Nosotras movemos el mundo: el feminismo sindical como estrategia contra las derechas

Escribe: Gimena Figueroa
Fotos: Lucía Fernández Ares

Llegué a Mar del Plata después de viajar 415.5 kilómetros desde la terminal de Retiro. Allí me encontré con otras mujeres de diversos sindicatos. Todas con el cuerpo cansado y con cientos de preguntas sobre qué somos en este contexto de crueldad y odio y de cómo transformar nuestra realidad como trabajadoras y feministas. Sí, llegué a Mar del Plata con el cuerpo cansado pero una expectativa interna de que algo iba a suceder. El viento salado del mar nos recibió como una brisa fresca, esa que necesitamos como movimiento. El cuarto encuentro de Feminismo Sindical se realizó el fin de semana del 19 y 20 de septiembre y fue organizado por la fundación Rosa Luxemburgo junto con el Sindicato Luz y Fuerza quienes nos recibieron durante las dos jornadas, la AJB, el Sindicato de Pastelerxs y ATE de Mar del Plata.

Con el correr de las horas del viernes iban llegando cada vez más encuentreras que llenaban con sus banderas el salón del cónclave. Las telas decían más que mil discursos: nombres de sindicatos, consignas feministas, colores de lucha. Cada bandera era una historia, una geografía, una voz que demostraba que la lucha siempre es colectiva y feminista.

Durante el encuentro abracé a decenas de compañeras, nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida. Algunas venían del norte, otras del centro y otras del sur profundo del país. Había mujeres y disidencias de la AJB, de ATE, de Pasteleros, de las dos CTA, de la CGT, de Bancarias, Ferroviarias, Docentes, de la UTEL y la UTEP. Por primera vez, compañeres trans y del trabajo y la economía popular participaron del encuentro de Feminismo Sindical y eso se celebró doble.

Los abrazos fueron también un reconocimiento para todas y todes: somos trabajadoras, somos sindicalistas, somos feministas. Y ahí estábamos para decirlo juntas. “Unidad de las trabajadoras, y al que no le gusta que se joda, que se joda”. Ese fue el canto que estalló en el salón y que fue como un latido compartido: lo gritamos con fuerza, con alegría, con rabia también. Porque sabemos que no es fácil sostener esta unidad en tiempos de ajuste, represión y discursos de odio. Pero ahí estábamos, más de cien compañeras y compañeres, debatiendo, emocionándonos, construyendo estrategias frente a las derechas que avanzan.

Organización y feminismo: la importancia de estar unidas ante el avance de las derechas

Luego de la bienvenida de las organizadoras, tuve el honor de participar del primer panel junto a Vanesa Siley (Sitraju), Clarisa Gambera (ATE) y Romina Padilla (UTEP) que tuvo como el primer tópico “El feminismo sindical en contexto de derechas”. Con las dirigentas coincidimos en que el feminismo sindical es una herramienta clave para enfrentar el ajuste, la precarización y la exclusión que atraviesan los sectores populares y trabajadores. Reivindicamos la organización desde abajo, la unidad como fuerza política, y la necesidad de disputar no sólo derechos laborales sino también el tiempo, los cuidados y las narrativas que deslegitiman a los que conforman el Estado: sus trabajadores y trabajadoras. Las cuatro destacamos que la resistencia debe transformarse en programa, que el feminismo popular no se calla más, y que sin músculo colectivo no hay futuro posible.

Romina Padilla, joven productora e integrante de la comunidad boliviana, tomó la palabra en representación de la UTEP y de “cientos de mujeres trabajadoras de la economía popular” que día a día sostienen el trabajo excluido del mercado formal. “Nosotras trabajamos en la informalidad, excluidas del sistema laboral formal, lo que nos obliga a luchar por derechos que nos vulneran muchas veces”, expresó. Desde su experiencia en la ruralidad, reivindicó la organización como herramienta para enfrentar la precarización y el despojo: “La tierra, el techo y el trabajo representan mucho para nosotras. La tierra para vivir, trabajar y producir; el techo para tener mejores condiciones; y el trabajo como fuerza cotidiana que sostiene la vida”.

