La geógrafa feminista Leslie Kern estuvo hace unos meses de paso por Argentina presentando junto con @edicionesgodot su último libro «La gentrificación es inevitable y otras mentiras». Aprovechamos su visita para intercambiar ideas y realidades respecto de las problemáticas de nuestras ciudades.

La mercantilización y financiarizacion de la vivienda, las condiciones que posibilitan las expulsiones vía desalojo o vía gentrificación, la problematización de los procesos de reurbanización y la relevancia de la perspectiva feminista para recuperar las ciudades estuvieron como temas centrales en esta conversación colectiva que junto con CELS, CEM y CEAPI compartimos con la investigadora canadiense.

Durante los últimos días del mes de abril de 2022, la urbanista brasileña Raquel Rolnik nos acompañó en una gira por las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Rosario para la presentación de su último libro editado en la Argentina, “La guerra de los lugares”.

Escribe: Camila Parodi
Fotos: Lucía Fernández Ares y Camila Parodi

La arquitecta Raquel Rolnik es investigadora y activista por los Derechos Humanos enfocada en políticas participativas de vivienda, hábitat y urbanización. A lo largo de su trayectoria impulsó políticas de vivienda popular y desarrollo local. Fue secretaria nacional de los Programas urbanos del Ministerio brasileño de las Ciudades y, en el año 2008, fue nombrada como Relatora Especial de las Naciones Unidas para investigar y visibilizar las denuncias de violaciones de Derechos Humanos en materia de vivienda.

Su visita se centró en el reciente lanzamiento, en la Argentina, de su último libro “La guerra de los lugares: La colonización de la tierra y la vivienda en la era de las finanzas, coeditado por la Editorial El Colectivo y Lom Ediciones con apoyo de la Oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo.

La selección de las ciudades para la gira no fue azarosa: no sólo se tratan de las tres ciudades más grandes del país y, por ende, con mayor vulneración de derechos en torno al hábitat y la vivienda en la ciudad, sino que también cuentan con experiencias organizadas que disputan su derecho a la ciudad frente al proceso de especulación inmobiliaria y financiarización de la vivienda.

En ese marco, la propuesta contó con dos componentes, por un lado, la creación de instancias de exposición y presentación de las principales reflexiones de la arquitecta en diversas instituciones. Pero, también, espacios de intercambio de experiencias y construcción colectiva de conocimientos en organizaciones que resisten al avance del sistema inmobiliario y financiero sobre sus territorios. Una suerte de polifonía urbana que marcó las principales problemáticas en torno al acceso a la vivienda como derecho, la construcción social del hábitat y las resistencias populares a la especulación y financiarización sobre el suelo urbano.

 

Buenos Aires: Una ciudad para el deseo

El recorrido comenzó por la Ciudad de Buenos Aires con una mesa redonda en el Parque de la Estación. Un intercambio entre Raquel Rolnik junto a la activista trans y Subsecretaria de políticas de diversidad del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, Alba Rueda, la Arquitecta, e Investigadora del Centro de Estudios del Hábitat y la Vivienda, Guadalupe Realini, las investigadoras feministas y autoras del libro “Una lectura feminista de la deuda”, Verónica Gago y Luci Cavallero y la investigadora en políticas del hábitat, integrante del MOI y autora del libro “Autogestión, políticas de hábitat y transformación social”, María Carla Rodríguez.

 

 

En su intervención, Rolnik, sostuvo que la idea de la propiedad privada en la ciudad funciona como base del actual modelo político, una de las principales hipótesis del libro. “Hoy el proyecto de ciudad niega todo lo que es común y colectivo, lo que no es extractivo, lo que se opone a la vida y el cuidado” manifestó. Es así, que este modelo “determina la negación de otras formas de vínculo entre las personas y el territorio”. De esta manera, para la arquitecta brasileña, cualquier forma de “uso o apropiación del territorio que no es privada, es criminalizada”.

 

Compartimos la intervención de Raquel: 

 

En ese marco, el modelo se construye a partir de la vivienda como una mercancía y, en la actualidad, toma más fuerza aún como activo financiero. Por eso, para la autora de “La guerra de los lugares” es necesario hablar y llevar a la práctica formas de desfinanciarización de la vivienda: “En la ciudad estamos compitiendo con el capital financiero transnacional, por eso los precios de alquiler no tienen nada que ver” porque “el espacio funciona como vehículo de la financiarización”. En ese sentido, explica Rolnik, “hay que crear espacios libres de la financiarización para desmantelar al sistema capitalista donde el espacio y la vivienda tienen un rol central en los circuitos financieros mundiales”. El llamado es a la acción: “Proyectar, ocupar y apropiarse del espacio como bien común para la vida”, señaló.

 

 

A continuación, la arquitecta brasileña presentó su libro en la Legislatura de Buenos Aires junto a la Garganta Poderosa, Proyecto 7, CEAPI y CELS, y lxs legisladorxs Manuel Socias y Ofelia Fernandez. Allí Rolnik apuntó con una de las propuestas que sostendrá a lo largo de su gira: “Es muy necesario imaginar una acción, nuestra paralización ante este escenario muy distópico es parte del juego”. Y explicó que en la Ciudad de Buenos Aires, “hay mucho movimiento, cooperativas, organización de personas que viven en la calle, urbanización popular en las villas y necesita ser fortalecido.”

 

 

Córdoba: El encuentro para la organización 

Próxima estación Córdoba. La visita continuó por el barrio popular “Parque las Rosas” allí desde el Encuentro de Organizaciones acompañan el proceso de urbanización como una forma de resistencia y organización para ejercer su derecho a la ciudad. “Nos subimos a un colectivo, caminamos y caminamos hasta llegar a las afueras de lo que llaman ciudad capital” explicó Raquel Rolnik en su intervención en la Universidad de Córdoba. Destaca que allí existe un “esfuerzo descomunal de hacer ciudad” y que se debe, sobre todo, al liderazgo femenino que crea vínculos solidarios y colectivos para la vida.

El barrio Parque las Rosas, que comenzó como una toma de tierras se encuentra separado por un muro de tres kilómetros de largo que lo divide de un barrio privado. Para la arquitecta no hay metáfora: “¡Esa es la guerra de los lugares! Es una síntesis -y se pregunta- ¿estaremos en la misma ciudad?”. Su explicación es simple, “la pobreza y la  desigualdad son respuesta a la acumulación absurda de la riqueza”. La descripción es muy gráfica y nos habla del momento en el que nos encontramos donde, “conviven” un barrio con escuelas y centros comerciales, en frente de otro donde las personas (sobre)viven sin cloacas ni agua. Esa es la conexión que Rolnik quiere destacar: “Una existe porque la otra existe, los procesos de acumulacion presuponen procesos de desposeción y discriminación que se dan en una ciudad que fue dibujada desde una perspectiva blanca, europea y masculina”. Donde se oponen, la construcción de “paisajes para la renta” mientras resisten “los paisajes para la vida: esta es la guerra de los lugares” agrega. En la presentación “Toda casa es política” que se realizó en la Universidad Nacional de Córdoba junto a la arquitecta feminista Ana Falú, la militante del Encuentro de Organizaciones, Sandra González y la coordinadora de proyectos de la Oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo, Ana María Vásquez Duplat, Rolnik reforzó este enunciado.

A lo largo de la charla sostuvo que, si bien estamos en “La guerra de los lugares” es necesario comprender que “no solo hay acumulación y avance sobre nuestros territorios, también hay resistencias: Espacios protegidos que bloquean la financiarización para cuidar la vida”. Por eso, para la investigadora, no tenemos que ver “únicamente un proceso de desplazamiento”, hay que ver y acompañar al proceso paralelo “de ocupación, de construcción de vida y comunidad que no se organizan a través de la deuda». Una iniciativa que repite como mantra el lema brasilero: “Ocupar, resistir, producir”. Para Rolnik son formas de “existencia y vínculo con el territorio que experimentan que existe otra forma de vivenciar el planeta en medio de la crisis ambiental, política y sanitaria, es posible.»

