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Desde su experiencia en el trabajo con la tierra y con comunidades guaraníes en Orán, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) analiza la situación de las comunidades wichí en Salta.

Manuel Facundo Correa, UTT

A un paso de cambiar de década -¡la segunda del siglo XXI!- nos encontramos nuevamente con la expresión terrible del abandono más extremo: morir por desnutrición en un país productor de alimentos. ¿Cómo es posible semejante contradicción? ¿Verdaderamente somos un país productor de alimentos? La distribución de la tierra nos da el dato clave para resolver esta pregunta.

Según los datos preliminares del Censo Agropecuario 2018, en lo últimos 30 años, las unidades productivas agrícolas se han reducido en un 30%, evidenciando una mayor concentración de la tierra destinada a la producción de commodities agrícolas como la soja, un manto verde transgénico fumigado con agrotóxicos, sin familias trabajadoras de la tierra produciendo alimentos. ¿Necesitamos un desarrollo agrario de campos envenenados que no generan trabajo? El resultado está a la vista. Enormes extensiones sin gente, gente sin tierra y comunidades rodeadas de soja y desmonte, sobreviviendo como pueden.

En el norte de Salta, las comunidades wichí conocen la violencia del modelo como si fueran el último eslabón de una cadena de abandonos y vulneraciones sistemáticas. El problema se muestra como lo que es: un proceso estructural, de raíces profundas. El desmonte se transformó en el nombre y apellido del modelo de desarrollo actual. En la provincia de Salta entre 1976 y 2012, se han desmontado 2.074.210 hectáreas de bosque. Sólo en 2018, 20.000 hectáreas más fueron sometidas al monocultivo.

Las familias wichí que habita la zona desde siempre son el vivo ejemplo de esta pérdida de diversidad biológica que es también diversidad cultural. Sin el acceso a la proteína que ofrece el monte y sin el cuidado de los conocimientos necesarios para su aprovechamiento, la supervivencia se hace difícil.

Basta con acercarse a conversar con las personas mayores que recuerdan con nostalgia la fortaleza de sus cuerpos gracias a la dieta diversa que ofrecía y aún puede ofrecer el monte. En su lugar, la alimentación de las comunidades se ha reducido a carbohidratos, aceite y azúcar, con todos los problemas de salud que eso genera.

El desmonte, el monocultivo y el veneno, traen consigo la homogeneización de la alimentación y arroja a las comunidades a una cotidianeidad de dependencia económica. Sus derechos territoriales son vulnerados y las promesas de desarrollo, sin participación real ni análisis profundos, han potenciado su pauperización al punto de llegar al extremo.

¿Qué hacer ante la muerte de niños por desnutrición? Son siete casos en lo que va del año. Dicho así, la alarmante cifra esconde el duelo más duro de cada familia, de cara al modelo irresponsable y cruel que delimitan qué vida merece ser vivida.

Es claro el lugar que les dejó este sistema a las comunidades wichí del Norte, alejadas del acceso a derechos basicos como el agua, una alimentación sana, atención de salud y educación, comunidades que recolectan agua de camiones o de pozos insalubres en bidones de agrotóxicos.

Desde las bases de la UTT en Salta, tomando la experiencia que hicimos junto a comunidades guaraníes en Orán, hacemos esfuerzos por fortalecer la identidad de las comunidades más empobrecidas usando la agroecología como herramienta de transformación.

Creemos que esto es parte de una estrategia a largo plazo para recrear formas de vida digna, sobre todo en las juventudes indígenas que no acceden al mercado laboral fuera de los circuitos de explotación que ofrece el agronegocio.

Salir del flagelo del hambre con autonomía y respeto a la autodeterminación de las comunidades que celebra nuestra Constitución y la legislación internacional, es trabajar la tierra produciendo alimentos para el autosustento familiar y la comercialización de alimentos sanos.

Hay un tejido social que debemos recomponer de manera respetuosa con la diversidad cultural y que está pidiendo desesperadamente la atención de nuestra sociedad, sus organizaciones y del Estado. Desde la UTT queremos construir ese camino, para que el hambre no vuelva a arrebatarnos el futuro de las generaciones venideras.

Releer a Rosa Luxemburgo desde Nuestra América en un nuevo aniversario de su cobarde asesinato -que hoy podemos catalogar sin tapujos como femicidio y crimen de Estado- nos obliga a desandar lugares comunes, estigmas antojadizos y falsas acusaciones que, tras su muerte, ensombrecieron los numerosos y potentes aportes de esta marxista tan original como injustamente desconocida dentro del crisol de tradiciones revolucionarias. Es sabido que al poco tiempo de ser ultimada el 15 de enero de 1919 junto a Karl Liebknecht, a manos de soldados de ultraderecha, sus planteos más osados y sugestivos cayeron en saco roto, y un manto de sospecha ensombreció su legado teórico-político.

Por Hernán Ouviña, Herramienta

“Siempre ha sido privilegio de los ‘epígonos’ tomar hipótesis fértiles,

convertirlas en un dogma rígido y quedarse ufanamente satisfechos,

mientras la mente pionera está llena de duda creadora”

Rosa Luxemburgo

Si en vida recibió los más variados insultos y agresiones por parte de quienes veían con peligro su coherencia ética y su pasión militante (desde “bruja”, “puta”  e “histérica”, hasta “mocosa” y “traidora a la patria”), una vez muerta pasó a ser considerada “espontaneista”, “anti-organizacional”, “anarquizante” e “internacionalista intransigente”, a tal punto que hubo quienes como Ruth Fischer -encumbrada dirigente stalinista del Partido Comunista Alemán- llegarán a expresar que era preciso extirpar, a como dé lugar, el “virus sifilítico” luxemburguista de las filas de la izquierda.

Será recién con el cataclismo político e intelectual generado al calor del ciclo que se abre en 1968 y 1969 a nivel global, y que va del triunfo del Tet en Vietnam a las revueltas estudiantiles en París, México y Alemania, pasando por los levantamientos populares en Córdoba, Rosario y otras provincias de Argentina, lo que haga emerger una coyuntura propicia que torne urgente la exhumación de tradiciones y corrientes políticas eclipsadas por la socialdemocracia reformista europea y por el comunismo ortodoxo de la URSS.

En este contexto, Rosa vuelve a cobrar vida como marxista incómoda y heterodoxa, que brinda pistas para denunciar los límites de la democracia burguesa, pero también tomar distancia de las lógicas burocráticas y autoritarias predominantes en los llamados “socialismos reales”. Y de igual manera, es traída al intenso presente en ese entonces, con el propósito de interpretar procesos de insubordinación popular y huelgas políticas de masas que, como en el caso del Cordobazo, desbordan a las dirigencias sindicales para dinamizar, sin tutela alguna, luchas con potencialidad anti-sistémica en las calles.

No obstante, el reflujo que le sucedió a este ciclo de protesta y descontento planetario, signado por una contrarrevolución que supuso un ejercicio generalizado del terrorismo estatal y paramilitar en gran parte de Nuestra América y en otras latitudes del sur global durante los años setenta y ochenta, así como el estatismo autoritario y la ofensiva neoliberal desplegada en Europa en esas décadas, combinadas con el desconcierto y la desazón como consecuencia de la implosión de los regímenes autodenominados socialistas, hicieron menguar la vitalidad del marxismo como concepción del mundo y brújula para la acción transformadora.

El ciclo de luchas populares e impugnación al neoliberalismo en la región que irrumpió durante los años ’90, fue la oportunidad para que Rosa retorne como una referencia teórico-política cada vez más importante de las resistencias desplegadas a lo largo y ancho del continente, por movimientos sociales y organizaciones de base inéditas. El Caracazo de 1989, la rebelión indígena en territorio ecuatoriano en 1990, la conmemoración de los 500 años de resistencia a la opresión colonial en 1992 y el alzamiento zapatista el 1 de enero de 1994 en Chiapas, la guerra del agua en Cochabamba, el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, así como un sinfín de procesos de insubordinación de masas, resultaron hitos precursores de esta nueva fase de protesta y descontento, pero también de autoafirmación y construcción de poder territorial que, con vaivenes y altibajos, se mantiene en pie más allá de las alternancias gubernamentales de uno u otro pelaje ideológico, y que en los últimos años parece haber cobrado un nuevo impulso de la mano de los movimientos feministas y popular-comunitarios.

Más allá de esta presencia espectral en las sucesivas oleadas de luchas en nuestro continente, Rosa continúa siendo una de las mejores exponentes de un marxismo no anquilosado, que tiene a la dialéctica como núcleo fundamental y concibe a la revolución en los términos de un arduo proceso signado por el protagonismo de las masas, e involucra una visión del socialismo como alternativa civilizatoria integral, frente a una barbarie capitalista que no da de comer ni de amar. Desde una mirada indisciplinada, sus aportes resultan hoy sumamente vigentes para potenciar las construcciones de base y los proyectos que, a diario, sostienen e irradian aquel crisol de organizaciones y movimientos populares surgidos al calor del ciclo de impugnación al neoliberalismo, y que ejercitan con el cuerpo, el corazón y las ideas una crítica despiadada de todo lo existente.

Por lo tanto, nos proponemos relevar y compartir algunas de las principales contribuciones formuladas por Rosa, como marxista de enorme actualidad para estos tiempos de crisis donde lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer. En particular, consideramos que su lectura del entrelazamiento entre capitalismo y colonialismo, para entender de forma más compleja e interrelacionada las dinámicas de explotación y despojo, así como su vocación por amalgamar la denuncia y confrontación contra el patriarcado, con el impulso y la relevancia de la lucha de clases, de manera tal que todas estas modalidades de dominio y opresión puedan combatirse desde una perspectiva integral, hoy cobra una enorme actualidad en función de las resistencias campesinas, indígenas, afroamericanas, migrantes, feministas, anti-extractivistas y en defensa del buen vivir, tanto en los ámbitos rurales como en los urbano-populares.

La explotación capitalista y el despojo colonial

Una primera cuestión que resulta de extrema originalidad en Rosa, en la medida en que supo anticipar dentro del marxismo la enorme relevancia que han tenido y tienen las luchas campesinas e indígenas contra el despojo de los bienes comunes y en defensa de sus territorios, es su relectura y actualización de la inconclusa obra de Marx, en particular de El Capital. Tal como nos recuerda György Lukács, es en La acumulación del capital donde ella expresa de mejor manera su perspectiva de totalidad y la interpretación del marxismo. De acuerdo al marxista húngaro, “para el método dialéctico todo -sea lo que sea- gira siempre en torno al mismo problema: el conocimiento de la totalidad del proceso histórico”, ya que esta categoría es la única capaz de brindar una visión de conjunto (Lukács, 1984: 112)[1].

Para Rosa el capitalismo como totalidad no implica solamente la explotación de la clase trabajadora por parte de la burguesía, ni tampoco involucra meramente en su constitución y consolidación a Europa como territorio exclusivo, sino que supone de manera ineludible -en particular en su faceta imperialista y visto desde nuestra realidad latinoamericana- una dinámica de colonialismo y sujeción de comunidades y pueblos enteros de la abigarrada “periferia”, a los que se busca diezmar y expoliar en función de la avidez de acumulación capitalista de los autodenominados centros de poder global.

Desde finales del siglo XIX, ella se encarga de denunciar la expansión brutal de los imperios y potencias europeas hacia África y América, así como las consecuencias profundamente negativas que este avasallamiento implica para las formas de “economía natural” y modos de vida de las poblaciones autóctonas, aunque no desde una mirada derrotista que celebre la inevitabilidad de dicho proceso violento. Antes bien, Rosa confronta con las posiciones chauvinistas (ancladas en un positivismo extremo y en teorías evolucionistas en boga por esta época) de sectores importantes de la socialdemocracia alemana y de otros países, que llegan incluso a postular –sin sonrojarse– la necesidad de una “política colonial socialista”.

Es importante entender que esta defensa enconada de la política colonial por ciertos referentes del reformismo, puede ser leída como síntoma y contracara de la hipótesis esbozada por Eduard Bernstein en sus artículos revisionistas, acerca del mejoramiento relativo de las condiciones de vida de la clase obrera europea que venía a impugnar las –de acuerdo a su visión– erradas interpretaciones de Marx en torno a la pauperización del proletariado, y contra los que Rosa confronta ya a comienzos del siglo XX (Bernstein, 1982; Luxemburgo, 1976). En sentido estricto, la enorme y heterogénea periferia colonial y neocolonial que intenta visualizar y dotar de relevancia Rosa, constituía en efecto el “lado oscuro” que tornaba posible la emergencia y sostenimiento en el tiempo de una aristocracia obrera cada vez más integrada al engranaje del capitalismo, y que a su vez ralentizaba la tendencia a la crisis propia de este sistema-mundo en un contexto signado por una nueva fase de carácter imperialista. De ahí la insistencia de ella en sostener la perspectiva de la totalidad en el análisis de todo proceso histórico, incluido por supuesto el del capitalismo en su período de mayor belicismo y rapiña.

En un clima de creciente conflictividad, que preanuncia la guerra inter-imperialista y de conquista pronta a desencadenarse, Rosa publica en 1913 La acumulación del capital, libro en el que desarrolla precisamente un análisis minucioso del capitalismo. Producto de su estudio detallado de economía política y de las clases de la Escuela de formación política del partido en Berlín, en esta obra postula la necesidad de analizar con ojo crítico el planteo de Marx en El Capital, ya que, de acuerdo a su lectura, lo que formula en él es un esquema teórico que hace abstracción del proceso histórico real a partir del cual se ha configurado –y desde ese entonces se expande y reproduce– el capitalismo como sistema mundial.

Para validar su hipótesis, Rosa nos recuerda que Marx en el tercer tomo de su monumental e inconclusa obra –donde expone el proceso total de la producción capitalista– expresa textualmente: “Figurémonos la sociedad entera compuesta únicamente de capitalistas y obreros industriales”, así como en el primer tomo aclara en igual sentido que “para conservar el objeto de investigación en su pureza, libre de circunstancias secundarias que lo perturben, tenemos que considerar y presuponer aquí el mundo total comercial como una nación; tenemos que suponer que la producción capitalista se ha establecido en todas partes” (Luxemburgo, 1967: 252-253).

Sin embargo, según Rosa este esquema no se corresponde con el devenir histórico concreto, ya que “en realidad no ha habido ni hay una sociedad capitalista que se baste a sí misma, en la que domine exclusivamente la producción capitalista” (Luxemburgo, 1967: 266). En una de las primeras lecturas desde América Latina del libro de Rosa, Armando Córdova ha retomado sus planteos para coincidir en que el resultado de El Capital fue un modelo teórico abstracto, homogéneo y cerrado del modo capitalista de producción: “Abstracto, porque en él se dejan de lado las circunstancias históricas concretas en busca de las relaciones esenciales al capitalismo. Homogéneo, porque supone una totalidad integrada únicamente por dos clases, capitalistas y obreros. Cerrado, porque al abarcar con esa totalidad todo el mundo teórico, se consideraba a las relaciones internacionales como elementos endógenos al modelo” (Córdova, 1974: 21). De ahí que concluya que obviamente “de este modelo abstracto, homogéneo y cerrado no podía derivarse una interpretación de lo que hoy denominamos subdesarrollo”.

Es en función de esta interpretación que para Rosa resulta imprescindible dar cuenta de la génesis y constitución del capitalismo, demostrando su historicidad y poniendo el foco en los territorios y realidades no subsumidas aún (de manera parcial o total, con variados grados de intensidad) a la lógica de acumulación capitalista. Este proceso –por definición violento– implica una dinámica constante que aspira a desarticular aquellas formas comunitarias y de propiedad colectiva de la tierra (las cuales, en palabras de Rosa, hacen parte de las “economías naturales”) que aún resisten en la periferia del mundo, así como de despojo y privatización de bienes comunes y su conversión en mercancías.

Así, en La acumulación del capital explica que “el capital no puede desarrollarse sin los medios de producción y fuerzas de trabajo del planeta entero. Para desplegar, sin obstáculos, el movimiento de acumulación, necesita los tesoros naturales y las fuerzas de trabajo de toda la Tierra. Pero como éstas se encuentran, de hecho, en su gran mayoría, encadenadas a formas de producción precapitalistas (…) surge de aquí el impulso irresistible del capital a apoderarse de aquellos territorios y sociedades” (Luxemburgo, 1967: 280). Esta lógica expansiva por parte del capital, involucra un avance incesante sobre el medio social no capitalista que lo rodea, vastos territorios y realidades que se encuentran sustraídos de esta dinámica expoliadora.