En un contexto de ajuste y exclusión, Padilla destacó el rol del feminismo popular como motor de resistencia: “Gracias al feminismo popular, cientos de mujeres hoy no se callan más. Es un orgullo decirlo como juventud: que las mujeres podamos expresarnos y salir a poner el pecho cotidianamente para seguir peleando”. Celebró el encuentro como espacio de unidad y proyección colectiva, y llamó a fortalecer la lucha frente a los embates del gobierno: “Más allá de que nos quiera poner el miedo, nos quiera vencer, yo creo que no va a poder, porque es algo que nació con firmeza y si tiene que morir con firmeza, estamos dispuestas a poner el pecho”.

Clarisa Gambera, referente de ATE Nacional y de la CTA Autónoma de la Capital, continuó y reivindicó el rol anticipatorio del feminismo sindical frente a los embates políticos y económicos actuales. “El feminismo y las sindicalistas iluminamos antes la necesidad imperiosa de construir una unidad por abajo fuerte”, afirmó, destacando la experiencia acumulada en encuentros nacionales y plurinacionales que “nos dio una gimnasia para agarrarnos frente a la tormenta que fue el macrismo”. En ese marco, subrayó que el movimiento feminista y transfeminista cuenta con herramientas para enfrentar el contexto actual, donde “la derecha está dando una embestida que tiene escala global” y busca “resetear la Argentina borrando el peronismo, borrando la idea de Estado”.

Desde una lectura crítica del presente, Gambera denunció que “es un gobierno que nos declaró la guerra a las feministas, a las estatales en particular”, y que la respuesta organizada desde los territorios permitió resistencias concretas. “La política no nos va a resolver si no es con nosotras y nosotros. La acumulación, el músculo, el fuego desde abajo va construyendo los escenarios y las posibilidades”, sostuvo. Llamó a pensar colectivamente el país que se desea, enfrentando las narrativas que deslegitiman el rol del Estado y de sus trabajadores: “Estuvimos en mucha soledad durante los primeros meses de resistencia al gobierno de Milei”. Y cerró con una apuesta a la potencia del sindicalismo feminista: “Es un honor compartir con estas compañeras. ¡Cuánto cuadro político hay en las mujeres sindicalistas, en las militantes y trabajadoras de nuestras organizaciones!”.

Vanesa Siley, dirigente sindical y legisladora, retomó el planteo sobre el tiempo como una de las grandes batallas del feminismo sindical. “Además de resistir, organizarnos y pelear por las que no pueden pelear, tenemos que tener un programa. Y la reducción de la jornada laboral”, afirmó, recordando que tanto el 8 de marzo como el 1° de mayo nacen de luchas históricas por el tiempo de trabajo. En un contexto de aceleración tecnológica y precarización, sostuvo que “es un absurdo que no disputemos el tiempo. El tiempo se lo disputa en la misma medida que se disputa el capital”. Y advirtió que hoy no solo se profundiza la desigualdad en la distribución de la riqueza, sino también “el reparto del tiempo para crecer, para compartir, para decidir sobre nuestros cuerpos”.

Siley llamó a incorporar la agenda de cuidados, informalidad y reducción de la jornada laboral en los programas sindicales del presente y del futuro. “Más del 50% de la población económicamente activa no sabe lo que es un convenio colectivo, un recibo de sueldo, una obra social o una paritaria”, denunció. En ese marco, alertó sobre la avanzada de la reforma laboral, tanto en sus formas legales como en las prácticas cotidianas de flexibilización: “La reforma laboral ya está acá. Es no tomarme la licencia para que no me despidan. Es el trabajador que se autoflexibiliza”. Frente a ese escenario, reivindicó la organización sindical como herramienta para disputar derechos y tiempo, y para construir una plataforma que enfrente el ajuste y proyecte un país más justo”.