 

Rosario: Resistencias presentes, ciudades futuras

Final del viaje, Rosario. La recorrida comenzó con una charla magistral en el Consejo Municipal de Rosario junto a lxs consejerxs María Eugenia Schmuck y Juan Monteverde. Allí la investigadora concluyó con una de sus propuestas principales: “Ya no existe una lógica financiera por un lado e inmobiliaria por el otro, ahora es un complejo financiero inmobiliario global. Es una muralla de dinero que baja en construcciones urbanas». Y es, precisamente en el complejo financiero inmobiliario, “donde está la conexión con la ciudad».

Para Rolnik, «la ciudad dejó de ser un lugar para vivir, para ser un lugar para la construcción de un paisaje para la venta». Por este motivo, “los precios de los alquileres en Argentina no tienen nada que ver con la inflación, aumentan en todo el mundo, estamos hablando del impacto de la financiarización. El espacio se ha convertido en un activo financiero”. Y agregó, desde Rosario, que “una parte muy importante del complejo financiero inmobiliario es el excedente producido por el narcotráfico en los territorios populares.»

En esta guerra de los lugares, como advirtió a lo largo de su gira, las redes de solidaridad y cuidado en los territorios populares son muy importantes. En ese sentido, su visita finalizó en el Barrio Nuevo Alberdi que se encuentra en un proceso de urbanización motorizado por la comunidad y la organización Ciudad Futura.

Allí, en la manzana 33 del Barrio Nuevo Alberdi -un espacio que resistió a un desalojo y logró su reconocimiento- una vecina le explica a la urbanista: «Éramos invisibles, nadie sabía dónde estábamos, no llegaban las ambulancias ni remises». Al organizarse frente al intento de desalojo, las vecinas lograron exigir el acceso a derechos básicos y la construcción de espacios para la comunidad. En el intercambio, Raquel Rolnik explica que luchar por la urbanización y organizarse es una forma de visibilizarse: «Luchar por la urbanización es luchar por existir» sostuvo. Para Rolnik, la organización y ocupación del territorio es una manera de existir. “Con la resistencia a los regímenes de control territorial -concluyó- se bloquean la entrada de los activos financieros y se construyen los paisajes para la vida.”

 

Raquel en el programa radial «Aquí y ahora, Nuevo Alberdi»:

 

Bonus track: Raquel Rolnik y Juan Grabois sobre la Ley de Alquileres

Este es un libro construido en la perspectiva de los “entres”: “entre” varias escalas (Nuestra Latinoamérica, el panorama nacional, la territorialidad móvil y viva de un movimiento social, las cooperativas, cada una y cada quien…), “entre” nombres colectivos y nombres personales (documentos institucionales que expresan visiones orgánicas y elaboraciones con nombre/s y apellidos/s de personas), donde podrá apreciarse cómo las ideas, las reflexiones, las caracterizaciones, el pensamiento y la politicidad, discurren y se articulan “entre” bordes, zonas de transiciones y umbrales de diversos que –sin confundir ni indiferenciar–, nos parece que vale la pena dejar ver en sus transiciones –del mismo modo que se comparte la cocina y sus secretos–. Porque, dicho en otras palabras, es un libro construido en la búsqueda de “encuentros”, de caminos de unidad y articulación del poder popular.

En esta encrucijada histórica y civilizatoria, la trama de escritos aquí reunidos, comparte distintas aristas que expresan la decisión política, sostenida en prácticas cotidianas, de impulsar el desarrollo de una perspectiva político-cultural específica: la autogestionaria.

Descarga el adelanto web aquí. 

Editado por Editorial El Colectivo con apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.

Conversación con Raquel Rolnik, arquitecta y urbanista brasileña, sobre la necesidad de impulsar programas de vivienda que respondan a las necesidades de la gente y que se apoyen en las iniciativas populares. 

Entrevista por Camila Parodi para Jacobin América Latina

Raquel Rolnik es una arquitecta y urbanista brasileña. Lleva más de cuarenta años como investigadora en la academia pero también como activista por los derechos humanos en la participación de políticas de planeamiento, urbanismo y el problema de la vivienda. A su vez, ha sido impulsora de las políticas de vivienda popular, urbanismo y desarrollo local en el marco del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) encabezado por el expresidente Lula Da Silva. Entre 2003 y 2007 fue Secretaria nacional de los Programas urbanos del ministerio brasileño de las Ciudades.

En mayo de 2008, en plena crisis financiera hipotecaria, el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU la nombró Relatora Especial de las Naciones Unidas en lo que respecta a vivienda durante seis años. En ese rol, la investigadora evaluó y acompañó las denuncias de violaciones de Derechos Humanos en materia de vivienda.

Recientemente se realizó el lanzamiento en Argentina de su último libro La guerra de los lugares: La colonización de la tierra y la vivienda en la era de las finanzas, coeditado por la Editorial El Colectivo y Lom Ediciones. Jacobin América Latina pudo conversar con Rolnik en torno a la producción de la ciudad en el actual contexto y las posibles alternativas populares que responden a la financiarización del derecho a la vivienda.

CP | Tu último libro, La guerra de los lugares, recientemente publicado en la Argentina, resulta un material imprescindible para repensar la ciudad y entenderla en el entramado de relaciones de poder. Allí hablas de la colonialidad del poder y de cómo impacta a través de las finanzas globales ¿Por qué es importante hablar del poder colonial hoy?

RR | Toda la trayectoria del libro La guerra de los lugares ha salido de mi experiencia como Relatora Especial para el derecho a la vivienda adecuada para el Concejo Derecho Humanos de Naciones Unidas (ONU) a partir de 2008 que, justamente, coincidió con la crisis financiera hipotecaria. Entonces, al intentar investigar las razones y los orígenes de la crisis financiera hipotecaria, mientras hacía mi trabajo de relatora, recorriendo distintos países del planeta, me di cuenta de que estábamos ante de un proceso global, por encima de todos los procesos particulares y sus territorios.

Ahí lo tomé como una metáfora —que al final no era tanto— como una ocupación territorial del espacio construido por las finanzas. De tal manera que estamos hablando de un nuevo poder colonial ¿Por qué la idea de colonialidad es importante para intentar avanzar en nuestra comprensión de ese fenómeno? Porque estamos hablando de una triple ocuoación: material, política y cultural. Se trata de una ocupación material, porque todas las partes del territorio del planeta son capturadas por una lógica de ocupación y de gestión del lugar instaurada a través de regímenes privados de control territorial con el objetivo de generar interés para el capital invertido.

Pero es también una ocupación política, porque, por ejemplo, en Brasil, cada vez que se discuten políticas públicas nacionales se anuncia en los medios: «El mercado está nervioso». Pero, ¿qué es que el mercado «se ponga nervioso»? Es el mercado financiero. Hay algo más allá, que es abstracto, que no tiene vínculos con los territorios pero que se superpone sobre las dinámicas existentes, las controla y somete políticamente. Porque, por los «nervios» del mercado, caen presidentes, primeros ministros, coaliciones políticas, entonces es una ocupación política también.

