Anécdotas de las desobediencias (feministas) financieras

Durante la presentación de “Una lectura feminista de la deuda”, Daisy Balcera y Eva Reinoso hicieron emerger las voces de las que se organizan cada día para defender la vida, los cuerpos- territorios y la autonomía ante el pacto de caballeros. Dos experiencias que se encuentran en el libro: la de la Asamblea de Mujeres de la FOB y la de YoNoFui.

Por: Redacción Marcha Noticias. Foto Luciano Dico / Canal Abierto


La Asamblea de Mujeres de la Federación de Organizaciones de Base (FOB) es un entramado amoroso y colorido que respira en cada mujer que la integra, organización y resistencia feminista latinoamericana. Es, como dijo Daysi Balcera en la presentación de Una lectura feminista de la deuda, “un espacio de mujeres y disidencias que empezamos a encontrarnos y problematizar desde lo colectivo” y donde “lo que le pasa a una le pasa a la otra”. Las mujeres de la FOB, en su mayoría migrantes bolivianas, se reúnen cada miércoles y piensan la deuda en términos pragmáticos también transformando lo personal e individual en político y colectivo. “En nuestras casas siempre las deudas son afrontadas por las mujeres, las que terminamos sosteniendo el hogar y a nuestros hijos e hijas”, afirmó.

Pero esta asamblea no sólo se propone problematizar aquellas violencias que oprimen el cotidiano de las mujeres, lesbianas, travestis y trans pobres. También se piensa desde las resistencias y alternativas. Entonces, preguntó Daysi “¿cuáles serían las estrategias que podríamos buscar nosotras contra el endeudamiento?”. Y la respuesta es colectiva, “pensamos un método que desde nuestras asambleas fuimos tomando, el Pasanaku, (también conocido como pasamano o ronda) pero nosotras no le quisimos cambiar el nombre, que viene del quechua y de nuestros antepasados.” La mayoría de las compañeras que hacen parte de la Asamblea se integró a esta propuesta “por un tema de deuda”, contó Balcera. Una forma de alentar la reactivación de las economías de forma comunitaria. “La mayoría de nosotras estaba endeudada; entonces para salir de la deuda nos juntamos en un grupito y cada una pone, por ejemplo, 100 pesos y nos repartimos en 10 cuotas sin ningún interés, entonces vamos colaborando con cada una de las compañeras y eso pasa de mano en mano”. Sin embargo, con los pies en la tierra reconocieron, “estos últimos años veíamos que si lo jugábamos por mes, a la compañera que le tocaba el número 10 iba a ser a los diez meses, entonces nos parecía que no, porque la inflación ahora está complicada, entonces nos pusimos a jugar un Pasanaku que no se afecte por la inflación y lo hacemos cada semana”.

“YoNoFui” es un colectivo feminista de educación popular que trabaja en el tránsito entre el “adentro” y el “afuera” de los muros de la cárcel. Realizan talleres de artes y oficios dentro de las unidades penitenciarias federales y bonaerenses de mujeres. Para ellas, la deuda es una condena y el pago son las condiciones de encierro que se viven en los penales del país. Así lo relató Eva Reinoso, quien participó en la presentación del libro. “¿Cómo aparece la deuda dentro de la cárcel?”, interpeló segura “para responder eso tenemos que pensar en cuáles son los cuerpos que la habitan: migrantes, negras, jefas de familia, trans, travestis, lesbianas, putas, en situación de calle, adictas, aborteras, pobres y con escasa formación”. Y agregó, “la deuda dentro de las cárceles se refleja en nuestros cuerpos encerrados, torturados, abusados, despojados, asesinados e invisibilizados, sujetos a permanecer en ese círculo de violencia que no nació en la cárcel sino cuando nacimos en determinado círculo social, en determinado territorio y sobre todo en determinado género”. Por eso, afirmó, “la deuda es la estigmatización que pesa sobre nuestros cuerpos antes de entrar a la cárcel, porque cuando estamos adentro, por primera vez tenemos acceso a derechos básicos como el trabajo, la educación y la identidad”.
“Hoy desobedezco a esa culpa y a esa vergüenza cuando llego a la conclusión de que toda presa es política”, dijo Reinoso, “mi desobediencia es posible gracias a la construcción colectiva, a los espacios de encuentro donde nos expresamos, encontramos, reímos y lloramos”. Para ellas sacar a la deuda del clóset es romper con la individualidad de las luchas y de los territorios, elaborando criterios de autocuidado autogestión y dándole forma a la autonomía que tanto demandamos desde los feminismos. Porque es cómo ellas mismas afirman, “porque los vínculos que construimos son el mejor capital”.

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