“Nuestras conquistas bajo ataque”: segundo panel

La tarde avanzaba entre abrazos, pancartas y cuadernos abiertos. En el segundo panel del encuentro de feminismo sindical, cinco voces tomaron el micrófono para poner en común diagnósticos, estrategias y resistencias frente a un contexto de ajuste y ofensiva neoliberal. Fernanda Boriotti (Fesprosa), Alejandra López (SADOP), Karina Nicoletta (AGTSyP), Alejandra Vilte (La Bancaria) y Abigail Araujo (ADUM) compartieron experiencias desde sus territorios gremiales, bajo el lema que las convocaba: “Nuestras conquistas bajo ataque”.

Con tono firme y mirada crítica, Alejandra Vilte -referente de La Bancaria- trazó un panorama complejo del sector financiero. “Podríamos pensar que estamos bien, porque el capitalismo financiero se lleva la mayor renta”, dijo, pero advirtió que “no hay derrame hacia los trabajadores”. Aunque reconoció que el gremio sostiene paritarias y salarios altos, alertó sobre un ajuste silencioso, impulsado por la digitalización y la inteligencia artificial.

La pandemia, señaló, aceleró el cierre de sucursales y la reducción de personal. “El único banco que quedó firme en cada rincón del país es el Banco Nación”, sostuvo. Pero también denunció que la inteligencia artificial impacta con sesgo de género: “Las mujeres ocupamos tareas administrativas y de atención al cliente, con menores salarios. La mitad de la plantilla son mujeres, pero los cargos jerárquicos los ocupan varones”. En este marco, la dirigente cerró con una apuesta estratégica: “Nos estamos capacitando en inteligencia artificial para discutir la reconversión laboral. Queremos que los trabajadores no sean expulsados, sino formados para tareas de análisis y expertise”. Y exigió participación en la mesa de innovación financiera del Banco Central, para discutir los sesgos de los algoritmos.

Desde el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), Alejandra López tomó la palabra con una advertencia urgente: “La docencia está en peligro”. Denunció salarios que no cubren la canasta básica, jornadas extendidas sin remuneración y una salud mental colapsada. “Para vivir en la Ciudad de Buenos Aires se necesitan $1.500.000. Eso no lo cubre un sueldo docente”, afirmó. Con datos precisos, detalló la pérdida del poder adquisitivo en todos los niveles educativos y visibilizó una carga laboral invisibilizada: “En el secundario hay 11 horas semanales no remuneradas; en el primario, entre 10 y 11. Lo grave es que lo hemos naturalizado”.

López puso el foco en la feminización del sector: “Más del 80% somos mujeres, con triple jornada: trabajo crítico, cuidado de hijes y adultos mayores. Todo recae sobre nosotras”. También alertó sobre el deterioro de la salud: “Hay más casos de estrés, ansiedad, ataques de pánico. No le ponemos límite porque no comemos”.

Con autocrítica, cuestionó la falta de estrategia en las conducciones nacionales y denunció la desaparición de la paritaria docente: “Se le puso un maquillaje, pero dejó de tener consistencia”. Reivindicó las luchas feministas y obreras, y compartió su historia familiar como bandera: “Soy la primera generación universitaria. Mi abuela salió del campo con la máquina de coser de la Fundación Eva Perón. Mi mamá apenas terminó el primario. Entonces, mira si no hay que dar la lucha por la educación pública”. López cerró con una imagen potente: “Llegan unos, llegan otros con distintas identidades, pero con una causa en común: no al veto. Solo un pueblo organizado puede generar la historia. A ese desafío no nos van a encontrar resignados, sino que todas y todos seguimos de pie”.

Desde el subsuelo de la Ciudad de Buenos Aires, Karina Nicoleta -trabajadora del SUBTE y referente de la CTA de los trabajadores- trajo al encuentro una historia de resistencia obrera. “La organización de las trabajadoras y los trabajadores del SUBTE supo construirse a partir de la década del 90 como una organización genuina de base”, explicó, en referencia al proceso de privatización que dejó a más de la mitad del personal sin trabajo, flexibilizó condiciones y tercerizó tareas.

