Cuatro activistas y referentas sindicales cuentan cómo viven la cuarentena y cómo impacta el aislamiento en mujeres, lesbianas, trans y travestis.
Aldana Somoza para Tiempo Argentino. Fotos: Gala Abramovich
La llegada de la pandemia desconfiguró al mundo: detrás de los números de personas muertas e infectadas se abrieron discusiones en torno al rol del Estado, las políticas sanitarias, económicas y sociales, y también sobre quiénes tienen que «poner más» para sortear la crisis. A la hora de discutir la nueva reorganización temporal del mundo, con cuarentena de por medio, se califican los empleos y se expone más que nunca lo obvio: los trabajadores y trabajadoras como garantes de que el mundo siga girando y que todo no colapse. Sin embargo, son ellos y ellas quienes más sufren las consecuencias económicas y sociales de esta crisis.
Para darle dimensión a lo que se espera, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), calcula que se perderán 195 millones puestos de trabajo a causa de la pandemia en todo el mundo. Según un informe del organismo, en “las Américas, el 43,2% del empleo está en situación de riesgo”.
Pero el efecto de la cuarentena no pega igual en todos lados: las mujeres e identidades femeneizadas son las más afectadas. Son ellas quienes desempeñan la mayoría de los trabajos no registrados o enmarcados dentro de la economía popular, -donde el “quedate en casa” implica no poder garantizar la comida del día-, las que tienen peores salarios (ganan en promedio un 29% menos que los varones), y quienes además realizan el 76% de las tareas de cuidado -la llamada “segunda jornada laboral”-, que en contexto de aislamiento y con la suspensión de clases, aumentan.
La angustia, incertidumbre y el desborde son algunas de las muchas emociones compartidas por Jacky Flores, referenta del MTE-UTEP, Carla Gaudensi, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN), Virginia Bouvet, metrodelegada del subte, y Florencia Guimaraes, activista travesti y coordinadora del centro de día “La Casa de Lohana y Diana”. Las cuatro referentas sindicales y activistas cuentan cómo están viviendo la cuarentena y de qué modo impacta en su sector el aislamiento y, en particular, a las mujeres, lesbianas, trans y travestis.
Jacky Flores atiende el teléfono para dar su tercera nota del día: “Acá andamos, esta situación extrema me choca de frente, sin entender mucho”. La referenta del MTE y UTEP representa a un sector donde el 75% son mujeres, y la mayoría jefas de hogar. “La vida de las compañeras se está complicando muchísimo. No tenemos políticas públicas claras en cuanto al reconocimiento del trabajo de la economía popular y el cuidado, las compañeras no tienen nada reconocido, el desahogo era la escuela pública, y ahora con la suspensión de las clases están desbordadas”, cuenta y reclama la necesidad del sector de discutir trabajo. “Las compañeras” de las que habla son las cooperativistas de los barrios populares, las feriantes, las campesinas, las recolectoras. “Son las trabajadoras que sostienen la situación crítica de los barrios populares”, aclara.
Así como Jacky describe la situación de emergencia que se vive en el sector, también analiza la importancia de la organización a través de la cual muchos trabajadores y trabajadoras hoy lograron un reconocimiento y mejores condiciones de trabajo: “En la Ciudad logramos ser parte del sistema de reciclado con inclusión social. A pesar de los intentos que hubo por boicotearlo, pudimos discutir salarios y de alguna manera ahora estamos más resguardados y nos permite estar a disposición del trabajo colectivo”.
Otros de los conflictos que trae el aislamiento es la dificultad para la organización gremial, justo cuando los empresarios, que nunca quieren perder sus ganancias, arremeten contra los trabajadores con despidos, suspensiones, reducción de horarios y pago de salarios en cuotas.
Carla Gaudensi, delegada de Télam y secretaria de FATPREN, lo identifica como un claro problema: “La cuarentena nos afecta a todes, desde la salud, los vínculos, la organización de les trabajadores y en un momento en el cual la situación se empieza a poner complicada porque hay sectores patronales que aún con la medida del ejecutivo para prohibir los despidos y el subsidio a las Pymes para el pago de salarios, quieren generar una crisis en los trabajadores, sin respetar los derechos laborales, propiciando el cierre de medios, la baja de salarios o el pago en cuotas”.
Como vienen denunciando hace años los trabajadores y trabajadoras de prensa, el gremio está fuertemente precarizado, y en contexto de pandemia -donde la actividad es considerada esencial-, se dificulta doblemente llevar adelante la tarea. “En la mayoría de los medios gráficos se está usando la modalidad de teletrabajo, cosa que nosotros entendemos que debe ser excepcional en el marco de la pandemia. Obviamente el teletrabajo hace que uno trabaje más por eso muchas empresas antes de la cuarentena ya querían implantarlo, es como una disposición full time, una relación individual del trabajador con el empresario”, apunta Carla.