Y finalmente, siguiendo con la metáfora de la colonialidad, esta también es una ocupación cultural. Es una imposición de ciertas maneras de organizar espacio de nuevo, si tomamos un ejemplo como los centros comerciales los shoppings centers, qué son sino una nueva manera de organizar sociabilidad y también ligadas a procesos de consumo. La imposición cultural de una manera de vivir, de una manera de existir, de estar en el planeta. La idea de colonialidad va mucho más allá de la idea del colonialismo, como algo que estuvo en el pasado. Estamos hablando de una renovación del concepto y de la presencia colonial en el planeta.

CP | En el libro, también, mencionas que el alquiler es «la nueva frontera de financiarización de la vivienda». ¿Qué lugar ocupa el mecanismo de alquiler en el sistema financiero y cuáles deberían ser las respuestas de los gobiernos?

RR | Es muy interesante mirarlo desde el proceso de acumulación y financiación de la vivienda. Lo que hemos podido observar en el ciclo anterior, que ha llevado hasta la crisis financiera hipotecaria, fue la promoción de la vivienda en propiedad como algo nuevo. Porque, si bien en algunos países de la socialdemocracia donde las luchas históricas de las y los trabajadores habían construido la idea de vivienda como un campo de inversión en vivienda social como una realidad, en muchos otros países fue una ilusión, como en el caso de América Latina. Pero, incluso como ilusión, también ahí estaba este cambio de que la vivienda no es un derecho social, no es parte de una política de bienestar —ya sea como realidad o como ilusión— para convertirse en una mercancía, en un activo financiero, y así han sido promovidas políticas muy amplias de inducción a la promoción de vivienda y propiedad vía crédito inmobiliario e hipotecario en todo el mundo, incluso movilizando mucho subsidio público en estas operaciones.

Las vivienda pasó a ser como un elemento de pasaje del circuito financiero, de los excedentes financieros para poder lograr interés y la vivienda. Entonces se convirtió en un activo y fue promovido también culturalmente, de tal manera que a partir de la vivienda como garantía se puede endeudar y financiar el consumo pero también financiar derechos. Es decir, financiar la educación paga, la salud privada y también como parte de la inversión de los sistemas privados de pensión, o sea, poner todo esto en un circuito permanente de valorización financiera y endeudamiento.

CP | ¿Y cuál fue el resultado?

RR | El resultado de este primer ciclo fue una concentración enorme de lucros en gestores financieros y un ciclo de desposesión con la pérdida del valor, con la quiebra de constructoras, con ejecuciones hipotecarias. Estoy hablando mucho del proceso norteamericano. Pero después de este ciclo, el mismo modelo de promoción de vivienda y propiedad vía crédito inmobiliario también ha sido aplicado en la periferia del capitalismo. Esto lo vemos claramente a partir del modelo chileno, que luego se difundió en América Latina, en África, en varias partes de la periferia del capitalismo.
Claro que ni siquiera en la periferia del capitalismo de Europa y Estados Unidos han logrado acabar con el problema de la vivienda o el hecho de que mucha gente no tiene donde vivir o no tiene condiciones de pagar donde vivir y, por lo tanto, hay una nueva ola por todo lo que significó la emergencia habitacional en países del centro del capitalismo, toda una nueva ola de inversión la vivienda en esta segunda ola de alquiler.

El alquiler como un nuevo frente de financiarización de la vivienda, los mismos agentes financieros, gestores de finanzas globales que han sido involucrados en la promoción de la vivienda en propiedad, ahora se han convertido en señoríos, propietarios, corporativos de miles de viviendas de alquiler. Y ahora, en términos de política pública otra vez existe una promoción masiva en todas partes del mundo de la idea de que «hay que tener un sector profesional, corporativo de alquiler». Un poco con esto, abriendo el campo —que es exactamente lo que los Estados hacen— para esta nueva fuente financiera.

A su vez, fenómenos como el Airbnb, plataformas digitales de movilización del espacio construido junto con la privatización y venta de las de los toques de vivienda que estaban con los bancos por las ejecuciones hipotecarias para gestores financieros. Todo este proceso también ha transformado al alquiler como un nuevo frente de finalización de la vivienda trabajando ahora mucho más con la idea de extraer el interés y rentabilidad del tiempo más que del espacio. El tiempo de permanencia en la vivienda también se convierte en unidad de extracción de valor y avanza aún más hacia una nueva forma de explotación de plusvalías. Por ejemplo, en Airbnb, la gente misma pone su trabajo y su tiempo para que las plataformas digitales puedan extraer esas plusvalías.

CP  | En el libro mencionas a las personas «sin lugar». En el contexto brasilero, el «sin techo» de hoy es el «sin tierra» de los años 80, lo que nos habla de una continuidad de la lógica de exclusión y marginación pero también de la permanente extracción de renta sobre el suelo rural y urbano ¿Cuáles son las experiencias de resistencia de las personas «sin lugar» hoy? Y, particularmente, ¿Cuál es el rol de las mujeres?

RR | Todo este proceso activa la lucha en torno a la vivienda. Es un proceso que genera un nuevo grupo o un nuevo segmento de desposeídos y desposeídas. En el tema de la vivienda hay una presencia femenina importante, no solamente en el proceso de endeudamiento sino también en el proceso de desposesión como en la organización y la lucha por la vivienda. Entonces hay toda una nueva generación de organización y luchas en torno a la vivienda en distintas partes del mundo. Organizaciones de afectados por las hipotecas y ejecuciones hipotecarias, sindicatos de inquilinas e inquilinos, organizaciones de inquilinos, movimientos en torno al congelamiento de alquileres, a la denuncia de los alquileres abusivos, hacia una regulación. Por ejemplo, en Brasil, hay una nueva ola de ocupaciones de viviendas en las periferias pero también en áreas céntricas; San Pablo es un ejemplo muy fuerte de esta nueva ola.

Desde que la vivienda se ha transformado en un campo de aplicación financiera para las finanzas globales, la presión especulativa sobre los precios es mucho mayor, porque estamos hablando de una masa inmensa de capital financiero global que está buscando donde invertir. Hay nuevos instrumentos financieros que conectan el espacio construido con las finanzas y sus dinámicas circulación, títulos financieros que conectan y permiten una entrada salida de los capitales. Es así que la pobre gente tiene que competir con sus ingresos bajos por la localización con este capital que está listo para entrar e invertir y con una expectativa de remuneración a mediano y largo plazo, no inmediata. Como es un activo financiero, ni siquiera es necesario que sea utilizado, entonces podemos hablar de una especie de «boom de precios inmobiliarios» que se mantiene incluso durante periodos de crisis que se conforma de manera más amplia y global.

De manera que se conforma una agenda de organización y lucha muy importante. En algunos países ya no se veían luchas en torno a la vivienda, y ahora esto renace. En países como Brasil y Argentina las luchas por la vivienda siempre han sido importantes y continúan de una manera aún más intensa.

CP | Hablando de Brasil, el año próximo se realizan las elecciones presidenciales. ¿Qué nos podrías decir del actual contexto y qué se juega para vos en 2022 en clave de derecho a la vivienda?

RR | Durante la era de Lula, con el gobierno del PT, Brasil conoció una financiación de la vivienda por la promoción de vivienda vía crédito hipotecario masivamente, pero que tenía también uno de los componentes pequeños de la posibilidad de crédito a entidades por autogestión. También se construyeron viviendas por el mercado con un subsidio muy alto del presupuesto público, lo que se conoció como el programa «Mi casa, mi vida», que ha producido viviendas en la ciudad y en las afueras que efectivamente no ha logrado (por el modelo mismo, por una falla de su aplicación) garantizar la calidad de vivienda para la gente.