La primera gran conquista fue la estabilidad laboral. Desde entonces, el sindicato logró recuperar la jornada de trabajo, reincorporar tareas convencionadas y avanzar en la inclusión de mujeres en sectores históricamente masculinizados: “Hoy tenemos más de 800 compañeras desempeñando tareas como guardas, conductoras, maniobristas”. Karina reivindicó conquistas pioneras: “Fuimos el primer sindicato del sector privado en lograr la licencia por violencia de género”, y destacó la universalización del derecho de cuidado también para varones: “10 días por hijo o hija en situación de enfermedad”.

Pero el presente impone nuevas amenazas. “El colectivo del SUBTE ve sus condiciones de vida profundamente afectadas por el DNU 70/2023”, denunció. “Desregulación del Estado, desmantelamiento de políticas integrales, pérdida del poder adquisitivo y criminalización de la protesta”. Hoy, 21 compañeros y compañeras enfrentan pedidos de desafuero sindical. “Cada acción colectiva termina en una embestida judicial”, alertó.

Karina visibilizó una lucha histórica: la presencia de asbesto en las seis líneas de subterráneo y el premetro. “Ya se retiraron 200 toneladas”, pero la exposición dejó cinco compañeros fallecidos, 114 afectados —algunos con diagnóstico de cáncer— y más de 1200 bajo seguimiento médico. Denunció que “el gobierno de Macri y la Ciudad de Buenos Aires adquirió formaciones contaminadas”, afectando a trabajadores y usuarios. “La Ciudad se ha convertido en un lugar profundamente desigual”, afirmó. “El SUBTE termina siendo un espacio de refugio para personas en situación de calle, muchas con problemáticas de salud mental, sin contención”.

Con contundencia, señaló: “Este gobierno de miseria planificada, de crueldad y deshumanización ha elegido como enemigos al colectivo de mujeres, diversidades sexogenéricas y al sindicalismo”. Reivindicó el rol de los feminismos y transfeminismos: “Pusimos en discusión el endeudamiento, la crisis de representación, las tareas de cuidado como generadoras de riqueza. Por eso este gobierno nos pone del lado de enfrente”.

Karina cerró con una apuesta estratégica: “Volver a poner al trabajo en función de la vida y no del capital. Unir las luchas es vital. Reivindicar la acción colectiva, nuestra historia de lucha y pensar desde la perspectiva de nuestra clase como referencia fundamental para lo que se pueda generar como alternativa para nuestro pueblo”.

Desde Mar del Plata, Abigail Araujo -secretaria gremial de ADUM y referente del Frente de Mujeres y Diversidad de la CTA- celebró una victoria reciente en defensa de la universidad pública. “Venimos de hacer una marcha histórica con una victoria impresionante. Para eso pusimos la voz y el cuerpo una vez más”, compartió con emoción. Y recordó una frase que la marcó tras el triunfo de Javier Milei: “El proyecto del fascismo necesita el desánimo para postergar su inevitable derrota”.

Araujo denunció el intento de desmantelar el modelo universitario como espacio de formación, producción de conocimiento y vínculo con la comunidad. “Queremos estudiantes que aprendan a ser mejores personas, que participen políticamente, que investiguen para resolver problemas sociales y que vivan la democracia”, sostuvo. Alertó sobre una “contrarreforma en marcha” que incluye flexibilización laboral docente, competencia entre cátedras y una lógica transaccional: “Transforman la universidad en un cajero automático”. Criticó la exclusión de estudiantes y graduados como jurados en concursos docentes: “Las docentes queremos que sean nuestros jurados porque queremos que puedan opinar sobre lo que sucede en la universidad”.

