Madrid corona al trumpismo

El PP se dispara, Más Madrid sorpasa al PSOE y Pablo Iglesias deja la política

05/05/2021
Andrés Gil
Publicado en Fundación Rosa Luxemburg Oficina de enlace Madrid

La Comunidad de Madrid siempre ha estado, desde el inicio de la pandemia, en el pódium de las regiones españolas con más cifras de fallecidos, de contagios, de incidencia del coronavirus, de saturación de UCI y de ancianos muertos en residencias. Eso sí, con los bares y restaurantes abiertos. Pero la Comunidad de Madrid, gobernada de Isabel Díaz Ayuso (EPP), ha sabido presentarse como la antagonista al Gobierno de coalición en España entre PSOE (S&D) y Unidas Podemos (The Left). “Comunismo o libertad”, ha sido su lema de campaña.

Las elecciones se celebran en Madrid de manera anticipada, dos años antes de lo establecido, por un juego de carambolas. El PSOE y Ciudadanos (Renew Europe) concluyen un día que es buena idea echar del Gobierno de la Región de Murcia al PP y presentan una moción de censura. La moción de censura no sólo sale mal, en tanto que el PP logra romper a Ciudadanos en Murcia para mantenerse en el Gobierno, sino que detona la convocatoria de Madrid por parte de Díaz Ayuso para defenderse ante una hipotética jugada contra ella y, también, para invitar a los madrileños a un plebiscito: “Comunismo o libertad”, entendida la libertad como la posibilidad de tomar cervezas –como si en las dictaduras no se sirvieran cañas–.

Pero aquello que en algún despacho de Ferraz –sede del PSOE– y Moncloa –sede de la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez– pudo parecer una buena idea para asaltar el Gobierno de Murcia, ha resultado en el triunfo del trumpismo en Madrid y, además, de la retirada de la política del principal líder de la izquierda alternativa en España, Pablo Iglesias, y uno de los más importantes en Europa.

Isabel Díaz Ayuso pertenece al PP, un partido miembro de la familia popular, democristiana en Europa, que, a diferencia de lo que hace la poderosa CDU/CSU de Angela Merkel, no tiene problemas en llegar a acuerdos con la extrema derecha para mantenerse en el poder, para gobernar. Si hace unos meses Merkel forzó la dimisión de un presidente-gobernador de Turingia porque había llegado al poder con el concurso de la extrema derecha de la AfD, Ayuso fue investida presidenta en 2019 con los votos de la extrema derecha española, Vox.

Y ahora seguirá en el cargo gracias a ella: ha logrado 65 escaños, a cuatro de la mayoría absoluta, que rebasará gracias a los13 de Vox, que le darían el gobierno con una mera abstención, en tanto que Ayuso supera la suma de las izquierdas –24 de Más Madrid (Greens/EFA; 24 de PSOE; 10 de Unidas Podemos–.

Las elecciones de Madrid han barrido al supuesto centro que representaba Ciudadanos, que se ha quedado sin representación parlamentaria, y han encumbrado al ala más trampista del Partido Popular, el encarnado por Isabel Díaz Ayuso, quien llegó hace dos años casi de forma inesperada al Gobierno de Madrid y se ha situado a cuatro escaños de la mayoría absoluta. Ayuso se ha caracterizado en estos años por defender bajadas de impuestos a quienes más tienen –impuestos de sucesiones, patrimonio–, en contra de lo defendido por la administración Biden, el FMI y la Comisión Europea; ir en contra del sentido común europeo sobre las restricciones ante la pandemia; y llegar a decir que “si te llaman fascista, es que estás en el lado bueno de la historia”. La gestión de Ayuso, fértil en despropósitos verbales, se ha saldado con casi el 45% de los votos en unas elecciones con participación récord.

Bien es verdad que el PP lleva 26 años seguidos gobernando Madrid, por lo que lo más fácil era esperar una nueva victoria del PP. Pero también es verdad que quien lo acaba de conseguir se dedicaba no hace tanto a llevar las redes sociales del perro imaginario de la anterior presidenta madrileña, Esperanza Aguirre.

Si bien el modelo de Ayuso no casa bien con el de la CDU o el de los Republicanos franceses, en cuanto al cordón sanitario de la extrema derecha, sí podría ser más afín al austriaco Sebastian Kurz, que no tuvo problemas en meter a la extrema derecha en su gobierno. Una extrema derecha española, la de Vox, hermanada con el partido gobernante polaco, PiS, y los neofascistas de Fratelli D’Italia.

El PP español en Madrid, que comparte familia política con Armin Laschet, gobierna gracias a los amigos de quienes persiguen a los colectivos LGTBI en Polonia o llaman a la deportación de un rival político sólo por ser negro e ir en las listas de Pablo Iglesias.

Abandono de Iglesias

Que Pablo Iglesias dejara la política es algo que venía barruntándose desde el verano pasado. Pero esta convocatoria electoral, junto con el hecho de que no prosperara el plan A de Unidas Podemos –que el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, se presentara– ha precipitado su abandono de la política en tanto que no ha podido cumplir el cometido por el que dejó la vicepresidencia segunda del Gobierno de España para ir a las elecciones madrileñas cual brigadista internacional: derrotar al fascismo.

El problema es que el fascismo no ha sido derrotado, y el trumpismo ha sido coronado.