Lo sugerente del planteo de Rosa es que no interpreta a la acumulación originaria exclusivamente como un “momento” acotado en términos históricos (por caso, el acontecido y culminado en Inglaterra siglos atrás, que Marx describe en el conocido capítulo XXIV de El Capital), sino en tanto proceso permanente que se reimpulsa y actualiza al calor de las crisis y reestructuraciones periódicas del capitalismo como sistema global, en particular en realidades y territorios como los que componen América Latina y el Caribe. Por ello, además de articular la dimensión temporal (histórica o diacrónica) con la espacial (geo-política y de expansión territorial), traza un estrecho paralelismo entre aquel cercamiento de tierras analizado por Marx en Inglaterra, y la política imperialista desplegada a escala planetaria por las principales potencias a comienzos del siglo XX[2].

Aún no ha sido suficientemente reconocido el aporte sustancial de Rosa para con las regiones periféricas del mundo, a las que dio visibilidad en la gestación y despliegue del capitalismo como sistema-mundo. En palabras de Ángel Palerm, uno de los antropólogos latinoamericanos más sugerentes, “las teorías contemporáneas sobre el imperialismo y el colonialismo, el intercambio asimétrico y las causas del subdesarrollo económico deben mucho más a Rosa Luxemburgo de lo que sus presuntos autores confiesan” (Palerm, 1980: 78). En efecto, a través de sus lúcidas reflexiones se hace posible reconsiderar la historia del capitalismo –sumamente abstracta desde el punto de vista desarrollado por Marx en El Capital– a la luz del devenir concreto de sus vínculos de interdependencia económica y política con los territorios y segmentos coloniales o “subdesarrollados”, en función de una dialéctica centro-periferia (también enunciada bajo la dicotomía metrópoli-colonia), donde lejos de operar mecanismos meramente comerciales o financieros, el poder de los Estados, las guerras de conquista, los procesos violentos de apropiación y las relaciones de fuerza asimétricas, son una constante de importancia primordial.

Cabe aclarar que la relevancia que Rosa le otorga a esta dimensión de la acumulación capitalista signada por las disputas y resistencias contra el despojo en las regiones periféricas y los territorios rurales, no equivale a desmerecer la centralidad de la lucha de clases en los ámbitos productivos urbanos donde la burguesía somete a la clase obrera, ni desvalorizar el antagonismo capital-trabajo como forma específica de dominio y apropiación de plusvalía en la sociedad capitalista. En efecto, son diversos los artículos, libros y borradores en los que destaca el rol del proletariado y pondera su papel como sujeto con potencialidad revolucionaria, en particular en las grandes ciudades. De ahí que sea incorrecto pretender encontrar en ella una supuesta dicotomía o desencuentro entre, por un lado, una clase trabajadora con anclaje en las ciudades y, por el otro, un campesinado pobre o comunidades indígenas subyugadas a nivel agrario.

Hay, sí, una interesante ampliación de las y los sujetos que resisten al capitalismo, a raíz de la comprensión de cómo éste opera en base a una doble dinámica, complementaria y pendular, que involucra tanto la explotación (cuyo pivote es la reproducción ampliada, a través de la compra-venta de la fuerza de trabajo) como el despojo (que se asienta en la violenta apropiación, saqueo y mercantilización de tierras, saberes y bienes comunitarios a nivel rural, a través de la actualización de la llamada “acumulación originaria”), y lleva a Rosa a reconocer una mayor complejidad que la prevista por Marx al momento de identificar las fuerzas sociales realmente existentes[3]. Por eso sorprende la arbitraria afirmación de Marina Kabat, quien -en un estudio introductorio a una detallada compilación de escritos de Rosa Luxemburgo publicada en Argentina- sostiene que ella “espera que la proletarización de productores rurales refuerce los contingentes de la clase obrera” (Kabat, 2015: 86). Además de que la espera no es un rasgo distintivo de Rosa, tampoco puede decirse que propicie en todo momento y lugar una lógica de proletarización como la que presumen este tipo de lecturas de tinte exclusivamente obreristas y anti-campesinas.

Respecto de esta polémica, vale la pena retomar un material complementario a La acumulación del capital, que Rosa construye y pule durante años, a partir de la sistematización de sus clases en la Escuela de formación berlinesa. Bajo el título de Introducción a la Economía Política, tenía previsto publicarlo en formato de libro, pero diversos contratiempos le impidieron culminarlo. En sus páginas se evidencia una profunda vocación pedagógica que busca tornar comprensibles algunas de las principales categorías marxistas, a través del uso de numerosos ejemplos históricos, aunque lo más destacable es que más de la mitad de sus páginas están dedicadas a dar cuenta de la existencia de sociedades diferentes y opuestas a la capitalista, entre ellas las existentes en nuestro continente previas al proceso de conquista y colonización por parte de las potencias europeas, a las que Rosa denomina de manera genérica como comunistas agrarias.

Según ella, conocer en profundidad estas otras formas de vida sustraídas del individualismo mercantil y la racionalidad burguesa propia de la modernidad colonial-capitalista, contribuye a la desnaturalización de las relaciones sociales y a impugnar el supuesto carácter “eterno” de la propiedad privada –algo que demuestra como falso a partir de estudios e investigaciones antropológicas, similares a las que revisa y utiliza Marx en sus últimos años de vida cuando se reencuentra con la temática de la Comuna rural. Esta ignorancia que subyace a la supuesta “sabiduría” de la burguesía europea, remite de acuerdo a su lectura a una incomprensión y daltonismo epistémico ante realidades como la de los pueblos indígenas y el campesinado rural. “Los europeos chocaron en sus colonias con relaciones completamente extrañas para ellos, que invertían directamente todos sus conceptos relativos a la santidad de la propiedad privada”, denuncia Rosa, al tiempo que se atreve a trazar, con fina ironía, un paralelismo e invisible hilo rojo que conecta estas formas comunitarias de vida social con el espectro que encabezó las luchas obreras acontecidas en Europa occidental durante el siglo XIX: “A la luz de estas brutales luchas de clase, también el más reciente descubrimiento de la investigación científica (el comunismo primitivo) mostró su peligroso rostro. La burguesía, al haber recibido lacerantes heridas en sus intereses de clase, husmeó una oscura relación entre las antiquísimas tradiciones comunistas que le oponían en los países coloniales la más enconada de las resistencias al avance de la ‘europeización’ ávida de lucro de los aborígenes, y el nuevo evangelio del ímpetu revolucionario de las masas proletarias en los antiguos países capitalistas” (Luxemburgo, 1972a: 82 y 95).

Asimismo, Rosa puede ser considerada una de las primeras marxistas que dota de centralidad a la cuestión ecológica y ambiental, ya que reivindica una férrea defensa de la totalidad de los seres vivos, así como de la tierra, frente a la voracidad y violencia que el capitalismo impone en su sed de acumulación y constante despojo. Esta es una faceta poco explorada en su obra y, cuando lo es, ancla meramente en su simpatía y pasión por la botánica y la herboristería, así como por ciertos animales puntuales como las aves o los gatos. Sin duda que este rasgo tan original es de suma relevancia, porque pone en evidencia su profundo amor hacia la vida y su sensibilidad y angustia extrema ante toda injusticia que atente contra ella en cualquiera de sus formas, pero por lo general se la desvincula de manera tajante de su proyecto socialista y de su radical humanismo. A contrapelo de estas lecturas, consideramos que su afición por la naturaleza resulta una arista indisociable de su propuesta anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal.

Por ello, arriesgamos como hipótesis que existe en Rosa una “afinidad electiva” con el planteo y la cosmovisión de numerosos pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes y organizaciones campesinas que postulan que la naturaleza, al igual que los seres humanos, tiene derechos que no pueden ser pisoteados. Sus epístolas y reflexiones más intimistas, la pasión por imitar a la perfección a aquellas aves que, como el herrerillo azul, anuncian nada menos que la llegada de la primavera (“zwi-zwi” debía ser el único epitafio de su tumba, según le confiesa a una amiga), o el diario personal en el que entre rejas dibuja, pega y detalla las variedades de flores y plantas de su diminuto jardín, pero también aquellos materiales y borradores teóricos e históricos destinados a la formación y al esclarecimiento político, donde se denuncia la acumulación originaria como proceso permanente que destruye las “economías naturales” y desarticula ecosistemas en las periferias del mundo capitalista (entre ellos América Latina, un continente geopolíticamente estratégico por la biodiversidad que cobija), deben leerse de manera conjunta y complementaria para romper con la visión productivista y el antropocentrismo que sitúa al ser humano –y en particular, al burgués, macho, blanco y adulto– como centro de gravedad de la modernidad, y que insiste en considerar a la pluriversidad de seres vivos bajo el homogeneizante y cosificador concepto de “recursos naturales” (instrumentalizador de la naturaleza, la floresta y los animales, en función de las ansias de explotación y sometimiento a la que nos induce y compele la racionalidad propia del sistema capitalista y colonial).

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Diversas intelectuales y activistas contemporáneas emparentadas con el eco-feminismo, han llamado la atención sobre la necesidad de volver a partir de la relación con la naturaleza, en el análisis político y la crítica al sistema capitalista/patriarcal. Vandana Shiva, por ejemplo, ha hecho visible los estrechos vínculos entre la opresión del patriarcado, la violencia hacia las mujeres y la destrucción constante de la naturaleza en nombre del “progreso” (Shiva y Mies, 1997), al tiempo que Silvia Federici considera que “hoy en día, con la perspectiva de un nuevo proceso de acumulación primitiva, la mujer supone la fuerza de oposición principal en el proceso de mercantilización total de la naturaleza” (Federici, 2014: 90). Por su parte, María Rosa Dalla Costa ha sugerido que es imprescindible construir una propuesta política teniendo como columna vertebral “el respeto por los equilibrios fundamentales de la naturaleza, de la voluntad de conservar ante todo los poderes autogeneradores/reproductores, del respeto y del amor por todos los seres vivos” (Dalla Costa, 2009: 350). En todos estos casos, es indudable la conexión de sus planteos con los precursores –y por ello mismo, por lo general incomprendidos– de nuestra querida Rosa.

En suma, podemos concluir afirmando que estas hipótesis y reflexiones vertidas por ella en libros, cartas, borradores y materiales de formación, a pesar del tiempo transcurrido, nos permiten analizar la política de “nuevos cercamientos” y privatización de bienes comunes, así como el despojo de activos públicos, derechos colectivos y saberes ancestrales, acontecidos en las últimas décadas tanto en vastas regiones de Europa y Asia como en casi la totalidad de América Latina y África. Pero también, como reverso necesario de este violento ciclo, nos estimula a ampliar la mirada y considerar a las miles de comunidades, organizaciones, movimientos y pueblos del sur global que resisten a estas lógicas predatorias, como fuerzas con potencial antagonista, que además de poner un freno a esta lógica contemporánea de recolonización de los territorios, ejercitan a diario una vida digna y despliegan estrategias de supervivencia que, en muchos casos, prefiguran los gérmenes de un socialismo con similares características al que supo tener como horizonte Rosa Luxemburgo.

Patriarcado y lucha de clases: sin feminismo no hay socialismo (y viceversa)

Si el espectro luxemburguista recorre los ámbitos rurales donde el campesinado y las comunidades indígenas resisten a la acumulación por despojo o el extractivismo, y aún hoy sacude conciencias en la lucha en defensa de la madre tierra y el buen vivir, su herencia también está presente en los millones de mujeres que en calles, plazas y camas se insurreccionan al grito de ¡Vivas nos queremos!, inmersas en una nueva ola verde-violeta que llegó para quedarse y desnaturalizarlo todo. Son numerosos los colectivos feministas, las disidencias y las organizaciones mixtas con vocación antipatriarcal, que rescatan su figura, reivindican sus ideas y traen al presente las contribuciones de esta marxista que hizo de la osadía una seña invariante de su activismo febril.

Es un debate aún abierto en qué medida ella puede ser considerada feminista, ya que lecturas superficiales de su obra han querido desestimar esa faceta y postular que fue totalmente ajena a las luchas en favor de la liberación de las mujeres, aunque lo cierto es que su propia militancia como mujer, en un mundo dominado por hombres -incluso al interior de organizaciones de izquierda permeadas por la misoginia y la exclusión deliberada de las mujeres de los diferentes ámbitos de poder– resulta en sí misma un ejemplo digno de destacar. Impugnar el monopolio del pensamiento y el quehacer político por parte de los varones, desde la praxis revolucionaria y sin pedir permiso a autoridad alguna, constituyó sin duda uno de los más potentes ejes vertebradores de su activismo cotidiano.

No por casualidad, en esas querellas y disputas a contracorriente recibía los más variados insultos bajo una misma connotación machista: “hembra histérica”, “perra rabiosa”, “bruja venenosa”, “vieja prostituta” y “dura amazona”. Según confiesa Paul Frölich, camarada de Rosa y uno de sus biógrafos más cercanos, lo que despertaba esta enconada oposición era su condición de mujer, “que se atrevía con un oficio de hombres como es la política y que, además, no se limitaba a preguntar humildemente la opinión de los ‘expertos’, sino que tenía la desfachatez de desarrollar sus propias opiniones y, lo que era peor, las defendía con argumentos ante los que había que capitular de mala gana” (Frölich, 1976: 78).

En una clave similar, Bolívar Echeverría sugiere hasta qué punto su auto-reivindicación como mujer se realizó bajo la forma de una intervención muy peculiar en la historia del movimiento obrero organizado, asentada en la radicalidad comunista: “Ya a fines del siglo XIX, una mujer que se encontraba en el ‘error objetivo’ de no poder ser ‘atractiva’ tenía la oportunidad de salirse de él si cultivaba como gracias compensatorias las virtudes ‘masculinas’; pero sólo si lo hacía de manera propiamente ‘femenina’, es decir, disimulada o como imitación que sirviera al modelo para verse confirmado en su superioridad. Sólo si demostraba la validez del espíritu de empresa productivo (‘masculino’) y burgués –compuesto básicamente de ambición, pero inteligente, voluntarioso y realista– al mostrarlo en una versión defectuosa, que sólo resultase explicable por la acción del inmediatismo, la inconsistencia y la exageración propios de lo ‘femenino’” (Echeverría, 1986: 150).

Como Rosa jamás hizo lugar a este tipo de mandatos, muchos fueron quienes se ensañaron con su actitud de extremo coraje (que lejos estaba de acotarse a una cuestión “temperamental”, como presumían) frente a la hegemonía patriarcal. Franz Mehring lo admitió sin ambages en 1907, cuando ella sufrió el escarnio de parte de la prensa socialdemócrata –hegemonizada por supuesto por hombres: “estas invectivas de mal gusto a la cabeza más genial surgida entre los herederos científicos de Marx y Engels, radican en último término en el hecho de que es una mujer quien la lleva encima de los hombres”, se lamentó su amigo en aquel entonces (Frölich, 1976: 210). Raya Dunayevskaya supo denunciar en una tónica similar que “el total olvido en que marxistas y no marxistas por igual han tenido de la dimensión feminista de Rosa Luxemburgo exige una enmienda inmediata respecto a esta cuestión”, por lo que propone estudiar más la obra de la marxista polaca como feminista y como revolucionaria, aunque en estrecha conexión con la dinámica de la lucha de clases (Dunayevskaya, 1985: 12).

Inmensa habrá sido la bronca de aquellos falsos líderes y grises funcionarios ante tamaña irreverencia, desplegada tanto en actividades públicas, mítines callejeros y congresos, como en ámbitos privados y en vínculos amistosos o afectivos. Rosa, nos dice Claudia Korol, vivía con ímpetu el amor, pero no aceptó el chantaje emocional de Leo Jogiches, quien fue su compañero político en tramos importantes de su vida, “y se atrevió a enamorarse una y otra vez, rompiendo las convenciones sobre ‘la familia’ presentes en las direcciones partidarias, osando inclusive amar a Kostia Zetkin, el hijo de su amiga Clara, 13 años más joven que ella. Un escándalo para un socialismo conservador, en el que la familia era un factor de disciplinamiento altamente patriarcal” (Korol, 2018: 18)[4].

Podríamos conjeturar que, en el amor, Rosa era rabiosamente espontaneista y contraria al control y la represión de las energías y los vínculos sexo-afectivos, así como a la imposición y jerarquías en sus relaciones más íntimas. Esto se trasluce en especial en sus intercambios epistolares con Leo Jogiches (con quien mantendrá un contradictorio lazo amoroso durante casi dos décadas), donde se sincera a flor de piel y le recrimina su soberbia, extrema frialdad y obsesión casi exclusiva por “La Causa” (así, con mayúscula y comillas, lo escribe con fina ironía en una de las misivas). Elzbieta Ettinger, su biógrafa más intimista, confiesa al respecto que “contrastaba su propia espontaneidad con la manera calculada que tenía él de ‘manejarla’” y le reprochaba “que convirtiera la relación entre ambos en un asunto ‘puramente superficial’” (Ettinger, 1988: 84). Por eso no temió, en momentos de máximo desencuentro e incomprensión de parte de Jogiches, pensar en tener un hijo sola y mantenerlo sin tutela ni apoyo alguno.