Pero lo que pasó después del golpe contra Dilma fue la interrupción total de los programas de vivienda. Todo el subsidio que estaba movilizado en el programa «Mi casa, mi vida» se terminó. Estamos atravesando una de las crisis más serias de vivienda que hemos visto en Brasil. La cantidad de población viviendo en la calle es algo absolutamente impresionante y en una escala como nunca había visto. La cantidad de nuevas ocupaciones también es muy grande en las periferias. Y no solo no existen políticas públicas a nivel federal del gobierno de Bolsonaro, tampoco hay a nivel estadual, municipal en las ciudades es como si nada.

En este contexto, también, creo que la lucha por la vivienda empieza a crecer. Una campaña muy importante que ha ganado mucho territorialmente en Brasil es la campaña «Cero desalojos» para impedir que la gente sea desalojada durante la pandemia. Es importante en términos de real articulación en torno a la vivienda con una cierta capacidad de aprobar algunas medidas de suspensión de desalojos que ha sido importante en algunos casos y que puso sobre la mesa el tema. Sin embargo, la decisión del Supremo Tribunal Federal donde se aprobó esta suspensión de los desalojos ya se termina en marzo.

Lo que tenemos es una situación muy complicada y creo que esto va a ser un tema importante en la campaña para las elecciones. También, el tema de las vivienda porque durante todo este periodo donde no hubo política, crecieron mucho las auto urbanizaciones y las ocupaciones de edificios, así que la lucha por la rehabilitación de los edificios ocupados, la lucha por la urbanización y consolidación de los asentamientos creo que va a ser una lucha muy importante.

Espero que haya una política importante de vivienda y que no volveremos a un programa como «Mi casa mi vida» porque creo que también esta es una discusión para todo lo que es reconstrucción poscrisis y pospandemia: un poco volver a lo que teníamos, la idea de que la vivienda y las políticas de vivienda históricamente han sido dibujadas por el sector de la industria, de la construcción civil y la industria financiera tiene que cambiar. Hay que insistir con que esto no puede ser, que las políticas de vivienda no pueden estar sometidas a la lógica financiera sino a la lógica de la necesidad de la gente y así generar políticas mucho más descentralizadas. de apoyo a las iniciativas populares vivienda, a las cooperativas que ya se organizaron, a las entidades y las experiencias de autogestión, que ya tenemos. Yo espero que tengamos un apoyo mucho mayor a estas propuestas y una visión mucho más crítica a lo que los programas de promoción masiva de vivienda en general en todas las partes del mundo incluso, no solamente, en Brasil.

 

CP | Cómo planteas en tus trabajos, si miramos en clave global, existe actualmente un proceso de transformación que tiene que ver con la producción de la ciudad. Esto llevó a la reconfiguración del rol de los gobiernos locales y de los mecanismos de participación como así también la incorporación de organismos y leyes que atiendan la cuestión del hábitat. Sin embargo, muchas veces éstos se convierten únicamente en discursos, sin participación real. ¿Cuál es tu lectura sobre estos cambios institucionales?

RR | Yo creo que la cuestión es definir el «locus de definición de la política pública». Especialmente en la política de vivienda, el locus de definición es la conversación con la industria de la construcción civil y la industria financiera y, por lo tanto, la pregunta central es cuántas nuevas viviendas podemos producir y cuánto crédito inmobiliario podemos poner. Esta es la pregunta central y no cuál es la necesidad de la gente. Cambiar totalmente el locus de definición implica hacer una lectura mucho más clara y desde abajo de las necesidades concretas de la vivienda.

También implica cortar el vínculo que hay entre las finanzas y las viviendas. Es imaginar maneras de organizar la vivienda que sean mucho menos susceptibles a la financiación. Por ejemplo, cooperativas, comicios colectivos, o sea, maneras colectivas y solidarias de organizar el vínculo con el territorio de tal manera que podemos ir generando espacios protegidos de la finalización espacios, reservados para la vida y no para la renta. Creo que esto es muy importante y que la política pública lo que tiene que hacer es apoyar estas iniciativas con recursos públicos, en vez de diseñar iniciativas que no dialogan con nadie.

En ocasión al lanzamiento argentino del libro “La guerra de los lugares” de la arquitecta y urbanista brasileña, Raquel Rolnik, se realizó la jornada de intercambio y debate “Debates presentes, ciudades futuras” el pasado miércoles 1 de diciembre en la casa de la Fundación Rosa Luxemburgo oficina Cono Sur en el barrio de Constitución. 

Escribe: Camila Parodi

Una propuesta de reflexión sobre las ciudades y cómo éstas concentran, reproducen y agigantan profundas asimetrías, violencias y segregaciones. Pero también en torno a cuáles podrían ser las alternativas populares y comunitarias para la creación de ciudades igualitarias frente al actual proceso de endeudamiento y financiarización de la vivienda.

Hablar de las ciudades hoy se convierte en una reflexión urgente y compleja. No sólo implica asumir una mirada crítica sobre las desigualdades, sino que también habilita a la creación de debates centrados en cómo queremos habitar y construir nuevos mundos. Una tensión entre quienes se benefician con la financiarización y especulación inmobiliaria de los espacios urbanos frente a quienes se organizan y construyen alternativas populares para el acceso justo al hábitat desde el presente.

En ese marco se realizó la mesa de diálogo “Extractivismo urbano vs. producción social del hábitat” coordinada por el sociólogo y periodista Fernando Bercovich, en la que participaron la docente e investigadora Patricia Pintos, el abogado ambientalista Enrique Viale, el legislador Facundo Di Filippo, la investigadora Carla Rodríguez, la arquitecta María Gabriela Torrents y el militante popular Nicolás Cannone.

“La disputa entre el extractivismo urbano y la cuestión del hábitat social es un tema central para debatir en la actualidad” explicó Fernando Bercovich al presentar a las y los expositores. Qué es el extractivismo urbano y cómo opera en la Argentina, cuáles son las respuestas organizadas de hábitat popular entre las experiencias presentes y cómo afrontaron la pandemia por COVID 19 fueron las preguntas disparadoras que organizaron el intercambio.


El ambientalista Enrique Viale, pionero en el uso del concepto “Extractivismo urbano”, expresó al respecto: “Comenzamos a hablar de extractivismo urbano y lo acuñamos como concepto cuando vimos que se reproducían las mismas lógicas extractivas y la extracción de renta sobre el suelo” sostuvo en su intervención.

Por su parte, para la investigadora y autora del libro “Hábitat, autogestión y horizonte socialista”, Carla Rodríguez, al hablar de la producción social del Hábitat desde la perspectiva de las organizaciones “hablamos de un hábitat digno, con la capacidad colectiva y organizada de poner en el centro la vida». La producción social del hábitat y la organización popular como la contracara del extractivismo urbano y la privatización del suelo urbano.

En esa línea, explicó la investigadora Patricia Pintos que el concepto de extractivismo urbano se encuentra en permanente construcción y que puede entenderse, también, como “extractivismo inmobiliario» porque “no es exclusivo de la ciudad”. Y sostuvo que puede entenderse a través de tres claves: “La financiarización de la vivienda, el urbanismo neoliberal y la mercantilización de la naturaleza”.

Por otro lado, para la arquitecta y coordinadora del proyecto Habitar, María Gabriela Torrents, la ciudad “hoy es el órgano reproductor de la desigualdad y la forma en que habitamos colabora a su reproducción”. Por eso, desde su perspectiva abonar a “la autonomía, la participación, la organización y la toma de decisión son fundamentales”.

Nicolás Cannone es integrante del Frente Popular Darío Santillán, desde los diferentes espacios que constituyen al colectivo tuvieron un importante rol de respuesta activa y organizada frente a la pandemia: “En los barrios populares fueron las organizaciones las que contuvieron, acompañaron y amortiguaron en el marco de la pandemia” explicó. Y sostuvo: “Por eso, las organizaciones son centrales en la producción social del hábitat”. 

