Foto: Asamblea Casa Pringles
El colectivo Yonofui es una organización de acompañamiento a mujeres y disidencias que salieron o están en situación de encierro en Argentina. Desde el próximo 24 de noviembre, en la Ciudad de Buenos Aires, están impulsando un Encuentro Internacional Antipunitivista y Abolicionista Penal “Justicias Alternativas”. Compartimos el programa aquí. Animadxs por el objetivo de tejer redes transfronterizas, organizar formas de autocuidado y estrategias que puedan crear salidas alternativas al sistema punitivista que domina en los diferentes territorios del mundo, en un contexto global de avance de las ultraderechas, el colectivo Yonofui busca “correr del centro del debate la cultura del castigo por la que se rige la sociedad, como aquella única vía válida para resolver los conflictos interpersonales y sociales. Justicias Alternativas es una forma de romper con los dispositivos de encierro y mostrar otros devenires de salidas siempre colectivas”.
En el marco de estas jornadas, y buscando formas alternativas de pensar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, compartimos para el presente dossier las reflexiones sobre la justicia de Gabriela “pipi” Fernandez, que es una compañera del colectivo yonofui que comparte con muchas otras compañeras de la organización, una historia de violencias, pero también de resistencias y construcción de otras formas de justicia y alternativas colectivas al sistema de justicia que las niega y oprime.
En su paso por el el Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres de Ezeiza, Provincia de Buenos Aires, participó de talleres de poesía y carpintería que impulsaba Yonofui. A los pocos años de salir del penal se une al colectivo, hace parte de la cooperativa de trabajo, en la unidad productiva de serigrafía, y actualmente dicta un taller de escritura en el penal. También es mamá de Isabela.
Hasta hace unos meses, Pipi vivía y construía refugio frente a las violencias de género e institucionales en Casa Pringles ATR (Autónoma, Territorial y Reparadora), una vivienda comunitaria que fue desalojada el por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en medio de un operativo policial abrumador –se convocaron más de 70 efectivos para desalojar a un grupo de ocho mujeres y un varón trans, más una decena de niños y niñas-. Desde esa fecha vive en hoteles y construye la demanda por un espacio colectivo para vivir. Las reflexiones de pipi que siguen a continuación nos hablan de las múltiples formas de recrear la idea de justicia que se forjan entre compañerxs que son negadxs y estigmatizadxs por la justicia patriarcal y clasista. La experiencia de ejercer la justicia desde el acompañamiento y el pensar en colectivo.
Foto de Yonofui redes frente a casa Pringles
Segundear (1) , otra forma de justicia
Por: Gabriela Fernández, colectivo YoNoFui
El sistema educativo nos expulsó de niñes, el sistema judicial se ocupó de encerrarnos, el sistema penitenciario se ocupó de torturarnos. Fuimos excluides de muchos espacios, es por eso que colectivamente forjamos espacios donde caber, donde hacernos de una lengua común y heterogénea que nos permita sobrevivir. El segundeo es una de nuestras formas de hacer justicia, es una de nuestras revanchas.
Siempre somos nosotras las pibas, las que nos bancamos todas. En la calle, los palos de la yuta, los desalojos, “garpar la olla” (2) en la casa, el trabajo no remunerado, las que maternamos en red, otras solas, como se puede. Somos nosotras, las villeras, las migrantes, las putas, las rochas (3), las chetas, las trans, las que militamos para abolir este sistema fascista e individualizante, que nos atraviesa y nos caga a palo. Marchamos en las calles en contra de este sistema punitivista, racista, el mismo que nos violenta, nos encierra, nos castiga y nos mata. Odiamos la posición de víctimas. Somos también las que recorremos las cárceles, algunas para llevar adelante un taller de arte, o de escritura o para ver le chongx (4) que segundeamos. Somos las que no dejamos tiradx a nadie a medio camino. Lo hacemos cómo podemos, como llegamos, pero lo hacemos.
¿Qué nos pasa cuando vamos a la cárcel a una visita? ¿Qué nos muestra en primer plano el sistema carcelario? Renegamos para hacer un trámite y tenemos que pasar por la humillante requisa, ¿Qué pasa dentro de la cárcel? Cuando hablamos de que la cárcel no repara las vidas de las personas, lo decimos con fundamentos porque la transitamos desde adentro y desde afuera.
Las cárceles no deberían de existir, ¿sabemos qué lenguajes, qué ideas, qué prácticas, y cuantos berretines (5) las habitan? En las cárceles de varones, somos nosotras las que bancamos la visita. Las pibas, las madres, las abuelas, las hermana y las hijas, las mujeres a las que otras mujeres tratan de «rana» (6) pero van a la cárcel, al igual que todas y bancan la toma con la yuta (7), con el chongo, con el sistema que las atraviesa, ninguna tiene privilegios. Todas renegamos, todas nos cagamos de frío, de calor, de cansancio, nos organizamos días antes, o un mes, depende dónde quede el penal, si en Devoto, Marcos Paz o el Chaco. Todas entramos rotas por la vida y las violencias que afuera gambeteamos. Las peores visitas son cuando nos encontramos con el escenario que habitualmente no vemos, porque sucede dentro de los pabellones. Cuando el berretín tira a matar, es uno u otro, puñaladas van y vienen, como si para nosotras fuera algo normal o no nos pasara nada con eso. No hace más que terminar de rompernos, y salir así de una visita se vuelve una tortura. Tener el chip en la cabeza de que tenés que pelear afuera, por haber presenciado adentro, en vivo y en directo, una pelea en la visita, te saca las ganas de volver.