En un plano más general, y al igual que otras mujeres de la izquierda radical (como Alexandra Kollontai o la propia Clara Zetkin), Rosa no concibe de manera abstracta la opresión de las mujeres, sino que entiende que el capitalismo y el patriarcado resultan co-constitutivos, por lo que es imposible disociar la explotación de clase de la condición subalterna de las mujeres, que por cierto lejos de ser genérica, configura un prisma heterogéneo de situaciones plagado de matices, aunque sometido a una misma estructura de dominación: “Un mundo de lamentos femeninos espera para ser redimido. Ahí está la mujer del pequeño campesino que se quiebra bajo el lastre de la vida. Allá en el África alemana, en el desierto de Kalahari, se blanquean los huesos de las indefensas mujeres herero, que fueron arrastradas por la soldadesca alemana a una muerte terrible de hambre y sed. Al otro lado del océano, en los altos acantilados del Putumayo, se extinguen, sin que nadie los oiga, los gritos de muerte de las mujeres indias, martirizadas en las plantaciones de caucho de los capitalistas internacionales. Proletarias, las más pobres de los pobres, las más privadas de derechos de los sin derechos, corred a la lucha por la liberación del género femenino y del género humano de los espantos de la dominación capitalista”, expresa en su artículo titulado La proletaria (Luxemburgo, 1983: 290).

En este sugestivo texto reivindica el día de la mujer trabajadora, fijado como fecha inaugural de la “Semana Roja” del Partido Socialdemócrata Alemán, a realizarse del 8 al 15 de marzo de 1914, y que tenía como principal consigna la lucha por el voto femenino y por la igualdad general de derechos de las mujeres. Luego de indicar que “con el duro trabajo de estas jornadas el partido de los desposeídos sitúa su columna femenina a la vanguardia para sembrar la semilla del socialismo en nuevos campos”, a tal punto que la mujer proletaria “se presenta hoy en la tribuna pública como la fuerza más avanzada de la clase obrera”, se lamenta de que “la mujer del pueblo ha trabajado muy duramente desde siempre” y constituye “la más desposeída de derechos de todos los desposeídos” (Luxemburgo, 1983: 287). De ahí que decida pasar revista y hacer visible la infinidad de tareas que ella ha efectuado durante siglos, poniendo en evidencia el carácter prolongado de la división sexual del trabajo y la centralidad de las actividades de reproducción realizadas por las mujeres: desde las aldeas indígenas, donde “sembraba cereales, molía, hacía cerámica”; la antigüedad, en la que “era la esclava de los patricios y alimentaba a sus retoños con su propio pecho”; la Edad Media, “atada a la servidumbre de las hilanderías del señor feudal”; hasta la época contemporánea, donde prima la propiedad privada y la mujer del pueblo queda “confinada a los estrechos límites domésticos de una existencia familiar miserable” (Luxemburgo, 1983: 287-288).

Este común derrotero no le impide advertir una diferencia de suma relevancia entre lo que caracteriza como “feminismo burgués” y el feminismo socialista por el que abogan las activistas de la izquierda anti-sistémica. En el primer caso, además de apuntar a una mera integración sistémica sin trastocar las estructuras generales que sostienen al patriarcado y al capitalismo, hay una falta de perspectiva de totalidad que permita enmarcar determinadas reivindicaciones genuinas de aquel entonces (como el sufragio para las mujeres) en una lucha más amplia e integral en contra del carácter opresivo de la sociedad, lo cual lleva a que simplemente “se quieran conseguir derechos políticos para poder después insertarse en la vida política” e incluso a que ciertas mujeres burguesas gocen “de los frutos acabados de la dominación de clase” (Luxemburgo, 1983: 289).

En contraste, en el caso del activismo al que Rosa acompaña, y que tiene a Clara Zetkin como una de sus máximas referencias (para quien existe “un doble juego de la dominación del hombre y del capital”), lo que se busca es engarzar esta y otras luchas donde las mujeres son las principales protagonistas, con un proyecto integral de emancipación que involucra y, al mismo tiempo, trasciende a este pliego de reivindicaciones. Por ello no duda en defender “la estrecha relación entre la causa de las mujeres y el cambio social universal”, ya que “las mujeres debían luchar por la igualdad y la fraternidad para la humanidad y la abolición de la opresión en todas partes” (Ettinger, 1988: 142), aunque como se encarga de denunciar en el programa escrito para el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania (SDKPiL), difundido bajo el nombre de ¿Qué queremos?, “en la sociedad de hoy, apoyada en la propiedad privada y en la dominación de los capitalistas, la mujer es privada de cualquiera de los derechos políticos y considerada una criatura de segunda clase, subordinada al hombre. La liberación de la mujer de esta humillación, la devolución a ella de derechos iguales y de dignidad humana, sólo es posible con el sistema socialista”. Por ello concluye aseverando que “la clase trabajadora es la única que no tiene ningún motivo para la humillación política de las mujeres” (Luxemburgo, 2011: 242-243).

En un pasaje sumamente luminoso de otro texto, titulado El voto femenino y la lucha de clases, Rosa destaca que las mujeres, “con su trabajo doméstico, ayudan a que los hombres puedan, con su miserable salario, mantener la existencia cotidiana de la familia y criar a los hijos”. No obstante, este tipo de trabajo, argumenta, “no es productivo en el sentido del actual orden económico capitalista, a pesar de que, en mil pequeños esfuerzos, arroje como resultado una prestación gigantesca en autosacrificio y gasto de energía” (Luxemburgo, 1983: 285). Una lectura apresurada podría objetar su planteo, debido a que aún se mantiene en el binomio marxista clásico de trabajo productivo e improductivo, y a la luz de los estudios y reinterpretaciones de un sinfín de feministas en las últimas décadas, es evidente que no llega a visualizar el carácter profundamente productivo del trabajo doméstico y su tremenda funcionalidad dentro del engranaje capitalista y del “patriarcado del salario” (Federici, 2010).

A pesar de ello, y teniendo en cuenta que estos escritos fueron publicados hace más de 100 años, su valentía en poner el foco en esta dimensión invisibilizada de la reproducción y el cuidado, para realizar una lectura política de este tipo de relaciones de poder y sometimiento, resulta sin duda precursora y por demás sugerente, más aún en un contexto donde las organizaciones de izquierda eran dominadas casi de manera exclusiva por hombres. Por eso, no en vano Rosa afirma con vehemencia en otro párrafo de su texto, que “hace cien años, el francés Charles Fourier, uno de los primeros grandes propagadores de los ideales socialistas, escribió estas memorables palabras: ‘En toda sociedad, el grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general’. Esto es totalmente cierto para nuestra sociedad” (Luxemburgo, 1983: 286).

Pero sería un error contemplar sus aportes al feminismo teniendo en cuenta sólo aquellos escritos explícitamente dedicados al tema. En muchos otros, que podrían concebirse a primera vista como ajenos a la denuncia de la opresión patriarcal, existen pistas e hipótesis muy sugerentes para interpretar y potenciar la lucha y el protagonismo de las mujeres. En Huelga de masas, partidos y sindicatos, por ejemplo, Rosa apela a una metáfora de “geografía acuática”, que ha sido recuperada recientemente por activistas del feminismo popular latinoamericano (Gago, 2019) para leer en una misma clave a la ola verde que se vive en el cono sur, así como a los paros internacionales de mujeres que han denunciado públicamente al patriarcado y a la división sexual del trabajo. “A veces la ola del movimiento invade todo, a veces se divide en una red infinita de pequeños arroyos; a veces brota del suelo como una fuente viva, a veces se pierde dentro de la tierra”, arenga en clave premonitoria (Luxemburgo, 1970: 71).

Recordemos que, dentro de los sindicatos alemanes, tras su legalización en 1890, tan sólo el 1,8% de sus afiliados eran mujeres, y en los albores de la primera guerra mundial esta cifra todavía no llegaba al 9% del total (Eley, 2002). Por lo tanto, la apelación a la espontaneidad de masas implicaba dotar de relevancia en los procesos huelguísticas y de resistencia popular, también a aquellas mujeres que no estaban representadas en los gremios ni tenían posibilidad alguna de incidir en la decisión de declarar o no un paro general. El odio furibundo que generó entre la burocracia sindical este libro de Rosa (a tal punto que llegan a tener la “caballerosidad” de confiscar su primera edición y destruirla), tiene como sustrato último el rechazo tajante frente a los planteos de una mujer, judía, polaca y migrante, que sin ambages y a contrapelo de los mandatos que la sociedad pretendía imponerle, se atreve a cuestionar abiertamente el monopolio por parte de las direcciones sindicales de cualquier proceso huelguístico, ya que éste es siempre “una cambiante marea en fenómenos en incesante movimiento” (Luxemburgo, 1976: 261), que desborda toda pretensión de ser instrumentalizada desde arriba o en función de acuerdos de cúpula. 

Asimismo, sus artículos y folletos de denuncia contra el militarismo y la escalada bélica, así como sus insistentes acciones directas de boicot internacionalista frente a la guerra (que le costaron años de cárcel), pueden ser leídos en una idéntica clave anti-patriarcal y anti-imperialista. Como reconstruye lúcidamente Isabel Loureiro (2005), el ejército alemán era un estado dentro del Estado, que gozaba de prerrogativas frente a la población civil e irradiaba su concepción jerárquica, disciplina extrema y “obediencia ciega” al conjunto de la sociedad, con rituales misóginos, apología del autoritarismo y una exaltación de todo lo considerado “varonil”, en particular la glorificación de la fuerza. Esta lógica patriarcal, que Dunayevskaya definió como “chauvinismo masculino”, contaminaba incluso las filas de la socialdemocracia, y se expresaba hasta en el código civil del Imperio, que reconocía la subordinación de mujeres e hijos a las figuras legales de padres y maridos.

A más de 100 años de la primera guerra mundial, no es casual que sean las mujeres quienes nuevamente hoy más resistencia tenaz ofrezcan al militarismo imperial en vastos territorios del sur global. Los ejemplos son numerosos, pero alcanza con mencionar a las feministas kurdas, que han logrado consolidar un modelo de sociedad antipatriarcal en ciertas regiones basada en el llamado “confederalismo democrático”, sin dejar de denuncian el vínculo orgánico entre imperialismo, acumulación capitalista, opresión estatal, despojo e intento de avasallamiento militar de sus territorios, y que las zapatistas denominan “cuarta guerra mundial”, debido a que más que frente a un conflicto entre dos o más ejércitos regulares, son los pueblos -y dentro de ellos las mujeres y niños/as- las principales víctimas de esta violencia belicista no convencional.

El siglo XXI tiene como uno de sus rasgos distintivos, por tanto, el haber desencadenado una verdadera guerra contra las mujeres, tal como ha sido denunciado por el grueso del movimiento feminista latinoamericano. El boicot activo frente al militarismo y el despojo colonizador que supo ejercitar Rosa como militante, lejos de ser un gesto ingenuo y caduco, emerge en la actualidad como una de las banderas más urgentes y disruptivas a levantar, en un contexto de crisis profunda del capitalismo donde, en aras de relanzar y sostener un nuevo ciclo de acumulación a escala planetaria, la violencia machista, burguesa y racial, cobra niveles cada vez más inusitados y tiene al cuerpo de las mujeres como botín y trofeo de guerra, pero ante todo como verdadero campo de batalla (Segato, 2016).

 En función de estos antecedentes, no cabe sino reafirmar que Rosa trastocó con su obra como marxista y militante, pero también con sus gestos y acciones más íntimas, los roles que la división patriarcal y capitalista del trabajo le tenía asignados. Fue subversiva en el ámbito público tanto como en el privado, y bregó de manera incansable por dotar del mayor protagonismo posible a las mujeres en las diversas luchas. Puso a todo o nada el cuerpo, los afectos y las ideas al servicio del proyecto emancipatorio en el que creía fervientemente. Y pagó con su vida esta terca necedad. A la vuelta de la historia, con el ¡Ni una menos! como consigna de movilización continental y global, hoy podemos nombrar a su cobarde asesinato como lo que fue: un femicidio, cometido por soldados embriagados de chauvinismo, misoginia y virilidad, que no toleraban la osadía de esta pequeña y, a la vez, inmensa mujer.

El socialismo como alternativa frente a la barbarie en ciernes 

En los apartados precedentes, hemos reconstruido y reseñado brevemente algunos aportes que Rosa Luxemburgo realiza desde el marxismo revolucionario, y que consideramos de suma vigencia para interpretar y acompañar a buena parte de las luchas que hoy circundan a Nuestra América. Desde ya, ellos no agotan toda la riqueza y complejidad que expresa la obra vital de esta inigualable militante de izquierda, pero sí evidencian su enorme sensibilidad respecto de temáticas, procesos y dimensiones de la realidad contemporánea, no siempre atendidas con la debida importancia por las diferentes corrientes marxistas.

En medio del desconcierto y la desolación generalizada que implicó la primera guerra mundial, Rosa redactó entre rejas su conocido folleto La crisis de la socialdemocracia, en contra de la locura belicista y fratricida en la que se encontraba sumida Europa y a favor de una lucha que fortaleciera el hermanamiento entre los pueblos de ese continente y del mundo (Luxemburgo, 1972b). En uno de sus párrafos más emotivos, supo lanzar una máxima que pasaría a la historia como consigna internacionalista y antídoto frente a la hecatombe genocida ya en ciernes: ¡Socialismo o barbarie!

Michael Löwy (1978) ha llegado a postular que esta frase condensa una significación metodológica y política de primer orden para todo proyecto que se precie de emancipatorio, en la medida en que, a contrapelo de todo determinismo o lectura lineal de la historia, nos recuerda que la suerte no está echada y oficia de anticuerpo ante ciertas visiones triunfalistas, que han sabido calar hondo en el seno del marxismo y desestiman la importancia de la praxis revolucionaria como catalizadora de todo cambio social profundo. Lejos de ser un elemento secundario, esta “chispa animadora de la voluntad consciente” emerge como un factor decisivo en la construcción, aquí y ahora, del socialismo como alternativa civilizatoria, a partir de un trípode que para Rosa era clave: organización, conciencia y lucha, no como “fases particulares, separadas mecánicamente en el tiempo”, sino en tanto “aspectos distintos de un mismo y único proceso” (Luxemburgo, 1969: 46).

Hoy resulta más claro que nunca que quienes aspiramos a superar la barbarie que expresan el capitalismo, el patriarcado y la colonialidad en esta fase tan cruel como apocalíptica, no tenemos tampoco garantía alguna de triunfo. La nuestra es una apuesta tan frágil como sin certidumbre, y en ella se nos juega tanto la posibilidad de edificar una sociedad radicalmente distinta a la actual, como la supervivencia de la humanidad y del planeta tierra en su conjunto. Por eso el socialismo no es sólo una opción entre tantas, sino una urgencia y necesidad histórica balbuceada al pie de un desfiladero y a pasos nomás del abismo. Simboliza ante todo ese freno de mano del que nos hablaba Walter Benjamin (2007) en los tiempos sombríos del fascismo, para evitar la catástrofe que se avecina. Guerras, hambrunas masivas, despojo de bienes comunes y contaminación ambiental, violencia social, precariedad, represión política, xenofobia, femicidios, explotación y desigualdad extrema, son características de un capitalismo criminal que, en tiempos de crisis y neoliberalismo recargado, cual Moloch no hace sino exacerbar sus rasgos constitutivos más perversos, sacrificando millones de vidas en el altar del egoísmo, la injusticia y el dinero.

Volver a Rosa precisamente en este contexto histórico tan intrincado y difícil de asir es más necesario que nunca. Para sobrevivir en medio de tanta desolación, violencia estructural y neofascismo desembozado, pero sobre todo con la esperanza de cultivar y sostener una política colaborativa, que articule las luchas contra las diferentes y complementarias formas de explotación y dominio que hemos delineado en estas páginas, sin descuidar en este proceso sinérgico los vínculos comunitarios, el poder popular y el autogobierno como modus vivendi.

Miguel Mazzeo refiere en su libro Marx populi a lo arduo y a la vez urgente que resulta reconstruir una izquierda “en tiempos de naufragio” (Mazzeo, 2018). Sin embargo, a diferencia de muchos referentes del marxismo que hoy dejan de ser leídos, o cuyos escritos y propuestas se nos presentan como añejas y parte de lo viejo que aún no termina de morir, Rosa se destaca por su jovialidad, radicalismo e indisciplina, y por su extrema actualidad para este convulsionado siglo XXI que habitamos y ansiamos revolucionar. De ahí que traerla al presente sea una oportunidad, también, para reinstalar estos debates estratégicos en el corazón mismo de las experiencias y proyectos emancipatorios que afloran en nuestro continente. Ahora es cuando.

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Bibliografía

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Notas

[1] “Lo que diferencia decisivamente al marxismo de la ciencia burguesa no es la tesis de un predominio de los motivos económicos en la explicación de la historia, sino el punto de vista de la totalidad. La categoría de la totalidad, el predominio universal y determinante del todo sobre las partes es la esencia del método que Marx tomó de Hegel y que puso, de modo original, en la base de una ciencia totalmente nueva” (Lukács, 1984: 103).

