de Rosario. En ese marco, los organizadores del congreso convocaron a la fundación para coordinar dos grupos de investigación para pensar dos temáticas centrales en el actual contexto de crisis climática: los sistemas alimentarios y la transición energética.
Acompañados por las coordinadoras de proyectos de la Fundación Rosa Luxemburgo, Patricia Lizarraga y Florencia Puente, se realizaron los grupos de trabajo «Producción de alimentos en las ciudades» y «La transición energética en Argentina. De falsas soluciones a la crisis climática a la construcción de políticas y experiencias para la vida» que trabajaron de manera colectiva durante la semana del congreso.
Los principales nudos, reflexiones y posibles alternativas fueron abordadas durante el congreso el pasado jueves 15 de junio en las mesas «Sistemas alimentarios para recuperar la salud de los territorios» y «Transición energética» que se realizaron en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa.
Los grupos de trabajo integrados por investigadores, activistas y defensores de los territorios analizaron la situación de crisis alimentaría y energética que atraviesa la región. Como síntesis de los esfuerzos e intercambios realizados concluyeron que efectivamente, el futuro llegó y que es imprescindible el reconocimiento de las prácticas y experiencias existentes que nos muestran que nuevos caminos son posibles y en ese sentido llamaron a la acción.
Además, aseguraron que estas dos problemáticas no pueden ser relegadas únicamente a las empresas, academia y/o gobiernos sino que deben ser problematizadas y apropiadas desde los sectores del campo popular así como aquellos trabajadores del Estado y grupos de investigación que se reconocen parte de los pueblos y sus luchas.
En esa línea desde la mesa de sistemas alimentarios destacaron la importancia de abordar cómo se producen los alimentos en la región y señalaron que esta problemática tiene que ser un debate central frente al cambio climático. Por ese motivo, aseguraron que un futuro digno e igualitario sólo podrá ser a través de la agroecología como modelo y aseguraron que, luego de conocer diferentes experiencias situadas, el futuro será agroecológico o no será.
Por su parte, desde la mesa de transición energética también afirmaron que otras realidades son posibles y que hay que demostrarlas porque son los pueblos los que pagan cualquier tipo de extractivismo y que ahora también lo harán con la transición energética y concluyeron: “a más extractivismo, menos democracia”.
Agriculturalizar nuestras ciudades y pueblos
La pandemia por COVID 19 y la guerra entre Rusia y Ucrania enmarcados en el actual modelo de agricultura industrial tecnocrática evidencian una bisagra para los debates sobre la alimentación mundial. En ese sentido, desde el grupo de trabajo de «Producción de alimentos en las ciudades» destacaron la necesidad de construir nuevos caminos para la agricultura que permita producir alimentos vitales al servicio de toda la humanidad.
La mesa estuvo integrada por el ingeniero Fernando Frank, Eduardo Cerdá de la Dirección Nacional de Agroecología, Tomasa Ramos del Parque Huerta El Bosque, Leomancio Araujo del Movimiento de Pequeños Agricultores de Brasil y fue coordinada por Patricia Lizarraga de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Las experiencias concretas de que otro sistema alimentario posible están a la vista, por eso señalaron la importancia de pasar de la denuncia a la acción para poder responder a las necesidades del mundo y de la tierra. En esa línea, explicaron que realizaron un espacio interdisciplinario y plural para debatir y pensar políticas públicas sobre agricultura urbana, derecho a la alimentación y soberanía alimentaria como una respuesta eficiente y necesaria para mitigar el cambio climático en las ciudades.
Desde esta perspectiva, explicaron que si bien el actual modelo alimentario enferma y saquea los bienes comunes, al comprenderlo como un sistema complejo es posible integrar, también, las resistencias campesinas que producen otro tipo de sistemas alimentarios.
En esa línea, para el ingeniero Fernando Frank “la agroecología con base campesina es una respuesta concreta al sistema alimentario actual”. Por ese motivo, para Frank es importante reconocer que “no puede haber cuerpos sanos en territorios enfermos” por eso la importancia de llamar a la acción en los espacios de reflexión e intercambio de saberes: “Es necesario recuperar los territorios para cuidar nuestra salud”.