Finalmente, para el presidente del Ceapi y ex legislador porteño Facundo Di Filippo «la matriz que se inicia con el gobierno de Macri en la ciudad es muy clara, son políticas tomadas por el mercado”. Y explicó que este tipo de políticas se ven de manera cotidiana en “las modificaciones de los códigos y en las intervenciones urbanas que realizan”.

 

*** 

En un segundo momento, la arquitecta y urbanista Raquel Rolnik dialogó con las personas presentes desde Brasil en lo que fue el lanzamiento de su libro «La guerra de los lugares” coeditado por la Editorial El Colectivo y Lom Ediciones. Al comenzar, la autora se mostró agradecida por la nueva edición en Argentina y por el trabajo realizado en conjunto por las editoriales y la Oficina Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo para su impresión y difusión. 

Para empezar, Rolnik introdujo la hipótesis principal que se plantea en el libro: “Hay un nuevo poder colonial que ha surgido y se ha desarrollado en las últimas décadas al que podemos llamar como las finanzas globales”. Es decir, que “el capital-moneda se valoriza en los mercados financieros globales y ha ocupado nuestras ciudades y el espacio construido”. 

Rolnik no desconoce el significado que tiene el término ´colonización´ en América Latina. Al contrario, sostiene que lo elige para “hablar de un tipo de ocupación territorial que es manejada por los deseos de rentabilidad del capital financiero pero también por su dimensión geopolítica en el sentido que interfiere y organiza en la vida de la gente -donde el endeudamiento tiene un rol muy importante- con el único objetivo de extracción de renta”. En ese sentido, para la autora se trata de “un capital excedente global en búsqueda de nuevas fronteras que avanza sobre productos, espacios y territorios que sean capaces de generar más interés”.

En este libro la autora sintetiza la tensión planteada a lo largo de la mesa de diálogo en torno a “la tensión entre el derecho a la vivienda y la crisis financiera” y afirma que “los efectos de la crisis neoliberal fueron muy concretos: personas sin techo y sin trabajo”, motivo por el que no se puede comprender un proceso separado del otro. En ese marco, para Rolnik «la deuda de las personas, sin acceso a la vivienda ni derechos básicos, funciona como ente financiero para la especulación y el negocio”. 

Explica Rolnik que “la deuda que las personas asumen con el banco vía crédito e hipoteca para acceder a una vivienda es transacción en el mercado financiero de tal manera que se termina transformando en un producto financiero en sí mismo”. Y concluye al respecto que “la deuda personal funciona como vehículo financiero de generación de renta que genera un aumento exponencial de personas sin techo”. 

En el libro nos encontramos con diferentes ejemplos y experiencias que dan cuenta del proceso de financiarización y el endeudamiento de la vida en la ciudad en primera persona. Explica Rolnik que el libro “reúne la voz de comunidades que han sido víctimas de la financiarización y el endeudamiento como una nueva forma de colonización del Estado” pero, sin embargo aclara que también “se trata de un proceso de disputa, lucha y ocupación de la ciudad para la vida digna”.

 

* El libro “La guerra de los lugares” coeditado por la Editorial El Colectivo y Lom Ediciones se puede conseguir en https://editorialelcolectivo.com/producto/la-guerra-de-los-lugares/ 

Gracias a un trabajo colectivo con la Editorial El Colectivo y LOM ediciones, llega a Argentina el último libro de la prestigiosa urbanista, Raquel Rolnik.

Raquel Rolnik aprovecha su trayectoria, los relatos escuchados, los caminos recorridos y las problemáticas repetidas que ha observado alrededor del mundo, para responder si atravesamos, o no, “otro de los varios ciclos históricos de expansión territorial y desposesión, que una vez más amplía las fronteras como forma de crear un nuevo ajuste espacial para el capital”. Después de desglosar minuciosamente sus hallazgos concluye que a lo que asistimos es a una nueva relación del capital con el espacio, en la que “expulsión y desposesión aparecen como una especie de efecto colateral de una nueva geografía, basada en el control de activos”. Este proceso de acumulación privada por desposesión de bienes públicos es lo que denominamos como extractivismo urbano, Rolnik, si bien no plantea los análisis bajo este concepto, lo desarrolla con amplia claridad y otorga nuevos y acabados argumentos para entender, con toda su complejidad, las formas actuales de reproducción del capital globalizado en las ciudades y los vínculos entre la transformación de los paradigmas económicos y la fabricación de espacios urbanos.

Este libro es indispensable para entender la crisis habitacional de profundas dimensiones a escala mundial, sus análisis están impregnados de una mirada anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal que aporta elementos fundamentales para los debates urbanos.


Descarga el adelanto aquí. 

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires vive un proceso acelerado del modelo extractivo, donde grandes corporaciones se quedan con la renta que produce la misma. Ese extractivismo provoca especulación inmobiliaria que expulsa y genera desplazamientos de población, aglutina riqueza, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y produce una degradación institucional y social.

Este video sintetiza esta dinámica. Su difusión colaborará con una ciudad más igualitaria.

Producido por el Centro de Estudios y Acción por la Igualdad, (CEAPI), con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo, Oficina Buenos Aires.

 

Junto a Diario Tiempo Argentino realizamos un encuentro con protagonistas de aquellas jornadas. Su situación no ha cambiado desde entonces.

 

(Foto: Edgardo Gómez)

Por Claudio Mardones – @mcmardons  | 20 de diciembre de 2020

La masiva toma del Parque Indoamericano, en el postergado sur de la Ciudad de Buenos Aires, y la brutal represión policial que la desalojó, cumplieron diez años. Salvo para los familiares de Bernardo Salgueiro, Rossemary Chura Puña y Emiliano Canaviri Álvarez, asesinados en el operativo; de los 28 detenidos y los miles de desplazados por las persecuciones de esos días, esas jornadas son un suceso que ninguno de los oficialismos prefiere recordar. Este pasado miércoles, Tiempo Argentino, con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo, buscó romper ese silencio, sacar a las víctimas del olvido. Organizó un conversatorio virtual con cinco protagonistas directos de esos días durísimos e inolvidables. «A 10 años: aprendizajes y resistencias frente al modelo especulativo» fue la consigna de la charla pública que contó con la presencia de Rafael Klejzer, del Movimiento La Dignidad; Carolina Giménez, delegada del barrio Ricciardelli del Bajo Flores; Carina López Monja, del Frente Darío Santillán; Alejandro «Pitu» Salvatierra, del Centro Villero de Formación y Facundo Di Filippo, del Centro de Estrategias y Acción por la Igualdad (CEAPI).

Hace una década cada uno de ellos jugó un rol clave durante las tensiones que comenzaron antes del 7 de diciembre. Tuvieron su sangriento epicentro ese día y se extendieron por una semana, cuando Mauricio Macri cumplía el segundo año de su primer mandato como jefe de Gobierno y Cristina Fernández de Kirchner recorría el mismo lapso, pero al frente de su primer ejercicio en la presidencia.

«Creo que a partir de esta toma en el Indoamericano hubo una nueva mediación y una nueva forma de organización popular que hizo más eje en la gremialidad de la vivienda, que en un punto reivindicativo de alguna organización, que es la vivienda justa-opinó Klejzer-. Los vecinos se dieron cuenta de que si no constituían su propia gremialidad, no iban a resolver el problema».

El representante del Movimiento La Dignidad consideró que en ese momento «los villeros y villeras también entendieron, por supuesto, con el diario del lunes, la necesidad de agremiarse por el derecho a la vivienda, pero por el otro lado vieron que ellos solos no iban a poder resolverlo. Entonces, plantearon nuevas alianzas y mediaciones con el movimiento popular, el movimiento obrero. Me pareció de una madurez increíble”. “Los vecinos volvieron a retomar la conducción de su propio destino», sostuvo para identificar el impacto que tuvo en los movimientos sociales. Las mismas organizaciones que, diez años después, siguen sin poder consensuar un programa común en materia habitacional.