[2] “En la acumulación primitiva, esto es, en los primeros comienzos históricos del capitalismo de Europa a fines de la Edad Media y hasta entrado el siglo XIX, la liberación de los campesinos constituye, en Inglaterra y en el continente, el medio más importante para transformar en capital la masa de medios de producción y obreros. Pero en la política colonial moderna del capital realiza, actualmente, la misma tarea en una escala mucho mayor. (…) La dificultad en este punto consiste en que, en grandes zonas de la superficie explotable de la Tierra, las fuerzas productivas están en poder de formaciones sociales que, o no se hallan inclinadas al comercio de mercancías, o no ofrecen los medios de producción más importantes para el capital, porque las formas de propiedad y toda la estructura social las excluye de antemano. En este grupo hay que contar, ante todo, el suelo, con su riqueza mineral en el interior, y sus praderas, bosques y fuerzas hidráulicas en la superficie, así como los rebaños de los pueblos primitivos dedicados al pastoreo. Confiarse aquí al proceso secular lento de la descomposición interior de estas formaciones de economía natural y en sus resultados, equivaldría para el capital a renunciar a las fuerzas productivas de aquellos territorios. De aquí que el capitalismo considere, como una cuestión vital, la apropiación violenta de los medios de producción más importantes de los países coloniales. Pero como las organizaciones sociales primitivas de los indígenas son el muro más fuerte de la sociedad y la base de su existencia material, el método inicial del capital es la destrucción y aniquilamiento sistemáticos de las organizaciones sociales no capitalistas con que tropieza en su expansión. Aquí no se trata ya de la acumulación primitiva, sino de una continuación del proceso hasta hoy (…) El capital no tiene, para la cuestión, más solución que la violencia, que constituye un método constante de acumulación de capital en el proceso histórico, no sólo en su génesis, sino en todo tiempo, hasta el día de hoy. Pero como en todos estos casos se trata de ser o no ser, para las sociedades primitivas no hay otra actitud que la de la resistencia y lucha a sangre y fuego, hasta el total agotamiento o la extinción (…) El método violento es, aquí, el resultado directo del choque del capitalismo con las formaciones de economía natural que ponen trabas a su acumulación”. (Luxemburgo, 1967: 283-284).

[3] David Harvey, quien ha revitalizado la obra de Rosa Luxemburgo para caracterizar la fase actual del capitalismo global, considera en esta misma clave que uno de los principales problemas de la izquierda tradicional ha sido el definir que “el proletariado era el único agente de la transformación histórica”, por lo que “todas las demás formas de lucha se consideraban subsidiarias, secundarias o incluso periféricas o irrelevantes” (…) La política organizada en torno al puesto de trabajo y la producción dominaba a la del espacio cotidiano. Movimientos sociales como el feminismo y el ecologismo permanecieron fuera del ámbito de la izquierda tradicional, que tendía a ignorar la relación existente entre las luchas domésticas por la mejora social y los desplazamientos externos caracterizados del imperialismo (…) Esa concentración tan firme de gran parte de la izquierda marxista o comunista en las luchas proletarias excluyendo todo lo demás fue un error fatal, ya que si ambas formas de lucha están orgánicamente vinculadas dentro de la geografía histórico del capitalismo, la izquierda no sólo estaba perdiendo poder, sino que también estaba paralizando su capacidad analítica y programática al ignorar totalmente una de las dos caras de esta dualidad” (Harvey, 2003: 132-133).

[4] No casualmente, Eduard Bernstein llega a postular en su clásico libro Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, que “con el proletariado inestable, sin patria y sin familia, no se podrá nunca fundar un movimiento sindical duradero y sólido” (Bernstein, 1982: 272-273).

 

[Versión actualizada del artículo publicado en la Revista Herramienta Número 62, Buenos Aires, 2019]

Entrevista con Maristella Svampa* sobre la problemática del extractivismo en la Argentina y América Latina, al calor de la lucha del pueblo de Mendoza.

Juan Dal Maso, La Izquierda Diario

Maristella Svampa (Foto: La Izquierda Diario)

Con el repudio generado por la votación de la modificación de la Ley 7722 en Mendoza y el retroceso del gobierno tomó mayor notoriedad la lucha contra la megaminería. ¿Cuál es la situación actual en Argentina en cuanto al grado de desarrollo de esta actividad (y daño ambiental que genera) y qué puede pasar de ahora en más?

Desde hace más de tres lustros que en Argentina hay una gran resistencia a la megaminería. Por esa razón la minería avanzó en algunas provincias, pero en otras no, gracias a las movilizaciones sociales. Avanzó en Catamarca, San Juan, Santa Cruz, Salta y Jujuy [ver anexo al final]. Pero son siete las provincias donde existe una legislación que prohíbe la megaminería: Chubut, Mendoza, Córdoba, San Luis, Tucumán, La Pampa y Tierra del Fuego. Tengamos en cuenta que las luchas socioambientales contra la megaminería arrancaron en Esquel, en 2003, de donde proviene la ley más antigua (la ley 5001) y el formato más asambleario que tomaron las luchas.

En 2010 se sancionó la ley de glaciares, que es la única ley protectora a nivel nacional, que prohíbe la minería y la explotación petrolera en zona de glaciares y ambiente periglaciar. En dos provincias se derogó la ley (La Rioja y Rio Negro), pero no se avanzó en proyectos mineros. En realidad, en Río Negro está el proyecto de Calcatreu, en fase de exploración, que tiene en alerta a las asambleas ambientalistas, sobre todo en este contexto de embestida de las mineras.

No se olviden que en 2012 asistimos a la pueblada de Famatina, en La Rioja, que tuvo impacto nacional, y durante todo ese año se expandieron las luchas en Catamarca, donde está la Alumbrera, que tiene un historial muy negro de contaminación. En Neuquén, hubo un plebiscito que prohibió la megaminería en la localidad de Loncopué, un pueblo precordillerano donde hay comunidades mapuches.

En 2015 se dio a conocer el primer derrame de la mina Veladero en la “provincia-modelo”, San Juan, explotada por la Barrick Gold. Hubo dos derrames más y está probado que además de haber contaminado 5 ríos, Veladero afectó a los glaciares. Así que hay un historial muy rico en las luchas socioambientales contra la megaminería. Los embates por abrir la megaminería sobre todo en Mendoza y Chubut han sido constantes y se tornaron más virulentos en los últimos años, al calor del macrismo, que buscó expandir las fronteras de explotación. Las asambleas siempre han estado muy alerta.

Lo que sucedió este diciembre de 2019 en Mendoza es un nuevo punto de inflexión. Hubo otras puebladas, como la de Famatina, en 2012; otras movilizaciones masivas, como la de Gualeguaychú, entre 2003 y 2007, pero nunca habíamos asistido al levantamiento de una provincia entera que salió a las calles, en defensa del agua, una problemática muy instalada en una provincia con escasez hídrica y algunos oasis.

Porque lo de Mendoza es algo más que un movimiento social; es la potencia de la sociedad en movimiento. Esto es algo novedoso; ocurre como con las movilizaciones de mujeres contra el patriarcado y en favor del aborto legal. Aquí asistimos a la sociedad en movimiento, que ante la imposición de la clase política (Cambiemos y Frente de todos), decidió tomar a su cargo la defensa de un bien común, cuestionando de lleno la territorialidad extractivista y colocando en el centro otras formas de valoración, en relación al cuidado del agua.

La lucha mendocina reimpulsa las movilizaciones en Chubut, que es una provincia acosada de modo recurrente por las mineras, que buscan abrir la meseta a la explotación de plomo y plata, además del uranio.

Ojalá estas movilizaciones se multipliquen y marquen un parteaguas, en un país que continúa siendo un laboratorio a cielo abierto, mientras los gobernantes hablan con liviandad del cambio climático. Siempre les digo, la crisis climática no es solo una narrativa global: si la aterrizamos en el territorio, tiene que ver con el extractivismo, esto es, con la quema de combustibles fósiles, con la deforestación, con la generación de pasivos ambientales, con la contaminación de las aguas, entre otros. Tiene que ver con el fracking, con el agronegocios, con la megaminería, con los polos industriales de contaminación…

¿Cómo ves la situación en los países vecinos de América Latina, especialmente Chile, Bolivia y Brasil?

Desde hace años, con otros colegas de la región latinoamericana, en el marco del Grupo Permanente de Alternativas al Desarrollo (Alberto Acosta, Edgardo Lander, Esperanza Martínez, entre otrxs), y acá en Argentina con Enrique Viale, Marcelo Giraud, Horacio Machado, Lucrecia Wagner, venimos acompañando luchas y señalando que el neoextractivismo agrava las crisis en los territorios.

En Chile es la crisis hídrica, debido a la consecuencia de la minería y la privatización del agua; en Brasil y Bolivia es la expansión de la frontera del agronegocios y la ganadería para la exportación, que explica gran parte de los incendios en la Amazonía.

En realidad, lo que hemos visto en toda la región latinoamericana las últimas dos décadas es que el capital extractivo, en connivencia con los gobiernos, avanzó sobre otras formas de habitar el territorio, criminalizando comunidades y resistencias, destruyendo la biodiversidad y contaminando toda forma de vida. Los pueblos indígenas son los más perjudicados. América Latina es la región del mundo donde se asesinan más activistas ambientales (el 60 % del total a nivel mundial en 2016 y 2017) y donde el proceso de concentración de la tierra es mayor, pues éste se agravó, en favor de las grandes corporaciones.

El extractivismo: ¿es un modelo, una decisión pragmática, parte de un proyecto? ¿Cuáles son sus características y cómo se define? ¿Y el neoextractivismo?

El extractivismo recorre la memoria larga del continente y sus luchas, define un patrón de acumulación colonial, asociado al nacimiento del capitalismo moderno. Pero su actualización en el siglo XXI, trae aparejadas nuevas dimensiones, a diferentes niveles: globales (transición hegemónica, expansión de la frontera de commodities, agotamiento de los bienes naturales no renovables, crisis socioecológica de alcance planetario); regionales y nacionales (relación entre el modelo extractivo-exportador, el Estado-nación y la captación de renta extraordinaria), territoriales (ocupación intensiva del territorio, luchas eco-territoriales con participación de diferentes actores colectivos); en fin políticas (emergencia de una nueva gramática política contestataria, aumento de la violencia estatal y paraestatal).

El neoextractivismo contemporáneo puede ser caracterizado como un modelo de desarrollo insustentable basado en la sobre-explotación de bienes naturales, cada vez más escasos, en gran parte no renovables, así como en la expansión de las fronteras de explotación hacia territorios antes considerados como improductivos desde el punto de vista del capital. El mismo se caracteriza por la orientación a la exportación de bienes primarios a gran escala, entre ellos, hidrocarburos (gas y petróleo), metales y minerales (cobre, oro, plata, estaño, bauxita, zinc, entre otros), así como productos ligados al nuevo paradigma agrario (soja, palma africana, caña de azúcar).

Definido de este modo, el neoextractivismo designa algo más que las actividades consideradas tradicionalmente como extractivas, pues incluye desde la megaminería a cielo abierto, la expansión de la frontera petrolera y energética, la construcción de grandes represas hidroeléctricas y otras obras de infraestructura, hasta la expansión de diferentes formas de monocultivos o monoproducción, a través de la generalización del modelo de agronegocios, la sobreexplotación pesquera o los monocultivos forestales.

El método del fracking para la explotación petrolera ¿es comparable al de la megaminería?

Sí, ciertamente. Esta técnica muy riesgosa consiste en la inyección a altas presiones de agua, arena y productos químicos a las formaciones rocosas ricas en hidrocarburos, con el objetivo de incrementar la permeabilidad y, con ello, de mejorar la extracción de los mismos. Pero hay que entender el fracking de modo más general, en el marco de la ampliación de la frontera tecnológica, que permitió buscar otras formas de yacimiento de hidrocarburos, los denominados no convencionales, de extracción técnicamente más difícil, económicamente más costosa y con mayores riesgos de contaminación. Esto es lo que llamamos “energías extremas”, siguiendo la definición del Observatorio Petrolero Sur. Este concepto se refiere no solo a las características de los hidrocarburos, sino también a un contexto en el que la explotación de gas, crudo y carbón entraña cada vez mayores riesgos geológicos, ambientales, laborales y sociales; además de una alta accidentalidad comparada con las explotaciones tradicionales o llamadas convencionales.

Por ejemplo, en la actualidad, en la cuenca neuquina se produce un promedio de dos derrames por día. Uno de los derrames más impactantes fue el que se produjo en octubre de 2018 en Bandurria Sur (a 11 kilómetros de Añelo), que afectó entre 40 y 80 hectáreas, el cual estuvo 36 horas fuera de control y no fue informado por la empresa sino por los trabajadores. También en Allen, Río Negro, donde el fracking avanza entre plantaciones de peras y manzanas, entre marzo de 2014 y enero de 2018 hubo al menos catorce accidentes, entre explosión de pozos, incendios con llamas de hasta 15 metros de altura, y derrames en zonas de producción de peras, roturas de canales de riego y 240 mil litros de agua tóxica derramada sobre chacras.

Junto con el aumento de la tasa de accidentes ambientales y laborales, una de las mayores preocupaciones es el incremento de la sismicidad, que afecta a la localidad de Sauzal Bonito, en Neuquén. Esto sucede en todos lados. No por casualidad la moratoria (suspensión) más reciente del fracking, la de Inglaterra, se vincula con el aumento de la sismicidad.

Por último, el nuevo ministro del ambiente, Juan Cabandié debería tomar nota de que Vaca Muerta es considerada también una potencial bomba de carbono. El fracking requiere mayor consumo de energía e incluso un mayor volumen de venteo o quema de gas durante la fase de terminación del pozo. Tanto el shale gas como el tight gas generan mayores emisiones de gases de efecto invernadero que el convencional durante su etapa de producción.

Muchas veces se usa el argumento -esgrimido por igual por neoliberales y “progresistas”- de que los países periféricos no tienen otra alternativa para “desarrollarse”…

Ahí hay varias cuestiones. Lo primero, es que todavía existe en los sectores dominantes una resistencia a pensar las economías latinoamericanas o periféricas por fuera de un modelo productivista y exportador. Predomina una mirada lineal que minimiza los impactos ambientales y socioterritoriales, exagerando las ganancias económicas y la creación de empleo. Hay mucho engaño, muchos mitos, por no decir terrorismo estadístico, cuyo propósito es hacerles aceptar a las comunidades un destino extractivista.

Por otro lado, hay alternativas productivas que proponen superar el neoextractivismo, que no son consideradas ni debatidas, aunque nadie dice que será fácil hacer la transición. Se requiere abandonar la mentalidad colonial que nos convierte en meras economías adaptativas o países exportadores de naturaleza y al mismo tiempo una gran imaginación y coraje político, que vuelque la atención hacia el interior de los territorios.

¡Vean lo que pasa en Argentina con la expansión de la agroecología en los últimos 5 años! Es algo realmente increíble que en el país de la soja, la agroecología avance tan rápidamente mostrando que es posible otra forma de cultivar la tierra y producir sano. Y en no pocos casos avanza con el apoyo de los municipios, como en San Antonio de Areco…

Señalaste en su momento que “a mayor extractivismo, menor democracia”. Con lo que vimos en Mendoza en estos días, parecería irrefutable. Pero más en general: ¿Para vos cómo es esa relación?

El neoextractivismo es una ventana privilegiada para realizar una lectura en términos de crisis de la democracia, esto es, de la relación entre régimen político, democracia y respeto de los derechos humanos. Sin licencia social, sin consulta a las poblaciones, sin controles ambientales y con escasa presencia del Estado o aún con ella, la tendencia actual es la manipulación de las formas de participación popular, con el objeto de controlar las decisiones colectivas. Por otro lado, el aumento de la violencia estatal y paraestatal abre la pregunta sobre los vínculos siempre tensos entre extractivismo y derechos humanos.

La ecuación perversa entre “a más extractivismo, menos democracia” muestra el peligroso desliz hacia el cierre político, vista la creciente criminalización de las protestas socioambientales y el ya aludido incremento del asesinato de activistas ambientales en todo el mundo, muy particularmente en América Latina.

Lo novedoso es que al calor de las luchas, se vienen afirmando otros lenguajes de valoración del territorio, otros modos de construcción del vínculo con la naturaleza, otras narrativas de la madre tierra, pero también otras formas de participación democrática. Estos lenguajes se nutren de diferentes matrices político-ideológicas, de perspectivas anticapitalistas, ecologistas e indianistas, feministas y antipatriarcales, que provienen del heterogéneo mundo de las clases subalternas, y recorren el campo de las ciencias humanas y sociales, el de las ciencias de la tierra, incluso el campo del arte, asociadas a las vanguardias estéticas. Estos lenguajes construidos desde abajo constituyen los puntos de partida ineludibles en el proceso de construcción de una convivialidad democrática, de otros modos de habitar la tierra.

