Se lanzó el primero de los talleres sobre la emblemática figura de Rosa Luxemburgo, una de las marxistas revolucionarias más importantes del siglo XX. La vigencia de su pensamiento, su compromiso férreo a la causa revolucionaria y la agudeza de su análisis se vuelven imprescindibles en tiempos de oscurantismo neoliberal en América Latina y el mundo.
Por Ignacio Marchini | Fotos de Laura Salomé Canteros
El primero de los talleres se desarrolló en la sede que la Fundación Rosa Luxemburgo tiene en la Ciudad de Buenos Aires. La apertura estuvo a cargo de Elis Soldatelli, quien comentó que éste forma parte de una serie de talleres que la Fundación tiene planificado brindar en otras provincias de la Argentina y en los países vecinos de Chile y Uruguay. También recordó la presentación realizada una semana antes del libro Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América Latina -escrito por Hernán Ouviña, uno de los expositores del taller-, producto de un trabajo conjunto de la Fundación, la editorial argentina El Colectivo y la editorial chilena Quimantú.
Su forma de ver el mundo
“Rosa Luxemburgo vivió un tiempo de guerras y revoluciones. Quizás las dos perspectivas que marcaron su forma de ver el mundo”, introdujo la periodista feminista y educadora popular Claudia Korol, quien junto a Hernán Ouviña, educador popular y politólogo, y Verónica Gago, investigadora del Conicet, estuvieron al frente del taller “Rosa en los debates socialistas y feministas”, el primero de varios encuentros que buscan recuperar y revalorizar su pensamiento, en vista a los desafíos actuales que plantea la avanzada conservadora en América Latina.
Para comprender su línea política, vale la pena recorrer algunos de los hitos de la vida de quien terminaría siendo una figura clave del marxismo alemán. Rosa Luxemburgo nació en Zamość, en la Polonia ocupada por el Imperio Ruso, el 5 de marzo de 1871, a días de la Comuna de París, ese breve experimento socialista. Un dato que siempre le llamó particularmente la atención a Claudia Korol, ya que “un día antes de ser asesinada, ella vuelve a pensar en la Comuna de París. Hay algo que siempre la llevó a reflexionar sobre las revoluciones y sobre la derrota”.
En ese texto Rosa reflexiona principalmente sobre la derrota de la Revolución Alemana, pero se refiere al movimiento insurreccional parisino: “¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el orden en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna?”. Completamente actual, si pensamos en las ofensivas del fascismo de estos días: cobardes en la derrota, valientes en la violencia contra sus pueblos.
La actitud frente a la derrota es clave en el pensamiento de Rosa. Apenas vencidos, reflexiona sobre las causas que frustraron el proyecto revolucionario. ¿Un error de la dirigencia? ¿Mal timing político? Un ejercicio difícil para las izquierdas: poder leer y asumir la derrota, no para buscar las culpas, sino para reformular las estrategias y las tácticas y revivir la llama del impulso revolucionario.
Una mujer que tomaba partido
Rosa vivió y participó de procesos históricos de enorme relevancia política: la Primera Guerra Mundial, las dos revoluciones rusas (1905 y 1917), la Revolución Alemana. Una vivencia que lejos estuvo de lo testimonial, sino que participó activamente de todos esos procesos. Una “mujer de partidos” como definió Korol, lejos de esa idea de “teórica del espontaneísmo” que se le suele adjudicar, generalmente con connotaciones despectivas. Participó de la socialdemocracia del Reino de Polonia y Lituania, del Partido Obrero Social Demócrata Ruso dirigido por Lenin, del Partido Socialdemócrata Alemán, de la Liga Espartaquista y fundó el Partido Comunista Alemán.
Nació y creció en la Polonia ocupada por Rusia. En el colegio no le dejaban hablar su idioma natal, a lo que ella se negaba. Ejercía su rebeldía a temprana edad desde su lenguaje, desde su identidad. Algo que viven cotidianamente los pueblos originarios de nuestro continente. No sólo fue perseguida por el zarismo por su nacionalidad, sino que como judía, mujer. Conoció los pogromos en la cuadra misma donde vivía en Varsovia, las persecuciones a judíos y polacos. Haber experimentado en carne propia la xenofobia y la misoginia forma parte indisoluble de su postura contestataria contra las violencias del fascismo.