En relación a las trabajadoras, señala que el aislamiento las afecta más que a los hombres, y más aún a quien tienen hijos e hijas, porque las tareas de cuidado recaen más sobre las mujeres. “Si bien hay algunas familias que asumen tareas compartidas, las tareas reproductivas siempre recae sobre nosotras, muchas no dejamos de realizar nuestro trabajo y con los chicos y chicas en casa se complejiza más el escenario”.
“Estoy en mi casa, con mi hijo y mi nuera. Con un poco de ansiedad por el encierro y porque se vienen las semanas más complicadas en cuanto a los contagios”, cuenta la metrodelegada Virginia Bouvet a Tiempo a través de un mensaje de WhatsApp. Virginia, como todas las trabajadoras y trabajadores de actividades esenciales, continúa yendo a su lugar de trabajo dos veces por semana, donde realiza tareas gremiales mientras el subte presta un servicio mínimo para seguir trasladando al resto de empleados y empleadas a sus respectivos trabajos exceptuados de la cuarentena.
El período de aislamiento obligatorio encuentra a los trabajadores y trabajadoras del subte con un saldo organizativo acumulado con el que enfrentan este contexto de un piso medianamente alto en relación a otros sectores: “Nuestro sindicato logró reducir al mínimo la exposición, consensuando con la empresa un sistema de francos extras que permiten que no haya amontonamientos de personal en los lugares de trabajo. Logramos que la empresa reconozca las licencias extraordinarias que resultaron de la cuarentena y a los que prestan servicio se les va a pagar normalmente”, explica Virginia, y agrega la preocupación en relación a otros trabajos “sabemos que no es la realidad de todas las actividades, hay despidos y rebajas salariales, lamentablemente avaladas por un sector de la CGT; que nosotros no compartimos, ni en el Subte ni desde la CTA”.
Virginia agrega que, producto de la organización, las trabajadoras del subte lograron obtener la licencia por cuidado de sus hijos e hijas. “El resto se enfrenta a la misma problemática que los varones: discutir en cada puesto para que nos garanticen los materiales de higiene como guantes y alcohol”. Y agrega: “Creo que las mujeres resultamos más afectadas por situaciones de violencia de género, agudizados en este aislamiento obligatorio”. En lo que va de la cuarentena hubo al menos 20 femicidios, 21 travesticidios (en lo que va del 2020), mientras que los llamados a la línea 144 aumentaron un 30%.
En la cadena de la precarización de las vidas, las personas travestis y trans son quienes enfrentan una situación aún más crítica: «Hoy queda expuesto para gran parte de la sociedad lo que realmente pasa con nuestra comunidad. La mayoría con el aislamiento no tiene ni para comer, porque el 90% está en situación de prostitución, y el sustento diario pasa por pararse en una esquina todas las noches», cuenta a través del teléfono Florencia Guimaraes, quien cumple la cuarentena «a rajatabla» en su hogar en La Matanza y solo sale una vez por semana a llevar mercadería al centro de día donde milita. El hogar, destinado a alojar a personas travestis y trans hoy se encuentra cerrado por la cuarentena pero lo abren para repartir bolsones de comidas y viandas. “Por lo menos nos miramos a los ojos, ya vendrán los abrazos”, dice.
Expulsadas a los márgenes de la sociedad, las personas travestis y trans ni siquiera son pensadas como trabajadoras: «Nunca se nos ve como fuerzas productoras de trabajo, ni siquiera como parte de la clase trabajadora», explica Florencia, y apunta a un reclamo clave e histórico para la comunidad: la ley de cupo laboral trans, impulsada por la activista travesti Diana Sacayán, asesinada brutalmente en octubre de 2015. «Necesitamos acceso al trabajo. Si tuviésemos la ley de cupo sería muy diferente el contexto de la comunidad. Hoy tendríamos una cuenta sueldo, una obra social, los derechos de cualquier persona trabajadora, pero el único espacio en donde se nos piensa es en una esquina».
Hacia el final de la charla, Florencia comparte su anhelo de que todo esto sirva como un quiebre y cambio de paradigma: «En este contexto aflora la miseria humana, la gente se transforma en policía. Esperemos que eso cambie y esto nos fortalezca como sociedad. Yo siempre apuesto a un mundo mejor, a que todo sea transformado».
Fotos: Gala Abramovich