¿Algo más que quieras agregar?

Quisiera agregar algo más sobre lo ocurrido en Mendoza. En estos días en que las calles mendocinas rebasaron y mostraron la potencia de la sociedad en movimiento, los teléfonos ardieron y muchxs amigxs progresistas estuvieron apoyando y moviendo hilos. Y eso nos llena de alegría.

A lxs amigxs progresistas, a aquellos que todavía no se han sumado a esta lucha con quienes queremos seguir manteniendo un puente, un diálogo abierto, les decimos que se sumen a esta lucha por la vida, por la defensa de los territorios, que no toleren ni avalen que su gobierno pacte con el capital extractivo. Ya no es posible mantener como punto ciego las problemáticas ambientales en un país donde se hace fracking, donde se fumiga glifosato a gran escala, donde arrasa la megaminería. Así que a enfrentar con orgullo el 2020 y al gran pueblo mendocinx, ¡salud!

 

*Maristella Svampa es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Actualmente es investigadora Superior del Conicet y Profesora Titular de la Universidad Nacional de La Plata. Coordina el Grupo de Estudios Críticos e interdisciplinarios sobre la Problemática Energética (www.gecipe.org) y, desde 2011, forma parte del Grupo Permanente de Alternativas al Desarrollo.

Investiga sobre los movimientos sociales, la acción colectiva, los problemas del pensamiento crítico y la realidad latinoamericana. Con 20 libros y numerosos artículos publicados, sus últimas obras son Chacra 51. Regreso a la Patagonia en los tiempos del fracking (2018) y Las fronteras del neoextractivismo en América Latina (2018).

Anexo

Información aportada por Marian Sola Álvarez

Los informes del Ministerio de Energía y Minería (2016) señalan que son 435 los prospectos mineros existentes, encontrándose la mayoría de ellos (82 %) en la etapa inicial del ciclo minero. Según el documento oficial, el 9.5 % de los proyectos se ubica en las fases de factibilidad y operación, y son alrededor de 20 los proyectos en estado de exploración avanzada.Los principales proyectos de minería metalífera a cielo abierto en funcionamiento son alrededor de 10, entre estos se encuentran [2]:a) los proyectos que inauguraron la megaminería en el país, Minera Bajo la Alumbrera (1997-Catamarca), Cerro Vanguardia (1998-Santa Cruz) y Veladero (2005-San Juan);
b) los proyectos que fueron reconvertidos a la modalidad cielo abierto y a gran escala, Mina Aguilar y Mina Pirquitas, en la provincia de Jujuy. Estos proyectos datan de los años ´30, pero en la primera década del 2000 fueron adquiridos por empresas mineras canadienses para prolongar su explotación;
c) los proyectos mineros que se expandieron a partir del año 2005, en algunos casos, estos proyectos combinan técnicas de explotación a cielo abierto con técnicas subterráneas, tal es el caso de Casposo y Gualcamayo, ambos situados en la provincia de San Juan.

Principales proyectos de minería metalífera en funcionamiento en Argentina [1]

 

Según un informe de la Subsecretaría de Planificación Económica (2016), en el año 2014, el 50 % del valor de la actividad minera fue aportado por los metales; entre ellos, solo cuatro concentran el 46 % del valor de la minería nacional: oro, cobre, plata y molibdeno. En términos de volumen, el cobre es el mineral más extraído, siendo Minera Alumbrera la empresa que mayor tonelaje aporta. No obstante, el oro fue ganando participación en la última década, desplazando al cobre del primer lugar. En gran medida esto se relaciona con la actividad del proyecto Veladero, que en el año 2017 extrajo aproximadamente el doble de oro que los proyectos Cerro Negro, Cerro Vanguardia y Alumbrera (Ministerio de Energía y Minería, 2017). Argentina se inserta en la cadena global como proveedora de mineral en bruto, con escaso nivel de procesamiento. De esta forma, el mineral de cobre, oro y plata extraído en el país es enviado al mercado externo en forma de concentrado o metal doré para su posterior refinación e industrialización.

 

[1] Las fuentes consultadas para obtener la información fueron los siguientes sitios web: http://www.mineria.gob.ar ; Ministerio de Minería de San Juan, http://mineria.sanjuan.gov.ar/, Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM) www.caem.com.ar; El inversor Energético y Minero http://www.inversorenergetico.com.ar, http://www.latinomineria.com/ y http://panorama-minero.com/.

Videos, noticias y memes de un ritmo que remueve las cuerpas. “Un violador en tu camino” ha generado una pandemia en las redes que coloca a la violencia sexual en la discusión pública otra vez. Pero como siempre, estas feministas son mucho más que frases rítmicas virales: son artistas, creativas y tienen mucho que decir.

Victoria Pinto

LASTESIS: Cometa, Sibila, Lea, Dafne (Foto: Victoria Pinto)

Después del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), todas las redes sociales cantaban “y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”. Era la segunda presentación del colectivo LASTESIS en Santiago, donde convocaron más de doscientas mujeres para su performance. Hoy, la intervención se replica con miles de mujeres y disidencias en el mundo.

Dafne Valdés Vargas y Sibila Sotomayor Van Rysseghem (artes escénicas), Paula Cometa Stange (diseño-historia) y Lea Cáceres Díaz (diseño de vestuario) conforman el colectivo y nos reunimos en Valparaíso para conversar sobre el BOOM que las tiene rompiendo las RRSS.

 

Inspiración en Federici y Rita Segato

En 2018, cuando se reunieron para crear su primera performance -que reúne visuales, música, texto y cuerpo- tenían claro lo que querían y quieren: “Todas tenemos la misma intención dar un mensaje importante, derribar el patriarcado de alguna manera”, dice Lea.

Comenzaron con el texto de “Calibán y la Bruja” de Silvia Federici, estrenando en Gesta, un festival de teatro de mujeres, y de ahí extrapolando la presentación a espacios artísticos, académicos, fiestas, también en el teatro municipal de Valparaíso en la presentación de «El patriarcado del salario» de la autora italiana, e incluso en una peluquería, explorando escenarios no convencionales.

A comienzos de 2019 empezaron a estudiar a Rita Segato para hablar sobre la desmitificación de la violación. Una de las premisas de la autora es que los violadores responden al mandato social de la corrección.

“Hay que desmitificar que el violador es una persona que actúa para satisfacer un deseo sexual, sino que ésta responde a otras cosas. Por ejemplo, castigar a la mujer que desobedece o a la disidencia que se salió de su lugar, a través de la violación”, comenta Dafne en torno al texto de Segato. “y que es un tema que, por todo el contexto actual, queda mucho más patente, impunidad transversal…”, complementa Sibila, dejándonos con una pausa para suspirar pesadamente.

 

Mapa de las acciones inspiradas en LASTESIS

La inesperada pandemia

Tenían pendiente la presentación de su segunda pieza (o tesis) en un encuentro escénico que se realizaría en octubre. Claro, la hecatombe -como le dicen – no permitió el estreno, pero no significó que se detuvieran en dar su mensaje. Se sumaron entonces a “Fuego: acciones en cemento”, una coordinación de varies artistas del puerto que realizan intervenciones de martes a sábado como una forma de protestar. “Un violador en tu camino”, estrenando parte de su presentación en las calles de Valparaíso el 21 de noviembre. Lea cuenta que “en esta tesis también viene la parte lúdica- pop de lo teórico… que es la que más ha calado en los cerebros”. Dafne agrega: “La canción (el violador eras tú) era como la columna vertebral”.

Hoy reciben correos y mensajes por minuto. Con vídeos desde México, Alemania, Francia, Colombia y no dejan de sumar voces de mujeres y disidencias. “No cachamos por qué pega tanto, pero finalmente es la reunión de todos los casos de violación, femicidio, de piropeo asqueroso, de todo, todo está ahí. Ahora, que sea en una parte directamente contra los jueces y el estado, apela a la institucionalidad que ha permitido que esto siga”, reflexiona Cometa. “El mensaje es tan global que finalmente es de todas y de todes, porque disidencias también han sufrido violencia de todo tiempo”.

Las reacciones de las redes sociales no solo son rosas y sororidad. Comentan que también les han twitteado un hilo de odio y deseándoles violaciones. Sibila cuenta: “Una amiga me envío el hilo de twitter de un hombre y una mujer, de al menos 50 mensajes y muchas personas denunciaron y lo eliminaron”.

Lea cuenta que ante los comentarios de apoyo masculino les ha respondido: “Que el apoyo brindado pase a ser accionar a nuevas masculinidades que no perpetúen el machismo. Ese sería el mejor apoyo”. Le han dejado el visto.

Artattack: la precarización del oficio

“Hay mucha gente que cree que LASTESIS crearon las canciones de un día para otro, pero derivó de todo un año de estudio”, dice Sibila. “Es un proceso muy nerd”, sentencia Cometa. Es que el proceso artístico parte de una gran investigación, de estudiar, crear, materializar, hacer gestiones para presentar y cobrar poco.

Es inevitable preguntar qué sucede con ellas hoy, en medio de este estallido social, teniendo en cuenta que estamos en un país que no paga una entrada de $2.000 pesos en ir a ver una obra, pero sí gasta el doble en cervezas. ¿Qué pasa con las artes en este momento? Lea responde que “las personas tiene que estar súper claras que somos nosotras cuatro, que no hay nadie detrás de nosotras, que no hay financiamiento detrás de esto y que cada una trabaja para subsistir. LASTESIS ojalá fuera trabajo de tiempo completo, pero en Chile no se vive de esto”.

Trabajo independiente, clases y sector público son las áreas que las chicas trabajan para vivir y sustentar sus proyectos artísticos. Si bien, en el país existen fondos para el desarrollo de actividades artístico-culturales, no se puede seguir omitiendo las demandas del sector cultural y artístico.

Durante las marchas y desde siempre, se ha pensado la música, teatro, performances, la serigrafía y muchas expresiones más, como una forma más pacífica, reflexiva y social de expresar el descontento, como una resistencia y de tensar a la comodidad del poder.

“Yo hago clases de teatro en escuelas”, comienza a contar Dafne, “con esto de turno ético, voy a colegios porque igual (les niñes) tienen que almorzar y voy, hago las clases, porque estoy comprometida con ayudar desde mi trabajo. Los cabros tienen traumas, como todo el mundo, miedo, saben que hay muertos y sangre y hablan de eso. Entonces estar ahí, acompañando a comprender lo que pasa desde lo que hago, también es desde la resistencia, porque nadie gana plata”.

“Yo creo que Chile es un país súper violento con sus artistas”, comenta Lea. “Me da mucha risa y pena, porque si esto no hubiera sido viral nadie nos hubiera visto. Porque si no hay un incentivo económico, la gente no puede entender”.

Sibila agrega que “es violento estar en un país que te precariza desde tu oficio y sabemos que eso radica en políticas públicas nefastas en torno al  incentivo del arte y la cultura. Sabemos también que en algún momento el arte se vio en peligro de aquello y se zanjó constitucionalmente. Tiene que ver con la misma lucha de ahora”.

“El arte es peligroso para el poder y el arte ataca. Ahora tú vas a la calle y estás viendo los collage y serigrafía. No pretendamos que vamos a exponer en una galería, limpia, blanca y en cerro alegre. Nuestra galería es la calle y no hay otra. Y para nosotras el escenario es la calle y ahí es donde el arte ataca. Ahí veo arte, en la modificación de los formatos, de lo establecido, creativamente y eso molesta e irrita”, reflexiona Comenta. Al final de la conversación, me queda el gusto de compartir con un grupo de amigas, colegas conscientes de que su mensaje se está escuchando y removiendo a miles de mujeres y disidencias. Ellas lo dan todo porque son artistas de alta motivación. Sin embargo, no tienen tiempo para detenerse entre su vida y el boom de internet que exige sus voces.

Fin de mes llega para todes y sabemos que les artistas no viven de amor al arte… recordar eso cada vez que alguien nos comparte su música, su perfo, su pintura. Quizás, si viéramos nuestro alrededor y no solo el viral en un celular, nos daríamos cuenta de todo el trabajo y resistencia que han dado desde años, las personas del arte.

 

 

 

Santiago de Chile, 6 de diciembre 2019 (Ecocéanos News).-  Francisca Fernández Droguett, integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT), conversó con Ecocéanos News sobre las demandas y desafíos del espacio en el marco de proceso constituyente en Chile.

El MAT ha demostrado gran capacidad de articulación y movilización de territorios a nivel nacional por la deprivatización del agua y para que el Estado garantice este vital recurso como un derecho humano.

El movimiento nace en 2013 y se define como antiextractivista y anticapitalista, con carácter plurinacional. Está constituido por organizaciones de Arica a Punta Arenas: comunidades indígenas, juntas de vecinos, organizaciones territoriales, ecologistas, de mujeres y feministas, estudiantiles, colectivos culturales, políticos, sociales, ONG’s, asociaciones de agua potable rural, entre otras.

En su declaración de principios, el MAT reafirma que mediante la lucha mancomunada y articulada contra los grandes poderes económicos y políticos, será posible recuperar los bienes comunes naturales y avanzar hacia una relación no-destructiva con los ecosistemas. «Ante la continua ofensiva de la colusión entre los grandes capitales y el Estado, es necesario que nos articulemos bajo un espíritu y un proyecto común que devuelva los bienes comunes a nuestras comunidades y ecosistemas para que éstas los gestionen colectivamente de la manera más adecuada a las particularidades de su territorio».

Bajo el actual escenario político y social en Chile, el MAT plantea como fundamental seguir levantando las demandas por la desprivatización del agua, y las alternativas que permitan transitar hacia un post extractivismo.

 

La experiencia de los Cabildos por el Agua

En enero de este año, el Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT) definió como prioridad hacer algún tipo de ejercicio para analizar las distintas visiones de la gestión comunitaria del agua en diversos territorios.

En el VII Encuentro Plurinacional por el Agua y los Territorios, realizado el 23 y 24 de marzo, en Rangue, Paine, se trabajó en la elaboración de una agenda de trabajo y movilización conjunta, y en la visibilización de la situación de escasez hídrica de la cuenca de Aculeo, territorio que se encuentra en una profunda crisis socioambiental debido al acaparamiento y desvíos de las aguas por parte de las haciendas y empresas vinculadas a la gran agricultura de exportación.

En dicho encuentro se decidió generar los Cabildos por el Agua. Así lo relata Francisca Fernández, integrante del MAT, quien precisa que los objetivos de los Cabildos fueron diagnosticar la actual situación del agua en los territorios, identificar las figuras privatizadoras, las empresas extractivas vinculadas a su usurpación, el despojo, y los niveles del derecho de aprovechamiento de agua. Para luego proponer una gestión comunitaria de este bien natural, que derivara -a partir de esta experiencia- en una suerte de decálogo de la gestión comunitaria del agua en Chile.

“Su finalidad radica en que, desde el 2013, hemos planteado que la única posibilidad real de hacer un cambio estructural respecto a la gestión del agua es a través de la derogación del Código de Aguas, vía Asamblea Constituyente. Nunca pensamos que esta reflexión iba a ser posible tan pronto. El decálogo sería presentado en la Cumbre de los Pueblos, que se realizaría en diciembre a la par de la COP25 en Chile”, asegura Francisca Fernández.

A partir del estallido social en Chile -admiten- que fueron superadas las expectativas del MAT. Si bien continúa trabajando en los Cabildos por el Agua, siendo más de 50 los desarrollados este año de Arica a Magallanes, ha debido incorporar nuevos elementos, a partir de la coyuntura, centrados en cómo pensar la derogación del Código de Aguas, a través de una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución.

También ha logrado instalar estas temáticas en las Asambleas Territoriales y en otros Cabildos. “Como MAT nos posicionamos como anticapitalistas, anti-extractivistas, siendo necesario denunciar el capitalismo verde y el feminismo funcional, señalando que la alternativa al extractivismo es posible, desde las economías locales, territoriales y solidarias”, dice su declaración.

La capacidad de incidir a nivel político

Para Francisca Fernández es posible la incidencia política en este proceso constituyente. “Esa es la idea, incidir. Es fundamental en este proceso de Asamblea Constituyente, que solo la entendemos como Plurinacional y Paritaria, que una de las indicaciones a incorporar sea que el agua se reconozca como un derecho humano, que implique derogar el Código de Aguas, que si bien establece que es un bien de uso público, la forma de otorgarlo es a través del derecho de aprovechamiento, que finalmente crea el mercado del agua”.

La integrante del MAT agrega que es posible una incidencia concreta porque están pensando cuáles debieran ser las características de la gestión del agua: «Primero su reconocimiento constitucional como derecho humano y por otro lado surge una apuesta, que es más riesgosa, cuál es entender el agua en sí misma como sujeto de derecho, desde la matriz de reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derecho».

