
Fotos y crónica: Carolina Rojo
Mañana del miércoles 10 de septiembre, lapachos florecidos y quietud en la Ciudad Universitaria. Se abre un aula de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. No es un aula cualquiera, lleva el nombre de Paola Sosa, joven estudiante de Trabajo Social asesinada en 2008 por su ex pareja. El espacio ya marca una lucha que potencian las mujeres que llegan, acomodan los bancos en ronda y disponen amorosamente en el centro banderas, remeras, postales, gorras, pañuelos y carteles de diferentes colectivos. Y entre ellas, como una más y con una simpatía desbordante, está la propia Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera y activista ecofeminista española, que arranca con esta actividad su ciclo de charlas por Argentina: Reexistir en tiempos de crisis, organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo Cono Sur.
El resto de las mujeres llegan y se abrazan, preparan sus mates, se colocan cartelitos con identificación, alguna se anima a acercarse a Yayo, saludarla, entregarle algún libro o una remera con la inscripción No a la megaminería, y se acomodan en algún banco mientras el sol entra por los ventanales. Luego de una bienvenida de la directora de la Licenciatura en Sociología, Sabrina Villegas, y del equipo organizador –Victoria Gauna (Movimiento Campesino Córdoba – MCC y Córdoba comunidad), Carolina Llorens (MCC) y Florencia Puente (Fundación Rosa Luxemburgo)–, Francisca Fernández Droguett propone una actividad de presentación: encender un fósforo y hablar de cada una hasta que el fuego se apague. Entre risas, la caja de fósforos gira, hasta que la palabra vuelve a Francisca, quien habla de tres libros: Cosechando rebeldías feministas, Feminismos territoriales para una ecología popular (ambos pueden descargarse de la página de la Fundación Rosa Luxemburgo) y Feminismos ecoterritoriales en América Latina, que presentan durante esta gira.



Abrazar la vulnerabilidad y sostener la vida
Francisca “Pancha” Fernández Droguett (integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios MAT, de la Escuela popular campesina de Curaco de Vélez – Chiloé y de Feministas del Abya Yala) hace referencia a la triada de la vida: agua, semilla y energía, desde donde propone pensar la soberanía alimentaria y la soberanía de los comunes, el ser comunidad. “Pancha” destaca de los tres libros: “La disputa de los tiempos, cómo hacer una disputa con respecto a una temporalidad neoliberal, que no nos permite construir comunidad, que muchas veces hace que la inmediatez sea la lógica de trabajo y que hayamos perdido la ciclicidad de la naturaleza como parte de la ciclicidad de lo comunitario”.
Yayo Herrero toma la palabra y propone algunos disparadores para pensar, como el de “guerra contra la vida”: pretender vivir bajo lógicas hegemónicas, sostenidas sobre un conflicto estructural entre el capital y la vida. Y lo analiza en tres dimensiones: una guerra contra la vida biofísica (calentamiento global, declive de las energías fósiles, pérdida de biodiversidad y de ideodiversidad), una guerra contra las condiciones de vida de las personas (que tienen que convivir con violencias económicas, políticas, estructurales, colocando la vida en riesgo y generando empobrecimiento y migraciones forzosas) y la guerra contra los vínculos entre personas o crisis de cuidados (que a través de los discursos de odio y las lógicas de deshumanización intentan imponer un discurso de individualismo atroz, en contra de las lógicas de apoyo mutuo que sostienen la vida).
“Los seres humanos somos vulnerables. Necesitamos agua, alimento, vivienda, cuidados, afectos, participación, y cuando todos esos elementos no están cubiertos, la vida humana o no se sostiene o es precaria (…) Todas esas necesidades se satisfacen sólo colectivamente”, afirma Yayo y mientras les asistentes al taller toman nota, agrega que la trama de la vida (agua, aire, minerales, animales…) debe sostenerse intencionalmente. Para eso, se debe poner la vida en el centro, “comprometerse con la garantía de condiciones de vida digna para todas las personas, sabiendo que hay que hacerlo en el contexto de un planeta parcialmente agotado (…) y los ecofeminismos hacen ahí una absoluta revolución (…) Es una mirada que cambia el giro alrededor del dinero por un giro alrededor de la vida”.