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Cuando tomó la palabra, Giménez definió que la toma «fue una tremenda acción de gente necesitada, que realmente no tenía dónde vivir. El alquiler siempre fue caro y siguió siendo así, pero por más que nos hayamos organizado, que se hayan hecho censos, asambleas, reuniones y el acuerdo que dijeron; no pasó nada. Hoy estamos acá, mismo gobierno, misma situación, voto tras voto, seguimos en la misma situación. Sigo alquilando. Mis hijos, que ya son adultos, están alquilando. Imagínense, después de esta pandemia, es peor, el alquiler es el doble», retrató la coordinadora del comedor San Francisco de Asís del Bajo Flores. «Si me preguntan qué pienso de las tomas, les digo que organizaría a toda esta gente que todavía no tenemos techo y volveríamos a tomar el mismo parque, aunque esté alambrado. Lo tienen ahí y no lo usan. Nosotros necesitamos un techo», dijo Giménez.

La delegada del barrio confirmó que la situación sigue siendo tan grave como hace diez años, con la misma fragilidad que afrontan los inquilinos en los barrios populares. «No sabemos cómo abarcar, cómo hacer, para que un dueño de casa no eche a un inquilino por no poder pagar. Y eso está sucediendo, y ellos hacen que no escuchan y que no ven, por más que acudas a ellos. Y la Defensoría del Pueblo tiene miles de denuncias de todo esto y acá nadie da respuesta de nada. Ni tampoco de urbanización. No sé qué está pasando, pero eso quedó como congelado. No sólo lo del Indoamericano sino también lo que venimos luchando como delegados en este barrio. Quedaron congeladas muchas promesas. No hay nada solucionado», denunció.

Carina López Monja, el FPDS, se enfocó en los aprendizajes. «Hay uno que tiene que ver, lamentablemente, con una continuidad, que es cómo el Estado -o los Estados- abordan las tomas de tierras. El problema siempre es la toma, nunca es la vivienda. El problema es cómo desactivar el conflicto, sea negociando con vecinos y vecinas o avanzando con la represión de manera directa. Y siempre se prioriza la seguridad y no el problema de fondo, que tiene que ver con la vivienda y los derechos vulnerados hace muchos años. Si miramos el Indoamericano, de esa promesa, “por cada peso de la Ciudad, un peso de la Nación”, no se cumplió nada», evaluó.

 

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(Foto: TM)

 

Para esta joven militante la comprobación de esa dinámica sucede de inmediato. «Cuando la toma se resuelve, el problema desaparece. Y las familias no desaparecieron. Siguen teniendo un problema concreto, que no aparece en la gran agenda de la política ni de los medios. La decisión del Estado, en su momento, con el Indoamericano, fue conformar un ministerio de Seguridad. Nosotros y nosotras, desde el Frente Darío Santillán en aquel momento, decíamos que el gobierno no decidió conformar un ministerio de vivienda. Hizo el de Seguridad. Entonces hay un problema que las organizaciones tenemos que poder visualizar y trabajar, que es poder poner en la agenda el debate de la vivienda, y no sólo el debate de las tomas”.

Alejandro “Pitu” Salvatierra fue en 2010 uno de los dirigentes barriales que tuvo mayor exposición pública. «Siempre lo recuerdo con un sabor amargo. Primero creo que cometí muchísimos errores en lo personal. Me parece que debería haber sido, en ese momento, un poco más duro. Debería haber impulsado que nos quedemos en ese lugar. Creo que los resultados hubieran sido distintos. Hoy, a diez años del Parque Indoamericano, como bien dijo la compañera recién, no conozco a nadie que haya resuelto su problema. Es más, por el solo hecho del paso del tiempo, la gente está peor. Los que vivían hacinados en el 2010, en el 2020 siguen viviendo hacinados», remarcó.

«Creo que en ese momento tendría que haber puesto por delante los intereses del sector al que represento, antes que mi pertenencia política, en ese momento, el kirchnerismo que gobernaba a nivel nacional-agregó Salvatierra-. Y en el momento en que quemaban las papas opté por bancar el proyecto nacional y popular al que pertenecía e instar la salida del Parque. La cobertura mediática sobre el conflicto era muy dura y muy cercana al relato del (entonces jefe de Gobierno) Mauricio Macri. Todos éramos narcotraficantes. Esa cobertura provocaba muchísima xenofobia en los propios vecinos. La actitud del Gobierno de la Ciudad era muy represiva y estigmatizante sobre todos los que estábamos ahí. Por eso creo que, si fuera hoy, no me voy y capaz que estoy ahí todavía, atado a un palo. No me tendría que haber ido. No tendría que haber promovido eso. Confié en la palabra de compañeros que, después, no cumplieron. Entonces, como enseñanza personal, primero los intereses del sector al que pertenezco y después el espacio político al que pertenezco”.

 

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(Foto: Edgardo Gómez)

 

Di Filippo, del CEAPI, buscó aportar una perspectiva sobre el avance del extractivismo urbano que registró una inflexión clave hace diez años. «Esta Ciudad es la tercera de Sudamérica con valor (más alto) del metro cuadrado después de San Pablo y Santiago de Chile. Y esas son las consecuencias que vivimos en los territorios. Esa desigualdad que duele no es revisada. No es ponderada por la política. Creo que se inicia una nueva situación de disputa, en el sentido urbano, que han tenido y la tienen muchas sociedades a nivel latinoamericano. Brasil, con el Estatuto de las Ciudades. Colombia, con una Ley Nacional de Plusvalía, también ha llevado a mucha organización social a poner el ojo allí.

“No hay que solamente acompañar el reclamo de los vecinos y vecinas sino proponer salidas. Me parece que profundizar ese debate es una de las posibilidades que tenemos a futuro. En un futuro no muy auspicioso para encontrar soluciones, principalmente en las grandes urbes, porque el dilemas sigue siendo el mercado o la gente», sentenció Di Filippo, que hace diez años presidía la Comisión de Vivienda de la Legislatura porteña.

Hace 10 años que los vecinos del barrio Las Mercedes, en Virrey del Pino, denuncian la contaminación que provoca la cementera Klaukol. Las pericias confirmaron la toxicidad del humo y la presencia de sustancias cancerígenas, pero ni la justicia ni el municipio les dan una respuesta. “Las casas pasaron a ser mausoleos”, se lamentan.
Por María Soledad Iparraguirre | 20 de septiembre de 2020

Más de cinco semanas de acampe, de huelga de hambre, de negarse a tomar la medicación frente a las puertas de la cementera. “Estoy cansada, decepcionada, con bronca –cuenta Susana Aranda–. Nuestra vida es invivible, pero nuestra familia sigue acá. De la pandemia podemos cuidarnos con barbijo y distanciamiento. Pero de Klaukol no tenemos escapatoria. A nosotros no nos mata el coronavirus, lo que nos está matando es el aire envenenado”.

Susana es hipertensa, sufre problemas respiratorios y lleva un marcapasos. No es el primer acampe que realiza. Tampoco su primera huelga de hambre. “Ya le perdí el miedo a la muerte. Destruyeron todas mis creencias. Klaukol nos enferma y nos mata. Lo saben el poder político, los organismos de control, la justicia. No quiero que ellos decidan cómo voy a morir”.