Experiencias constituyentes y los Derechos de la Naturaleza

Países como Bolivia, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, India, Nueva Zelandia y Suecia ya han incluido Derechos a la Naturaleza en diferentes marcos legales, siendo Ecuador el país que ya ha reconocido Derechos a la Naturaleza en su Constitución, tales como respecto a su existencia, ciclos de vida, estructura, funciones, procesos evolutivos y restauración.

Esta semana en la Cumbre de Los Pueblos se realizó el Foro: “Experiencias Latinoamericanas de Asambleas Constituyentes y Derechos de la Naturaleza”, en la Universidad de Santiago, donde Francisca Fernández participó como panelistas, junto a representantes de Bolivia, Ecuador y Uruguay.

“La experiencia de los países Andinos es un gran insumo para elaborar una propuesta constitucional desde la lucha socioambiental. Solo la Constitución ecuatoriana reconoce a la naturaleza como sujeto de derecho, en cambio en la boliviana encontramos una serie de artículos que hacen referencia al respeto de la madre tierra”, asevera Francisca Fernández.

La Constitución de Ecuador, en su Art. 71, indica que “La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos».

La académica y activista advierte que tal cambio constitucional “no garantiza el término de las prácticas extractivistas por parte de los Estados. Ecuador y Bolivia también tienen complejidades porque el modelo extractivista ha seguido vigente”.

EL MAT además de las diversas actividades organizadas, junto al Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), en la Cumbre de los Pueblos, participó en el  5.º Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza presentando el caso «Privatización del agua en Chile».

Las exigencias mínimas que no se transan en el proceso constituyente: Plurinacional y Paritaria

La demanda del MAT y del movimiento social chileno en general es la realización de una Asamblea Constituyente y no otra figura, como la Convención Constitucional, que propuso el Gobierno.

Tal Asamblea Constituyente -afirma Fernández- debe incorporar el enfoque Plurinacional, entendiendo que existen distintos pueblos, comunidades y territorios que deben ser partícipes en este proceso: pueblos originarios, afrodescendientes y migrantes.; además de ser Paritaria. «En la gestación de una Asamblea Constituyente, la elección de las y los constituyentes, no puede pasar por el sistema partidista, porque de ser así nos vamos a encontrar con una sobrerepresentación de los partidos políticos», precisa la integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios.

En este proceso, el MAT ha tratado de instalar otras figuras posibles que den cuenta de la independencia y la realidad territorial diversa de los distintos pueblos. En este marco de violencia estructural, de represión ante las manifestaciones sociales, resulta aún más complejo. “Visibilizar las violaciones a los derechos humanos es un criterio que estamos estableciendo y por otra parte el garantizar mecanismos democráticos en la forma de gestación de la Asamblea Plurinacional Feminista Paritaria”.

Entre los grandes desafíos, Francisca Fernández menciona el interpelar a instancias como Unidad Social, donde el MAT participa, con dificultades -reconoce- para posicionar estas lecturas; además de intentar incidir en la agenda de la política pública, no siendo un camino fácil. Añade que para tales objetivos, surgen dos vías: continuar participando en los Cabildos y en las Asambleas Autoconvocadas, y seguir movilizados en la calle

Por Cumbre de los Pueblos 2019

Entre el 2 y el 7 de diciembre de 2019, centenares de organizaciones, hombres, mujeres, pueblos indígenas y afrodescendientes, comunidades migrantes, campesinos, campesinas, trabajadores, trabajadoras, jóvenes, niñas y niños provenientes de Chile, América Latina y el mundo hemos sido parte del hito principal de la Cumbre de los Pueblos, en la Universidad de Santiago de Chile.

En medio de una ciudad y un país en estado de rebeldía frente a un sistema neoliberal injusto y depredador, y frente a un Estado violento y abusador, la Universidad pública, cumpliendo a cabalidad su rol, nos ha abierto las puertas para debatir en torno a la crisis planetaria y sus múltiples expresiones sociales y ambientales, nacionales o territoriales, a compartir nuestras luchas, nuestras denuncias y demandas, y a imaginar juntas y juntos otro mundo posible.

 

Más de 40 actividades en sala -paneles, talleres, cabildos, conversatorios y otros formatos- autogestionadas por las organizaciones participantes, dos espacios permanentes -la Carpa de las Mujeres y la Aldea de la Paz-, actividades artístico-culturales y los paneles y plenarias centrales de la Cumbre de los Pueblos acogieron la activa participación de alrededor de 1500 compañeras y compañeros acreditadxs.

A partir de la fraterna experiencia vivida y compartida durante estos 5 días, las organizaciones de la Cumbre de los Pueblos declaramos lo siguiente:

1. Reiteramos nuestro compromiso con los pueblos de Chile y otros países latinoamericanos que se han levantado contra las injusticias estructurales, la usurpación y privatización de bienes comunes, la precarización social, la violencia estructural contra las mujeres, el racismo sistémico, y la vulneración de derechos del sistema neoliberal; y exigimos justicia en los casos de muertes y violaciones de derechos humanos con que los Estados han respondido ante estas movilizaciones.

2. Respaldamos la demanda de los movimientos sociales y las asambleas territoriales que exigen en Chile una verdadera Asamblea Constituyente, conformada íntegramente por ciudadanos y ciudadanas sin privilegios para los partidos políticos, que considere paridad de género y cupos significativos para pueblos indígenas.

3. No concebimos un proceso constituyente generado según las reglas de un sistema político-electoral que ha sido uno de los pilares del modelo neoliberal chileno, y cuya clase política ha dado una nueva demostración de subordinación a los intereses empresariales, al aprobar en la Cámara de Diputados la llamada ley “anti-saqueo”, que incluye artículos que criminalizan abiertamente la legítima protesta social.

4. Apoyamos las aspiraciones de las organizaciones y comunidades de Chile de instaurar una constitución política dotada de los principios de la plurinacionalidad, el feminismo, y el reconocimiento de los derechos de la naturaleza.

5. En el marco de las negociaciones climáticas en la COP25 de Madrid:

  • Condenamos la mantención de la presidencia de la COP en manos del Gobierno de Piñera, responsable de asesinatos, torturas, violaciones, mutilaciones, heridas, vejámenes, detenciones arbitrarias y otras violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado.
  • Rechazamos el impulso de falsas soluciones al cambio climático, que profundizan la crisis y robustecen el modelo que la genera, como los mercados de carbono, la hidroelectricidad y otras energías de base corporativa, los sumideros a base de monocultivos de árboles y agrocombustibles, la energía industrial a partir de biomasa forestal, la incineración, la geoingeniería y la fractura hidráulica o fracking.
  • Demandamos la toma de medidas efectivas para evitar la captura corporativa de las negociaciones, así como para que las grandes corporaciones y países más contaminantes reduzcan de manera radical sus emisiones de gases de efecto invernadero y paguen por los daños y perjuicios causados, fundamentalmente en los territorios más vulnerables.
  • Llamamos a dar mayor visibilidad a la migración climática y promover políticas migratorias con enfoque de derechos humanos.
  • Llamamos a impulsar de manera efectiva la transición justa y las soluciones verdaderamente sustentables, fuera de los mercados y el extractivismo, basadas en la soberanía territorial, en las prácticas, culturas y economías locales, en condiciones de trabajo y vida dignas, así como en el intercambio solidario entre pueblos y comunidades.

6. Rechazamos el impulso del extractivismo por parte de los gobiernos y organismos internacionales, en colusión con el poder corporativo, que concibe todos los territorios como potenciales zonas de sacrificio, y avanza destruyendo ecosistemas, desplazando comunidades o afectando sus estilos de vida y economías locales; incluyendo el fomento y el subsidio a la minería metálica o no metálica, las plantaciones forestales, la agroindustria y la ganadería convencional, la que carga también con una gran dosis de crueldad hacia los animales.

7. Reivindicamos y hacemos nuestras las demandas de pueblos indígenas y afro-descendientes, especialmente por la desmilitarización de sus territorios -en particular del Wallmapu-, la devolución de sus tierras ancestrales y el ejercicio pleno de sus derechos políticos, sociales y culturales.

8. Citando a la declaración de la Carpa de las Mujeres, “reivindicamos la economía feminista como una estrategia de resistencia y transformación para la vida de las mujeres y sus comunidades, como una forma de reconocer y valorizar los saberes, el trabajo doméstico y de cuidados que sustentan la vida y que, en este sistema capitalista, recae en las mujeres.”

9. Celebramos la fortaleza y participación activa de jóvenes, niñas y niños en los espacios de la Cumbre y reconocemos el rol protagónico que han asumido en denunciar la crisis y en promover cambios estructurales.

10. Demandamos la desprivatización del agua en Chile, la protección efectiva e integral de los glaciares, la recuperación de tierras para los y las campesinas y el impulso en los territorios y en las políticas públicas de modelos agroecológicos, libres de transgénicos y pesticidas químicos, basados en la soberanía alimentaria y en la recuperación e intercambio de productos y semillas, así como priorizando la conservación, regeneración y restauración ecosistémica.

11. Demandamos políticas y promovemos iniciativas comunitarias orientadas a generar ciudades más justas y amables, armonizando la relación ciudad-campo, desprivatizando los servicios básicos, impulsando una planificación territorial ampliamente participativa, implementando modelos de basura cero y sistemas de movilidad urbana sustentable.

12. Demandamos la transformación radical de los modelos energéticos, con criterios de soberanía, suficiencia y solidaridad, mediante sistemas de generación distribuida basados en fuentes limpias y diversas de base comunitaria.

13. Rechazamos la firma de tratados de libre comercio e inversión que benefician a las corporaciones, vulneran derechos sociales y atentan contra las economías locales y la soberanía alimentaria. Demandamos el retiro definitivo del TPP11 del parlamento.

14. Llamamos a construir movimientos y articulaciones latinoamericanas e internacionales, integrando organizaciones de justicia ecológica y climática, feministas, pueblos indígenas y afrodescendientes, migrantes, campesinos trabajadores, jóvenes, niños y niñas, para detener el modelo privatizador de bienes comunes y levantar paradigmas alternativos como el buen vivir y otras que surgen desde las cosmovisiones de los pueblos.

15. Finalmente, citando la declaración de la Aldea de la Paz, “nos invitamos a la cocreación colectiva de una forma de relacionarnos con la naturaleza y también de una forma consciente y amorosa de relacionarnos entre nosotros mismos. (…) Entendimos la necesidad de incorporar los derechos de la naturaleza y de todos los seres vivos que sustentan el tejido planetario, como constituyentes de nuestras vidas y de las leyes de los pueblos.”

 

CUMBRE DE LOS PUEBLOS 2019

Santiago, 7 de diciembre de 2019

“SALVEMOS LA TIERRA, CAMBIEMOS EL SISTEMA”

Por Pablo Bruetman de la Revista Cítrica

Si más del 45% de gases con efecto invernadero provienen de la cadena de la agricultura industrial, fundamentalmente por la gran cantidad de combustible que se utiliza en el transporte de alimentos, ¿por qué cuando hablamos de combatir el cambio climático no hablamos de soberanía alimentaria?

El secreto está en la comida. La solución está en la comida. A Rosalia Pellegrini, integrante fundadora de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) le pasa cada vez más seguido. “Hace años que venimos batallando contra el cambio climático y diciendo que hay que pasar del discurso a la acción y ustedes ya lo estaban haciendo”. En la Argentina, en el territorio de Vaca Muerta, en el país invadido por los transgénicos y los agrotóxicos, en el de las rutas saturadas de camiones que gastan combustibles en alimentos que se echan a perder por los grandes traslados, en el que el Estado, según el cálculo realizado por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales- FARN-,  utiliza el 6,5% del Presupuesto en subsidios a los combustibles fósiles. Y peor aún: apenas 10% del presupuesto de Energía se dedica a otros tipos de energía. En esa misma Argentina está gran parte de la respuesta al cambio climático: la vuelta al campo, la vuelta a la agroecología, las colonias agrícolas, a producir alimento en los cordones urbanos, en los territorios en donde vive la gente. Acercar al consumidor con el producto. Romper las grandes distancias entre las cosechas y nuestras bocas.

¿Sabías que más del 45% de gases con efecto invernadero provienen de la cadena de la agricultura industrial, fundamentalmente por la gran cantidad de combustible que se utiliza en el transporte de alimentos, materias primas y todos los derivados del petróleo en el packaging, que es fundamentalmente utilizado en la cadena de distribución de los grandes hipermercados?

Entonces, ¿por qué cuando hablamos de cambio climático, por qué cuando los presidentes viajan a cumbres por el clima para elaborar medidas y tomar decisiones que eviten que la tierra se caliente dos grados y estemos todes en peligro, los y las representantes de cada país no hablan de soberanía alimentaria? ¿No saben que es la soberanía alimentaria?¿No saben que la soberanía alimentaria puede disminuir una cifra cercana al 45% de los gases de efecto invernadero?

Seguramente lo saben. Pero son los mismos dirigentes que permitieron la concentración de los alimentos no solo en pocas empresas sino también en pocos espacios geográficos. Así, un país como la Argentina, históricamente ganadero, en donde no hay motivos geográficos que no permitan acceder a la leche a escasos kilómetros de los lugares de producción, la leche se la pasa viajando por todas las rutas argentinas. Para Diego Montón, referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena, la leche es el ejemplo más claro de la agricultura industrial: “Actualmente la industria se ha concentrado. En el caso de Mastellone con La Serenísima, se trata de una gran industria que traslada miles de kilómetros a la leche, desde los tambos hasta la industria, y luego otros cientos o miles de kilómetros, ya con la leche industrializada, hasta los mercados. Esto rompe un esquema histórico en el cual antes se abastecía desde el tambo a pequeñas industrias locales, las cuales abastecían los mercados de cercanías. Ahí se podría ahorrar muchísimo combustible en transporte, y esto directamente incide en disminuir y mitigar el cambio climático».

«La soberanía alimentaria es el camino fundamental para resolver la crisis climática», asegura Carlos Vicente, integrante de Acción por la Biodiversidad y miembro de Grain. Carlos asegura lo obvio, lo que dicen los números, lo que dicen las estadísticas, lo que el agua, los territorios, el sol y toda la naturaleza nos dan amanecer tras amanecer. Tan obvio y tan visible es que tuvieron que invisibilizarlo. Con millones de dólares, con comestibles ultraprocesados, con miles de segundos de publicidades en todos los países, con productos de etiquetas coloridas y marketineras. Y fundamentalmente con un mito (o mejor dicho con un verso): que -como la población mundial creció mucho- la única manera de alimentarla es produciendo comida a gran escala y con agrotóxicos en lugares casi deshabitados para luego trasladarla hacia los centros urbanos. ¿Qué dicen los números?¿Qué dicen las estadísticas? Según el informe Quién Nos Alimentará del ETC Group, un tercio de la producción total de la cadena agroindustrial se desperdicia debido a los largos traslados y la mala distribución. Son 2.49 billones de dólares gastados en chatarra que ni siquiera sirven para disimular el hambre de los sectores más necesitados. ¿Entonces por qué nos dicen que necesitan de transgénicos y “fitosanitarios” para producir más y terminar con el hambre en el mundo cuando con lo que producen ya sobra?¿No será que la comida que producen no sirve, que es antinatural y contaminante?

“Nos enseñaron a alimentarnos en base a una pauta alimentaria que corresponde al mercado y negocio de unos pocos y que genera una irracionalidad de transporte de alimentos”, explica Rosalia. “Claro que el sistema agroindustrial no funciona, no solo no ayuda a terminar con el hambre sino que trae y traerá más hambre en el futuro porque genera un daño ambiental irreparable: el tomate que compramos en los supermercados se cosecha hoy totalmente verde para que madure en una cámara. Se gasta combustible y se gasta energía que es escasa. Ese tomate que se siembra en Argentina se define a miles y miles de kilómetros atravesando el mar y no tiene que ver con nuestra realidad, con nuestro territorio ni con las comunidades que lo habitan, ni con nuestras costumbres alimenticias. Sin embargo el tomate ese es hoy un tomate hegemónico”.

Ese tomate hegemónico es el ejemplo más claro de tomate que no se come, que se desperdicia y contamina: en octubre de 2016 los productores del departamento correntino de Santa Lucía decidieron directamente regalar toneladas de tomates antes de que se desperdicien. Cobraban un peso el kilo en la zona de producción e invertían 9 pesos en logística. La dificultad no estaba en producir sino en llegar a los consumidores. “Es increíble no sólo lo que estamos perdiendo, sino lo que ganan los supermercados y lo que le roban al consumidor”, declaró por entonces el presidente de la Asociación de Horticultores, Pablo Blanco.

Peor es lo que pasa con el tomate que se conoce como industrial, aquel que se utiliza para hacer salsas y ketchup. A pesar del tomate que se producen en el país, el tomate industrial se importa desde Asia y Europa. «El 50% del tomate triturado concentrado que se comercializa en Argentina es importado. El grueso que viene de Italia, y se puede comparar al calcular cuánto combustible gasta -en avión y camión- una botella o un extracto que viene de allá, frente a uno que se comercialice a menos de 50 kilómetros de donde se produce», detalla Montón.

