“Hay una juventud que está harta de los partidos y no se quiere organizar como antes”

En el marco de la inauguración de la nueva casa de la Fundación Rosa Luxemburgo en Buenos Aires, dialogamos con Gerhard Dilger, director de la oficina Cono Sur de la Fundación, sobre el trabajo en Latinoamérica, los puentes que se pueden tender con Europa y los desafíos y contradicciones de las izquierdas, en un contexto de avanzada neoliberal y conflictos sociales en todo el mundo.

—Hace bastantes años que trabajan con distintos movimientos sociales acá en la región. Contanos un poco sobre el trabajo de la Fundación.

La Fundación llegó a América Latina a principios de este siglo, en el segundo Foro Social Mundial. Aterriza finalmente en 2003 en São Paulo, Brasil. Fue una de las primeras cuatro oficinas en el mundo. La Rosa Luxemburgo le debe su existencia al partido Die Linke (“La Izquierda”), parte del parlamento alemán. Trabajamos con fondos públicos, que están relacionados directamente con los resultados electorales de cada partido. Empezamos en esa época de Lula, de Chávez, esa primera ola de mucho entusiasmo en América Latina. A partir de eso se creó la oficina en São Paulo. Desde ahí se comenzó a trabajar, en el 2005, con copartes de Uruguay y Argentina. Eso paulatinamente se fue ampliando con otras oficinas, como México en 2007, Quito en 2009 y, finalmente, Buenos Aires en 2015.

—La última de las oficinas…

La última, pero también la primera. Desde São Paulo se hizo trabajo aquí desde 2005 pero no con la presencia directa en Buenos Aires. Ahí fue la gran compañera Kathrin Buhl que participó en varios eventos, a partir de 2007, generando alianzas con Pañuelos en Rebeldía y otras organizaciones de Argentina. Hay una tradición internacionalista en Alemania que se remonta, por lo menos en el Siglo XX, a la Guerra Civil Española. Es una corriente que viene de la República Española, después de la Revolución Cubana, de la guerra en Argelia, Vietnam. De todo eso surge un fuerte sentimiento de internacionalismo en Alemania que se extiende al Frente Popular en Chile, también. América Latina siempre jugó un papel importante desde Cuba, Chile, Nicaragua, El Salvador. Desde las dos Alemanias hubo mucho interés en las luchas de liberación de América Latina y por eso mucha gente acompañó lo que fue aconteciendo durante la década pasada con los progresismos en la región.

Somos una fundación relativamente chiquita, un partido chiquito, y no tenemos oficinas en todos los países, por eso las que tenemos funcionan como regionales. Sao Paulo trabajó sobre dos tercios del continente latinoamericano. Por eso ya desde 2011 se decidió que se abriera otra oficina en Argentina porque era mucho trabajo. En 2015 se abrió la oficina de enlace en Buenos Aires, todavía dependiente de São Paulo. Este año nos volvimos independientes.

—¿Por qué tomaron la decisión política de articular con los movimientos sociales en particular?

Las fundaciones alemanas tienen una tradición de trabajar con partidos políticos. Nosotros no encontramos, en muchos casos, partidos equivalentes y el foco siempre fue puesto desde el inicio, desde Berlín, en trabajar con organizaciones sociales. Obviamente no tenemos problemas con los partidos políticos, pero no los vemos ya como el referente principal para los cambios sociales, sino uno más. En Argentina conversamos con partidos diferentes, con gente que tiene cercanía al kirchnerismo, la izquierda, y obviamente queremos estrechar vínculos con los y las compañeras del FIT también. Pero no es el foco principal de la Fundación Rosa Luxemburgo, el foco está puesto en los movimientos y las organizaciones sociales.

—¿Qué nos podés contar de la nueva casa?

Abrimos la casa, la oficina ya existía desde hace 4 años. Es una celebración y siempre es bueno eso. Ojalá que por los resultado del 27 de octubre en Argentina, Uruguay y el estado alemán de Turingia, donde el único gobernador de la Izquierda podría ser reelecto como así también por las alianzas y relaciones que se han podido construir gracias al equipo maravilloso que se estableció aquí en 2015, que fue aumentando poco a poco. Somos 14, comenzamos siendo 3. Ahora se trata de consolidarnos y conocernos para complementar el trabajo.

—¿Qué actividades van a llevar a cabo la semana que viene?