Las Mercedes, en Virrey del Pino, está en el kilómetro 44,5 de la Ruta Provincial N°3. En esta barriada obrera e industrial, donde también están afincadas Mercedes Benz, Aerofarma Laboratorios y Royal Canin, entre otras, la multinacional Parex Klaukol, dedicada a la fabricación de materiales para la construcción, instaló su planta en el año 2000. Cuando en mayo de 2009 explotó una de las dieciséis tolvas (chimeneas), el barrio quedó envuelto en una densa nube de polvillo.

“Klaukol reunió a todos los vecinos en la sociedad de fomento –recuerda Susana–, nos dio productos de limpieza y pagó 5000 pesos a cada familia, pero tenías que firmar un documento en el que renunciabas a un futuro reclamo contra la empresa. Acá hay algo raro, pensé, y no firmé”.

Al poco tiempo, niños y adultos fueron desarrollando enfermedades que se multiplicaron de modo exponencial. Al igual que las madres cordobesas del barrio Ituzaingó Anexo, cuyo relevamiento resultó clave para llevar a juicio a productores sojeros que envenenaban con agrotóxicos a los vecinos, Susana inició un censo casero y golpeó las puertas de cada casa. La lista provoca escalofríos: enfermedades renales, leucemias, tumores y cáncer son comunes en cada cuadra del barrio. También constató que en los últimos diez años murieron unos 100 vecinos. “Se han muerto familias enteras. Los Capatelli, los Méndez. En la familia Verón también murieron mamá, papá e hijos. Las casas pasaron a ser mausoleos”, se lamenta.

Los más jóvenes dejan el barrio. Los que no se pueden ir, conviven con ese polvo claro que pareciera caer del cielo. Es el caso de Gerardo Alonso, un vecino que quedó viudo cuando su mujer de 43 años murió de cáncer de pulmón. Al poco tiempo, murieron su cuñada  y sus suegros. Gerardo quedó solo con su hija menor (el mayor dejó el barrio) y juntos atienden el comercio que les permite subsistir en medio del desamparo.

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Según la estadística personal de Susana, de los que se quedaron, el 99% usa CPAP nasal para respirar con normalidad, o sufre dermatitis, bronquitis, o tiene problemas neurológicos. En 2014, la Autoridad Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) realizó un relevamiento sanitario: el 100% de los chicos analizados presentó altos niveles de plomo en sangre y ninguno de ellos pasó la Prueba Nacional de Pesquisa (PRUNAPE), un estudio creado por la Fundación Garrahan que detecta problemas de desarrollo en niños menores de seis años.

La asamblea de “Autoconvocados contra la contaminación de Klaukol en Virrey del Pino” llamó hace unos días a una concentración frente al municipio de La Matanza. El acto coincidió con la sublevación policial que tuvo en vilo al país. Sin embargo, la represión no faltó: once manifestantes fueron detenidos y llevados a la comisaría distrital Noroeste 1ª.

Irreversible

El Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), responsable de indicar si hay contaminación, realizó inspecciones de 2011 a 2017. “Cuando vienen a controlar, les avisan antes y la empresa no produce, o lo hace con una sola chimenea. Las mediciones indican los valores permitidos. Cuando salen por encima, los intiman, pero todo sigue igual. El acampe también sigue, pero ellos juegan al desgaste. Hace unas noches nos rompieron los carteles y días atrás a un vecino lo persiguió un auto. Fue claramente una actitud intimidatoria”, se queja Alonso.

En mayo pasado, la ACUMAR intimó a Parex Klaukol por emisiones fuera de parámetro. La Estación de Monitoreo Continuo de Calidad del Aire registró “valores extraordinarios” por encima de los límites admisibles para material particulado PM10 y PM2,5 (el tamaño de las partículas presentes en el aire). Las más pequeñas son respirables e ingresan en los órganos, pudiendo provocar, entre otras patologías, daño pulmonar.

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Un informe pericial de noviembre de 2019 confirmó la toxicidad del humo que emanan las 24 horas las chimeneas de Klaukol. El estudio, realizado por el ingeniero especializado en ambiente, Osvaldo Centurión, detalló, además, la presencia de sílice cristalina respirable en el aire y en las materias primas usadas por la empresa. Las hojas de seguridad de Lafarge North America, de la que Klaukol formaba parte, indican que “la sílice cristalina está indicada como cancerígeno humano y puede provocar silicosis, enfermedad fibrósica-cardiovascular de carácter irreversible”. La silicosis aumenta el riesgo de contraer tuberculosis, artritis reumatoidea y enfermedades renales.

Mientras, en Las Mercedes, las chimeneas permanecen humeantes.

Una historia de burocracia judicial y violencia impune

La causa por contaminación contra Klaukol fue inicialmente radicada en el Juzgado Federal de Morón. El expediente durmió diez años, hasta que Ernesto Barral, juez a cargo, declaró la incompetencia del órgano judicial. La causa fue derivada al Juzgado de Garantías N° 4 de La Matanza, que tampoco actuó. En 2018, el caso llegó a la Corte Suprema de Justicia, pero el Alto Tribunal determinó que regresara al Juzgado N°4. En ese lapso, Susana Aranda –querellante– recibió aprietes y amenazas. En 2016, el hostigamiento recrudeció. En plena calle, dos hombres la interceptaron y le hicieron tragar dos pilas. “Elegí vos: plomo de 9 mm o tragarte esto”, le dijeron. Al mes siguiente, tocaron el timbre de su casa. Le dejaron otra pila: “Es la última, la próxima va plomo”.

“Tardaron 10 años para que los cinco miembros de la Corte Suprema dijeran que no son competentes. La causa sigue durmiendo mientras nosotros morimos. Los jueces respetan más el dinero que la ley porque esta fábrica no debería estar en mi barrio” se queja Susana.

Establecimiento peligroso

Según la Ley 11.459 de Radicación Industrial, Parex- Klaukol es una planta categoría 3 considerada “establecimiento peligroso porque su funcionamiento constituye un riesgo para la seguridad, salubridad e higiene de la población”.

Mariano Luzuriaga, abogado de la querella explica que “la misma sociedad francesa reconoce que el material que emana Klaukol es cancerígeno y recomienda pautas y estándares de seguridad y salubridad que respetan en Europa y otros países, pero no son tomados en cuenta en la Argentina”, como el tratamiento de afluentes, la ubicación de la fábrica, que al ser categoría 3 debe estar alejada de la zona urbana y la plantación aledaña de arbolado de especies específicas, como resguardo ambiental.

Por Nicolás G. Recoaro@ngrecoaro| 12 de septiembre de 2020

La Unión, La Lucha, San Martín y 20 de Julio. Así se llaman las barriadas que improvisaron las 2500 familias que ingresaron al predio. Sus historias desnudan el drama del déficit habitacional.
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El viento furioso que sopla del sur golpea las casillas forjadas con nylon, madera, alambre, cartón y, con suerte, alguna chapa. Se levantan sobre el descampado, en los márgenes olvidados de Guernica. Las casitas y carpas llegan hasta un bosque, el horizonte y mucho más allá. El ventarrón mañanero las zamarrea, las castiga, las maltrata. Pero no las puede doblegar. Tampoco a los vecinos que las construyeron.

“Pasamos lluvia, piedra, helada, la policía apretando… y mire, no se fue nadie. Estamos acá por necesidad, por nuestro derecho a tener un pedacito de tierra”, dice Leandro con la frente alta, desde su lote en la manzana 8. El joven de 28 años cuenta que está en pareja y tiene dos pibes. Hasta marzo pasado, cuando la peste llegó al país, se ganaba el mango como albañil. El jornal en negro alcanzaba raspando para pagar la pieza en el barrio de al lado, en Numancia. No mucho más: “Entonces llegó la cuarentena y me quedé sin laburo. Traté de inventarme changas, sacaba poco y nada. Ya debía cuatro meses de alquiler. La mayoría estamos en la misma. Changarines, vendedores ambulantes, buscas, trabajadores precarizados, todos afuera del sistema. Yo no quiero que mis hijos vivan abajo de un puente. Entrar acá fue la salida que encontramos.”