Pero si hay un tomate hegemónico debe de haber uno también que no lo es. Lo inmensamente extraño es que el tomate no hegemónico sea el tomate de verdad: el que tiene sabor y valor. El valor de no contaminar con camiones de largas distancias que funcionan a base de petróleo ni con la refrigeración de esos productos que generar un gasto innecesario de gas. Y tiene sabor. Por eso en la ciudad de Gualeguaychú, donde a través de un Programa municipal para Alimentos Sanos y Soberanos (PASS), que da la posibilidad a las familias campesinas que trabajan la agroecología de acercar sus productos a los lugares de consumo, los tomates reales se agoten todos los sábados.

La creación de colonias agrícolas y el fomento de las ya existentes podría ser una de las principales políticas de Estado para cumplir con las metas de reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero comprometidas en el Acuerdo de París.

En la localidad bonaerense de Mercedes se está construyendo una colonia agrícola. Será de producción, distribución y comercialización. Se producirá alimento agroecológico. No necesitará más transporte que el que haga el consumidor o la consumidora hasta su hogar. No utiliza combustibles fósiles. No emite gases de efecto invernadero. Por eso decimos que una respuesta al cambio climático es alimentarnos a través de colonias agrícolas. En la actualidad, tanto los distribuidores de Mercedes como de las localidades cercanas como Junín, Chivilcoy y Bragado se trasladan más de 100 kilómetros hasta el Mercado Central. «Tenemos como objetivo hacer que funcione un puesto mayorista, un mercado concentrador en el que nucleemos a todos los compradores de aquí, de la zona de Mercedes, los verduleros, los vecinos; y también de los pueblos aledaños. Hoy en día los productores mercedinos tienen que llevar su producción a vender a los mercados alejados del pueblo. Queremos cambiar eso”, se entusiasma Rolando Ortega, productor de la zona. Quiere producir en Mercedes y para Mercedes. Todavía falta mucho para el objetivo pero el camino ya está iniciado: el municipio les cedió en comodato un campo lleno de monte a cambio de que lo cultiven en forma agroecológica. Y la familia de Máximo producirá berenjenas, zapallitos y, por supuesto, tomate. Otras familias se dedicarán a los frutales. “Acá en Mercedes es la Fiesta Nacional del Durazno pero ya casi no se produce. Queremos recuperar eso”. Duraznos y tomates que no se pudren viajando kilómetros y ayudan realmente en la mitigación a la crisis climática.

Otro caso de colonia agrícola que otorga soberanía alimentaria a una región y combate de esa forma la combustión de combustibles fósiles es la que tiene la organización de Productores Independientes de Piray en la provincia de Misiones. En 2013 consiguieron una ley provincial que les otorga tierras. Mejor dicho se las devuelve: se las expropia a Alto Paraná S.A. (APSA), una empresa forestal que tiene el 70% de las tierras de la zona. La ley les da 600 hectáreas, por ahora solo pudieron recuperar 166. Se las distribuyeron de la siguiente manera: una hectárea por familia para el autoconsumo y el resto se trabaja de forma cooperativa y se comercializa. Los alimentos y productos agroecológicos tienen destino alrededor de los pueblos cercanos como El Dorado, Puerto Piray y Montecarlo.

Cerca. Bien cerca están las colonias agrícolas de los sitios en donde se consume su producción. Uno de los tantos problemas de la agricultura industrial está en el gran trayecto que hay desde el campo hasta el plato. Según datos del informe “Alimentos y cambio climático: el eslabón olvidado”, publicado por Grain, la agricultura es responsable de entre 44% y 57% de las emisiones de gases de efecto invernadero surgidas del consumo de combustibles fósiles. Se espera que las emisiones de la agricultura se incrementen en 35% hacia 2050, aun cuando se hagan recortes masivos de emisiones. Puesto que la cadena agroindustrial controla más del 75% de las tierras de cultivo, y que para la cría de ganado emplea la mayoría de la maquinaria agrícola, de los fertilizantes y plaguicidas y produce la mayor parte de la carne, es justo estimar que la cadena agroindustrial es responsable entonces de entre 85% y 90% de todas las emisiones provenientes de la agricultura, cálculo que incluye a los barcos pesqueros que reciben subsidios para combustible y que liberan mil millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera cada año, mientras que navíos menores pueden capturar la misma cantidad de pescado con una quinta parte del combustible. Entonces la pregunta es ¿Cómo piensan cumplir las metas del acuerdo de París sin darle prioridad a la soberanía alimentaria?

“El principal responsable del cambio climático es el sistema agroalimentario industrial, donde se incluye la quema del combustible fósil, pero también otras emisiones de gases de efecto invernadero como -por ejemplo- el gas metano, que se produce en la cría industrial de ganado, y el que surge de las enormes montañas de desperdicios de alimentos que se producen”, remarca Carlos Vicente.

Diego Montón agrega otras formas menos convencionales de consumo de combustibles fósiles en el modelo de producción de alimentos hoy dominante: «El combustible para las grandes maquinarias y la mayoría de los fertilizantes y agrotóxicos son derivados de hidrocarburos y del petróleo. Además para la elaboración e industrialización de agroquímicos también se utiliza una gran cantidad de derivados de hidrocarburos. Así como también para el packaging en donde van los alimentos en los supermercados. El sistema agroalimentario industrial es responsable de las principales crisis que se están viviendo a nivel global. Es decir: la crisis alimentaria, no sólo por hambre sino también por sobrepeso y obesidad; la crisis por pérdida de biodiversidad; la crisis por la destrucción de los suelos; la crisis que está provocando el uso excesivo de agrotóxicos; y también la crisis climática. Es muy clara la situación, y están todas las cifras disponibles para demostrar esta realidad».

Para los dos, para Vicente y Montón, la respuesta al cambio climático es dejar de hacer lo que lo ocasionó: el “alimento” agroindustrial. Volver al alimento que alimenta. Al que la tierra necesita. «La soberanía alimentaria —es decir, la producción local sin transportar alimentos durante miles de kilómetros; producir sin destruir los suelos que son el primer reservorio de carbono que tenemos en el mundo además de los bosques; sin destruir los bosques; produciendo de manera agroecológica con base campesina centrada en producir alimentos para los pueblos y no para las grandes corporaciones; no utilizando insumos químicos que consumen combustibles no renovables para producirse; reciclar la materia orgánica que proviene del estiércol de los animales, que es uno de los grandes alimentos para los suelos— es el camino fundamental para resolver la crisis climática», propone Carlos Vicente.

 

«Exigiremos una actuación inmediata, audaz, impulsada por las personas y respetuosa con los derechos humanos de magnitud sin precedentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger así a las personas, los ecosistemas y la biodiversidad frente al colapso climático. Esta actuación requiere una transformación de nuestros sistemas económicos, sociales y políticos para abordar las desigualdades existentes en todos los aspectos de la vida, que incluye la distribución equitativa de los recursos, en particular mediante la reducción del consumo innecesario por grupos privilegiados».

Para lograr justicia climática, quienes firmamos esta declaración acordamos lo siguiente:

1. Intensificaremos nuestros esfuerzos para que los derechos humanos ocupen un lugar primordial en el activismo climático. Lo haremos siguiendo el ejemplo de pueblos indígenas, jóvenes, mujeres, personas que viven en la pobreza, personas con discapacidad, personas dedicadas a la pesca, la agricultura y la ganadería, comunidades locales, personas trabajadoras y otros grupos afectados de manera desproporcionada que lideran la lucha contra las actividades que destruyen el planeta y en favor de la justicia climática.

2. Exigiremos una actuación inmediata, audaz, impulsada por las personas y respetuosa con los derechos humanos de magnitud sin precedentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger así a las personas, los ecosistemas y la biodiversidad frente al colapso climático. Esta actuación requiere una transformación de nuestros sistemas económicos, sociales y políticos para abordar las desigualdades existentes en todos los aspectos de la vida, que incluye la distribución equitativa de los recursos, en particular mediante la reducción del consumo innecesario por grupos privilegiados. Es fundamental que logremos una importante y rápida reducción de las emisiones globales y un futuro sin combustibles fósiles para limitar el aumento de la temperatura lo más posible, y en todo caso a 1,5 °C como máximo, pues los actuales niveles de calentamiento ya están causando violaciones de derechos humanos.

3. Exigiremos que todas las políticas, medidas y acciones climáticas de los gobiernos respeten, protejan y hagan efectivos los derechos humanos, incluido el derecho de las personas a ser plenamente informadas y empoderadas para participar de forma significativa en la toma de decisiones relacionadas con el clima, y que las empresas cumplan con su responsabilidad de respetar los derechos humanos en sus cadenas de suministro. Nos opondremos a toda política o acción destinada a combatir el cambio climático o a facilitar la adaptación climática que sacrifique los derechos humanos, o que tenga como resultado el agravamiento de las desigualdades, el empobrecimiento, el hambre, la desposesión y la exclusión económica, social y política.

4. Incrementaremos la presión sobre los países y empresas con mayor responsabilidad en el cambio climático y con más recursos. Exigimos que todos los países establezcan y cumplan con urgencia objetivos de reducción de las emisiones basados en datos científicos y compatibles con la protección de los derechos humanos, ajustándose a los plazos para su cumplimiento o adelantándose a ellos. Nos opondremos a los intentos de trasladar la carga y la responsabilidad que conlleva esta transformación de los países con elevadas emisiones a aquellos que tienen menos recursos y un historial de emisiones más bajo, y de empresas y grupos privilegiados a grupos menos privilegiados. Obligaremos a quienes tienen más responsabilidad en la crisis a reconocer sus propios actos y tomar medidas en consecuencia.

5. Instaremos a los Estados con más recursos y responsabilidad en el cambio climático a proporcionar los medios económicos y tecnológicos necesarios a los países del Sur global para facilitar sus ambiciosos planes de mitigación del cambio climático y adaptación a él. Exigimos que esos Estados también proporcionen los medios adecuados —indemnizaciones incluidas— a las comunidades y particulares afectados para hacer frente a las pérdidas y los daños causados por la crisis climática, consultándolos siempre y respetando sus costumbres y derechos individuales y colectivos. Fomentaremos la transparencia y el uso adecuado de esos recursos y nos opondremos a la creación de cargas económicas y deudas adicionales como consecuencia de este apoyo.

6. Combatiremos sin descanso el control empresarial de las políticas y las instituciones, y exigiremos rendición de cuentas a los sectores que destruyen el clima y a quienes los financian.

7. Exigiremos una transición justa, equitativa e inclusiva en el proceso de abandonar los combustibles fósiles e ir hacia una agricultura sostenible y una energía renovable que empodere a pueblos indígenas, personas trabajadoras, personas dedicadas a la pesca, la agricultura y la ganadería y comunidades locales, en lugar de privarlos de sus derechos. Reclamaremos medidas que garanticen que todas las personas, especialmente las que sufren discriminación, tienen acceso a educación en asuntos relacionados con el clima y a los recursos, la formación, el conocimiento y los empleos dignos que son necesarios para una transición impulsada por las personas hacia una sociedad sin emisiones de carbono y resiliente.

8. Trabajaremos para conseguir la protección, el respeto y el cumplimiento de los derechos de los pueblos indígenas, incluido el derecho a sus tierras y territorios ancestrales. Reclamaremos la protección, el reconocimiento y la promoción de los conocimientos locales y tradicionales que han demostrado ser eficaces y adecuados para abordar la crisis climática y para hacer posible la transición y la resiliencia tan necesarias en nuestros sistemas de alimentación, siempre con el consentimiento de los pueblos indígenas y en su beneficio.

9. Exigiremos un acceso efectivo y adecuado a la justicia de aquellas personas y comunidades cuyos derechos se vean afectados por la crisis climática o la falta de acción climática, incluidas las afectadas por pérdidas y daños de origen climático y aquéllas cuyos derechos están amenazados debido a los desplazamientos relacionados con el clima. Trabajaremos para garantizar que pueden disfrutar del acceso a la justicia y a recursos efectivos y que se piden cuentas a los responsables de los daños relacionados con el cambio climático. Utilizaremos proactivamente los instrumentos jurídicos y órganos nacionales, regionales e internacionales de derechos humanos para garantizar que las obligaciones en materia de derechos humanos se respetan de manera efectiva para promover la justicia climática.

10. Apoyaremos a todos los defensores y defensoras de los derechos ambientales, en particular a quienes individual y colectivamente protegen sus territorios, su acceso a la tierra, sus medios de vida y el ambiente, y a quienes trabajan para defender a las personas y al planeta de las actividades destructivas y del colapso climático. Exigiremos un entorno seguro y propicio, en el que todos los defensores y defensoras de los derechos humanos, en particular quienes sufren formas múltiples y entrecruzadas de discriminación y desigualdad, reciban protección efectiva y puedan defender y promover los derechos humanos sin temor a castigos, represalias o actos de intimidación.

 

¿Cómo enfrentamos el cambio climático? Con sólo pensarlo nos vienen imágenes de grandes nubes, corrientes marinas, inundaciones, huracanes y sequías frente a los cuales lo que podamos hacer parece nulo. Frente a ellos no hay cartelitos con frases piolas, ni marchas que sirvan. El poder responsable de esta crisis también se ha encargado de eso: de ponernos la cancha lejos…

En Madrid empieza la 25° Conferencia de las Partes o COP25 que es el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). En ella, los gobiernos debaten y se plantean medidas para mitigar los efectos de la crisis climática derivados de la acción humana… y hasta ahora han fracasado rotundamente.

Mientras las emisiones de gases de efecto invernadero no han parado de crecer, las lógicas que sustentan los modelos de “desarrollo económico” responsables de esta crisis gozan de buena salud. Aún más, las “soluciones” que se plantean “por arriba” parten de las mismas lógicas que nos llevan al abismo. Si “cada crisis es una oportunidad” el capital ha sabido aprovechar cada una, y en este caso no es distinto: geoingeniería, bonos de carbono, etc. Los nuevos negocios del capital con la crisis climática que generó.

Pero por abajo los pueblos no sólo somos los que sufrimos con más crudeza los efectos del cambio climático, sino que hemos ido instalando el debate sobre sus verdaderas causas y construimos alternativas que abren horizontes nuevos para todos y todas.

Aprovechando el inicio de la COP25 conversamos con compañeros y compañeras sobre distintos aspectos de un problema complejo, pero con causas y soluciones mucho más cerca de lo que parece.

#COP25 | Conversamos con Carlos Vicente – GRAIN y Acción por la Biodiversidad

Mientras las evidencias del cambio climático son cada vez más contundentes y se reconocen niveles de emisiones que lejos de disminuir aumentan…

Huerquen: ¿Qué rol tiene la agricultura industrial en la emisión de gases de efecto invernadero?

Carlos Vicente: Nosotros hacemos el análisis contemplando todo el sistema agroalimentario industrial que es más amplio que la agricultura industrial; que va desde la producción en los campos y la deforestación hasta lo que significa el transporte de los alimentos por el mundo: la refrigeración, la enorme cantidad de los alimentos que se tira (el 30% del total), lo que son las cadenas de frío para llevar la carne del otro lado del mundo, lo que significa las grandes procesadoras de alimentos y toda la energía para que ellas consumen; lo que significan las grandes cadenas de supermercados y todo el consumo de energía y de combustibles fósiles que ellas tienen para empaquetar los alimentos y vendérnoslos con formas comercializables aptas para la vista y no para la alimentación.

También de todo lo que significa la cadena industrial ganadera que implica enormes emisiones de gas metano. Lo que significa la industria de los fertilizantes que se consumen en millones de toneladas y que implica la emisión por el sobre uso de gases como óxido nitroso. Tanto este como el metano que son mucho más potentes como gases de efecto invernadero que el dióxido de carbono.

Estos tres son los gases de efecto invernadero más importantes, y nuestros estudios demuestran que la mitad de las emisiones de estos tres gases, provienen del sistema agroalimentario industrial. Entonces no estamos hablando de poca cosa. Estamos hablando del principal factor. Porque uno siempre vincula a la emisión de gases de efecto invernadero con los autos o con las fábricas, que por supuesto son importantes, pero nunca miramos al sistema agroalimentario industrial como el principal responsable: En nuestras investigaciones entre el 44 y el 57% de los gases de efecto invernadero provienen del sistema agroalimentario industrial. Y uno de los grandes afectados por el avance de la agricultura y la ganadería industrial son los ecosistemas más frágiles, por ejemplo los incendios en el Amazonas de los últimos meses. Justamente hablamos de incendios intencionales que se produjeron incitados por el mismo Bolsonaro para que pudiera avanzar la frontera agrícola. Estamos hablando, literalmente, de quemar el planeta.