Denunció la privatización encubierta a través de “aportes solidarios” de empresas y egresados. “La Constitución dice que la educación pública la tiene que financiar el Estado nacional, no los graduados ni las empresas”, recordó. También señaló que “no fuimos capaces de modificar la ley de educación superior del menemismo”, lo que dejó trampas que hoy son aprovechadas por el gobierno.

Con coherencia gremial, reivindicó la lucha sostenida: “El año pasado hicimos nueve marchas universitarias en Mar del Plata y 24 días de paro. Todavía no resolvimos los salarios, pero hace dos días obtuvimos una victoria impresionante”. Y fue clara: “No especulamos en ningún momento, ni ahora ni cuando estábamos en el gobierno anterior. Hay que luchar siempre, no hay que especular nunca”.

Araujo ubicó el conflicto en un plano internacional: “El proyecto de destrucción de la universidad no se le ocurrió a Milei. Es parte de un rol internacional que le quieren asignar a nuestro país, donde el pensamiento crítico y la tecnología que producimos son un problema”. Y fue contundente: “El salario docente universitario no lo va a resolver Milei.

Milei se tiene que ir y Villarruel se tiene que ir. Eso va a resolver el presupuesto universitario”. Y cerró con una certeza que atravesó el auditorio: “Luchar en unidad sirve, incluso cuando no podemos ver todavía el final de la historia. No hay que especular, hay que seguir peleando”.

Con voz firme y mirada encendida, María Fernanda Boriotti -presidenta de Fesprosa y referente del gremio Ciprus en Santa Fe- trazó un diagnóstico alarmante sobre el impacto de las políticas sanitarias del gobierno nacional. “La motosierra se sintió fuertemente en el Ministerio de Salud. Todas las acciones que han tomado hasta el día de hoy son absolutamente criminales”, denunció. Apuntó directamente al ministro Lugones: “Ya tiene más de 160 muertes evitables sobre sus espaldas”, entre ellas las derivadas del corte en la entrega de medicación de alto costo. “Fallecieron más de 60 personas por no haber recibido en tiempo y forma su medicación”, afirmó.

Boriotti visibilizó una precarización estructural que lleva más de dos décadas: “El 80–85% del personal está precarizado. Eso les da a los gobiernos de derecha herramientas para hacer lo que quieran”. Denunció despidos masivos, retroceso en vacunación —“el índice más bajo de la historia del país”— y recortes en programas de HIV, tuberculosis y hepatitis. “Volvemos a ver casos de sida como en los 90. La tuberculosis se contagia en el súper, en las escuelas, en el subte. No conoce fronteras ni clases sociales”, alertó.

Desmintió los anuncios oficiales sobre aumento presupuestario: “Es falso. Es una reducción”. Detalló que “un médico ingresante sin antigüedad no llega a $1.200.000” y que “todas las provincias tienen paritarias a la baja”. La pérdida de profesionales es inédita: “En Mendoza se cruzan a Chile. En el Garrahan renunciaron 200 profesionales ultracapacitados”. Con crudeza, advirtió: “La precariedad laboral, la productividad, el presentismo, son negociaciones que hoy se toman por un peso más. Pero el pluriempleo mata y nos deja sin vida”. Llamó a no resignar derechos: “No será fácil retroceder después de firmar esas condiciones”.

El segundo panel del encuentro de feminismo sindical dejó una trama de voces potentes, diagnósticos precisos y horizontes compartidos. Desde el sistema financiero hasta el aula, desde el subsuelo urbano hasta los hospitales públicos, las expositoras tejieron una narrativa común: nuestras conquistas están bajo ataque, pero la organización colectiva, feminista y de clase sigue de pie. Las intervenciones pusieron en evidencia el impacto del ajuste, la violencia institucional y la precarización laboral, pero también la potencia transformadora de los feminismos sindicales. Se reivindicaron conquistas históricas -como el cupo trans en el Banco Nación, la licencia por violencia de género en el SUBTE, la lucha por la salud pública y la defensa de la universidad crítica- y se trazaron estrategias para enfrentar la avanzada neoliberal. La palabra colectiva se hizo cuerpo, calle, reflexión y programa. Como dijo una de las panelistas: “Solo un pueblo organizado puede generar la historia”. Y en ese desafío, no hay lugar para la resignación. Hay unidad, hay lucha, hay futuro.