Eduardo Cerdá es director de la Dirección Nacional de Agroecología, desde su experiencia aseguró que nos encontramos en un momento muy complejo de crisis civilizatoria. En ese contexto, señaló la importancia de “discutir la alimentación desde todos los sectores y reapropiarnos de los sistemas alimentarios”. Para Cerdá es “un mito que no podemos comer comida sin agrotóxicos” por eso recordó que la agroecología hoy es reconocida por el Estado argentino y que es necesario apropiarse de esos avances para garantizar derechos.
Tomasa Ramos es huertera del Parque Huerta El Bosque, una experiencia de política pública municipal que impulsa estrategias participativas y solidarias de producción, transformación, comercialización y consumo de alimentos sanos. Su experiencia en la producción de alimentos desde hace más de 20 años evidencia el potencial de esta propuesta: “Hacer nuestro propio alimento es un ejercicio que se va aprendiendo pero es, sobre todo, una forma de sanar”, explicó.
Por su parte, Leomancio Araujo del Movimiento de Pequeños Agricultores de Brasil, presentó la situación de su territorio: mientras que el campesinado posee tan sólo el 24% de las tierras es quien alimenta a los pueblos frente al agronegocio que posee el 76% para hambrear y envenenar. En ese marco compartió su visión: “Para nosotros la agroecología incluye el cuidado, la defensa de la vida y la producción de alimentos pero también conciencia política y organizacional. El agronegocio jamás contribuirá en la soberanía alimentaria ya que hace lo contrario”, aseguró.
Energía para la vida, no para la mercantilización
La centralidad que tiene el discurso de la transición energética en la actualidad no se puede discutir. El avance de los proyectos extractivistas en los diferentes territorios es un hecho y obliga a la pregunta urgente: ¿Energía para qué y para quiénes?
En la segunda mesa realizada por la Fundación Rosa Luxemburgo en el marco del VI Congreso de Salud Socioambiental, el grupo de trabajo “La transición energética en Argentina. De falsas soluciones a la crisis climática a la construcción de políticas y experiencias para la vida» compartió sus reflexiones colectivas para pensar las posibles salidas y alternativas en el marco de la crisis climática.
La mesa estuvo integrada por Melisa Argento investigadora CONICET /UNR e integrante del Grupo de Investigación de Geopolítica y Bienes comunes, Pablo Rullo también investigador UNR/CONICET y por la investigadora y escritora, Maristella Svampa. La misma estuvo coordinada por Florencia Puente de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Melisa Argento destacó que el grupo de trabajo convocado en el marco del congreso sostuvo como acuerdo que “la energía tiene que ser un derecho social y un bien común. Debe ser energía para la vida, no para la mercantilización”. En esa línea explicó que la actual matriz energética profundiza las desigualdades y que la transición energética que proponen las corporaciones “genera nichos para salvar al capital de sus propias fallas”. Por ese motivo, para Argento “la explotación del litio no se puede definir de otra manera que no sea saqueo» ya que es “atroz lo que están haciendo en nuestros salares, en las lagunas altoandinas: Esta minería del agua pone en riesgo la vida de toda una biodiversidad en lugares que son humedales de regulación climática», explicó.
Por su parte, Pablo Rullo acercó las conclusiones arrojadas en el documento presentado por el grupo de trabajo. En ese marco, aseguró que tanto investigadores como activistas y defensores de los territorios: «Queremos romper con la lógica que dice que sólo los ingenieros pueden hablar y definir las políticas energéticas”. En ese sentido desafió a las personas presentes: “Tenemos que apropiarnos de esas políticas y sus debates. Para nosotros es necesario acercar el futuro y repasar las experiencias existentes que son posibles y tenemos que demostrarlas”.
Para finalizar, Maristella Svampa agregó que desde los colectivos organizados, grupos de investigación y comunidades “queremos disputar y apostar a una propuesta de transición justa y ecosocial desde el sur global”. Y destacó que frente a la policrisis actual “la transición de los pueblos no es sólo energética, es alimentaria, civilizatoria y también urbana”. Svampa sostuvo que la mal llamada “transición energética” sólo propone un cambio de fuentes pero que no contempla un cambio del sistema energético: “Es corporativa y no es sustentable entonces no hay planeta que aguante ni litio que alcance si no cambiamos el consumo energético”.