Y la palabra también empieza a girar y se habla de desigualdades, de la conexión del deseo con lo común, de la importancia del Estado y de ocupar espacios para incidir en la toma de decisiones, de cómo llevar estos debates a los territorios y contagiar el deseo de un futuro posible, desde las luchas, el cuidado y lo placentero. Algunas compañeras expresan su preocupación por el entristecimiento y el cansancio de las comunidades, a otras les parece crucial discutir lo agrario y la soberanía alimentaria, y que la transformación es posible cuando se está en los territorios, porque hay un oído atento y una escucha.






Bondad, humildad y revolución
Luego del recreo para almorzar, socializar entre compañeras y recomenzar el mate, se vuelve al aula y Carolina Llorens coordina una dinámica para despertar los cuerpos, moverse y conformar grupos de trabajo, para debatir cómo llevar a los territorios todo lo dialogado. Las rondas grupales se extienden por el aula y el patio alfombrado de flores, mientras en los pasillos plagados de banderines de pañuelos blancos y frases militantes, Yayo conversa con la decana de la facultad Alejandra Domínguez. Cuando vuelven a reunirse todas en el aula, cada grupo resume en un afiche lo debatido, los colocan en el altar central, se toman una foto grupal y terminan cantando y bailando “A la cumbia campesina, la bailamos todas unidas / esa sí que la bailamos porque estamos convencidas / un pasito para acá, un pasito para allá, construyendo feminismo campesino y popular”.
Con la misma organización horizontal del taller, se vuelven a colocar los bancos en sus lugares y se traslada el altar de banderas a otra aula, con otro nombre sinónimo de lucha campesina: Ramona Orellano de Bustamante, una luchadora contra los desalojos en el noroeste cordobés. Llega un importante número de personas que toman asiento y hojean el libro Feminismos ecoterritoriales en América Latina. Sabrina Villegas da la bienvenida, desde una mesa en la que estaba sentada junto a Carolina Llorens, Yayo Herrero, Pancha Fernández Droguett y Florencia Puente. Florencia contextualiza esta charla Feminismos territoriales para una ecología popular, que será una “gira cuartetera” –dicen, entre risas– por Córdoba, Rosario y CABA.
Toma la palabra Carolina y desde su militancia trashumante, en una directa relación con los derechos humanos, propone dialogar en torno a “la memoria como raíz de nuestras luchas”, planteando la “urgencia de articular lo rural y lo urbano en los feminismos (…) campesinizar la lucha feminista, hablar de la soberanía alimentaria en plena crisis alimentaria (…) con esta política planificada de hambre” y enumera el vaciamiento de las políticas para la agricultura familiar y de género que está llevando adelante el Gobierno.
Pancha afirma al comenzar: “Gaza resiste, Palestina existe”, los aplausos emergen espontáneos, y suma el pedido de aparición de Julia Chuñil, mujer mapuche defensora del bosque nativo. Luego, enumera una salida posible a la crisis: “Primero, el contexto: genocidio, ecocidio, terricidio (…) Otro componente es la relación entre extractivismo y patriarcado, pero en una relación muy puntual: la violencia política sexual” y plantea una propuesta zapatista de no hablar más de crisis sino de tormentas, puesto que “en las tormentas (…) podemos construir refugio” y el tercer componente, es por un lado “irradiar desde la agroecología, el reciclaje subversivo, el cuidado de la semilla” y por otro, la “disputa del tiempo”.
Yayo mixtura la intelectualidad con los ejemplos tangibles y eso hace que sus racontos por la historia sean muy llevaderos. Con firmeza, dice que “la bondad es revolucionaria, lo fue siempre, revestida de solidaridad, de apoyo mutuo y lo es mucho más ahora”. Esa es la apuesta de los ecofeminismos y su propuesta: “protagonizar una revolución humilde (…), no porque sea timorata o quiera cosas pequeñitas. La revolución humilde levanta también el puño, escupe, construye, da la mano. Es humilde porque viene de la palabra humus, igual que humano. Y humus es tierra. Es una revolución que habla de un camino, de un retorno a la tierra y a los cuerpos”.
El aplauso y las sonrisas invaden la sala cuando Flor presenta a Eve Chasqui, que rapea dos temas con una voz potente: “Vamos a tirar el patriarcado, mi Argentina escucha / la bandera Ni una menos la cargamos muchas / si salimos a la calle hacemos flor de bulla / porque vivas nos queremos, estamos en pie de lucha”. Al terminar, llegan más aplausos, abrazos, firmas de libros, intercambios de materiales y la sala se vacía, pero los corazones y las cabezas se van repletos de propuestas para la acción colectiva. En pos de un mundo más justo donde quepan y disfruten todes.