Cuando cayó la tarde, el encuentro se transformó en peña. El salón se llenó de aromas y voces: el pernil humeante se ofrecía junto a opciones veggie y sin TACC, pensadas para que todas y todes pudieran compartir. No fue solo comida: fue gesto político. Hasta en ese momento de distensión, se notó el cuidado y la organización que atravesaron todo el encuentro. Nada fue al azar. Un grupo de compañeras tomaron el micrófono y lo convirtieron en canto. Se organizaron rondas espontáneas, se escucharon coplas, se celebraron las luchas. La peña no fue cierre, fue continuidad: otra forma de decirnos que estamos juntas, que el feminismo sindical también se canta, se baila y se cocina con amor.

“Lucha sindical en contexto de crisis”: segundo día de encuentro

El sábado por la mañana, todas las compañeras nos levantamos y desayunamos en el último día del encuentro, preparadas para el cierre y las reflexiones. Cada una preparó su bolso y se alistó para asistir al salón que volvió a llenarse de abrazos, miradas cómplices y voces que tejían lo vivido. Entre mate y mate y ya con muchas de esas preguntas que vinimos a buscar ya saldadas -luego de una amplia asamblea y el espacio de formación política-, se llevó a cabo un último panel que planteó la lucha sindical en contextos de crisis.

En una sala colmada de ojos atentos, la palabra de Clarisa Espataro -subsecretaria de Género de la CTA de los Trabajadores, – irrumpió con la fuerza de quien no solo denuncia, sino también propone. Su intervención fue una radiografía punzante del presente laboral argentino, atravesado por despidos masivos, desmantelamiento institucional y precarización creciente. “Tenemos un panorama bastante claro”, lanzó sin rodeos, enumerando cifras que duelen: cientos de miles de despidos en el sector privado, decenas de miles en el público, ministerios desguazados, y un Estado que deja caer a sus compatriotas del mapa. Pero Espataro no se detuvo en el diagnóstico: reivindicó las conquistas feministas como faros en la tormenta -la ESI, la IVE, la ley Micaela, el cupo laboral travesti-trans- y denunció su vaciamiento por falta de voluntad política.

Con tono firme y mirada estratégica, advirtió que “el mundo del trabajo ha cambiado para muchísimo peor” y que el trabajo registrado cede terreno frente a la informalidad. “Si le agregamos la perspectiva de género y diversidad sexual, el problema es muchísimo más grave”, señaló, visibilizando el techo de cristal, el piso gomoso y la brecha salarial como obstáculos concretos que enfrentan las trabajadoras.

Su llamado fue claro: “El eslabón más débil es el trabajador o trabajadora no organizada. Ahí tenemos que poner el foco como trabajadoras organizadas”. Y desde esa convicción, propuso una reforma laboral profunda, popular y nacida desde las bases, que incluya un sistema integral de cuidados. “Más de la mitad de la población está afectada por tareas invisibles de cuidado. Si no las profesionalizamos, seguiremos en dependencia económica y eso alimenta la violencia”, sostuvo.

La deuda externa también fue eje de su intervención: “Si seguimos alimentándola, ningún proyecto de país será viable. Ya lo decía Néstor Kirchner: los muertos no pagan”. En ese marco, rescató el proyecto de ley cajoneado que contemplaba jardines maternos, licencias extendidas y profesionalización del cuidado, como parte de una agenda feminista que no se resigna. Espataro cerró con una frase que quedó resonando en el auditorio: “El silencio no es nuestro idioma, es el que nos quiere imponer el patriarcado y eso ya no lo vamos a permitir más”. Y reafirmó con convicción: “Tenemos que seguir en Corrientes. Ese esquema no lo tenemos que abandonar”.