El sistema carcelario es perverso y violento, de eso no tenemos dudas, y es un garrón (8) no poder cuestionar, ni intentar romper con eso porque a toda la sociedad le tiembla las manos a la hora de hablar de las cárceles. Siempre hay una excusa para seguir castigando y encerrando. Pero para nosotras, es un sistema más del mismo que vivimos de éste lado de los muros. Asumimos las responsabilidades afectivas: estamos rotas por los daños que nos atraviesan. Pero no nos desentendemos de lo que nos toca hacernos cargo. Todxs fuimos en algún momento víctima y victimarias en este sistema patriarcal. No vamos a naturalizar que siga corriendo sangre, que sigan verdugueándonos (9) la yuta y los chongos exigentes, que nos tratan como si estuviéramos atadas, apresadas, bajo la lógica de que “tenemos que bancar la parada” (10) .
Foto: Las 12 de Juana Ghersa
Nada nos simpatiza, lo que hacemos lo hacemos de compañeras que somos. Nosotras no segundeamos porque somos gilas, porque nos re cabe el chamuyo (11). Nosotras segundeamos porque estamos acostumbradas a no dejar a nadie tiradx. Nosotras segundeamos porque sabemos de sufrimiento, porque somos afectivas, empáticas, porque queremos, amamos, porque quizás ese afecto que encontramos en 4 horas no lo encontramos afuera. Porque nosotras sí sabemos bancar la toma.
En cambio, una visita en una cárcel de mujeres, pibas paria, sin visita, sin alguien que las segundee hasta las últimas, hay de sobra. Son muy pocas las que reciben afecto, esa atención del afuera. ¿Dónde están los pibes ahí? No nos van a venir a dar cátedra a nosotras de lo que es la cárcel, si por más que no la hayamos habitado desde adentro, la habitamos igual en cada visita. Pero ahí están, no falta el gil que se cree más que cualquiera y la embarra queriendo ser el Rey de la jungla. ¡No loco, así no es! ¡No es por ahí! Hay que romper esa lógica de que con más violencia se resuelven los conflictos. ¿Nuestras voces cuentan? ¿Hasta dónde llegan? ¿Quiénes la escuchan? ¿Llegan a las cárceles? Si no llegan, la vamos hacer llegar porque no nos da lo mismo, no somos ni gilas, ni tumberas, ni antichorras, ni tuya, ni yuta. Somos nosotras las que movemos el mundo diciendo que las cárceles no deberían existir porque son centros de tortura, porque rompen lazos y reproducen violencias. Las mismas que atravesamos desde que nacimos y ya no queremos acostumbrarnos a que se sigan reproduciendo. Existe el lenguaje, el diálogo. Hagamos el ejercicio de imaginar otras prácticas que rompan con la idea de que apuñalar a otro te da poder, te da respeto en una convivencia. Animémonos a probar otros modos de vincularnos, rompamos con la dinámica que te impone la cárcel y el sistema penal. El desafío es romper cualquier barrera, que individualiza, que castiga, mata, verduguea.
Es mentira que en la cárcel sos solx, siempre hay unx que te tira la mano o la soga, ese salvavidas que te rescata en un buzón, que te escucha, te pasa un mate y dice: “tranquilx amigx va a estar todo bien”. Lo que decimos es que en esta vida nadie está solx, siempre hay alguien. Y nosotras estamos en todas, a veces también esperamos esa tirada de soga con un abrazo, con una palabra, con la escucha, con las prácticas. Porque acá, de este lado de los muros no es fácil, nosotras también la pasamos, pero la bancamos porque si hay algo de lo que no nos damos el gusto, es de rendirnos.
Referencias:
(1): Segundear es una palabra que forma parte del lenguaje popular, de las calles, en Argentina. “Hacer la segunda”, o “segundear”, refiere a estar para otre de manera incondicional, sin importar las consecuencias.
(2) «Garpar la olla» es un término que refiere a sostener la vida cotidiana.
(3) Mujeres de barrios populares de Argentina.
(4) Persona con la que se tiene una relación casual.
(5) Vicio, capricho o idea fija.
(6) Mujeres que conocen presos por redes sociales o chats telefónicos y deciden entrar a conocerlos y visitarlos en el patio de visitas del penal. Se utiliza el término «rana» despectivamente para indicar que «saltan» de un lugar a otro.
(7) Policía.
(8) Problema o situación de dificultad.
(9) Molestar a una persona diciéndole cosas para humillarla.
(10) Aguantar determinada situación más allá de sus consecuencias.
(11) Hablar por hablar, decir mentiras o exagerar.
Foto: Maria Medrano resistencia Casa Pringles