(Foto: Edgardo Gómez)

(Foto: Edgardo Gómez)

El dilema

Gente sin tierra, tierra sin gente. Hace casi dos meses, empujadas por la crisis habitacional y la eterna falta de techo, unas 2500 familias ingresaron al predio abandonado de casi un centenar de hectáreas en el municipio de Presidente Perón, en el último sudoeste del Conurbano. El deseo era construir un barrio donde vivir. Ya en el asentamiento se organizaron en asamblea, eligieron delegados y lotearon. Terminaron conformando cuatro barriadas: La Unión, La Lucha, San Martín y el 20 de Julio, en memoria del tórrido lunes invernal en el que se encendió la toma.

“La mayoría es gente de Presidente Perón. Vivían hacinados en casas de familiares o tuvieron que dejar el alquiler por las deudas. Es bravísima la situación en pandemia. El dilema es comer o pagar la pieza. Muchos ya estaban a la intemperie”, asegura Lorena, docente y militante activa del MULCS (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social), una de las tantas organizaciones que dan una mano en los barrios para capear la malaria, como el MTR Votamos Luchar, el FOL, la OLP Resistir y Luchar, el Polo Obrero, Víctor Choque, Barrios de Pie-Libres del Sur y el Frente Darío Santillán Corriente Nacional. La historia de Guernica, explica la maestra, está atravesada por las tomas: “Así creció esta parte del Conurbano en particular, y la Argentina postergada en general. Los asentamientos son la única forma que tienen los pobres para acceder a un techo”.

Esquivando charcos y barro, Lorena dice que después de 45 días de toma, las respuestas del municipio y la gobernación de Buenos Aires han consistido en la judicialización, el hostigamiento y la represión. “La parte del 20 de Julio está floja de papeles, hasta ahora en la causa nadie presentó documentos –detalla–. Supuestamente, hay solo algunos papeles de posesión y también denuncias por la venta fraudulenta que hizo el anterior intendente. Está ayudando la Gremial de Abogados, y el barrio sigue organizándose”.

Hace unas semanas, los funcionarios engañaron a las familias con un falso censo. Tomaron datos y 533 vecinos quedaron imputados: “En el medio hubo una mesa de diálogo con la intendenta Blanca Cantero, representantes de la provincia y los delegados del barrio. No se avanzó en nada. Ahora está la orden de desalojo. Hay mucho miedo”.

El pasado fin de semana, antesala a la protesta con sirenas y patrulleros, la brava Bonaerense intentó anticipar el peor final: se llevaron detenidos a nueve vecinos. ¿El delito? Traer agua y maderas a la barriada.

“La policía nos verduguea, nos cagaron a palos. Es difícil la lucha”, dice Alejandro, al tiempo que hunde sin descanso la pala en la tierra. El muchacho está armando una huerta en su terrenito: “Mañana le meto semillas, es buena tierra, bien negrita”. Para el verano promete cosechar generosos morrones, zapallos y mucha verdurita: “Para que coman los pibes en el comedor del barrio. De acá no nos vamos”.

(Foto: Edgardo Gómez)

(Foto: Edgardo Gómez)

La olla y el martillo

Carolina camina diez cuadras todas las mañanas para conseguir un poco de agua que les brinda una vecina del Numancia: «Ella es muy buena. Hay otros que se aprovechan, empezaron a cobrar, hasta 100 pesos por bidón”, tira la bronca la cocinera y se acomoda el barbijo casero que la protege del virus. No deja de revolver con un palo el guiso de la olla popular. Pollo, cebolla y algo de calabaza: “Cada vecino pone lo que puede, todos ayudamos. A la tarde hacemos mate cocido y tortas fritas para los chicos”.

Cuenta Carolina que es migrante paraguaya, oriunda de las rojas tierras de Encarnación. Se vino con su mamá cuando tenía diez años. Ahora anda por los 26. Fue empleada doméstica y vendedora de ropa. Está sin una moneda. Sola cría a su hija Safira, que corretea un barrilete cerca de la casilla: “No pudimos con el alquiler, con lo puesto nos vinimos al terreno. Dormimos en una hamaca, cuando llueve nos gotea el nylon del techo. Nada tenemos. Si nos sacan de acá, ¿a dónde vamos a ir?”.

Alejandro sabe que hay que ser preciso con el martillo. Bajo el sol tibio del mediodía ayuda a sus vecinos a armar el esqueleto de una casilla. “El Pela”, como lo apodan sus compañeros, hace un alto en la faena con los clavos. Reflexiona usando la palabra con precisión, como cuando trabaja la madera: “Los políticos y los medios demonizan la recuperación de tierras. Cuando ellos miran este predio, seguro piensan en hacer un country, un negocio inmobiliario. Para nosotros, es la posibilidad de tener un futuro”.

Yamila llegó al predio el 23 de julio con sus hermanos. La morocha estudia trabajo social y milita en el FOL (Frente de Organizaciones en Lucha). Sabe que para lograr la ansiada urbanización, la clave está en el trabajo colectivo: “La pelea es de todos los vecinos y vecinas. Si no nos hubiéramos organizado, ya nos habrían sacado. Por algo le pusimos La Unión”. A veces, cuando lee en el teléfono las noticias sobre su barrio, Yamila se agarra flor de bronca: “Muchos medios corren el eje y solo lo reducen a la toma de tierras, nos llaman usurpadores. El tema es mucho más complejo. ¿Y las necesidades de las familias? ¿Y la falta de oportunidades? La gente acá no está por gusto. En la pandemia nos quedamos sin trabajo, con deudas, sin casa, era imposible seguir así”.

(Foto: Edgardo Gómez)

(Foto: Edgardo Gómez)

Dónde caerme muerto

Desde el lote de Juan puede verse el camión de la infantería, que vigila con recelo el acceso al barrio: “A veces ni agua dejan entrar. Es algo esencial, tengo cuatro criaturas. Dígame, ¿cómo les hago un té?”. Juan tiene 23 años y es cartonero. La calle en cuarentena, asegura el muchacho, ya canoso, está cada vez más brava. Últimamente no saca ni para los pañales: “Está re dura. Mucha gente se metió en el cartón, hasta oficiales albañiles hay cartoneando”. Después, agradece las manos solidarias que le tienden sus compañeros: “Estoy acá porque no puedo pagar un alquiler. Usted nos ve: pasamos frío, no tenemos baño, aguantamos como podemos, esta es nuestra realidad. La de todos los que necesitamos un pedazo de tierra, para hacernos una casita y dejarles a nuestros hijos. Para de una buena vez, tener algo el día de mañana”.

A don Francisco se lo encuentra tomando unos mates frente al ranchito que armó con cuatro chapones en la zona de La Lucha. Ahí guarda un colchón, un par de frazadas y su dignidad infinita. Estoico albañil desocupado, con 60 años sobre el lomo. Seis meses sin trabajar, nada de nada, le comieron los ahorros: “Como Dios me trajo al mundo. Abandonado y olvidado, así me siento”. Sin embargo, dice, no se va a rendir. Menos ahora que consiguió un terrenito: “La vamos a pelear con los compañeros. Hay que aguantar, es duro, pero hay que aguantar. Ahora tengo dónde caerme muerto. No tenga dudas, esta es nuestra tierra”.

 

Nota publicada en el micrositio #HábitatyPandemia realizado junto con Tiempo Argentino.

Conocelo: https://www.tiempoar.com.ar/habitat-y-pandemia