La voz de Leonor Cruz se alzó con temblor y templanza. Secretaria de Género de la CTA Autónoma y trabajadora despedida de Agricultura Familiar, su intervención fue un testimonio encarnado de lo que significa militar desde el dolor, sin perder la brújula colectiva. “Hace más de un año y medio fui despedida. Y lo sigo diciendo en todos los espacios, porque todavía me atraviesa el cuerpo y el alma”, compartió, visibilizando una herida que no es solo personal, sino estructural: 35.000 despidos injustos bajo el actual gobierno.

Cruz reivindicó los espacios feministas como trincheras de aprendizaje y construcción, incluso en la diferencia. “Siempre nos llevamos algo. Es la fuerza del movimiento feminista”, dijo, reconociendo las tensiones como parte del proceso, no como obstáculo. Recordó que el feminismo sindical tiene historia, raíces, y que desde 2016 se viene gestando una articulación entre centrales que desafía la fragmentación. “La clase trabajadora no la define el patrón, la define la clase”, afirmó con claridad. “Por eso el feminismo sindical construye el ‘trabajadora somos todas y todos’”.

Su mirada se posó sobre las compañeras del territorio, las que trabajan por debajo de la línea de pobreza, las que no caben ni siquiera en una línea estadística. “No hay justicia social sin trabajo, salario digno y decente. No hay país en desarrollo sin derechos”, sostuvo, con la certeza de quien conoce el barro y la lucha.

Cruz denunció el avance del capitalismo en su fase más destructiva: “No solo viene por nuestra fuerza de trabajo, viene por nuestras vidas, por la tierra, el agua, los bienes comunes”. Y desarmó la lógica individualista que promueve soluciones mágicas y meritocráticas: “Nos quieren hacer creer que si pedaleamos más vamos a ser ricos, que si quemamos el laurel a la hora correcta vamos a conseguir trabajo. No es así”.

Con sensibilidad política, planteó una pregunta que atraviesa a las organizaciones: “¿Cómo le decimos a nuestras compañeras ‘vamos al paro’ si si paran, no comen sus pibes en el barrio?” La respuesta fue una apuesta por la construcción colectiva: “Tenemos que construirlo. ¿Quién más que las sindicalistas queremos paro? Pero hay que hacerlo con toda la clase. Porque estamos nosotras, pero no alcanzamos”.

“La deuda es con nosotras y nosotres”, afirmó con contundencia. Y advirtió que el pago de esa deuda se hace a costa de vidas, de hambre, de territorios saqueados. “Hay olor a default, a devaluación. Nosotras decimos: hay olor a revolución”, lanzó, en un giro que encendió el auditorio. “Juicio político a Milei”, agregó, marcando posición sin eufemismos.

Cruz cerró con una invitación estratégica: “Nuestro movimiento debe sentarse a discutir cómo acumula poder, para qué y por qué”. Y dejó una imagen potente: una Argentina donde no se muera de hambre, donde no se mate por ser mujer o disidencia. “Solo con la verdadera unidad estratégica y programática de nuestra clase. Solo con nosotras, con el feminismo y el transfeminismo, nuestro país puede llegar a ser el mejor lugar para vivir”.

Las intervenciones de Mara Rivera, Laura Cibelli y Mónica Schlotthauer cerraron el panel con una potencia que combinó diagnóstico, memoria y estrategia. Desde sectores históricamente masculinizados, territorios populares y empresas estatales, las tres dirigentas trazaron un mapa de urgencias y propuestas, con mirada feminista y sindical.

Mara Rivera (CGT–APCE) exigió una conducción obrera con plan de acción y alertó sobre el avance de la reforma laboral. “La industria está destruida, los salarios a la baja. No se trata de estar en contra, se trata de plantarnos con un proyecto propio”, planteó. Y fue clara sobre el rol de las mujeres en la historia sindical: “Como en la obra sobre Tosco y Rucci, hay que preguntarse en qué parte de la historia queremos estar. Las mujeres lo tenemos claro”.