Iglesias, acosado por procesos judiciales que, uno tras otro, no quedan en nada, por militantes de la extrema derecha que se han agolpado durante meses a la puerta de su casa; por medios de comunicación que repican noticias falsas sobre la financiación de su partido; por divisiones internas alentadas desde fuera; por supuestos periodistas que persiguen a sus hijos; llegó a la conclusión el verano pasado de que había llegado el momento de no volver a presentarse a las elecciones generales como candidato a presidente del Gobierno.

Pero faltaba diseñar su paso al lado. Y ese paso al lado vino dado por tomar el guante a Ayuso y dejar la vicepresidencia del Gobierno para ir a unas elecciones regionales en las que a Unidas Podemos le costó entrar en el parlamento autonómico –logró un 5,5%, cuando no se puede entrar por debajo del 5%–.

Iglesias era garantía de mantener el grupo parlamentario en la Asamblea de Madrid. Nadie dudaba que superaría el umbral del 5%. Iglesias, además, fue condición de posibilidad para que la izquierda pensara que se podrían acabar 26 años de hegemonía de la derecha en Madrid. Pero eso no ha pasado.

Sorpasso de Más Madrid

Y luego estaba la incógnita del desempeño de Más Madrid. Una escisión por la derecha de Unidas Podemos encabezada por Iñigo Errejón, anterior número dos de Podemos a escala estatal y por una mujer médica en el ámbito regional de Madrid, Mónica García.

Más Madrid, el partido fundado por Errejón y la anterior alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, quien llegó a la alcaldía gracias a Podemos e Izquierda Unida, ha sabido representar la alternativa al PP tanto en el Ayuntamiento –fue el partido más votado en las elecciones municipales de 2019, si bien el pacto entre PP y Ciudadanos, apoyado por Vox, le apartó del poder– como en la Comunidad, más aun al ser su portavoz médica.

Y esa capacidad para representar la alternativa al PP en un Ayuntamiento en el que no están Podemos ni IU tras la escisión de Carmena; y una Asamblea regional, en la que la pandemia ha facilitado el despegue del perfil de Mónica García, ha terminado por propiciar algo inédito en las elecciones de la Comunidad autónoma de Madrid: el sorpasso al PSOE por otra fuerza progresista, en este caso por Más Madrid.

Tanto uno como otro se quedan en 24 escaños, pero Mónica García adelanta al candidato socialista, Ángel Gabilondo, por un puñado de miles de votos.

Delicado mapa de la izquierda

Las elecciones madrileñas dejan varias claves.

Una de ellas es que el PSOE queda muy tocado: ha perdido 10 puntos porcentuales, después de haber sido el partido más votado en 2019. Y ha sido superado por Más Madrid. En el Ayuntamiento de Madrid ya fue superado por otra fuerza progresista, Ahora Madrid, en 2015; y luego por Más Madrid en 2019. En efecto, su situación en Madrid es calamitosa, aunque comande el Gobierno del Estado, con Pedro Sánchez.

La consolidación de Más Madrid configura un espacio progresista, afín a los Greens europeos, como pueda ser el caso de Compromís en Valencia, pero con escasa proyección estatal: en la actualidad disponen de dos diputados nacionales, Errejón e Inés Sabanés –Más País-Equo–. Pero lo cierto es que es un espacio madrileño que no parece pasajero y que puede tener incidencia en el diseño de un espacio estatal y en las alianzas que puedan darse.

Unidas Podemos pierde a su líder, Pablo Iglesias, uno de los referentes de la izquierda europea, y se enfrenta a varios retos: el liderazgo de Unidas Podemos, que es una candidatura electoral y que todo apunta que recaerá en la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y militante del PCE, Yolanda Díaz. Pero que deja el espacio, en el que participan Podemos, IU, los comuns catalanes, en una fase de reflexión sobre cómo configurar el espacio de aquí a que haya elecciones en dos años: ¿hay que recomponer relaciones con Errejón y Más País/Más Madrid? ¿Hay que recomponer alianzas con otros integrantes del espacio que han ido despegándose, como el propio Compromís y ciertos miembros de los comuns, u otros sectores? ¿Hace falta algún tipo de desarrollo orgánico de Unidas Podemos, a la imagen del Frente Amplio, o todo lo contrario?

Por otro lado, las consecuencias del desplome de Ciudadanos son que el PP sólo encuentra alianzas a su derecha, y sólo con la extrema derecha al PP no le da para ganar llegar a Moncloa, porque ni nacionalistas vascos y republicanos catalanes serían cómplices de un pacto con Vox.

¿Qué pasará ahora?

El PP tiene asegurado gobernar, le basta con la abstención de Vox. Eso sí, Ayuso no sólo es la antagonista de Sánchez, ahora se ha convertido en una alternativa para el presidente del PP, Pablo Casado. A Ayuso le vale la abstención de Vox, pero tendrá que negociarla.

Mientras tanto, la derecha querrá leer este resultado como la excusa perfecta para erosionar al Gobierno: los miembros del Ejecutivo, PSOE y UP, han estado por debajo de las expectativas, ergo su posición como formaciones que están al frente del país será criticada duramente.

Lo que dudan las fuentes es que esto vaya a tener grandes consecuencias a escala estatal. En el sentido de que las derechas pueden atribuirse un triunfo, pero en el Congreso difícilmente un acuerdo PP-Vox vaya a tener más aliados, lo que cortocicuita su ilusión de llegar a Moncloa.

Mientras tanto, Ayuso revalidará por dos años –habrá otras elecciones en el verano de 2023, como marca el calendario–, pero por el camino la izquierda pierde a un líder de la talla de Pablo Iglesias.

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