Nosotros desde hace más de 10 años que venimos denunciando la enorme emisión de gases de efecto invernadero por el sistema agroalimentario industrial. Ahora el IPCC en su informe para esta COP, pone en el centro del debate la emisión de gases de efecto invernadero a partir de la agricultura industrial, a partir de la destrucción de los bosques, a partir de la destrucción de los suelos que son uno de los grandes afectados por este modelo de agricultura. Además de los bosques, el suelo es el principal captador de carbono ya que los suelos son organismos vivos. En cada gramo de suelo hay millones de microorganismos y esos millones de microorganismos son los que procesan la materia orgánica que cae y fijan nitrógeno. Cuidar el suelo es uno de los grandes desafíos a futuro.

Hqn: Mientras las corporaciones apellidan “sustentable” a todo lo que hacen y toda su propaganda es en la gama de los verdes. Distintas voces de la agroindustria empiezan a hablar (de nuevo) del mercado de bonos de carbono. Brevemente ¿de qué se trata?

CV: Bueno, las organizaciones sociales desde hace décadas… ya en 1992 denunciábamos el maquillaje verde de las corporaciones planteando que había todo un discurso “ambiental” y “sustentable”. Me acuerdo que en aquel momento había un periódico que salía cada día en la ECO´92 en el cual Leonardo Boff en un reportaje decía “no queremos desarrollo sustentable, queremos una sociedad sustentable”; en ese momento se necesitaba romper con el mito del desarrollo, y hoy en día también la “sustentabilidad” ha caído en las manos de las corporaciones y en la realización de negocios. Quizá el Convenio de Cambio Climático es de los principales afectados por esta mercantilización total de las ”alternativas” a la crisis climática y al hecho de que lo único que buscan las corporaciones con la complicidad de los gobiernos es realizar nuevos “negocios verdes”. Ahí nace lo de la “economía verde”, nace todo este tema de los bonos de carbono, nacen todas las falsas soluciones tecnológicas como son la “agricultura climáticamente inteligente” o la geoingeniería como respuestas a la crisis climática. En todos los casos de lo único que se trata es de negocios y de ninguna manera se va responder de fondo a los verdaderos desafíos que tenemos enfrente.

Los bonos de carbono simplemente son mecanismos para compensar la emisión de gases de efecto invernadero en alguna parte del mundo, de industrias contaminantes, con la protección de bosques o cultivo de árboles en el sur de manera de ponerle un precio a la captura de carbono y se hacen negocios. Con ellos alguien puede seguir contaminando mientras supuestamente se captura carbono en otra parte del mundo. El mecanismo más perverso de todo este sistema implica lo que acá viene difundiendo Aapresid (asociación de productores en siembra directa) que pretende cobrar bonos por la supuesta captura de carbono que significa a siembra directa. Simplemente negocios, falsas soluciones y la sustentabilidad del poder corporativo.

Hqn: ¿Por qué desde GRAIN y La Vía Campesina dicen “nosotros y nosotras podemos enfriar el planeta”?

CV: Bueno la afirmación de “juntos y juntas podemos enfriar el planeta” nace en primer lugar de una declaración y un convencimiento de las organizaciones campesinas de que ellas tienen la solución para responder a la crisis climática a partir de la agricultura campesina, a partir de la producción agroecológica de base campesina. Cuidar los ecosistemas, promover mercados locales, hacer una agricultura y cuidar los suelos manteniendo el carbono ahí. Nosotros desde GRAIN lo que hicimos fue simplemente investigar qué es lo que pasaba en números concretos y las conclusiones fueron contundente. Es muy claro que cuidando el suelo, que haciendo prácticas agroecológicas que convivan y coexistan con la biodiversidad, fomentando mercados locales, se puede hacer agricultura y producir alimentos para todos sin destruir el clima.

Nosotros en algunos de los cálculos que hicimos veíamos que simplemente el cuidado del suelo, el volver a recuperar el carbono en el suelo durante los próximos 30 años, podría absorber el 50% de los gases de efecto invernadero que están en exceso en la naturaleza. Pero bueno, para eso es muy claro que hacen falta políticas que apunten en esa dirección: hace falta una redistribución global de las tierras y hace falta cuestionar todas las falsas soluciones que hoy se están imponiendo. Es evidente que ninguna manera los gobiernos del mundo están dispuestos a frenar ese poder corporativo e impulsar esto que las organizaciones campesinas están haciendo en la práctica en distintas partes del planeta.

Hqn: En tu opinión de qué depende que podamos revertir el rumbo de abismo que representa el aumento de la temperatura global.

CV: Vamos a estar en la Cumbre de los Pueblos en Chile diciendo que juntas y juntos podemos enfriar el planeta. En la COP25 en Madrid (ya que Piñera desistió de hacerla en Chile frente a las movilizaciones) no hay ninguna posibilidad de avanzar. De ninguna manera los gobiernos están a la altura de tomar las decisiones que hacen falta para enfrentar realmente la crisis climática.

No hay duda que en los próximos 10 años esto se va a agudizar y muy probablemente sea esta agudización de la crisis la que lleve a profundizar las movilizaciones de los pueblos y continúen haciendo escuchar sus voces reclamando dar los pasos que hacen falta para revertir el desastre… el desastre que estamos viviendo. Pero probablemente (y lamentablemente) esto va a ocurrir cuando se agudice la crisis.

Esto va a traer mucho sufrimiento, muchos problemas para los sectores más vulnerables, los pueblos originarios, las comunidades campesinas, a los pobladores rurales de distintas partes del planeta. Y esto es imperdonable. Esto es un crimen, un crimen climático el que están cometiendo. Los informes de estos mismos días de las Naciones Unidas le dicen a la COP25 que no son suficientes las decisiones que se tomaron en el marco del Acuerdo de París, que no sirven, porque el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero son mucho mayores a lo esperado y cada año se va confirmando que la crisis va a ser mayor, por lo tanto estoy convencido que lo que nos espera de la cumbre de Madrid es más show, poco compromiso, mayor presencia corporativa, y que está claramente en manos de los pueblos en la calle donde van a estar las respuestas y las posibles transformaciones a futuro.

Movilización por la Crisis Climática – BsAs, septiembre de 2019

Hqn: Desde GRAIN acaban de publicar un informe importante sobre los efectos del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea en términos de crisis climática.

CV: La Unión Europea que aparece en el mundo como el gran abanderado de la lucha contra la crisis climática, que plantea los compromisos más firmes, etc… es quién firmó con el Mercosur un tratado de libre comercio. En las últimas investigaciones que estamos difundiendo esta semana, donde hemos hecho una auditoría climática del acuerdo Mercosur-UE con la información que ellos mismos difunden, hemos descubierto que para 8 productos para los que se va a liberalizar el comercio (algunos de exportación del Mercosur a la UE y otros de la UE para el Mercosur) las emisiones van crecer un tercio. Un 34%. Esto demuestra claramente qué poco le importa a la UE el cuidado del clima.

Con este acuerdo se va a profundizar la deforestación en la Amazonía y va a avanzar la frontera agrícola. Se estima que va a aumentar un 50% la de carne vacuna de exportación. Más producción industrial de carne con sus emisiones de gases y más plantaciones de soja y maíz transgénico para alimentar al ganado. Es claro entonces que todo eso de “la presión de la UE sobre Bolsonaro para que Brasil se mantenga en el Acuerdo de París” bueno, es simplemente un show. En la práctica lo que va a ocurrir es que de concretarse la aprobación del acuerdo Mercosur-UE por los parlamentos, la emisión de gases de efecto invernadero va a aumentar significativamente.

Y vinculado al tema de la ganadería reforzar que la ganadería industrial, no el consumo de carne por la gente, es decir, este modelo de producción de carne industrializada, ya sea en feed lot o deforestando grandes extensiones también va a tener un fuerte impacto a nivel global. Nosotros hemos comprobado que todos los grandes frigoríficos juntos producen más gases de efecto invernadero que lo que producen las grandes compañías petroleras. Entonces tenemos que poner la mira ahí. Y como digo, no se trata de no consumir carne sino de volver a lo que fue históricamente la producción de carne para la alimentación de los pueblos por los campesinos y campesinas; en la cual la producción de carne siempre estuvo integrada a la producción agrícola aportando abonos a los suelos y otros bienes para las familias. Hay un problema con la carne industrializada, sea de cerdo, gallinas o vacas, que también el último informe del IPCC diagnostica como un problema grave como venimos denunciando.

Buenos Aires, diciembre de 2019

Entrevista a Enrique Viale realizada por el Colectivo de Comunicaciónde cara a la realización de la 25 Conferencia de las Partes del Convenio de Cambio Climático.

¿Cómo enfrentamos el cambio climático? Con sólo pensarlo nos vienen imágenes de grandes nubes, corrientes marinas, inundaciones, huracanes y sequías frente a los cuales lo que podamos hacer parece nulo. Frente a ellos no hay cartelitos con frases piolas, ni marchas que sirvan. El poder responsable de esta crisis también se ha encargado de eso: de ponernos la cancha lejos…

En Madrid empieza la 25° Conferencia de las Partes o COP25 que es el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). En ella, los gobiernos debaten y se plantean medidas para mitigar los efectos de la crisis climática derivados de la acción humana… y hasta ahora han fracasado rotundamente.

Mientras las emisiones de gases de efecto invernadero no han parado de crecer, las lógicas que sustentan los modelos de “desarrollo económico” responsables de esta crisis gozan de buena salud. Aún más, las “soluciones” que se plantean “por arriba” parten de las mismas lógicas que nos llevan al abismo. Si “cada crisis es una oportunidad” el capital ha sabido aprovechar cada una, y en este caso no es distinto: geoingeniería, bonos de carbono, etc. Los nuevos negocios del capital con la crisis climática que generó.

Pero por abajo los pueblos no sólo somos los que sufrimos con más crudeza los efectos del cambio climático, sino que hemos ido instalando el debate sobre sus verdaderas causas y construimos alternativas que abren horizontes nuevos para todos y todas.

Aprovechando el inicio de la COP25 conversamos con compañeros y compañeras sobre distintos aspectos de un problema complejo, pero con causas y soluciones mucho más cerca de lo que parece.

#COP25Conversamos con Enrique Viale de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas

Mientras las evidencias del cambio climático son cada vez más contundentes y se reconocen niveles de emisiones que lejos de disminuir aumentan…

Huerquen: En pocos días arranca COP25 y la Contracumbre de los pueblos. Brevemente contanos ¿qué es COP25 y qué escenario se plantea?

Enrique Viale: Está por arrancar la COP25 que como se sabe, originariamente era en Chile, en el sur global, y por el estallido social en ese país fue trasladada a Madrid. Esto es muy preocupante y enmarca un poco también la tendencia de que el norte global termina monopolizando todos estos debates. Había mucha expectativa de que se iba a realizar en el sur, con una gran participación de organizaciones sociales y de la sociedad civil; incluso con la llegada de Greta Thumberg que generaba mucha expectativa. Así que por ese lado hay una decepción muy grande pero a la vez muchos y muchas hemos decidido mantener las actividades que se iban a realizar paralelamente a la cumbre del cambio climático. Es decir que vamos a estar en Santiago y, en los mismos días en que se iba a realizar la cumbre, vamos a hacer la cumbre de los pueblos como una convención paralela de la sociedad civil.

Hqn: ¿Por qué hay una contra cumbre de los pueblos? Y ¿qué se espera que suceda allí?

EV: En la contra cumbre vamos a desarrollar los temas que la mayoría de las veces no se tratan en la cumbre oficial. Era interesante que sea en el mismo espacio físico o ciudad y al mismo tiempo. Sin embargo vamos a continuar con eso, que es claramente debatir los modelos de desarrollo. No sólo debatir cómo bajar emisiones, como se plantea en las cumbres oficiales muchas veces con discursos vacíos, sino discutir realmente qué es lo que pasa en los territorios. Por eso era tan importante que se haga en el cono sur donde el extractivismo está generando grandes vulneraciones de derechos de la naturaleza y obviamente también derechos humanos con centenares de muertes anuales de líderes y lideresas protectoras de la naturaleza y sociales. Todos esos debates se van a mantener. Nosotros vamos a participar de varios de ellos y esperemos que pueda ser una caja de resonancia sobre todo esto.

Hqn: En Argentina se acaba de aprobar la llamada “Ley de Cambio Climático”. Contanos en qué consiste la norma y cómo fue la génesis de su redacción y aprobación.

EV: La Ley de Cambio Climático es una ley de presupuestos mínimos para la adaptación y mitigación del cambio climático, es un marco normativo básico en el contexto de las leyes de presupuestos mínimos que no es para nada menor, porque su existencia es a partir de la reforma de la constitución y hay pocas leyes de presupuestos mínimos. Es un marco básico para enfrentar a confrontar y enfrentar tanto las consecuencias como las causas del cambio climático en la Argentina. Como en toda ley de presupuestos mínimos no sólo obliga al Estado Nacional sino también a las provincias. Esto es muy importante porque hay muchas provincias que no tienen dentro de su políticas públicas ningún tipo de iniciativa relacionadas con este flagelo que es uno de los mayores desafíos de la humanidad. La ley es muy interesante en muchos aspectos, que quizá no han trascendido tanto; tiene el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas expresamente expuesto en el texto. Es decir que somos todos responsables del cambio climático
pero hay algunos que son más responsables de él. Y esto no sólo a nivel internacional, o sea norte y sur; los países del norte han contribuido de manera desproporcionada a generar las causas del cambio climático sino, también dentro del país: No es lo mismo una minera que consume la energía de una provincia entera como La Alumbrera que cualquier habitante de Catamarca donde está ubicada por ejemplo.

La ley tiene también otras cuestiones como el principio de prioridad de atender a los sectores más vulnerables con las políticas públicas de cambio climático. Sobre ellos se acentúan sus efectos; impactan con más fuerza lesionando derechos. Los sectores sociales más vulnerables de la sociedad sufren desproporcionadamente sus efectos.

Esta ley se trabajó muchos años. Fueron 5 años trabajando para lograr los consensos, con modificaciones etc, y por eso ha salido por unanimidad. En julio en el senado y ahora en diputados, sin votos en contra también. Es decir que ha tenido los consensos necesarios para que se convierta en una política de Estado y resulta fundamental también ante la posibilidad de que tengamos un futuro Bolsonaro o Trump, que son negacionistas del cambio climático, y en este caso hay una ley que obliga a tener políticas públicas sobre esto y no pueden ser desconocido por ningún funcionario.

Hqn: Alrededor de las leyes y su aplicación, y salvando distancias con antecedentes como bosques, glaciares, agricultura familiar o todo lo referente a los derechos de los pueblos originarios ¿estamos frente a una “declaración de buenas intenciones” o una herramienta concreta?

EV: Claramente yo soy de la teoría de que las leyes no son sólo “buenas intenciones”, y mucho menos la ley de glaciares o la de bosques, junto a esta ley de cambio climático. Siendo abogado siento que me da herramientas concretas para exigir políticas públicas o confrontar. Si bien en muchos casos no hemos logrado su plena aplicación, por ejemplo en glaciares o bosques (esta ley es nueva), pero no olvidemos que gracias a la Ley de Glaciares hay 44 proyectos mineros que no están avanzando. Esto es concreto y por eso tienen permanentemente una espada de Damocles sobre ella para modificarla y que puedan avanzar. Lo mismo la Ley de Bosques, si bien no logramos su plena aplicación sí ha otorgado herramientas concretas para enfrentar desmontes que antes estaban absolutamente legalizados, y más aún por las provincias no? Obviamente que las leyes no son la solución a todo, lo sabemos muy bien; en Argentina sobre todo en las luchas antiextractivistas hay una relación de ida y vuelta con la legislación. Por ejemplo provincias tienen prohibida la minería con sustancias tóxicas, y eso fue algo logrado a partir de movimientos ciudadanos. Es decir que esto se gana en las calles; en las calles confrontando, en las calles generando debates en la opinión pública no? Ese es el gran desafío del momento; las leyes no son la solución a todo pero sí son una herramienta para la lucha.

Hqn: En tu opinión ¿de qué depende que podamos revertir el rumbo de abismo que representa el aumento de la temperatura global?

EV: Cualquier discusión sobre el cambio climático, sus causas y consecuencias, sin abordar los modelos de maldesarrollo imperantes serán sólo habladurías. Nosotros creemos que es fundamental discutir a nivel nacional, regional y mundial los modelos de producción que existen y se imponen. La división internacional del trabajo, con América Latina como exportadora de naturaleza como si fuese un destino. Qué pasa con las economías regionales; qué pasa con el agronegocio que en nuestro caso ocupa 23 millones de hectáreas sólo de soja transgénica; el modelo de fracking en la Patagonia con Vaca Muerta; el modelo de megaminería en la cordillera. Si no discutimos eso serán sólo parches superficiales y me parece que por ahí pasan las discusiones del momento. La discusión sobre el cambio climático tiene que ir por ese lado.

Buenos Aires, noviembre de 2019