Laura Cibelli (UTEP) visibilizó el trabajo no reconocido en los barrios populares y defendió la economía popular como sujeto sindical, con salida colectiva y feminista. “La gente trabaja mucho. Lo que no tiene son derechos”, afirmó. Y con dureza, cuestionó el enfoque individualista: “El emprendedurismo de mierda no es la salida. La salida es colectiva, en cooperativas, en unidad”.

Mónica Schlotthauer (Ferroviarias) fue contundente: la crisis no la pueden seguir pagando los trabajadores, y el movimiento feminista vino a democratizar y poner de pie a los sindicatos. “Necesitamos parar, parar y parar hasta que se caiga la motosierra. Depende del sindicalismo y de lo que estemos dispuestos a hacer”, sostuvo. Y agregó con emoción: “Yo creo en serio que el movimiento feminista vino a los sindicatos a cambiarlos, a democratizarlos y a ponerlos de pie, compañeras”.

También tuvieron la palabra, Claudia Rey (CTAA Mar del Plata) y Graciela (Gachi) Raimundo (CTAT Mar y Sierras), ellas expusieron los rasgos del sindicalismo local. Coincideron en que «tenemos un gobierno organizado para desmantelar el Estado, aniquilar lo público y criminalizar la protesta”. Desde su experiencia territorial en Mar del Plata, Rey destacó la unidad entre centrales: “Desde 2015 venimos actuando en conjunto. Las mujeres dimos la pelea sabiendo que no somos enemigas. El enemigo está afuera. Hoy está claro: es Milei”. Por su parte, Raimundo afirmó: “La derecha mata. El liberalismo mata. Quieren sacar al Estado, pero lo usan para su beneficio propio”, denunció. Y agregó: “Cuando hablan de ajuste, es solo para los laburantes. Lo que hacen es distribuir la riqueza para unos pocos”.

Entre todas tejieron una narrativa común: la lucha no es solo electoral, es política en las calles, en la resistencia y en la unidad. La reforma laboral, el ajuste y el vaciamiento no se enfrentan con diagnósticos aislados, sino con organización, estrategia y protagonismo de las trabajadoras. El sindicalismo feminista no solo interpela: transforma. El panel cerró con aplausos largos, abrazos sinceros y una certeza compartida: no hay que volver, hay que volver mejores. Y como dijo Cibelli, “el movimiento de mujeres es lo que nos hace mejores”.

La postal de lo que podemos cuando nos organizamos desde abajo, con mirada feminista y clase trabajadora

Era el cierre del encuentro Feminismo Sindical y las compañeras llegaban conmovidas, fortalecidas, con las emociones a flor de piel. Se respiraba reflexión, pero también decisión: lo que viene exige unidad, transversalidad y alianzas que se hundan en lo profundo.

Las palabras finales no fueron un protocolo, sino una declaración política. Julia Ocampos tomó el micrófono con la firmeza de quien escucha y transforma. Su discurso, lejos de fórmulas, fue un llamado a desarmar lo acartonado, a romper con el “deber ser” y a construir desde la honestidad y la diversidad. “Este espacio crece porque se construye en esa diversidad. Nosotras tenemos que darnos estos debates de forma honesta, porque el deber ser no va más. Hay algo del discurso armado, de lo que el otro espera que digamos, que ya no va”, dijo, mirando a cada una como si la interpelación fuera personal.

La sala asentía. Había algo claro: las alianzas deben ser intensivas, profundas, sin maquillaje. “Hay que meternos para abajo y agarrar lo que nos une. Lo escuché todo con mucha atención, lo veo clarísimo. Estamos quienes movemos el mundo y están quienes viven de nuestro trabajo. La bocha es corta”, remató, con esa síntesis que solo se logra cuando la escucha es activa y la convicción colectiva. El aplauso fue largo, sentido. No cerraba un evento: se abría una etapa. Desde donde cada una milite, desde donde cada una esté, el feminismo sindical se planta con fuerza, con compañerismo y con estrategia.