Aprovechamos la llegada de algunos colegas nuestros de Berlín, entre ellos la directora de la Fundación Dagmar Enkelmann, una ecosocialista del lado oriental de Alemania, y la presencia de copartes de Chile y Uruguay, como así también de Brasil, para discutir internamente y revisar qué es lo que se hizo en la región durante los últimos años. Pensaremos en el contexto actual, es muy fuerte lo que está pasando en Chile, en Ecuador… las elecciones habrán pasado ya aquí y en Uruguay, donde se vislumbra un giro hacia la derecha. Aquí, la victoria muy probable del
peronismo será una situación bien interesante para analizar. Es una instancia para pensar el momento y quizás también para echar unas luces sobre hacia donde queremos ir.

De las actividades públicas, la más importante va a ser sobre el hambre. Es un tema pertinente, en el que van a estar Marcos Filardi, un compañero experto en el tema de la soberanía alimentaria, Victoria Tolosa Paz, co-autora del plan “Argentina contra el hambre” y parte del Frente de Todos, Diego Montón del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) de la Vía Campesina, una persona de la Unión de los Trabajadores y las Trabajadoras de La Tierra (UTT), y Rita Segato, antropóloga feminista. Esto va a ser en el Centro Cultural Torquato Tasso, el martes 29 de octubre a las 18 hs. Es un tema muy relevante y creo que tenemos un panel para debates de intercambio real que va a ser muy provechoso para todos y todas.

—Se vive mucha tensión social en muchas partes de América latina, como Chile, Ecuador, Bolivia. En Europa también la situación es compleja, ¿cómo la caracterizan y qué relación ven con lo que pasa en este continente?

Obviamente hay una recomposición y avanzada de la ultraderecha, que lo vemos claro en Brasil y en algunos países europeos también, una mezcla de derechas ultra con derechas populistas, pero igualmente peligrosas, donde unos se disfrazan con los otros. Después de lo que hemos visto el siglo pasado nosotros continuamos diciendo Nunca Más al fascismo. Sin embargo, hay otras tendencias opuestas, no todo es blanco o negro. Cuando surgió la mal llamada “crisis de refugiados”, donde Hungría y Austria cerraron sus fronteras hace 4 años, la canciller conservadora Merkel dijo “bueno, nosotros sí podemos lidiar con eso” y por eso entraron un millón de personas en pocos meses en Alemania. Hubo un apoyo muy fuerte en la población para acompañar eso.

La contra oleada fue que la oposición de derecho aprovechó eso para crear el pretexto perfecto llamado “cabezas de turcos”, que sirve como justificación para todas las reacciones conservadoras producto de la unificación alemana mal hecha. Esto genero una crisis y la progresiva globalización neoliberal, impulsada por Clinton y Obama en los Estados Unidos, Tony Blair en Inglaterra, los socialdemócratas en general en Europa. Se creó un sentimiento de que el sistema ya no funcionaba tan equitativamente como en los años gloriosos de las décadas entre el 50 y el 80, cuando crecía el Estado de Bienestar en Europa central y el norte. Toda una serie de factores que se expresan ahora con Trump en Estados Unidos o en un tipo como Boris Johnson en Inglaterra. Al mismo tiempo, tenemos a políticos más tradicionales como Bernie Sanders, el socialdemócrata  de Estados Unidos con el cual ahora se alió Alexandria Ocasio Cortez. O como Jeremy Corbyn que tuvo también sus contradicciones con el Brexit. No es una situación fácil con el gobierno moderado y reformista de Portugal tampoco.

Al mismo tiempo hay señales de esperanza. Para mí, el movimiento que más esperanza me da, pensando en Europa y el norte global, son los y las jóvenes que se movilizan en las calles por la justicia climática. Aquí también en Argentina ha habido una marcha maravillosa de Plaza de Mayo a Congreso, con buenas consignas y un discurso ecologista de izquierda. No todo lo que viene del norte es automáticamente Capitalismo verde. Es una gran esperanza de parte de una juventud que también está harta de los partidos y no se quiere organizar como antes.

—Son discursos antisistema, en contra de la “vieja política”

Totalmente. Nuestra generación ha fracasado, hay que decirlo. Hay demasiada gente que eran revolucionarios en su juventud se adaptaron al sistema e integran los gobiernos.

—¿Cómo es la situación del partido Die Linke en particular?

El partido no ha sabido lidiar con la situación y los desafíos. Esta dividido. Es muy heterogéneo también. Surge de una fusión en 2007 de lo que era el ex partido de Estado, la RDA, que después se convirtió en el partido del socialismo democrático. Es un partido viejo, reformista, muy estatista y una corriente muy heterogénea occidental que por si sola nunca hubiera entrado al parlamento. Se unieron y llegaron a esto.

Se ha podido mantener esa unión, pero es tensa. Hay una izquierda más urbana, más ecologista, que abre las fronteras para los refugiados y refugiadas. Y otro pensamiento más nacional que dice que podemos garantizar las ventajas del Estado social primero para los países de origen, cuidar más a los y las proletarias alemanas, si es que todavía existen. Es más tradicional. Esa contradicción sigue ahí latente.