Para Claudia Korol, es clave también reflexionar sobre la organización de las mujeres al interior del partido. Hay un debate sobre si Rosa era feminista o no. ¿Por qué no había un espacio diferenciado de mujeres dentro del partido? “Rosa desconfiaba de sus compañeros del Partido Alemán. Temía que buscaran ponerla en un lugarcito del cual no pudiera salir. Pero, al mismo tiempo, colaboró siempre con Clara Zetkin en todas las actividades que ella le propuso en relación a la organización de las mujeres. En sus cartas se puede ver que son una pareja política, una lucha conjunta sobre las reivindicaciones de las mujeres”, ejemplificó la periodista. Algo que evidencia esta diferencia de la visión de las mujeres es su oposición férrea a la guerra y al creciente militarismo, a diferencia de casi todos los compañeros varones de la socialdemocracia alemana.
Otro de los expositores fue Hernán Ouviña, politólogo y docente de la UBA y autor del libro sobre Rosa Luxemburgo, quien dijo: “Me alegro de que podamos juntarnos a rememorar no su asesinato, sino la vida de Rosa, con la convicción de que estos espacios son fundamentales”.
El eje de la exposición de Ouviña estuvo centrado en desmontar los lugares comunes sobre la trayectoria política de Rosa. “Todavía se sigue diciendo que Rosa era espontaneísta, en clave de que no creía en ningún tipo de organización. Nada más lejos de eso. Más que mujer de partido, era una mujer que tomaba partido. La dinámica pluriorganizativa no era incompatible para Rosa. Se podía militar en un sindicato y en un espacio de mujeres. Se podía abogar por el internacionalismo y a la vez generar un reagrupamiento desde abajo a partir de los consejos de obreros y los soviets en Rusia. No creía en formatos unívocos, sino que la propia experiencia gestaba las formas de organización”.
El «luxemburguismo», un término acuñado por los estalinistas, sigue siendo en varios espacios un epíteto peyorativo: antiorganizativo, centrado únicamente en los y las obreras. Poco acorde al planteo de Rosa. Ella se abocaba a encontrar las dinámicas posibles que articulen el espontaneísmo de las masas y la gestación de espacios organizativos, ni sectarios ni pragmáticos. “La cuestión organizativa es clave en el pensamiento de Rosa. Retomar los formatos de organización alemana durante la revolución no como fracasos, sino como modelos derrotados o eclipsados”, puntualizó el politólogo.
La propuesta del formato organizativo de Rosa fue alternativo al formato marxista-leninista, esquematizado claramente en ¿Qué hacer?, uno de los tratados políticos más importantes de Lenin. La revolucionaria polaca, incomodando a las izquierdas, propuso salidas alternativas a la forma de articular los partidos, en escritos como Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa. “Ese texto es clave para pensar lo que pasa en América Latina. Primero porque plantea que la organización no es anterior a las luchas populares, sino que es producto genuino de ellas”, desarrolló Ouviña.
El esquema organizativo de Rosa tiene varias aristas. Para empezar, pensarla como un proceso y no como algo esquemático y rígido. Debe ser cambiante y en permanente movimiento, en intrínseca relación con la coyuntura y la correlación de fuerzas. Cada realidad específica genera formas específicas de organización. Otro punto importante es que el protagonismo es popular y el partido debe ser democrático y participativo. No debe ser el comité central quien elabora la estrategia y manda a ejecutar a las bases. “Prefiero equivocarme con las masas y con su espontaneidad que acertar con el comité central más infalible”, recordó el docente de la UBA como una frase ejemplificadora del pensamiento de Rosa.
La repartición de tareas y roles es otro aspecto importante de su esquema. “¿En qué medida replicamos la división del trabajo capitalista en nuestras organizaciones?”, trajo a colación Ouviña, una vieja pregunta de la teórica marxista. “Es la diferencia central entre concepción y ejecución, un formato clásico de la fábrica burguesa. Muchas veces hemos replicado ese formato en organizaciones de izquierda. Es una polémica fraterna, sí, pero ardua, que mantiene con Lenin y con la socialdemocracia alemana, donde el nivel de burocratización era mayúsculo”, desarrolló el intelectual.
