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Por Camila Parodi y Laura Salomé Canteros
La profundización de la crisis del capitalismo neoliberal tanto en la región como en el mundo ha impactado directamente sobre las vidas de las poblaciones. Las disputas geopolíticas entre China, Rusia y Estados Unidos tiñen los posibles acuerdos y estrategias de todos los gobiernos de los países del aún llamado “subdesarrollo”. Las reformas y deudas son las medidas que en mayor o menor medida se fueron asumiendo a lo largo de los últimos años a partir de los lineamientos internacionales dirigidos por el organismo de saqueo internacional (FMI). Con ellas, la desigualdad se convirtió en una realidad que despertó distintas prácticas tanto de discriminación, individualismo, xenofobia, violencias machistas como así también en un caso extremo de discursos y acciones fascistas. Representados por fascistas como Jair Bolsonaro en Brasil o Santini en Italia. Mientras nos acostumbramos en cómo el Mar Mediterráneo se convierte en un gran fosa humana, olvidamos que aún cientos y cientas de miles de centroamericanos se desplazan por el continente en busca de opciones de vida más digna.
Hoy, Lenín Moreno, el presidente de Ecuador, se sube al podio del cinismo político. Electo presidente en 2017 como sucesor de Rafael Correa, asumió como una continuidad del proceso progresista iniciado en 2007. Moreno anunció una serie de medidas para poder cumplir con las premisas del organismo financiero. Las mismas atentan directamente contra la vida de su pueblo y desataron una serie de manifestaciones que pusieron en jaque la pretensión de Moreno para llevar a cabo su plan. Aquellos movimientos campesinos, indígenas, feministas y estudiantiles que habían sido cuestionados hasta por los progresismos en tiempos de Correa son hoy los que sostienen su defensa y resistencia mostrando que las disputas son en las calles. A pesar de la censura mediática, la reacción de rabia de las y los ecuatorianos llegan a todas las pantallas y comienzan a contagiar la misma certeza: el neoliberalismo no se aguanta más. Así como sucedió en Haití que, desde el año pasado, la Ciudad de Puerto Príncipe se encuentra tomada contra las medidas liberales de Moise y también en Puerto Rico, donde la rebelión popular expulsó a Roselló. Dos gobiernos que, al igual que Moreno en Ecuador o Macri en Argentina cumplían a rajatabla los lineamientos pretendidos por el FMI. Pero este movimiento de hartazgo no sólo radica en el continente latinoamericano, por su parte, movimientos estudiantiles, juveniles y ambientales de Europa advierten sobre los riesgos del cambio climático y se oponen a las leyes migratorias de la Unión Europea con acciones concretas y comprometidas mientras se disputa la brecha entre las izquierdas y las derechas ultra conservadoras.
Como decíamos, Argentina no es la excepción de este plan transnacional liberal. Durante los últimos cuatro años, el Gobierno Cambiemos encabezado por Mauricio Macri acentuó las medidas y reformas para adecuarse a los mandatos direccionados por el FMI desde los Estados Unidos. De esta manera, el ajuste económico y la precarización afectaron la vida de las mayorías y sólo se sostuvo con un macabro plan de militarización y represión hacia los movimientos indígenas, juveniles y feministas que fueron las principales fuerzas en presentar resistencia y no aceptar ningún acuerdo proveniente del gobierno. El descontento masivo por la violencia y desigualdad estatal fue clarificado cuando las urnas rechazaron la reelección del gobierno de Cambiemos durante últimas elecciones primarias dando un porcentaje ganador a la dupla de Alberto Fernández junto a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. A días de las elecciones generales la estrategia de Cambiemos no parece haberse actualizado, mientras Mauricio Macri realiza una gira de despedida por las provincias del país declarándose en contra del derecho a decidir y propone medidas de mayor precarización social, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal militariza la ciudad de La Plata, sede del próximo Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, el evento anual más importante del movimiento feminista y acontecimiento clave por su amplitud para las futuras definiciones políticas. Se trata, en la Argentina, del movimiento que encabeza las luchas del país -y que hace eco en todo el continente- con los paros internacionales de mujeres, los repudios a los ajustes direccionados por los organismos como el FMI y el G20, llegando a llenar las calles porteñas durante los debates en el Congreso de la Nación con más de un millón de personas el año pasado.
Feminismo para vivir
El feminismo en la región forma parte de los movimientos sociales, populares, campesinos e indígenas; por lo tanto, más allá de las reivindicaciones históricas y demandas coyunturales que persigue, tiene además propuestas en y para cada ámbito de la vida social y política que en Argentina van desde la exigencia de un sistema público para redistribuir el cuidado hasta la economía feminista. Desde el pedido de implementación de herramientas institucionales para prevenir, sancionar y erradicar las violencias machistas con participación de las feministas hasta un proyecto de ley para descriminalizar el aborto. Desde el cumplimiento del cupo laboral travesti- trans hasta el cuidado de los territorios ancestrales.
Para definir estrategias conjuntas a llevar adelante y visibilizar estas propuestas, de demanda ante otros actores políticos, los gobiernos y los Estados es que nos juntamos en los Encuentros Plurinacionales. Para tejer, desde el feminismo, la unidad que pretendemos transversal, horizontal, masiva y multidisciplinaria que hace posible que sea la resistencia y la oportunidad ante la avanzada del fascismo en la región y la derecha en el país. Una región movilizada por las consecuencias sociales de los ajustes aconsejados por organismos de saqueo transnacional como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la amenaza de recorte de derechos conquistados para las mujeres y disidencias que pretende contagiar gobiernos fascistas como el de Jair Bolsonaro en Brasil o el saliente Jimmy Morales en Guatemala, quien instauró el estado de sitio recortando garantías constitucionales.
Sin embargo, ante una globalidad que parece girar a la derecha, el feminismo popular es resistencia y estrategia política para la vida digna. Es opción necesaria tanto para la soberanía alimentaria como para el reconocimiento de la autonomía de nuestros cuerpos- territorios. Es organización para el intercambio solidario de alimentos y crítica productiva ante la deuda financiera que feminiza la pobreza. Es salida colectiva para generar que organizaciones, sindicatos y medios de comunicación sean espacios libres de violencias machistas y cambio cultural para sensibilizar sobre los femicidios, travesticidios y transfemicidios.
Por eso la mirada se posa sobre la ciudad de La Plata estos próximos días. Hay miles de mujeres y disidencias conspirando para pensar un mundo, de verdad, digno de ser vivido. Y muchos de los debates, acuerdos y proyectos que surjan del Encuentro, regarán la agenda político-mediática de los meses (y año) venidero. El pulso feminista late y tiñe un fin de semana donde se apuesta, en cada minuto y en cada lugar, por el futuro. Porque de eso se tratan las propuestas: de hacer una tierra mejor donde vivir, pensar colectiva y horizontalmente, pensar en la economía desde lo cotidiano, valorar nuestros cuerpos y sentires; de ir haciendo, en el mientras tanto, el mundo en el que quepan tantos mundos. Esos son los puentes, también, que se tienden entre diferentes partes el mundo, donde las mujeres y disidencias de Europa y América Latina, trazan lazos de resistencia y anticapitalismo. En estos días venideros, La Plata será un faro, entonces, para multiplicar Encuentros y resistencias hasta que todas seamos libres.