—Se mantiene la discusión de “reforma o revolución”…

Exacto, pero con matices. Los Verdes se han convertido en un partido centrista, cuando eran de izquierda en sus orígenes, hace 30 años. Ellos lograron posicionarse como el partido antiderecha. Y la izquierda no porque tiene esa contradicción que se ve, por ejemplo, en que voceras del socialismo más nacionalista dicen que “si los refugiados cometen crímenes, hay que echarlos”. Entonces se alimentan de y se conectan con ese discurso xenófobo. En las últimas elecciones en Alemania oriental, el partido cayó del 20 al 10%, mientras que la derecha subió al 25%. Las frustraciones, en la ex RDA después de 30 años de la caída del Muro, como la falta de empleo o que se gana menos que en occidente, la izquierda no ha podido resolverlas.

Pero hay una pequeña esperanza. El día 27 habrá una elección en Turingia, uno de los 16 estados alemanes, el único donde hay un gobernador de izquierda, que probablemente va a ganar, según las encuestas. Pero tendrá que hacer una coalición que tenga que incluir a los cristianos demócratas.Eso sería una novedad, la derecha moderada y la izquierda, los verdes y los socialdemórcratas contra la ultraderecha.

—Acá también se puede trazar un paralelismo. Tenemos una crisis económica de envergadura como en el 2001 y la salida vuelve a ser el peronismo, la izquierda no pudo capitalizar, una vez más, ese descontento.

Claro, siempre decimos de reinventar la izquierda y aprender de nuestros errores, pero es más difícil hacerlo que decirlo. Los partidos son aparatos complejos y burocráticos, no muy hábiles para adaptarse. Hay una renovación generacional en el partido que esperamos pueda revertir esta situación. Es un problema de las izquierdas europeas en general, no sólo en Alemania. Las últimas elecciones sacaron solo 5%. Los verdes tienen menos contradicciones o por lo menos saben esconderlas mejor.

—Este será uno de los ejes de los debates de la semana que viene.

Exactamente, ese será uno de los ejes de este debate sur-norte que hablaremos puertas adentro. Vendrán compañeros y compañeras del partido que tienen una visión mucho más clara de lo que sucede allá. También vamos a discutir sobre transformación eco social, internacionalismo, trabajo sindical en Europa y América Latina y también sobre las contradicciones de las izquierdas europeas que estuve mencionando.

—¿Cómo sigue el trabajo de la Fundación?

Vamos a afinar sobre los grandes ejes, que están bien fijados: feminismos, donde Argentina es una gran referencia, el trabajo sobre el modelo económico criticando al extractivismo. Es un tema que está verdaderamente ausente en la campaña electoral, desgraciadamente. Nos parece clave. Los modelos agrario y minero de hoy son insostenibles. Y obviamente, también tener en cuenta las contradicciones que tenemos en el norte. Hay un hueco gigantesco al oeste Colonia (Alemania) donde se saca lignito, carbón vegetal. Ha habido ahí uno de los movimientos más interesantes de los últimos años que ha conseguido preservar, con una movilización apoyada por las tres cuartas partes de la población, lo que queda de un bosque biodiverso y frenar la salida de carbón, que es super contaminante. Alemania tiene una imagen verde porque está saliendo de la energía nuclear, pero al mismo tiempo sigue con esas contradicciones, definitivamente no es un líder ambiental hoy día.

También vamos a seguir en la línea de los sindicalismos desde abajo que pueden ser alternativas, como el modelo agroecológico de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y de la Vía Campesina y de otros productores que se proponen cambiar de raíz el modelo. Y democratizar y feminizar los sindicatos. También seguimos la línea de democracia y derechos humanos y siempre sin olvidar la perspectiva antirracista y anticolonial que ya estuvo presente en el Encuentro de La Plata. Nosotros y nosotras también tenemos el deber, como fundación alemana, de llevar los debates feministas y anticolonialistas de acá hacia Alemania y contribuir a fortalecer el internacionalismo allá. Un ejemplo muy concreto es el mal llamado Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, que se anunció con bombos y platillos en junio, que es básicamente un proyecto de recolonización. Los europeos se aprovecharon de la debilidad del Mercosur, producto de los gobiernos neoliberales de Bolsonaro y de Macri, entre otros. Queremos dar a conocer este “acuerdo vampiro” con el diálogo de activistas aquí y allá. Por el otro lado, también se trata de aprender y de mandar los impulsos liberadores desde el sur hacia el norte y establecer una relación en pie de igualdad y no colonial.

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