La revolución en el horizonte
El cierre de la parte expositiva del taller estuvo a cargo de Verónica Gago, investigadora feminista del Conicet. Para ella, hay tres ejes del método de Rosa que es necesario resaltar: “En primer lugar, relacionado a su forma de exposición, es la educación popular sumada a la agitación. Es una perspectiva que es a la vez analítica e insubordinada. El segundo punto es su análisis internacionalista de todos los fenómenos mundiales. Pensando en el movimiento feminista moderno, este es un aspecto clave. ¿Qué quiere decir un feminismo internacionalista hoy en día? Por último es el papel de la autorreflexión sobre errores y derrotas. Una dinámica que tensa entre la praxis y los hallazgos teóricos”.
“Cada huelga contiene un pensamiento político”, fue la frase talismán de Rosa que sirvió como disparador para la investigadora para pensar la función de la huelga, tanto a nivel del movimiento obrero en general como de los feminismos en particular. “Ella diciendo eso explica que a cada quien en su época le toca desplegar el pensamiento político que tiene una huelga. Esto la aleja de un tecnicismo y a la vez denuncia el materialismo policial de los sindicatos, los encargados de decir quien tiene la prerrogativa de convocarla”. La huelga se vuelve así ni automática ni fija, sino a ser reinventada en cada momento histórico.
La huelga es un proceso político, no un acontecimiento de un día, un impasse para negociar las condiciones de retorno a la dinámica laboral. “La huelga siempre es un cuerpo vivo” decía Rosa, no una ecuación matemática. Son múltiples los factores a detectar y cómo se entrelazan: económicos, políticos, materiales, incluso psíquicos. Para Gago, “es necesario pensarla hoy en día en clave feminista. ¿Qué significa para nosotras parar en nuestros espacios laborales? No es lo mismo si trabajás freelance, si sos ama de casa, si estás desocupada. No es un mero tecnicismo”.
La crítica a la guerra fue central en la vida política de Rosa. Pensándolo en relación a los movimientos sociales y la guerra contra las mujeres y los cuerpos feminizados, la investigadora se planteó: “¿En relación a qué tipo de insubordinación y autonomía de esos cuerpos-territorios se plantea la ofensiva de la guerra? Eso nos permite poner otra lógica histórica a por qué la guerra se hace presente en ciertos momentos de la ofensiva del capitalismo”.
Eso lleva a pensar la dimensión del Imperialismo, en vínculo con la guerra y, teniendo en cuenta el libro de Rosa La Acumulación del Capital, cómo se territorializa la teoría del valor. “Ella explica que el capital tiene que correr constantemente los límites y las fronteras, valorizando nuevos espacios de colonialización”, desarrolló Gago. “No puede haber teoría del valor en abstracto: qué cuerpos, qué recursos, qué territorios son necesarios para que el capital efectivamente pueda desplazar los límites de la globalización”, puntualizó.
Lo último que destacó la investigadora feminista fue la “Realpolitik revolucionaria”. Dos términos que suelen aparecer disociados: la lectura de lo posible, la agudeza para moverse en la coyuntura, para el pragmatismo, separado de la filosofía política. Rosa los aúna. “Ella en un momento pasa de su célebre frase ‘Reforma o Revolución’ a ‘Reforma y Revolución’”, explicó Gago. Así lo formula en 1903, en el 20 aniversario de la muerte de Marx: “sólo después de Marx, y por él, hay una política socialista de los trabajadores que al mismo tiempo, y en el pleno sentido de las palabras, es Realpolitik revolucionaria”.
La última hora del taller estuvo destinada al trabajo en grupos, donde se debatieron algunas de las ideas que surgieron de las exposiciones. ¿Cómo se construye un feminismo marxista y clasista? ¿Cómo pensar la derrota, aún mientras se experimenta, para reformular las prácticas y no volverlo un regodeo auto inculpatorio? Los y las participantes también reflexionaron sobre la autocrítica de las izquierdas, la multiplicidad de formas organizativas y la transformación en los barrios populares.
Quizás lo más relevante, en el contexto actual de retroceso y derrota política de los gobiernos populares, es preguntarse, como decía Gago, qué significa que la determinación de la situación de crisis depende de prácticas concretas. ¿Cómo pensar la revolución no como objetivo final, allá a lo lejos, sino como un esquema operativo, el aquí y ahora, teniendo siempre presente el horizonte de la revolución?